PARA EL CAMINO

  • No se lo digan a nadie

  • julio 26, 2009
  • Rev. Samuel Ruiz
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Marcos 5:21-43
    Marcos 5, Sermons: 2

  • Si usted fuera testigo de un acto sobrenatural como los milagros que Jesús realizó, ¿sería capaz de callarlo por mucho tiempo?.

  • Gracia, misericordia y bondad sean con todos ustedes de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

    A través de la historia de la humanidad, podemos ver cómo la comunicación ha ido transformándose y evolucionando. Especialmente en estos últimos tiempos, desde que se inventó el Internet, vemos cuánto más rápido nos enteramos de las cosas que suceden en todos los puntos del planeta.

    Desde los comienzos del tiempo, la comunicación verbal entre los seres humanos no ha dejado de perfeccionarse. Desde el diálogo entre dos personas, pasando por las comunicaciones con señales de humo con las cuales comunicaban entre las tribus, hasta la cibernética actual, el hombre siempre ha buscado la forma de estar en contacto con los demás seres humanos.

    Pero la comunicación más importante de todas es la que ha existido desde la fundación del mundo: el diálogo entre las personas. El conversar con otros nos libera el estrés, nos mantiene en interacción constante con nuestros seres queridos, con nuestras amistades, y con la comunidad en general.

    Dios nos hizo para platicar. Los órganos que componen los sentidos, vista, nariz, oído, boca y tacto, están formados por cartílagos flexibles, lo que significa que pueden tener un grado de movilidad más alto que cualquier otro órgano en el cuerpo.

    Pero así como la comunicación es importante, también es importante que seamos sensibles en la forma en que nos comunicamos. A través de la historia hemos visto grandes casos de malos entendidos, de los cuales todavía hoy estamos pagando los resultados. Por ejemplo, todos conocemos ese lugar al sur de la Florida llamado Cayo Hueso, o Key West por su nombre en inglés. ¿Saben por qué?

    En las negociaciones entre los españoles y británicos después de la toma de Cuba por los ingleses en el siglo XVI, cuando estos dos colonialistas estaban negociando el cambio de Cuba por la Florida, los españoles, con su acento típico, les decían a los ingleses que el nombre del cayo en cuestión era Cayo Hueso. Pero, como los ingleses no entendían el idioma español, comenzaron a llamarlo según la fonética de Cayo Hueso, y de allí surgió el nombre Key West que seguimos usando hasta el día de hoy. Ven, este es otro claro ejemplo de comunicación fallida.

    La Palabra de Dios también nos advierte acerca de todo el mal que puede hacer la lengua si no se utiliza correctamente para el beneficio de todos. En el capítulo 3 verso 5 de la epístola de Santiago, donde se nos habla bien claro con relación a lo que puede hacer la lengua, se nos dice: «Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!» Lamentablemente, el mundo la utiliza más para el mal que para el bien. Sólo miremos a los famosos paparrazis.

    En el relato de los milagros que leímos en el texto para el día de hoy, vemos la gran obra de sanación hecha por Jesucristo. En el primer caso fue la mujer que, con sólo tocarle la túnica a Jesús, quedó sanada. En el segundo, la hija de Jairo ya había muerto, pero Jesús le devolvió la vida. Maravillosas obras de sanidad que rebasaron grandemente lo que el hombre jamás ha podido ni podrá hacer. Estos milagros realizados por el mismísimo Dios.
    Si alguien viera un objeto volador no identificado (los llamados OVNI) en verdad, no dejaría de contárselo a todo el mundo. De la misma manera, si alguno de nosotros fuera testigo de un acto sobrenatural como los milagros que hizo Jesús, estoy seguro que tampoco sería capaz de callarlo por mucho tiempo.

    Los seres humanos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Como tales, cuando Dios nos creó nos dio todo lo que necesitábamos para vivir, incluyendo la libertad de decidir qué hacer y a dónde ir. Al crear a Adán y Eva, nuestros primeros padres, Dios les dijo que podían comer de todos los árboles, menos del árbol del bien y del mal. Pero ante la tentación de la serpiente, y por el hecho de la misma limitación por lo prohibido, Adán y Eva desobedecieron a Dios, haciendo aquello que Dios les había prohibido.

    Por haber desobedecido la regla número uno que Dios les había dado, fueron castigados y acarreamos ese pecado original hasta el día de hoy. Todos somos pecadores e impuros; todos, sin distinción, estamos destituidos de la gloria de Dios.

    A partir de esa primera caída en pecado, el hombre tiene una inclinación natural a lo negativo y pecaminoso que hay en el mundo. Aun hoy en día las más grandes tentaciones del ser humano son aquéllas que se prohíben a simple vista. Por ejemplo, en el estado de Indiana, en los Estados Unidos, hay una ley que prohíbe la venta de productos alcohólicos los domingos. Y usted puede ver todos los sábados como gentes que consumen estos productos van en masas para poder tener sus fiestas el día siguiente. Aún más, aquéllos que viven en las fronteras con otros estados son capaces de manejar decenas de millas sólo para comprar bebidas alcohólicas.

    Otro ejemplo son los festejos por el 4 de julio (día de la Independencia de los Estados Unidos), que no hace mucho celebramos. Hay muchos estados que prohíben la venta y el uso de fuegos artificiales. Sin embargo, todos los años, ya desde finales de junio, se ven a la policía parando carros sospechosos de comprar fuegos artificiales, y también todos los años se escuchan los fuegos artificiales, aún en los lugares donde supuestamente están prohibidos. Lo prohibido se hace apetitoso e importante. Una muestra clara de que el pecado original ha estado con nosotros desde la fundación del mundo, y aún sigue estando allí.

    Pero no todo está perdido. Dios sabía que las cosas iban a ir de mal en peor, y que nosotros no podríamos hacer nada para cambiarlas. Dios sabía que necesitábamos ayuda, y para eso envió a su Hijo. Su Hijo Jesucristo el cual vino a este mundo corrupto para vivir la vida perfecta, sin pecado, que ni usted ni yo podíamos vivir, cumpliendo así con la ley perfecta de Dios. Jesucristo cargó sobre sí mismo el peso de la culpa de todos los pecados que usted y yo cometimos, y los llevó a la cruz en nuestro lugar, donde dio su vida a cambio de la nuestra.

    Jesucristo, 100% hombre y 100% Dios, nos conoce como la palma de su mano. Conoce nuestro ADN mejor que cualquier científico en el mundo. Sabe lo que hacemos, y lo que dejaremos de hacer, porque él nos creó. Por eso, todo aquel que reconoce a Cristo como su salvador, debe entender muy bien, pero muy bien, lo que es el gran amor que Dios tiene para con nosotros que, como dice San Pablo en su carta a los Romanos capítulo 5 versículo 8: «cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros«.

    Y porque nos ama nos salva. Porque nos ama nos rescata del hoyo de la perdición. Porque nos ama nos dice esa gran frase que vemos en muchos de los milagros que hizo en su gran ministerio público en Galilea. NO SE LO DIGAN A NADIE.

    Una de las cosas más impresionantes del pecado original en nosotros es la confidencialidad. Cuanto más secreta o sensacional es una noticia, más difícil nos resulta mantenerla en secreto.

    Yo creo que Cristo lo entendía bien. Cristo nos conocía bien, por lo que sabía que las grandes obras del Evangelio se proclamarían sin dificultad. Por algo es que una vez dijo: «si ustedes callaren, las piedras clamarían».

    Hoy en el siglo 21, con tantas filosofías y confusiones en el mundo, es necesario que sepamos mejor que nadie cómo somos y cómo podemos mejorar nuestra relación con Dios.

    Hoy por hoy, cuando todo se ve aparentemente normal, en este país se prohíbe orar en las escuelas públicas, o se critica a Miss California por reafirmar que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer. Es importante saber que todas estas cosas van a seguir pasando, porque el pecado y el diablo siguen estando presentes en el mundo y en el hombre. Pero la salvación que Jesucristo ganó para toda la humanidad también sigue estando vigente en las Sagradas Escrituras. Y las grandes obras de Dios siguen siendo reales en la vida de todos los que somos salvados por la sangre del Hijo de Dios que quita el pecado del mundo.

    Es mi oración que, si alguien le pregunta cómo es que está alegre y en paz aún cuando está pasando por problemas económicos, o familiares, o de salud, le pueda decir con toda convicción:

    ESTOY ASÍ PORQUE CRISTO ME SALVÓ Y VIVE EN MÍ… PERO NO SE LO DIGAS A NADIE.
    Que el amor de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde vuestros corazones y mentes en Cristo Jesús. Amén.

    Si de alguna forma podemos ayudarle, comuníquese con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones.