PARA EL CAMINO

  • Buenas noticias para todos

  • marzo 18, 2012
  • Rev. Dr. Gregory Seltz
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Juan 3:12, 16-17
    Juan 3, Sermons: 7

  • Dios no sólo proclama su amor, sino que lo encarna y lo entrega para que tú y yo podamos recibirlo. La vida eterna es posible porque Dios no escatimó esfuerzos, ni retuvo el pago, ni dudó cuando necesitamos su amor.

  • La mayoría de las veces se cree que «la gracia, el perdón y la misericordia» sólo las necesitan «las personas malas». Y si miramos cuidadosamente, cada sociedad tiene una definición, implícita o explícita, de quiénes son las personas malas que realmente necesitan ser salvadas. La Biblia habla de «gracia para los pecadores», para los que deben reconocer sus pecados ante Dios. Pero hoy vamos a aprender que hasta las personas buenas y religiosas necesitan esa gracia.

    En el pasaje bíblico elegido para hoy, Jesús recibe la visita de Nicodemo, quien era un hombre bueno, de carácter íntegro, y muy religioso. Una de esas personas que uno quisiera tener como vecino, respetado no sólo por sus pares, sino también por toda la comunidad. Nicodemo era fariseo y, para la gente común, en el mundo no había «mejores personas que ellos». Sin embargo, Nicodemo va donde Jesús porque se da cuenta que le falta algo, que todo lo que él es y tiene no es suficiente para tener la «vida abundante y eterna» con Dios. Veamos el diálogo:

    Nicodemo fue a ver a Jesús en la noche, y le dijo: «‘Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro, porque nadie podría hacer estas señales que tú haces si Dios no estuviera con él.’ Jesús le respondió: ‘De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios.’ Nicodemo le dijo: ‘¿Y cómo puede un hombre nacer, siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar en el vientre de su madre, y volver a nacer?’ Jesús le respondió: ‘De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es» (Juan 3:2-6).

    Ninguna religión puede superar el verdadero problema de la humanidad con Dios, porque toda la humanidad ha pecado y está destituida de la gloria de Dios. ¡Todos necesitamos nacer de nuevo… por gracia!

    Pero, ¿quién es este Jesús, que hace desvanecer todos los mitos de justificación por obras, y dice poder limpiarnos de todos nuestros pecados? ¿Quién es este Jesús que nos llama a la fe en Dios el Padre y a la fe en él para tener vida abundante y salvación eterna? ¿Quién es él? Él es quien viene a salvarnos a todos por gracia, quien nos reta a ver que necesitamos nacer de nuevo por el poder de su Espíritu, y quien nos llama a confiar en la increíble oferta de una nueva vida por gracia a través de él.

    Durante un congreso sobre religiones comparadas, expertos de todo el mundo discutían sobre si había alguna creencia que fuera exclusiva de la fe cristiana. Ya llevaban un tiempo debatiendo, cuando apareció C. S. Lewis y preguntó sobre qué estaban discutiendo. Cuando le dijeron de qué se trataba, Lewis respondió: «La respuesta es muy fácil: la gracia». Es que sólo el cristianismo se atreve a hacer incondicional el amor de Dios.

    Hoy nos encontramos una vez más con las buenas noticias de que Dios el Padre envió a Dios el Hijo, en el poder de Dios el Espíritu Santo, para redimir y restaurar al mundo.

    El «mensaje celestial» de Jesús para todo ser humano es que nadie es perdonado ni vive eternamente en la presencia de Dios, sino por el amor misericordioso y el perdón de Dios dado a través de él.

    «Jesús dice: Si les he hablado de cosas terrenales, y no creen, ¿cómo creerán si les hablo de las cosas celestiales?… ´Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna´» (Juan 3:12, 16).

    El increíble mensaje de Jesús es que el ofrecimiento de amor y gracia incondicional de Dios es para todas las personas, sin discriminación… porque aun las personas religiosas necesitan la gracia, el perdón y la misericordia de Dios. Todos y cada uno de nosotros lo necesitamos igualmente. Uno de los problemas en nuestra sociedad es que estamos acostumbrados a compararnos con los demás, y no con los estándares justos y santos de Dios. Con frecuencia escucho que la gente dice: «No necesito ponerme bien con Dios porque, en comparación con otros, todas las cosas en mi vida están muy bien». Lamentablemente, quienes así piensan están muy equivocados. Es por eso que muchas veces es más difícil llegar con el evangelio a las personas religiosas, que a las indiferentes.

    ¿Por qué? Porque por definición, el ser religioso implica hacer cosas para estar bien con Dios, confiando en que lo que estamos haciendo es suficiente. Pero, ¿con qué vara nos medimos? ¿Quién determina cuándo hemos hecho suficiente? Y, ¿por qué un Dios santo y justo habría de estar satisfecho con el esmero y esfuerzo de unos pobres pecadores?

    Nicodemo era fariseo, lo que quiere decir que era una persona muy religiosa. La palabra ‘fariseo’ significa ‘separado’, pues los fariseos se habían ‘separado’ de la vida ordinaria para cumplir con todos los detalles de la ley de Moisés, e incluso con otras leyes que tanto ellos como los escribas creían necesarias para ser íntegros ante Dios. Su objetivo era el cumplimiento público y formal de la religión. Para muchos, ellos eran las mejores y más comprometidas personas de la comunidad… y no había mejor ejemplo que Nicodemo. Sin embargo, según la Biblia, él era bueno con respecto a los estándares del mundo… pero todavía necesitaba ser perdonado y redimido por la gracia de Dios en Jesús.

    Es que, por más que nos cueste aceptarlo, ninguna obra ni mérito humano satisface las exigencias santas de Dios. Podremos obtener prestigio y ganar el respeto de los demás, pero por nosotros mismos nunca lograremos restaurar y mantener una relación con el Dios santo y justo. Y Nicodemo sabía todo esto. Si bien se resguardó en la oscuridad de la noche para ir a ver a Jesús porque sabía que estaba arriesgando su posición ante los hombres y la comunidad, su necesidad y deseo de estar bien con Dios valían la pena el riesgo. Y Jesús no lo decepcionó.

    El cristianismo es una proclamación de la gracia y la misericordia ganadas por Jesucristo para el mundo, y ofrecidas por Dios a todos nosotros como un regalo por medio de la fe. Porque Jesús ya ha pagado el precio por tu rebelión y la mía, ha superado el abismo que nos separaba de Dios, y ha hecho posible que tú y yo tengamos una nueva vida en él.

    Lo que Dios hizo a través de Jesús, hace posible nuevamente el amor. En Jesús, el Padre amó al mundo incondicionalmente. En Jesús Dios amó tanto al mundo, que vivió nuestra vida en forma perfecta, sufrió nuestra muerte, y nos ofrece ahora su vida de gracia. Y Dios Espíritu Santo amó al mundo al tomar la obra de Jesús por nosotros y hacerla nuestra hablándonos al oído, lavándonos con su mensaje purificador, y ofreciéndonoslo en la cena de Cristo para que nosotros también podamos «saborear y ver que el Señor es bueno».

    ¿Recuerdas el «Congreso sobre religiones comparadas», y la conversación entre C. S. Lewis y sus colegas, cuando Lewis dijo que el cristianismo es la única religión que afirma que el amor de Dios es gratuito, y sin condiciones? Después de unos momentos, alguien comentó que Lewis tenía razón. Por ejemplo, los budistas, siguen un camino de ocho pasos hacia la iluminación. No es gratuito. Los hindúes creen en el karma, o sea, que las acciones o cosas que la persona hace, afectan la forma en que el mundo le tratará; en otras palabras, que nada sucede que no sea resultado de sus propias acciones. Alguien más dijo que la ley hebrea tiene requisitos para que el pueblo sea aceptable ante Dios y que, en el Islam, Dios es un Dios de juicio y no un Dios de amor, o sea, se vive para aplacarlo.

    Al final de la discusión, todos concluyeron que Lewis tenía razón. Sólo el cristianismo se atreve a proclamar que el amor de Dios es incondicional, o sea, es sólo por gracia. Los cristianos afirmamos audazmente que la gracia tiene poco que ver con nosotros, nuestra determinación interior, o nuestra falta de ella. Por el contrario, la gracia tiene que ver sólo con Dios y con lo que Dios nos da gratuitamente, o sea, su perdón, su misericordia y su amor.

    Nunca entenderás la profundidad de tu pecado ante Dios, hasta que comprendas que hasta tus buenas obras necesitan su perdón. Y nunca conocerás el gozo de la vida abundante y eterna, hasta que te des cuenta que está fuera del alcance de tus mejores esfuerzos… pero no del alcance de lo que Dios hizo por ti en Cristo.

    Lo cierto es que todos necesitamos del amor de Dios… y todos podemos tenerlo gratuitamente: sólo por gracia, mediante la fe en Jesucristo.

    En el 1500 la gente no tenía acceso a la Biblia como tenemos hoy. La iglesia de entonces controlaba la traducción de la Escritura, que sólo estaba en latín. Pero Martín Lutero, un monje alemán, desafió los abusos de la iglesia de su tiempo e hizo una traducción al alemán, la cual puso a disposición de su pueblo.

    Una mañana, mientras limpiaba el local, la hija del dueño de la imprenta donde se había impreso la Biblia de Lutero, recogió del piso un trozo de papel que decía: «De tal manera amó Dios al mundo que ha dado…». Eso era todo. El resto del texto todavía no estaba impreso, pero lo que vio la emocionó. El sólo saber que Dios le daba algo, la conmovió. Su madre la notó diferente, por lo que le preguntó por qué estaba tan contenta. La jovencita sacó de su bolsillo el papel arrugado y se lo mostró a su madre, quien leyó: «De tal manera amó Dios al mundo que ha dado», y preguntó: «¿Qué le dio al mundo?» Ella respondió: «No lo sé, pero si Dios nos amó tanto como para darnos algo, ¡no debemos tenerle miedo!»
    «Si les he hablado de cosas terrenales, y no creen, ¿cómo creerán si les hablo de las cosas celestiales?… ´Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él…´».

    Nicodemo necesitaba aprender que lo que determinaba su vida y salvación no era lo que él le daba a Dios, sino lo que Dios había dado por él. Jesús le dice a Nicodemo, y también a nosotros, que quienes quieren tener una relación con él, deben nacer de nuevo: «el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es».

    Jesús le ofrece a Nicodemo gracia, no religión. Es que Dios nos busca con su amor antes de que hagamos algo digno de su atención. Él posibilita la nueva vida para nosotros sin que lo merezcamos. Y luego nos la ofrece misericordiosamente: ¡un nuevo nacimiento por el agua y el Espíritu!

    Nuevo nacimiento; esas cosas celestiales muestran que Dios tiene un plan para el mundo. Un plan que muestra cuán insensata es la sabiduría del mundo, cuán débil es su poder, cuán presuntuoso es su esplendor, y cuán vacías son todas las demás religiones. El plan de Dios para el mundo es el mensaje del pesebre, la cruz, y el sepulcro abierto. ¡Es el mensaje de salvación sólo por gracia!

    Además de salvar al mundo por su amor, mediante su obra por nosotros, Dios nos entrega esas buenas noticias en formas que podemos entender. Él proclama las buenas noticias con palabras que tú y yo podemos entender, y también las hace visibles para nosotros a través del Bautismo y la Comunión. Cristo viene a nosotros en palabras, agua, pan y vino para entregarnos su gracia, para que sepamos que estas buenas noticias de Juan 3:16 están dirigidas a cada uno de nosotros personalmente.

    En Juan 3:5, Jesús habla sobre el nuevo nacimiento mediante el agua y el Espíritu, el nuevo nacimiento en la gracia de Jesús. Algunos dicen que este pasaje no tiene nada que ver con el Bautismo. Técnicamente eso puede ser verdad, porque el Bautismo en el nombre de Jesús todavía no había sido instituido en el mundo. Pero de manera práctica, este pasaje tiene todo que ver con el Bautismo. Porque Dios siempre trae la salvación hasta nuestro nivel mediante palabras, agua, pan y vino…. ¡para que tú y yo podamos escuchar, ver, tocar y saborear, y saber que también se aplica a nosotros! Y esto no es más que un anticipo de lo que vendrá.

    Las buenas noticias de Jesús son la palabra sacramental que la iglesia proclama. No son palabras mágicas. ¡Son las buenas noticias que llegan a los oídos, ojos, boca y corazón de los pecadores para que la gracia sea posible en la vida de todo ser humano! Jesús mismo es llamado ‘la Palabra’, porque en él se encarnó, se hizo carne, la Palabra de Dios, para que un día nuestra carne pueda ser redimida, restaurada y resucitada.

    Sí. Es verdad que nuestra carne engendra sólo más carne, pero el Espíritu de Dios viene aquí, al nivel de la carne de nuestros oídos, ojos, boca y sentidos, engendra un espíritu nuevo para todo el que confíe en Jesús. Y, como dice este texto, ¡el Dios que hizo los cielos y la tierra quiere que todos, incluyendo a las personas religiosas, reciban este regalo! Porque la gracia de Dios es para todos los que han pecado y han sido destituidos de la gloria de Dios, incluyendo a las personas religiosas. Entonces, cuando oigas que Juan 3:16 es el resumen del evangelio de Jesús, recuerda que no es sólo otra afirmación religiosa, ni otra variación del camino de ocho pasos, ni de los diez principios para la vida espiritual, ni de los «5 pilares», ni otra versión de un llamado religioso para hacer bien las cosas. Por el contrario, aprende, como aprendió Nicodemo, que la buena noticia que Jesús ofrece es el regalo del amor de Dios, el favor de Dios por gracia, y el perdón verdadero mediante una cruz verdadera, que ofrece un verdadero nuevo comienzo en la resurrección para todos los que confían en él. Las buenas noticias de Jesucristo no tienen que ver con religión. Nicodemo sabía que Jesús ofrecía algo totalmente diferente: el amor de Dios dado sólo por gracia.
    Dios no sólo proclama su amor, sino que lo encarna y lo entrega para que tú y yo podamos recibirlo. Aprendamos hoy lo que Nicodemo aprendió entonces: que la vida eterna es posible porque Dios no escatimó esfuerzos, ni retuvo el pago, ni dudó cuando necesitamos su amor. Él nunca consideró que nuestra necesidad no tuviera importancia, o que el costo de enviar a su único Hijo para darnos el regalo de la vida era demasiado alto. Dios nunca hizo lo que muchas veces nosotros hacemos con otros: nunca nos calificó de pecadores sin remedio e indignos de ser salvos.

    Max Lucado escribió: «Hay muchas razones por las cuales Dios salva: para ser glorificado, para aplacar su justicia, para demostrar su soberanía. Pero una de las razones más dulces por las que Dios te salvó, es porque te ama. A Dios le gusta tu compañía. Él piensa que tú eres lo mejor que existe… Si Dios tuviera un refrigerador, tu foto estaría en la puerta. Si tuviera una billetera, allí la llevaría. Dios te envía flores cada primavera, y te da un amanecer cada mañana. Cada vez que quieres hablarle, él te escucha. Él puede vivir en cualquier lugar del universo; sin embargo, eligió tu corazón. ¿Y el regalo de navidad que te envió en Belén? Reconócelo, amigo. ¡Dios está loco por ti!»

    Esas son buenas noticias para los pecadores, para las personas religiosas, y para todos nosotros.

    Si podemos ayudarte a comprender o compartir mejor estas buenas noticias de Dios, comunícate con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. ¡Amén!