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PARA EL CAMINO
La Biblia nos dice que «tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna». Usted qué dice: ¿cree que Dios le ama?
Juan 3:16 es uno de los textos más conocidos de la Biblia. Comienza con la siguiente verdad: ‘tanto amó Dios al mundo’. Que Dios haya amado, y siga amando tanto a la humanidad pecadora que ha rechazado su cuidado y que no le reconoce como su Creador, es algo que nos resulta difícil de comprender. Gracias al sacrificio del Salvador, a que él cumplió todos los mandamientos, a que no se dejó tentar por Satanás, y a que ocupó nuestro lugar en la cruz, la misericordia del Señor ofrece a los creyentes el perdón y la salvación que nuestras vidas manchadas por nuestros errores, no merecían.
‘Tanto amó Dios al mundo.’ En los últimos veinte siglos, estas palabras han servido de aliento y han dado ánimo, fuerza, y salvación a millones de personas. Millones de personas quienes, por el poder del Espíritu Santo, se han dado cuenta de sus pecados, los han confesado, y han encontrado en Jesucristo al Señor y Salvador de sus vidas.
‘Tanto amó Dios al mundo.’ A los niños les resulta fácil entender estas palabras, pero a veces a los grandes no nos resulta tan fácil creerlas. Dios ama al mundo. La pregunta que le hago hoy a usted, es: ‘¿Cree usted que Dios le ama?’ En otras palabras, cuando Dios piensa en usted, cuando ve todo lo que usted ha sido y ha hecho en su vida, ¿cree que lo aprueba y que quiere bendecirle?
En la Primera Guerra Mundial, el oficial inglés Summerford iba cruzando un puente cuando un rayo lo tiró de su caballo. El caballo murió en el acto, pero el oficial vivió, aunque quedó paralizado de la cintura para abajo. Si usted hubiera sido él, ¿diría que Dios le amó porque no se murió como el caballo, o diría que Dios no le amó, porque quedó paralítico?
La historia continúa. Debido a la parálisis, el oficial fue dado de baja, y decidió irse a vivir a Vancouver, en Canadá. Un día, en 1924, cuando había ido a pescar a un río, al árbol bajo el cual estaba sentado fue alcanzado por un rayo, que lo partió por la mitad. Esta vez, Summerford quedó con el lado derecho de su cuerpo totalmente paralizado. Una vez más, la pregunta es: ¿será que Dios le amó, o no?
Pero la historia aún no ha terminado. Después de años de fisioterapia, finalmente Summerford estuvo en condiciones de salir a dar paseos por los parques. Un día de verano, en el año 1930, cuando estaba en uno de esos paseos, otra vez fue alcanzado por un rayo. Pero esta vez no hubo caballo ni árbol que lo amparara, por lo que la descarga eléctrica lo dejó permanentemente paralizado hasta el día de su muerte, dos años más tarde. Si usted hubiera estado en su lugar todo ese tiempo que tuvo que pasar en la cama, ¿cómo le hubiera contestado al periodista que le preguntó: «Después de haber sido alcanzado tres veces por un rayo, cree que Dios le ama?»
Déjeme darle otro ejemplo teniendo presente siempre la pregunta: ‘¿cree que Dios le ama?’ En enero de 1962, el tren en que Francisco, un maestro de música de Croacia viajaba, se descarriló y cayó en un río congelado. 17 pasajeros murieron, pero Francisco sólo se quebró un brazo. Un año más tarde, en 1963, al avión en que viajaba se le voló la puerta. 19 pasajeros murieron, pero Francisco sobrevivió porque cayó sobre un montón de heno. ¿Qué le parece? ¿Será que Dios le amaba más que a los demás?
En 1966, Francisco iba en un ómnibus que se cayó en un río. Cuatro pasajeros murieron, pero a él no le pasó nada. En 1973 su automóvil se prendió fuego, pero él logró escapar antes que explotara. En 1996 la maniobra de un camión lo empujó a un precipicio, pero pudo saltar de su automóvil y salvarse. ¿Qué le parece? ¿Será que Dios lo ama a Francisco, o no? ¿Estaba Dios bendiciéndolo, o jugando con él? ¿Es Francisco una de las personas más afortunadas del mundo, o una de las más desafortunadas?
Y ya que estoy haciendo preguntas, permítame preguntarle: ¿es usted una de las personas más afortunadas del mundo, o una de las más desafortunadas? ¿Cree usted que Dios le ama, o no? Probablemente muchos de ustedes digan que no tienen de qué quejarse, pues hay otros que la pasan mucho peor que ustedes. Pero seguramente también hay muchos que dirán que, si bien no se sienten como si alguien los hubiera maldecido, tampoco pueden decir que la vida les sonríe. Y en eso estamos de acuerdo. Todos tenemos días grises y pasamos noches sin poder dormir, porque vivimos en un mundo que ha sido corrompido por el pecado. Por eso es que es normal que a todos nos toque pasar por momentos difíciles.
La pregunta es: ¿qué sucede cuando esos momentos difíciles no son normales? ¿Qué pasa en esos momentos especiales, trágicos y terribles, en los que los problemas nos toman por sorpresa y no nos dan tiempo ni para pensar o prepararnos?
Primero llegó el huracán Katrina; como resultado del huracán, los diques se rompieron; al romperse los diques, Nueva Orleáns quedó bajo agua; como resultado de la inundación, los servicios de emergencia se interrumpieron… Primero Haití sufrió un terrible terremoto. A causa del terremoto, murieron decenas de miles de personas. Antes de poder enterrarlas a todas, llegaron las moscas. Junto con las moscas, aparecieron las enfermedades. Y así los problemas se siguen sumando, llenando de desaliento y desánimo hasta al más valiente de todos los seres humanos. Incluso las personas de fe, en momentos así, se preguntan: ‘Señor, ¿por qué estás haciendo esto? ¿Qué he hecho para que me hagas algo así? ¿Acaso he cometido algún pecado grave, o es que ya no me amas más?’
Esta pregunta no es nueva. Si nos fijamos en la Biblia, vamos a ver que muchos, antes que nosotros, ya la hicieron. El autor del Salmo 85 pensó que Dios ya no lo quería más. En el Salmo 85:5, él escribió: «¿Vas a estar enojado con nosotros para siempre? ¿Vas a seguir eternamente airado?» En el Salmo 90:7-9, Moisés escribió: «Tu ira en verdad nos consume, tu indignación nos aterra. Ante ti has puesto nuestras iniquidades; a la luz de tu presencia, nuestros pecados secretos. Por causa de tu ira se nos va la vida entera; se esfuman nuestros años como un suspiro.»
En la Biblia también encontramos las palabras del afligido Job, quien sufriera un sin fin de pérdidas y aflicciones. En el capítulo 19, Job dice: «… aunque pido ayuda, no se me hace justicia. Dios… me ha despojado de toda honra; de la cabeza me ha quitado la corona. Por todos lados me destroza, como a un árbol; me aniquila, y arranca de raíz mi esperanza… Mis parientes y conocidos se distanciaron, me echaron al olvido… Hasta los niños se burlan de mí; en cuanto me ven, me dan la espalda. A todos mis amigos les resulto abominable; mis seres queridos se han vuelto contra mí.»
Entonces, ¿Dios nos ama, o se pasa el día esperando que hagamos algo malo para poder darnos un gran castigo?
Eso es lo que la gente le preguntó a Jesús, haciendo referencia a la vez que unos peregrinos de Galilea habían sido asesinados dentro del templo – por orden del procurador romano. El consenso general entre los judíos había sido que sin duda alguna esos peregrinos habían cometido algún pecado grave contra Dios, y por eso habían sido matados en un lugar santo, al lado de donde ellos realizaban los sacrificios. Cuando la gente terminó de decirle eso, Jesús les contestó: ‘Esa fue una historia triste… ¿y qué me dicen de las 18 personas que murieron cuando una torre se les cayó encima?’
De ambas historias surge la misma pregunta: ¿Dios nos ama, o no nos ama? Si una persona comete un pecado muy, pero muy malo, ¿será que Dios le va a demostrar su disgusto mandándole un castigo muy, pero muy malo? Y si esto es cierto, ¿cómo es posible que algunas personas buenas se mueran jóvenes? ¿Y cómo es posible que Osama Bin Laden siga viviendo en libertad, y que los cabezas de los carteles de drogas vivan como reyes, y que los gobernantes corruptos sigan gobernando? ¿Por qué Dios no los castiga a ellos? La Biblia dice: «tanto amó Dios al mundo», pero Dios parece ser inconsistente y caprichoso. Y un Dios impredecible es de temer.
¿Usted qué piensa? ¿Le tiene miedo a Dios? ¿Le parece que lo que Dios hace no tiene sentido? Si usted piensa así, Jesús tiene la respuesta. O, mejor dicho, Jesús es la respuesta. Jesús es la forma en que Dios le demuestra que le ama. Jesús es la promesa del Padre de que su amor por usted nunca va a cambiar, sino que durará para siempre y será siempre constante. La Escritura me permite darle la siguiente promesa inalterable, innegable e inviolable: Jesucristo es la garantía del Señor de que ningún problema, ninguna crisis, ningún dolor, o ningún daño enviado por el diablo tiene el poder, la capacidad, o la autoridad de separarle a usted del amor que Dios le tiene a través de él. El Señor quiere que usted sepa que, cuando le lleguen los problemas, y tarde o temprano le van a llegar, Jesús va a estar con usted ayudándole a hacerles frente. El Señor quiere que usted sepa que, cuando le toque cargar cruces, Jesús va a estar a su lado, cargándolas con usted.
Quiero dejar en claro que no le estoy ofreciendo un código secreto, o una solución mística, u oraciones mágicas que lo puedan mantener aislado de la maldad del mundo. Tampoco estoy diciendo que si va todos los domingos a la iglesia y pone su ofrenda no va a tener problemas en la vida. No. Cuando Jesús habló acerca de esos peregrinos que fueron asesinados en el templo y de las 18 personas que murieron aplastadas por la torre que se les cayó encima, no dijo: ‘si hubieran dado más dinero a la iglesia, no les hubiera pasado eso’, o ‘si hubieran dicho ciertas oraciones, no se hubieran muerto’. No. Lo que Jesús dijo, fue: ‘Este es un mundo pecador, y porque el pecado está en este mundo, ocurren cosas malas. Tarde o temprano, algunas de esas cosas malas nos suceden a todos. Antes de que eso suceda, arrepiéntanse de sus pecados y permitan que el Espíritu Santo restablezca su relación con Dios’.
Jesús lo sabía bien: cuando la relación que uno tiene con Dios es la correcta, por más horribles que sean las circunstancias que nos toquen vivir, o por más pesada que sea la cruz que nos toque llevar, o por más profunda que sea la oscuridad que nos rodee, sabemos que el amor de Dios sigue cobijándonos. Pero eso no es todo. La Biblia también nos dice que, gracias a Jesús, nada, ninguna cosa creada puede separarnos del amor de Dios que es nuestro a través de la fe en el Salvador. Y para que estemos totalmente seguros de ello en todas las circunstancias de nuestra vida, es que Dios envió a su único Hijo a nacer en Belén.
Por un momento ahora le pido que piense en el pesebre de Belén. ¿Qué es lo que ve? Fíjese bien. Más allá de la típica escena navideña de José, María y el Niño acostado en el pesebre entre los animales, ¿qué ve? Lo que quiero que vea es el sacrificio que tuvo que hacerse para poder restablecer la relación entre usted y Dios que el pecado había dañado. Usted es un pecador, pero Jesús no lo era. Cuando se trata de las tentaciones que el diablo le pone bajo las narices, usted es un tonto; pero Jesús rechazó cada una de ellas. Usted es el tipo de persona a quien le cuesta cumplir con algunos de los mandamientos; es por ello que Jesús los cumplió a todos, al pie de la letra, por usted. Jesús vivió toda su vida para usted… sin tener un horario de descanso, sin tener ningún día libre, sin salir de vacaciones.
Entendámonos bien: con los poderes que tenía, Jesús podría haber sido famoso. Siendo capaz de curar cualquier enfermedad, bien podría haber sido el Médico más famoso del mundo. Conociendo como conocía el futuro, podría haberse hecho millonario haciendo inversiones. Con las conexiones que tenía, bien podría haber pedido a su Padre que enviara legiones de ángeles que aniquilaran al ejército romano, apoderándose él del trono del Imperio.
Pero Jesús no hizo ninguna de todas esas cosas. Al contrario, él invirtió cada minuto de su vida terrenal en hacer lo que era necesario para salvar nuestra vida eterna. Jesús fue rechazado en su ciudad natal, abandonado por las muchedumbres que antes lo habían aclamado y seguido, fue mal interpretado por sus discípulos, condenado por su iglesia, y crucificado por su gobierno, para que nosotros podamos ser aceptados en el cielo. Jesús evitó toda tentación, cumplió todos los mandamientos, y cargó en su cruz todo lo que hemos hecho mal, absolutamente todo, para que pudiéramos ser declarados inocentes de nuestros pecados.
Piense por un momento en la cruz a la que Jesús fue clavado. Esa cruz debería haber sido nuestra cruz. Nosotros deberíamos haber sido clavados en ella, y no Jesús. Pensamos que merecemos tener una buena vida, pero nuestros pecados dicen que merecemos esa cruz. Sin embargo, no vamos a ir a la cruz. ¿Por qué? Porque en ella no hay lugar. Porque el Hijo sin pecado de Dios murió en ella por nosotros para que, todos los que creemos en él, no muramos eternamente, sino vivamos para siempre. ¿Cómo podemos estar seguros de esto? La Biblia lo dice, y también lo dice la tumba vacía de Jesús. En ella, la promesa de Jesús que dijo: ‘porque yo vivo, ustedes también vivirán’, adquiere un nuevo significado. Así es que podemos decir con toda seguridad y confianza: ‘Sí, Dios nos ama; nos ama en todo momento y para siempre’.
Tenga la seguridad que Dios le ama y que quiere bendecirle enormemente. Si de alguna manera podemos ayudarle a comprender mejor el amor de Dios, comuníquese con nosotros a Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.