"No los maten a todos"
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos. Gálatas 4:4-5
A la entrada del edificio de Lutheran Hour Ministries -donde funciona la oficina de Cristo Para Todas Las Naciones- hay un cartel que dice que está prohibido entrar al edificio portando armas. Hasta donde yo sé, quienes trabajan allí cumplen con esa regla, y espero que los visitantes también lo hagan.
Para Abdul-Rahman Al Marwani, el Jeque de Yemen, el tratar de mantener bajo control las armas y la violencia, es una labor constante. Yemen es un país en el que hay tres armas por habitante, y en donde el año pasado hubo 1,200 asesinatos. Un artículo publicado recientemente por Time cita las siguientes palabras de Marwani: "Un hombre pobre es capaz de no comprar comida, para poder comprar un arma. Porque en Yemen un hombre sin armas no tiene ningún valor".
En los últimos once años, la venganza y los conflictos tribales han costado la vida a quince empleados del Jeque. De más está decir que los cristianos no están exentos de estos ataques.
Cuando el Jeque escuchó que un predicador islámico alentaba a sus oyentes a matar cristianos, le preguntó: "¿Crees que Alá es sabio, y que todas las cosas vienen de Alá?" El predicador le dijo que sí. "¿Incluyendo el Mercedes Benz que manejas?" El predicador estuvo de acuerdo en que su Mercedes también era un regalo de Alá. Entonces el Jeque le dijo: no mates a todos los cristianos, "porque si matas a todos los cristianos, no quedará ninguno para construir más Mercedes".
Por más que aprecio los esfuerzos del Jeque a favor de los seguidores de Jesús, preferiría que mi valor no estuviera directamente relacionado con la manufactura de vehículos Mercedes.
Por eso es que doy gracias por las palabras que Pablo escribió en su carta a la iglesia en Galacia, donde dice que tanto usted como yo, valemos mucho. ¿Cuánto?
Lo suficiente como para que el Señor prometiera enviar a su Hijo a nuestro mundo para salvarnos. Lo suficiente como para que Dios cumpliera esa promesa. Lo suficiente como para que Jesús viviera, sufriera, muriera, y resucitara, para que pudiéramos ser adoptados como hijos de Dios.
Piense en esto por un momento. Quizás el mundo, o un vecino, o algún compañero de trabajo o escuela, no lo valore mucho.
Pero el Creador del universo sí lo valora. Y esto es lo único que cuenta.