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ALIMENTO DIARIO
No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Isaías 43:1bNo temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Isaías 43:1b
Estamos en la época de graduaciones, motivo por el cual, si uno va a diferentes escuelas y universidades, escucha cosas como: No-oo-TOOL-a SEE-kay-tee-way Ki-tee-ki-tee. Oo-DO-chu-koo CHIN-yea-ray Oh-boe-doe. Bat-NAI-ram-dal OT-gone-shar.
Si piensa que hay algún problema con la computadora por el cual las letras aparecen todas mezcladas, ¡no se preocupe! Su computadora no está rota. Las palabras de más arriba son la fonética de los nombres de algunos alumnos de la clase 2008 del Macalester College.
Cuando cada estudiante suba al escenario a recibir su diploma, Jayne Niemi, la Secretaria de la Institución, va a tener que leer cada uno de esos nombres, y quiere hacerlo sin cometer errores, por dos razones: primero, porque los estudiantes han invertido mucho tiempo y dinero en sus estudios. Sus familias vienen de todas partes para celebrar esta ocasión, y además nadie sabe lo que le espera a cada graduado en el futuro. Quizás alguno llegue a millonario y se convierta en un gran donante para la Institución.
La otra razón por la cual Jayne no quiere equivocarse es porque no quiere hacer papelones. Pero no es fácil. No es fácil pronunciar nombres escritos en otros idiomas a los cuales no estamos acostumbrados, con fonéticas diferentes. Por más que tratamos y practicamos, nos sigue resultando difícil.
A Dios no le pasa eso. Dios los sabe… no como un simple número… no como un simple nombre… Dios los conoce a ellos mismos. Dios los conocía aún antes de que respiraran por primera vez o de que dieran sus primeros pasos. Pero no sólo eso. Dios los conoce a ellos como personas. Dios conoce sus cosas buenas y sus muchos pecados, y porque los conoce, envió a su Hijo a salvarlos.
Jesús nació, vivió, murió y resucitó para que No-oo-TOOL-a pudiera ser salvo. Jesús vino para que Mario y Miriam, Roberto y Ana, Luis y Laura, Juan y María pudieran ser salvos. Y como Jesús vino, ya no tenemos miedo a la muerte. Cristo nos ha salvado. Él nos ha llamado por nuestro nombre. Somos suyos.
ORACIÓN: Querido Salvador, gracias por conocernos, amarnos y salvarnos. Ayúdanos para que compartamos tu amor con quienes nos rodean, y con aquellos a quienes no conocemos, porque sabemos que tú los conoces. Tú los has salvado y los has llamado por su nombre… ellos son tuyos. En tu nombre. Amén.