PARA EL CAMINO

  • Una labor de amor

  • septiembre 2, 2012
  • Rev. Dr. Gregory Seltz
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Efesios 6:10-13
    Efesios 6, Sermons: 2

  • A veces la vida nos cae encima con todo su peso, y nos deja exhaustos. El mundo nos tira en tantas direcciones diferentes que nos aparta de Dios, y no vemos esperanza o propósito en lo que hacemos con amor y en servicio a los demás. Pero, ¿es así como Dios quiere que vivamos?

  • ¿A qué te dedicas? ¿Cuál es tu trabajo u oficio? Este fin de semana en que celebramos el Día del Trabajo, cuando son tantas las personas en este país que están buscando trabajo, tal pregunta puede resultar difícil para muchos. La mayoría de nosotros queremos tener un trabajo estable de tiempo completo, porque eso nos permite velar por nuestras familias, llevar cierto nivel de vida, y hacer las cosas en la vida que para nosotros son importantes.

    Eso es, exactamente, lo que Eddie pensaba. Quizás tú conozcas a alguna persona como él. Eddie trabajó toda su vida en un depósito en la ciudad de Chicago. Se había criado en el estado de Kentucky, pero al crecer decidió irse a la gran ciudad para tratar de hacer fortuna. A los dieciocho años lo contrataron para que trabajara jornadas de ocho horas en el edificio donde estaban los frízeres del centro de distribución de una cadena de supermercados. Luego de más de diez años de cargar alimentos congelados en camiones y de soportar temperaturas bajo cero ocho horas por día, logró trasladarse al departamento de reciclaje, donde pasó a ser el empleado con más antigüedad. Como encargado de manejar el montacargas, le tocaba cargar fardos de cartón de una tonelada en los camiones que luego los transportaban a los centros de reciclaje.

    Infaltablemente, Eddie trabajaba sus ocho horas. En los inviernos fríos y lluviosos de Chicago, cuando la nieve y el hielo se metían por las dársenas abiertas, Eddie estaba allí. En los veranos agobiantes, cuando el aire húmedo impregnaba los galpones y los ventiladores no servían más que para llevar el aire caliente de un lado a otro, Eddie estaba allí. Sin lugar a dudas, Eddie era un empleado cumplidor y dedicado.

    ¿Conoces algún ‘Eddie’? ¿Eres tú como Eddie? Este fin de semana, en los Estados Unidos celebramos y honramos a quienes trabajan con dedicación, así como Eddie, y muy probablemente también como tú. Celebramos y honramos el valor de la disciplina y la ingenuidad, y las contribuciones que los trabajadores de todos los tiempos han hecho a la fuerza, prosperidad y bienestar de este país y de otros países alrededor del mundo.

    Pero esa no es la razón por la cual conté la historia de Eddie. La conté porque Eddie tenía una perspectiva muy interesante sobre su trabajo en el depósito: él decía que ése era su trabajo ‘de tiempo parcial’. Es cierto que allí pasaba cuarenta o más horas por semana, y que la empresa para la cual trabajaba lo consideraba un empleado de tiempo completo. Pero Eddie sentía que su verdadero trabajo de tiempo completo era otro. Durante el almuerzo y los descansos, a Eddie siempre se lo veía leyendo su Biblia, y antes de comer o de conversar con sus compañeros, siempre rezaba. Se lo podía escuchar compartiendo la fe que tenía en Jesucristo, y se notaba que en su vocabulario no había malas palabras. Es que para Eddie su trabajo de tiempo completo, el trabajo que en realidad le daba propósito y alegría a todo lo demás que hacía era su vida de fe, su trabajo espiritual, su caminar con Jesús.

    ¿Cuál es tu trabajo de tiempo completo? ¿Cuál es el trabajo que realmente importa en tu vida de ahora, y para siempre? ¿Necesitas algo más que la simple rutina que llena tus días? ¿Estás cansado de la monotonía del trajín y de los desafíos diarios de la vida? Pensando en eso, en tu vida y en las luchas que enfrentas cada día, fue que Jesús dijo: «Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar» (Mateo 11:28). La vida, muerte y resurrección de Jesucristo fueron su obra de amor por ti, para que tú puedas amar el trabajo que haces por otros en su Nombre.

    San Pablo dice: «Por lo demás, hermanos míos, manténganse firmes en el Señor y en el poder de su fuerza» (Efesios 6:10). En este mundo hasta el simple vivir es difícil y cuesta trabajo. ¿No es cierto? De hecho, la Biblia es muy clara en decir que la vida no es fácil. En la lectura para hoy, San Pablo dice: «La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes!» (Efesios 6:12). No, las cosas no son fáciles, porque lo que estamos librando es una batalla espiritual. El diablo, el mundo y nuestra carne nos empujan hasta el límite. Tú sientes los efectos, ¿no es cierto? A veces la vida nos cae encima con todo su peso, y nos deja exhaustos.

    Hay cosas en la vida que superan hasta nuestros mejores esfuerzos. Hay cosas que son demasiado grandes para nuestra ingenuidad. Quizás tú te estés sintiendo así en estos momentos. Quizás estés pasando por un momento de gran estrés porque las cuentas a pagar son muchas, y el dinero que ganas no es suficiente. Quizás tu matrimonio está pasando por un momento difícil, y no sabes cómo hacer para mejorar la relación con tu cónyuge. Quizás tienes problemas de salud que no te permiten hacer todo lo que estabas acostumbrado a hacer antes. Quizás has perdido a un ser querido, y no logras recuperarte de la tristeza que te embarga. Quizás el mundo te tira en tantas direcciones diferentes, que sientes como que vas a explotar. Quizás la culpa que sientes por tu propio fracaso o pecado quiere apartarte de Dios, tratando de convencerte que él nunca te va a perdonar lo que has hecho…

    Lo que Pablo escribió en el capítulo seis de Efesios fueron palabras muy prácticas dirigidas a personas que creían en Jesucristo y que querían vivir como seguidores suyos. Estas palabras fueron escritas en el contexto de las relaciones familiares, prestando atención al cónyuge y a los hijos, siendo devotos el uno del otro, y dedicándose tiempo entre sí.

    ¿Por qué? Porque hasta las relaciones más preciosas y cercanas que tenemos están plagadas de problemas y dificultades. Porque por más que tratamos de hacer lo mejor que podemos por nuestros seres queridos, igual nos enfrentamos con desafíos. Una de las palabras que Pablo utiliza varias veces en esta sección del libro de Efesios, es la palabra «contra». La batalla es «contra» principados y potestades, «contra» los que gobiernan las tinieblas de este mundo, «contra» las huestes espirituales de maldad. ¿No sientes a veces como que tú también estás «contra» el mundo? Yo sí. Y cuando me siento así, me pregunto si hay alguna esperanza o propósito en lo que hago con amor y en servicio a los demás.

    Si a ti te pasa como a mí, te invito a que consideres como respuesta la actitud de Eddie. Como ya dijimos, durante más de cuarenta años Eddie trabajó en un depósito. Mientras tanto, junto con su esposa criaron dos hijas. Eddie ganó suficiente dinero como para que las dos pudieran ir a la universidad. No fue sin sacrificio, pero ambas obtuvieron sus títulos y luego ejercieron sus profesiones.

    Cuando Eddie todavía trabajaba en el depósito, a su esposa le diagnosticaron cáncer. Si bien la cirugía y la quimioterapia no fueron fáciles, los tratamientos y las muchas oraciones surtieron efecto y, cuando ya llevaban cuarenta y cinco años de casados, fue declarada libre de cáncer. A lo largo de su vida Eddie soportó muchas otras batallas, algunas de las cuales a veces parecían casi imposibles de vencer. ¿De dónde sacó la ayuda y la esperanza que necesitaba? No fue de sí mismo, ni de su inteligencia o fortaleza. No. Lo que lo sostuvo en todo momento fue la fuerza y la gracia de Dios.

    El Salmo 121:1-2, dice: «Elevo mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, creador del cielo y de la tierra.» Y Pablo nos desafía todavía más con sus palabras en Efesios 6, donde dice: «Por lo demás, hermanos míos, manténganse firmes en el Señor y en el poder de su fuerza. Revístanse de toda la armadura de Dios, para que puedan hacer frente a las asechanzas del diablo.» Es que a quienes confiamos en Jesús, Dios nos ofrece un bolso lleno de armas con las cuales enfrentar y atacar los desafíos de esta vida. A los que creemos en él, nos provee una caja con herramientas, tuercas y tornillos, para que podamos vivir la vida plenamente en el poder y la presencia de Jesucristo, el Señor y Salvador de este mundo, y para que trabajemos con alegría en amor hacia los demás, así como Jesús nos ama a nosotros.

    Eddie sabía que su lonchera, sus zapatos con punta de acero, y su casco, no eran suficientes para la batalla que tenía que enfrentar en el mundo. Él sabía que necesitaba a Jesús. Sabía que necesitaba un Salvador, alguien que podía hacer las obras que la rectitud y la justicia de Dios demandan, alguien que podía amar con amor eterno. Jesús mismo dice que su obra: «… es hacer la voluntad del que me envió, y llevar a cabo su obra» (Juan 4:34). ¿Cuál fue la voluntad y obra del Padre que envió a Jesús al mundo? Una vez más, Jesús dijo: «Y ésta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que él me dio yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final» (Juan 6:39).

    Esa fue la obra de amor del Salvador. Su nacimiento milagroso lo puso en medio de este mundo cruel y oscuro. Jesús creció en la familia de un carpintero judío, donde aprendió ese oficio y vivió en obediencia. Jesús enfrentó cada tentación y prueba que tú y yo enfrentamos y, sin embargo, nunca cometió ningún pecado, sino que vivió una vida perfecta en lugar nuestro, cumpliendo así la ley de Dios por nosotros. Luego realizó su obra mayor entregando su vida por nosotros en la cruz, pagando así el precio por nuestros pecados. Él dio su vida por ti y por mí. La suya fue una obra de amor eterno. Como dice la Biblia: «Cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, y no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia» (Tito 3:4-5).

    La armadura de ese Jesús es lo que Pablo nos ofrece hoy a ti y a mí. Son las armas de la fe en él, las herramientas del Espíritu Santo que Jesús mismo quiere que tú tengas y utilices cada día de tu vida. Por más difíciles que sean los desafíos con los que te enfrentas, puedes estar seguro que tienes la mejor caja de herramientas que pueda existir. Por lo tanto, cuando te veas atacado hoy, mañana, o en el futuro, recuerda que estás resguardado con la armadura de Dios.

    Efesios 6 lo describe de la siguiente manera: «Por lo tanto, echen mano de toda la armadura de Dios para que, cuando llegue el día malo, puedan resistir hasta el fin y permanecer firmes. Por tanto, manténganse firmes y fajados con el cinturón de la verdad, revestidos con la coraza de justicia, y con los pies calzados con la disposición de predicar el evangelio de la paz. Además de todo esto, protéjanse con el escudo de la fe, para que puedan apagar todas las flechas incendiarias del maligno. Cúbranse con el casco de la salvación, y esgriman la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (vs. 13-17).

    ¿Has prestado atención a lo que Dios dice que ha puesto hoy a tu disposición. ¿Has escuchado las cosas con las que él te equipa para que puedas realizar tu labor manteniéndote firme aún en medio de los desafíos y las luchas de la vida? Veamos…

    Tienes el cinturón de la verdad, la indiscutible verdad del Salvador Jesús resucitado que mantiene todas las cosas en su lugar. Este cinturón te sostiene y te da claridad cuando el miedo y las dudas te atacan. Sujétate firme a su Palabra y a sus promesas, y verás que ellas te van a sostener.

    Tienes la coraza de justicia que protege tu corazón. No se trata de tu propia rectitud ni de tus propias buenas obras, sino de la rectitud y justicia que Cristo te regala. Sólo esa coraza puede vencer las dudas de esta vida, los tormentos de tu conciencia, y las tentaciones que nos abruman a todos.

    Tienes los pies calzados, prontos para realizar las obras de la fe, prontos para ir donde debes ir, llevando siempre el Evangelio de la paz. Tu Salvador dirige tu camino y te usa para llevar las buenas noticias de vida y salvación en él dondequiera que vas.

    Tienes el escudo de la fe que te protege de los embates de Satanás. Cada vez que el diablo trate de hacerte dudar o desconfiar, o cada vez que trate de hacerte vulnerable, permite que Jesucristo, aquél en quien has depositado tu fe, sea tu primera y última defensa.

    Tienes el casco de la salvación. Cuando te preguntas si Dios te ama, o cuando te sientes tentado a pensar que estás solo, pídele al Espíritu Santo que proteja tu mente y te recuerde que eres un hijo perdonado y redimido de Dios.

    Finalmente, tienes la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Cada vez que se te interpone un obstáculo en el camino, cuentas con la Palabra viva de Dios que vence al enemigo y abre el camino de la gracia y las promesas de Dios para este mundo y hasta el cielo.

    La obra del amor de Dios en Jesús te da todo lo que necesitas, mi amigo. ¡Estás revestido de Cristo! Él te va a dar todo lo que necesitas para enfrentar tus luchas y adversidades manteniéndote con él hoy, mañana, y siempre.

    Vuelvo a preguntarte: ¿a qué te dedicas? ¿Cuál es tu trabajo u oficio? ¿Cuál es el trabajo que le da sentido, propósito y significado a tu vida hoy, y para siempre? Eddie lo tenía bien en claro: su vida era un testimonio de la obra de amor de Jesús por él. Eddie se vestía cada día con la armadura de Dios, porque de ella dependía. Y cuando dejó de trabajar en el depósito, a todo el mundo le decía que se había jubilado de su trabajo de tiempo parcial, porque su verdadero trabajo era seguir a su Salvador amando y sirviendo a los demás, y de eso nunca se iba a jubilar.

    Tú también puedes tener esa misma actitud. De hecho, puedes comenzar a tenerla hoy mismo, confiando en el Señor por sobre todas las cosas: confiando en sus dones, en sus promesas, en sus herramientas, en la armadura que él te da para vivir como hijo suyo y confesarlo sin temor en todo momento y circunstancia. Comienza a vivir en fe para los demás, orando por quienes te rodean y pidiendo que las Buenas Noticias de Cristo lleguen al corazón y a la vida de muchas más personas por todo el mundo.

    Como dice Pablo en Efesios 6:18-20: «Oren en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y manténganse atentos, siempre orando por todos los santos. Oren también por mí, para que cuando hable me sea dado el don de la palabra y dé a conocer sin temor el misterio del evangelio, del cual soy embajador en cadenas. Oren para que lo proclame sin ningún temor, que es como debo hacerlo.»

    El Día del Trabajo es un llamado al pueblo de Dios a hacerse cargo de las tareas eternas que son fruto de la fe, presentándole sin cesar a Cristo los pedidos y preocupaciones de quienes nos rodean, orando por quienes sufren, y trabajando en servicio por quienes nos necesitan. Quizás ya no seas tan fuerte como solías serlo. Quizás el trabajo que tienes no sea el ideal, o quizás no estés viviendo en la mejor de las situaciones. Pero como hijo de Dios tienes para hacer un trabajo eterno y significativo, más allá de las circunstancias en las que hoy te encuentres.

    Que el Señor te bendiga en tu labor de amor hacia los demás, y que te aliente para que todo lo que hagas lo hagas en su nombre, para su gloria y la extensión de su reino.

    Si podemos ayudarte en tu trabajo para el Señor, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.