PARA EL CAMINO

  • No es posible

  • octubre 18, 2009
  • Rev. Dr. Ken Klaus
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Marcos 10:23-27
    Marcos 10, Sermons: 13

  • A veces aceptamos lo que los demás dicen como si fuera verdad, pero los demás muchas veces están equivocados. ¿Cuánto conoce usted a Jesús? ¿Qué opina de él? ¿Cómo sabe que lo que piensa acerca de él es verdad?

  • Empezamos este mensaje con una pregunta: ¿conoce usted a Jesús? Son muchas las personas que creen conocerlo, pero también son muchas las que están equivocadas. Y no es que esté emitiendo un juicio; lo que estoy diciendo no es más que un simple hecho. Le explico por qué. Por ejemplo, cuando le pido a diferentes personas que describan al Salvador, los adjetivos que con más frecuencia usan para describirlo, son: gentil, humilde, amoroso, compasivo y tolerante.

    Y es cierto que Jesús fue todo eso… pero si eso es todo lo que uno sabe acerca de Jesús, no tiene una visión completa, ya que hay otra faceta de él que no es mencionada en ninguna lista. ¿Acaso Jesús era manso todo el tiempo? Si usted cree eso, fíjese bien, porque él también utilizó un látigo para echar a los que hacían negocios en la casa de Dios. ¿Acaso Jesús fue siempre tolerante? Si usted cree que sí, necesita leer los versículos 13 a 15 del capítulo 23 del Evangelio de Mateo, en donde Jesús condena a los fariseos.

    Todo esto no es más que un pequeño ejemplo de lo que Jesús dijo: «¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Les cierran a los demás el reino de los cielos, y ni entran ustedes ni dejan entrar a los que intentan hacerlo. ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Recorren tierra y mar para ganar un solo adepto, y cuando lo han logrado lo hacen dos veces más merecedor del infierno que ustedes.» He escuchado a muchos predicadores a lo largo de los años, y algunos de ellos fueron verdaderos censuradores, pero ninguno utilizó esos términos al dirigirse a su congregación.

    Es por todo esto, que le pregunto nuevamente: «¿conoce usted a Jesús?» Cada vez son más los jóvenes que forman su opinión del Salvador de acuerdo a lo que ven en las películas y a lo que escuchan decir a sus enemigos. Cuando se les pide que describan al Señor de la vida, resumen la forma de ser del Salvador del mundo en una palabra: aburrido. Si es así como realmente lo ven, es porque nunca han leído las Sagradas Escrituras, en donde Jesús es descrito como un demonio, un mentiroso, libertino, amigo de pecadores, e insurgente. La iglesia, el gobierno, y los líderes de su comunidad, todos creyeron que era demasiado peligroso como para permitirle vivir. Así que, ¿cómo es que Jesús pasó de ser un revolucionario capaz de enardecer muchedumbres, a un aburrido y deprimente incauto? Yo no lo sé, pero parece que hay quienes sí lo saben.

    Otra cosa que muchos creen acerca de Jesús, es que él siempre fue serio. Lo equivocado de este concepto es un poco más fácil de explicar. Jesús nació en este mundo como nuestro Salvador. Su labor era cumplir a la perfección la ley de Dios que nosotros, humanos pecadores, habíamos quebrantado. Su trabajo era resistir toda tentación que Satanás pusiera frente a él. Su deber era cargar con nuestros pecados y llevarlos a la cruz. Desde el comienzo de su vida en la tierra hasta el momento en que entregó su espíritu en la cruz del Calvario, Jesús había estado destinado a morir. Cada paso que daba lo acercaba más y más a la cruz donde sería ofrecido como rescate por nuestra salvación. La tarea que él asumió fue inmensa, sin respiro, y sin descanso. Su objetivo fue salvar las almas pecadoras. Es por ello que las personas creen que siempre estaba serio.

    Pero no fue así. En aquellos tiempos en los que no existía la televisión, la radio, o el cine, Jesús utilizaba sus palabras para pintar figuras mentales a sus oyentes… figuras mentales que podían ser graciosas. Un ejemplo de la faceta humorística de Jesús puede ser encontrado en el capítulo 10 del Evangelio de Marcos, donde Jesús dijo: «Le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios

    A través de los años he oído a muchos predicadores tratar de simplificar el significado de esa frase y restar importancia a las animadas narraciones de Jesús, diciendo cosas como: «En la antigua Jerusalén había una pequeña puerta en la muralla de la ciudad llamada «el ojo de la aguja.» Si un camello quería pasar por ella, tenía que arrodillarse y despojarse de su carga a fin de poder arrastrarse libremente. De la misma forma, para entrar en el reino de los cielos debemos arrodillarnos en humildad y quitarnos el peso que nos aplasta.» Cada vez que he escuchado esa explicación, he observado a los oyentes asentir con sus cabezas en señal de comprensión y aceptación.

    Pero existen dos problemas con tal explicación. Primero, que simplemente no es verdad. He estado personalmente en Jerusalén, y esa puerta no existe, y nunca existió. Segundo, esos predicadores dicen: «nos debemos arrodillar como un camello y arrastrarnos por la puerta.» Parece tener sentido, pero la verdad es que los camellos no se arrastran. Un camello puede querer arrastrase de todo corazón, pero la realidad es que los camellos no se arrastran, ya que sus articulaciones tienen una forma que hace físicamente imposible que lo hagan. Y el hecho de que se vaya a deshacer de su carga para moverse mejor… no solamente es ridículo, sino que también es mala teología. Los camellos no se quitan la carga, así como las personas tampoco pueden liberarse de sus pecados. Es el Cordero de Dios quien quita el pecado del mundo; es la sangre de Jesucristo la que nos limpia de todos nuestros pecados.

    Entonces, ¿por qué es que Jesús dice: «Le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios?» Porque Jesús quería que sus discípulos comprendieran el concepto, a través de una imagen mental imborrable e inolvidable como lo es la figura humorística de un camello tratando de escurrirse a través del minúsculo huequito del ojo de una aguja. Entonces, con aquella imagen frente a ellos, Jesús quería que sus oyentes, los discípulos, llegaran a la conclusión de que «no es posible«.

    Y eso es, más o menos, lo que ellos pensaron. La Biblia nos dice cuál fue su reacción: «Ellos estaban extremadamente sorprendidos, y le dijeron: ‘Entonces, ¿quién podrá salvarse?'» Por un momento, y sólo por un momento, los discípulos entraron en pánico. Pero luego Pedro dijo a sus compañeros algo así como: ‘No se preocupen, nosotros no somos ricos y hemos dejado todo lo que teníamos para seguir a Jesús. Eso tiene que contar.’ Si usted hubiera estado ahí ese día, habría oído el gran suspiro de alivio, y el comentario general: ‘¡Es cierto! No somos ricos, así que lograremos entrar al Reino de Cristo.’

    Quizás usted esté pensando lo mismo en este momento: ‘No soy millonario ni tengo muchas propiedades o autos costosos.’ Y hasta cierto punto eso es cierto y tiene alguna validez. Puede que usted no posea todas las cosas que otros tienen. Pero aún así, y sin temor a ser contradicho, puedo afirmar que la mayoría de nosotros somos más ricos que los reyes de la antigüedad. Las cosas que tenemos hoy fueron negadas a los más afluentes y prósperos ciudadanos del mundo antiguo. Puede que usted no tenga incontables esclavos que le sirvan, pero sí tiene una lavadora y secadora, una plancha, una refrigeradora, e incluso un horno a microondas. Puede que no tenga músicos que le entretengan, pero sí una radio, un televisor, películas, videos y discos compactos. Puede que no tenga un tutor particular, pero tiene acceso a una biblioteca y al Internet, periódicos, revistas y 24 horas de noticias de todo el mundo al instante.

    Al comenzar este mensaje dije que hay muchas personas que no tienen una visión completa del Salvador. Si eso es así, y lo es, entonces también es cierto que muchos no se conocen a sí mismos y todas las bendiciones que el Señor les ha dado. Puede que usted no quiera oírlo o aceptarlo, pero la verdad es que usted es muy rico. ¿No está de acuerdo? Pensemos un poco. ¿Tiene aire acondicionado o un ventilador en casa? En los tiempos de Jesús, hasta el más rico tuvo que soportar el calor. ¿Tiene electricidad y calefacción? Ni siquiera César, el mayor gobernante del vasto Imperio Romano las tuvo, como tampoco tuvo penicilina para curar las infecciones, o anestesia antes de cirugía. Ni el más rico de los ricos en tiempos de Jesús tuvo anteojos correctivos o teléfono.

    De acuerdo con Jesús, nuestras prioridades están equivocadas. En otras palabras, tenemos más cosas para lidiar y tratar de conseguir, lo que distrae nuestra atención de Dios y su propósito. Nuestras prioridades, metas, objetivos y deseos diferentes, hacen que la probabilidad de entrar en el cielo sea tanta como la de que un camello pase por el ojo de una aguja.

    Hace años, por lo menos así me lo contaron, una mujer que había dado a luz entró al cuarto del bebé, y encontró a su esposo contemplando al recién nacido. Por unos instantes lo observó silenciosamente desde la puerta. Así vio las diferentes emociones y pensamientos que su rostro iba demostrando: incredulidad, duda, gozo, fascinación, asombro, y admiración. De vez en cuando daba un paso atrás, sonreía, y moviendo la cabeza susurraba suavemente: «fascinante, simplemente fascinante.» La esposa estaba comprensiblemente conmovida por ese inusual despliegue de emoción que su esposo mostraba hacia el niño.

    Sutilmente se puso a su lado y le dijo al oído: «¿en qué estás pensando?» Sin darse vuelta, él le contestó: «estoy fascinado.» «¿Qué es lo que tanto te fascina?», le preguntó ella. En una voz muy suave, el marido le dijo: «Me fascina que puedan vender una cuna como esta por menos de $75.»

    Hace veinte siglos, en un acto misericordioso, el Señor envió a su Hijo a este mundo para buscar y salvar a los pecadores perdidos. Desde el momento en que Jesús nació en Belén, se entregó a la tarea de salvarnos de Satanás, de nuestro pecado, y de nosotros mismos. Desinteresada y generosamente, Jesús hizo todo lo necesario para cumplir la voluntad de su Padre.

    Cuando la gente mintió acerca de él, él siguió amándolos y diciendo la verdad. Cuando fue rechazado no se rindió, sino que siguió adelante. Cuando malinterpretaron sus enseñanzas, las simplificó y las contó una vez más, usando historias para explicar cómo podían ser salvos. Cuando fue confrontado con enfermedad, tristeza o pena, proveyó una cura que sólo el Hijo de Dios podía proveer. En su entrega sacrificada como nuestro sustituto, Jesús fue arrestado, golpeado, escupido, flagelado y crucificado. Y aún así, cuando colgaba moribundo en la cruz del Calvario, demostró su preocupación por su madre, por uno de los malhechores, por las mismas personas cuyo odio lo puso a él en esa situación, e incluso por los que lo clavaron a la cruz.

    En 33 años, Jesús hizo por nosotros lo que nosotros nunca podríamos haber hecho por nosotros mismos. En 33 años, Jesús cumplió con la ley sin cometer ni un solo error, se hizo cargo de todos nuestros pecados, y venció la muerte eterna que merecíamos como castigo por nuestra desobediencia. Tres días después de su muerte, en una inesperada victoria, Jesús resucitó de la tumba, demostrando así que su sacrificio había sido aceptado por el Padre. En ese momento tan trascendental que conmocionó al mundo, cambió para siempre la eternidad y logró la salvación. En ese momento, el mundo recibió la garantía de Dios de que, al recibir la fe en Jesús como Salvador que nos da el Espíritu Santo, nuestros pecados son perdonados.

    Gracias a Jesús, los creyentes recibimos un futuro sin fin, lleno de esperanza y alegría. Jesús es el gran regalo de Dios para nosotros. Ahora, así como la esposa de la historia, Dios espera ver nuestra reacción ante el sacrificio de su Hijo: espera con ansias recibir nuestro agradecimiento por la nueva vida que nos ha dado; espera ver cómo responderemos a la cuna de Jesús, a su cruz, y a su tumba vacía. Porque al igual que la esposa en la historia, demasiado a menudo Dios se siente decepcionado con nuestra respuesta, ya que, en vez de estar conmovidos y asombrados por la vida que Jesús nos regala; en vez de alegrarnos por el perdón que él nos da, y en vez de dar gracias por nuestra salvación, muchas veces nos conformamos con las cosas pequeñas e insignificantes de la vida. En lugar de dedicarnos a ofrecer nuestro agradecimiento y alabanza, actuamos como si la salvación fuera un regalo que se nos debía. Así como el esposo de la historia, nuestros ojos son atraídos por los juguetes del mundo. En lugar de apreciar el gran regalo de Dios, quien nos da la vida eterna, muchos sufren y se esfuerzan por obtener las cosas que fallan, que se deterioran, y que nos dejan decepcionados, vacíos y sin salvación.

    Si este mundo le da sólo nostalgia y nada de alegría, y si ha descubierto que la lucha por el éxito es una carrera sin escrúpulos, le tengo buenas noticias. Así como es imposible que un camello pase por el ojo de una aguja, también es imposible para nosotros lograr entrar al cielo por nosotros mismos. Pero la vida, muerte y resurrección de Jesús nos dicen que no estamos solos, sino que con Dios todo es posible. Y con el poder de Dios, y solamente con el poder de Dios, podemos ser salvos. Hoy el Salvador extiende sus manos desgarradas por los clavos para darle vida a todo aquél que no ve nada más que oscuridad a su alrededor; para acercar a él a todo aquél que se siente solo y desolado; para dar esperanza al desalentado y deprimido, y para dar salvación al pecador. Hoy el Salvador extiende sus brazos para recibirle a usted.

    ¿Cómo va a reaccionar usted a su invitación? En 1834, Charlotte Elliott, que era inválida, se quedó en su casa mientras su familia se fue a otra ciudad para juntar fondos para una escuela. Esa noche, abrumada por su discapacidad, no pudo dormir. Pero al día siguiente su tristeza se convirtió en alegría cuando las decepciones del mundo fueron reemplazadas por el descubrimiento de lo que Dios había hecho por ella en Jesús. Esa alegría la incentivó a escribir: «Tal como soy de pecador, sin otra fianza que tu amor. A tu llamado vengo a ti: Cordero de Dios, heme aquí.»

    Que con la ayuda del Espíritu Santo, usted pueda decir junto con Charlotte: «Cordero de Dios, heme aquí».

    Y si de alguna forma podemos ayudarle, no vacile en comunicarse con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.