"Buenas y malas noticias"
Con exhortaciones como éstas, y con muchas otras, anunciaba al pueblo estas buenas noticias. Lucas 3:18 (3:15-20)
Juan el Bautista fue el primer profeta enviado por Dios luego de cuatrocientos años de silencio. Entre Malaquías, el último profeta del Antiguo Testamento, y Juan, Dios no se comunicó con su pueblo como lo había hecho desde el llamamiento de Abrahán. Con toda razón "el pueblo estaba expectante" (v 15), y confundido.
El mensaje del Bautista tenía dos puntas. Por un lado, denunciaba vigorosamente la falsedad, la corrupción, y la idolatría en que estaba viviendo una buena parte del pueblo, y especialmente sus líderes. Por otro lado, enfatizaba la llegada del Mesías prometido, que vendría a poner las cosas en su lugar.
Denunciar el pecado tuvo su precio para Juan. El Rey Herodes no titubeó en silenciar al que le había hecho ver su maldad. Ahora, aquél que predicaba la libertad, estaba encarcelado. No era para menos, porque, ¿a quién le gusta que le señalen su pecado? La diferencia es que la denuncia del pecado que hacía el Bautista era para llamar al arrepentimiento, para que hubiera un reconocimiento de la necesidad del Mesías.
Nada ha cambiado hoy. Muchas veces nos sentimos molestos cuando alguien nos muestra nuestros pecados, y optamos por echar al denunciante a la cárcel, cerrando la puerta de nuestra conciencia para evitar escuchar lo que no nos gusta, o para evitar que nos indique un cambio de camino. Preferimos no saber cómo somos en realidad.
Pero Dios no se calla. Él sigue enviando "Bautistas" por medio de su Palabra, para que veamos nuestro pecado y reconozcamos la necesidad de un Salvador. Sólo así se convierte en 'buena noticia' la llegada de Jesús... porque a quienes reconocen su pecado, él los limpia con su sangre y los cobija con su amor.
Gracias, Padre, porque sigues llamándome al arrepentimiento y dándome el perdón gratuito de todos mis pecados. Amén.
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