ALIMENTO DIARIO

  • "Un Dios cercano"


  • enero 19, 2009
  • Pero tú, Señor, no te alejes; fuerza mía, ven pronto en mi auxilio. Libra mi vida de la espada, mi preciosa vida del poder de esos perros. Rescátame de la boca de los leones. Salmo 22:19-21ªPero tú, Señor, no te alejes; fuerza mía, ven pronto en mi auxilio. Libra mi vida de la espada, mi preciosa vida del poder de esos perros. Rescátame de la boca de los leones. Salmo 22:19-21ª


  • Nunca he visto de cerca un tiburón de 16 pies y medio de largo, y tampoco quiero verlo.

    Se me ocurre que Hannah tampoco hubiera querido verlo.

    Hannah estaba haciendo surf en Tasmania cuando fue atacada por un tiburón que la hundió y la sacudió hasta que, cuando parecía que todo estaba perdido, con la ayuda de su primo Syb logró zafarse.

    Syb la subió en su tabla de surf y con la ayuda de una ola, la llevó a la costa donde fue atendida de sus heridas.

    Pensando en lo que había pasado, Syb dijo: «No soy religioso, pero la ola perfecta que vino en el momento justo tuvo que haber sido enviada por Dios».

    Me gustaría poder decirle a Syb que quizás es hora de que se vuelva religioso… más específicamente, quizás es hora de que se ponga a pensar en que llegará el momento en que no podrá usar la tabla de surf para escapar de la muerte.

    A todos nos llega la muerte. A algunos les llega con un tiburón; a otros con un infarto, o cáncer, o un accidente, o… la lista es interminable.

    Dios sabía que la muerte nos iba a esperar a todos. Por ello es que envió a su Hijo para que se ofreciera como rescate por nuestra salvación. Jesús murió en la cruz para que la muerte no tuviera la última palabra, y, porque al tercer día resucitó, todos los que creen en él son salvos.

    Más aún, sabemos que nuestro Señor está siempre a nuestro lado. Como escribe el Salmista: «Pero tú, Señor, no te alejes; fuerza mía, ven pronto en mi auxilio. Rescátame de la boca de los leones.»… o de tiburones… o accidentes… o enfermedades.

    ORACIÓN: Querido Señor Jesús, te doy gracias porque nunca estás lejos de mí y te bendigo por todas las veces que tu gracia me ha rescatado. Ayúdame a confiar cada vez más en tu constante protección. En tu nombre. Amén.