PARA EL CAMINO

  • ¡No aceptes sustitutos!

  • mayo 1, 2011
  • Rev. Dr. Gregory Seltz
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: 1 Pedro 1:3-9
    1 Pedro 1, Sermons: 2

  • Vivimos en un mundo de mentirosos e impostores… en un mundo lleno de esperanzas falsas. Pero eso no es razón suficiente para que amemos más al mundo que a la esperanza que Cristo nos ofrece.

  • Nuestra lectura de hoy no sólo nos recuerda la «realidad de la resurrección de Jesús», sino que también nos desafía a que observemos el impacto que la resurrección de Jesús hace tanto en nuestra vida de cada día, como en nuestra vida eterna. Gracias a que Jesús ha resucitado de entre los muertos, la esperanza de la vida eterna es real para todos los que creen en él. Porque confiar en él no es simplemente meditar sobre lo sucedido en el pasado, sino vivir con esperanza el hoy, el mañana, y siempre.

    A través de las palabras de la epístola de San Pedro, somos nuevamente llamados por el Señor a tener esa esperanza en nuestras vidas, a no aceptar sustitutos, a creer y vivir con esperanza en su resurrección en medio de un mundo dominado por esperanzas falsas y lleno de impostores y mentirosos que gobiernan como si fueran los dueños de la verdad.

    Hoy Pedro anuncia esta esperanza a todos los que quieren escuchar que Dios «nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva». Pero apenas algunos versículos más adelante, en este mismo capítulo, el mismo Pedro nos advierte: «no se amolden a los malos deseos de este mundo». En otras palabras, nos dice que no nos dejemos engañar; que no nos dejemos llevar por imitaciones baratas que no duran, sino que, por el contrario, recibamos la esperanza de la resurrección que solamente Jesús puede darnos.

    El problema es que muchos de nosotros preferiríamos quedarnos con esos sustitutos baratos. ¿Por qué? Porque el mundo en que vivimos está tan lleno de sustitutos, mentirosos e impostores, que se han convertido en el aire que respiramos y el agua en que nadamos. Veamos algunos ejemplos:

    • Los héroes de las películas que vemos saltar desde el último piso de un edificio alto o desde la cima de una montaña no son los actores principales, sino sus ‘dobles’. En muchos casos, y lo que es peor aún, ni siquiera están en una ciudad o entre las montañas, sino dentro de un estudio de filmación.
    • En estos días, para muchas personas la «consejería» ha sustituido al culto de adoración. ¿Por qué? Porque la adoración implica confesión: la necesidad de perdón de los pecados y una relación íntima con Dios, mientras que muchas de las terapias alternativas dejan de lado estas cosas esenciales y les dan a las personas lo que a ellas les gusta.
    • En la actualidad, la palabra «familia» tiene muchas definiciones, la mayoría de las cuales no son más que «sustitutos» de lo que en realidad una «familia» debe ser… sustitutos que causan confusión y traumas en los niños.
    • Hasta en las iglesias de hoy día uno puede encontrar de todo un poco, aún cuando lo único realmente verdadero es Jesucristo. «No hablemos sobre el pecado o nuestra necesidad de perdón, no hablemos sobre estar bien con Dios», se dice en algunas iglesias, «hablemos de todo, menos de eso». Y en muchas de ellas no se habla para nada de la cruz, sino sólo de la alegría de la Pascua. Sin embargo, es bueno que recordemos que la Biblia es muy clara… para comprender el verdadero significado de la Pascua, la esperanza de la resurrección, debemos recordar que Jesús fue «crucificado» por todos nosotros.

    Vivimos en un mundo de mentirosos e impostores… en un mundo lleno de esperanzas falsas… pero eso no es razón suficiente para que amemos más al mundo que a la esperanza que Cristo nos ofrece. Lo que sucede es que nos resulta más fácil conformarnos con las esperanzas falsas de este mundo porque, para tener la esperanza que nace a partir de la resurrección de Cristo, debemos admitir nuestra necesidad de perdón. Y, como personas pecadoras que somos, ésa es una de las cosas que no estamos dispuestos a hacer. Es por ello que nos gustan los sustitutos: porque nos embriagan con la falsa esperanza de que tal vez podemos andar solos por la vida, sin Dios, y sin rendirle cuentas. Sin embargo, la Biblia nos dice claramente que pecar no sólo es quebrantar los mandamientos de Dios, sino también lo es tener una actitud de rebeldía ante nuestro Creador y Redentor. Cuando nos conformamos con las falsificaciones, se nos nubla la visión y ya no podemos evaluar qué es bueno o malo, temporal o eterno.

    En un artículo publicado por la revista Time en el año 2006, titulado «Por qué nos preocupamos por las cosas que no deberíamos», decía:

    «Lamentablemente, los seres humanos somos muy malos para evaluar el bien y el mal, incluso cuando nuestras vidas dependen de ello… ¿De qué otra manera se pueden explicar las cosas que ‘nos aterrorizan’, y las ‘cosas terroríficas que nos hacen bostezar’? Como seres humanos estamos orgullosos de ser la única especie que comprende el concepto de riesgo. Sin embargo, tenemos la costumbre de confundirnos y preocuparnos por las meras probabilidades, mientras que ignoramos las posibilidades de construir barricadas contra peligros inminentes, quedando así expuestos a los peligros reales.

    Colocamos filtros en los grifos, instalamos ozonizadores de aire en nuestros hogares, y nos bañamos con jabones antibacterianos. Pero, al mismo tiempo, el 20% de todos los adultos fuma; cerca del 20% de todos los conductores, y más del 30% de los pasajeros en el asiento trasero de los vehículos no utilizan cinturones de seguridad; y el 60% de nosotros somos obesos o tenemos sobrepeso.

    Resumiendo, con todo el peligro que nos rodea, se pensaría que somos bastante buenos para evaluar cuáles son los riesgos más probables de suceder, ya que las estadísticas nos lo muestran fehacientemente. Pero no es así.»

    Como personas pecadoras, a quienes nos gusta la esperanza falsa más que la verdadera, también sería un error pensar que, por nuestra propia cuenta, sabemos dónde encontrar la esperanza verdadera. Y es precisamente por eso que Pedro invita a todas las personas a que, a través de la alabanza, no sólo reciban la «esperanza de Jesús, nacida de su resurrección», sino que también la compartan con los demás, sin importar el costo. «¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva».

    La esperanza de la resurrección de Jesús no es solamente un llamado a rechazar todo sustituto, sino que también es una invitación a disfrutar de lo que tenemos por fe en él. Es, a la vista de Dios, estar rebosantes de gracia, deleitándonos y alegrándonos en la esperanza que sólo Jesús puede dar. Es la única esperanza que dura, es la única que alienta, que protege, y que nos sostiene en todas las circunstancias de la vida.

    ¡Te invito a que tú también disfrutes de la esperanza que nace de la fe en su resurrección! Pero quizás todavía no lo puedas ver por ti mismo. Si es así, sigue buscando conmigo en las Escrituras. La resurrección de Jesús no fue sólo una proclamación de su victoria sobre el Viernes Santo, sino también una demostración de lo que será el futuro para todos los que confíen en él. Jesús dijo: «Y porque yo vivo, también ustedes vivirán». ¡La acción de Dios crea y mantiene esa esperanza! Es cierto que la plenitud de la resurrección está en el futuro, pero la certeza la tenemos ahora. ¿Por qué? Porque Jesucristo ya ha ido antes que cada uno de nosotros y nos ha mostrado cómo será el final para todos los que confiamos en él.

    La esperanza en Jesucristo es una esperanza segura porque nace de su resurrección, no de las ilusiones de la humanidad o de la experiencia percibida. Así como el Padre resucitó al Hijo con el poder del Espíritu Santo, tú también puedes caminar en la nueva vida eterna. Se aproxima el día en que el pueblo de Dios será elevado en la plenitud de esta esperanza viva. Habrá un día en el que ya no habrá más dolor, lágrimas, guerras ni temores. Pero la certeza de este hecho está a tu disposición hoy a través de su Palabra. Esta herencia eterna, sin mancha e incorruptible, pertenece ahora mismo a quienes confían en Cristo. Esto es tan cierto como que Cristo ha resucitado de entre los muertos, y es lo que nos da una esperanza real y verdadera.

    Pero observa más detenidamente conmigo, y verás esa esperanza de la resurrección en acción en los días que siguieron a esa primera mañana de Pascua. Observa cómo Jesús salió en busca de sus discípulos para bendecirlos y cómo se les apareció… no para engañarlos ni para burlarse de ellos, sino para llenarlos con la esperanza de su resurrección y para darles su herencia eterna, para que su fe echara raíces y se fortaleciera en la presencia real de la gracia. Jesús secó con su paz eterna las lágrimas de María; le devolvió la confianza a un desconfiado Tomás; animó a los temerosos y fortaleció a los débiles; y hasta restauró a quienes pensaban que no podían ser restaurados. ¿Escuchas lo que te está diciendo a ti? ¿Ves lo que te está mostrando a ti? Esa vida del Jesús resucitado es tu vida… es un regalo para ti. El poder de su amor perdonador y de su presencia reconciliadora son un regalo no sólo para tu vida, sino para todas las personas que te rodean.

    La esperanza de Jesús está disponible para que todos la vean y la reciban. La resurrección de Jesús hace nacer una esperanza viva en nosotros, porque nos permite ver con claridad el amor de Dios actuando a nuestro favor. La resurrección de Jesús nos permite ver lo que nos depara el futuro a quienes creemos en él. Hay quienes dicen que los cristianos están tan enfocados en el cielo, que no hacen nada útil en la tierra. Pero eso no es cierto. De hecho, cuando por medio de la fe en Jesús estamos seguros de nuestra salvación, podemos vivir en este mundo con valor y absoluta dedicación a los demás, pues tenemos la esperanza de la resurrección.

    En su libro: «La esperanza es contagiosa», el Pastor y ex jugador de fútbol profesional, Ken Hutcherson comparte su testimonio personal al enfrentar con fe una enfermedad terminal. En su lucha contra el cáncer, escuchó una historia que refleja la manera en que a menudo perdemos la esperanza ante las pruebas.

    Él escribió: «Las noticias dieron un informe sobre un niño en Chicago que resultó baleado durante un tiroteo, quedando discapacitado de por vida. Esa noticia de por sí es bastante horrible. Pero el periodista siguió diciendo que más horrible aún era que todos en el barrio sabían quién había hecho el disparo, pero nadie se animaba a identificarlo. Hasta la madre del niño admitió que todos los días, al ir al trabajo, tiene que pasar frente a la casa de esa persona. Pero lo que más me llamó la atención fueron las palabras de un maestro de Chicago que fue entrevistado por el reportero. La cita decía algo así como: ‘Eso es lo que sucede cuando las personas pierden la esperanza. Ya no creen que las cosas puedan mejorar, por lo que simplemente se dan por vencidas.'»

    Hutcherson continuó: «No quiero ver a nadie perder la esperanza, especialmente cuando la esperanza está a nuestro alcance. Ya sea que estés caminando por las calles del centro de la ciudad de Chicago o sentado a la mesa de tu cocina, no hay tragedia que pueda opacar la esperanza que proviene de saber que Dios quiere caminar contigo a través del valle, y que su presencia te dará paz».

    Si estoy leyendo correctamente la epístola de Pedro para hoy, nos dice eso y más. Porque la esperanza que Dios nos da no sólo está a nuestro alcance, sino que literalmente quiere alcanzarte para hacerte renacer. Esa esperanza se mueve hoy a través de las palabras de la Escritura y llama a la fe a tu corazón, y también se muestra a través de la vida de los creyentes que dan testimonio de su fe por medio del servicio. Esa esperanza se demuestra en los barrios que son redimidos y restaurados a través de las buenas nuevas de Jesucristo.

    Esa esperanza se demuestra cuando las relaciones familiares son restauradas por la reconciliación y la redención que sólo Cristo puede traer. Esa esperanza se demuestra cuando las personas pueden sentir paz en medio del sufrimiento, la pérdida, y el dolor.

    Una cantante cristiana compartió una idea sobre la Pascua que fuera narrada por su pastor. Ella escribió: «Hace algunos años, durante el servicio de Pascua, nuestro pastor dijo algo que me dejó sorprendida: ‘El mundo ofrece muchas promesas vacías, pero la Pascua ofrece un vacío lleno de promesas.'»

    Cruz vacía, tumba vacía, vendajes vacíos… todos llenos de promesas. Si estuviese escribiendo la historia de la Pascua, no creo que hubiese elegido el símbolo del vacío. Pero entonces tampoco podría hablar de lo que Dios dice en 2 Corintios 12:9: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad», ni de lo que dice en 1 Corintios 1:27: «Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos», ni de las palabras de Jesús en Mateo 5: «Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia» (v.5), y «Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece» (v.3). Y, ciertamente, no estaríamos hablando de morir para vivir.

    ¿Qué es lo que impulsa a Dios a estar tan a favor de este tipo de paradojas? Supongo que esto es lo que debemos esperar del Rey-siervo – el Dios que decidió que la mejor manera de salvar al mundo era dejando que lo mataran. No comprendo la manera de pensar de Dios. Pero cuando me siento vacío y sin ganas de vivir, me hace bien recordar que, gracias a la resurrección, hasta la muerte está llena de promesas. Eso es lo que Pedro quiere que comprendamos: que en todas las circunstancias podemos decir «bendito sea Dios».

    Lo más probable es que Pedro haya escrito este pasaje para quienes, por causa de su fe cristiana, estaban siendo perseguidos por el emperador Nerón. Pedro les recuerda a esos creyentes que no hay nada en este mundo que les pueda robar la esperanza que tienen en Cristo, pues ella es:

    – una esperanza de resurrección que supera el sufrimiento,
    – una esperanza de resurrección que supera la persecución,
    – una esperanza de resurrección que supera a la misma muerte, porque así como la muerte no pudo detener a nuestro Salvador Jesús, tampoco puede detener a quienes depositan su fe y esperanza en él.

    Esta esperanza es la que nos permite decir «bendito sea Dios» en todas estas circunstancias… pues quienes creemos en Jesús recibimos el perdón de Dios a través de Cristo, conocemos el amor de Dios en Cristo, y sabemos que la herencia eterna es una promesa verdadera en Cristo. «Bendito sea Dios» es la esperanza de la resurrección para cada momento de nuestras vidas.

    Los cristianos de Tanzania lo han comprendido bien. Durante la Pascua, cuando cantan o gritan «aleluya», lo hacen con una risa, diciendo: «Aleluya, ja, ja, ja, ja». De esta manera no sólo expresan su alegría, sino también su confianza en el poder de Dios demostrado en la resurrección de Jesús, que les da confianza para reír ante las adversidades.

    La esperanza de la resurrección significa que las luchas y los sufrimientos de este mundo son pasajeros, o incluso que dichas pruebas tienen un propósito eterno. Hay algunas cosas por las que todavía vale la pena vivir y morir. La esperanza de la resurrección significa que, aún cuando el camino parezca muy largo o muy difícil, Dios ya lo ha caminado antes que nosotros, y se encargará de que lleguemos a la resurrección final.

    Así que, la próxima vez que te sientas «sin esperanzas» y pienses que tu vida está fuera de control, o que no tiene sentido, recuerda la «esperanza de la resurrección» que Dios te ofrece. O, como nuestras hermanas y hermanos cristianos de Tanzania dirían: «¡Él ha resucitado! ¡Aleluya, ja, ja, ja!»

    Que hoy, por su Espíritu, recibas esta esperanza y no aceptes más sustitutos. Que hoy
    permitas que Cristo te bendiga con la esperanza de la resurrección, para que te sostenga en esta vida y en la vida eterna que vendrá con él. Amén.

    Si de alguna forma podemos ayudarle, comuníquese con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones.