ALIMENTO DIARIO

  • "Ciertamente respetable"


  • junio 2, 2008
  • No hay en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque. Eclesiastés 7:20No hay en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque. Eclesiastés 7:20


  • 1º de setiembre de 1976, Calumet City, Michigan. Ese día, en ese lugar, a una señora le dieron una multa por estar mal estacionada. El costo de la multa: $ 1.

    No puedo decirles el nombre de esta señora, porque el artículo publicado por AP no lo mencionó, pero sí puedo decirles algo acerca de su conciencia: nunca la dejó en paz.

    Desde 1976 la conciencia la estuvo molestando tanto, que finalmente decidió enviar a pagar la multa con un billete de veinte dólares. Al hacerlo adjuntó una nota que decía: «Siempre tuve la intención de pagar esta multa. Cada vez que la veía me decía a mí misma que algún día la iba a pagar, y ahora me llegó el momento». Y luego, pensando dejar por terminado para siempre el asunto, agregó: «No traten de encontrarme, soy una señora respetable».

    Y probablemente sea una señora respetable. Al igual que usted y yo, ante su familia, vecinos, compañeros de trabajo, probablemente dé la impresión de ser un pilar de la comunidad, un modelo a seguir, lo mejor de lo mejor, por lo que esta pequeña multa ni siquiera cuenta.

    De más está decir que, delante de Dios, no es perfecta: quebró la ley, ignoró su conciencia, no hizo lo que debía hacer, y trató de evitar cualquier consecuencia posterior refugiándose en el anonimato.

    Todo esto es otra forma de decir que no «hay en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque». Como dice la Escritura: todos somos pecadores, todos merecemos ser condenados, y todos necesitamos un Salvador. Y, gracias a Dios, tenemos uno: el único Salvador, el Hijo de Dios, Jesucristo. Nuestro Salvador vino a este mundo a redimir, reciclar y restaurar lo peor de nosotros… y también lo mejor de nosotros.

    Sí, aunque nos parezca raro, Jesús vino a salvar a las personas respetables… porque ellas lo necesitan tanto como los de mala reputación y los deshonestos. Como una vez escribió el respetable Apóstol Pablo: «Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero» (1 Timoteo 1:15b).

    ORACIÓN: Querido Salvador, que viniste a buscar y salvar pecadores… pecadores como esta señora… como San Pablo… como yo… por haber hecho todo lo que hiciste para borrar todo lo que yo he hecho mal, te alabo y agradezco inmensamente. En tu nombre. Amén.