PARA EL CAMINO

  • Semillas de paz

  • septiembre 16, 2012
  • Rev. Dr. Gregory Seltz
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Santiago 3:16-18
    Santiago 3, Sermons: 4

  • El Apóstol Santiago nos dice que, si queremos mantener buenas relaciones en este mundo y en la eternidad, necesitamos la gracia sobrenatural de Dios y el poder eterno de su Palabra.

  • Los amigos, la pareja, los compañeros de trabajo o estudio, los vecinos… todas esas relaciones humanas forman la red social que nos sostiene en nuestro paso por este mundo y que son esenciales, porque ningún ser humano es una isla, ni nadie quiere transitar solo por este mundo. De hecho, todos sabemos que tales relaciones humanas son vitales para poder llevar una vida satisfactoria. Por ello es que las buscamos y nos esforzamos por mantener buenas relaciones con nuestra familia, con nuestros amigos, y con quienes nos rodean.

    Entonces, si sabemos todo eso, si sabemos que solos no podemos vivir, ¿por qué a veces nos cuesta tanto vivir en armonía con los demás? ¿Por qué discutimos y nos peleamos tanto? ¿Por qué hay tantos matrimonios que se divorcian? ¿Por qué hay cada vez más niños criados en hogares con un sólo padre? ¿Por qué siguen habiendo millones de abortos cada año?

    Me temo que no te va a gustar escuchar lo que dice la Biblia acerca de todo esto, pero debo decirlo igual. La Palabra de Dios dice que la raíz del problema se encuentra en el pecado que reina en el mundo y en nuestros corazones. Y para ello necesitamos una solución. Necesitamos una solución para los celos, para las ambiciones egoístas y para la crueldad que existe en este mundo, que poco tiene de espiritual. Y también necesitamos sabiduría para no sólo superar las tonterías del mundo, sino también para poder ayudar a los demás en tiempo de necesidad.

    Y eso es exactamente lo que el apóstol Santiago nos dice que tenemos a nuestra disposición: ‘la sabiduría que viene de lo alto’, y que nos provee lo que nosotros no podemos proveer por nosotros mismos, o sea, soluciones reales y prácticas, a la vez que eternas.

    La fuente del poder que necesitamos para que podamos relacionarnos bien con los demás, viene del cielo… esa sabiduría no es de este mundo, porque Dios mismo es el Creador, Redentor y Sustentador de cada relación humana que tenemos en esta vida.

    Un joven le estaba contando a su vecino, mucho mayor en años que él, sobre un acontecimiento que estaba por suceder. Le decía que iba a ser el momento más grande de su vida, ya que le iba a proponer matrimonio a su novia. El vecino, quien había visto crecer al joven desde que era niño, más que vecino era su confidente. El joven le confió que estaba muy nervioso, porque no sabía si iba a lograr ser el esposo y padre devoto y fiel que Dios esperaba que él fuera. En realidad le hizo tal confidencia con la esperanza de que el vecino le diera algún consejo que le ayudara a disipar sus dudas, pero lo que recibió fue mucho más que eso. El vecino lo llevó a su jardín, y cortó una rosa roja que todavía no había florecido. Entonces se la dio al joven, y le dijo: «Trata de abrirla sin que se le caiga ningún pétalo.» «¿Por qué?», le preguntó el joven. «Simplemente hazlo», le respondió el vecino, «ya verás por qué en un minuto.»

    Así que el joven comenzó a tratar de abrir la rosa, pero cada pétalo que trataba de abrir se caía al suelo. Finalmente, desanimado, abatido por el fracaso, e incluso confundido, le devolvió a su vecino lo que quedaba de la pobre rosa. Pero eso era justamente lo que el vecino quería que sucediera. Entonces lo llevó a su casa, abrió un libro, y le leyó el siguiente poema…

    No es más que un pequeño pimpollo, una flor diseñada por Dios;
    Pero con estas manos torpes no puedo abrir sus pétalos.
    El secreto para abrir flores no me es dado a conocer.
    En mis manos se marchita y muere, pero Dios la abre con mucha dulzura.
    Si no puedo abrir un pimpollo, esta flor diseñada por Dios,
    ¿Cómo puedo pensar que tengo sabiduría para llevar adelante mi vida?
    Por ello confiaré en su guía cada momento de cada día.
    Buscaré su dirección para cada paso de mi peregrinación.
    Sólo mi Padre celestial conoce el camino que tengo por delante.
    Confiaré en que él irá abriéndome cada puerta, así como abre cada rosa.

    Al terminar de leerle el poema, el vecino le dijo al joven: «Asegúrate que tu corazón y tu mente se mantengan firmes en las cosas de Dios, y verás que vas a ser un esposo y padre devoto y fiel.»

    El Apóstol Santiago nos desafía, diciéndonos que, si queremos mantener buenas relaciones en este mundo y en la eternidad, necesitamos la gracia sobrenatural de Dios y el poder eterno de su Palabra. Es por ello que en el versículo 17, nos dice: «Sin embargo, la sabiduría que proviene del cielo es, ante todo, pura y también ama la paz; siempre es amable y dispuesta a ceder ante los demás. Está llena de compasión y de buenas acciones. No muestra favoritismo y siempre es sincera.»

    Esta ‘sabiduría’ de la que habla Santiago, es más que un buen consejo. La Biblia se refiere a esta ‘sabiduría’ diciendo que es la «Palabra». Y esta «Palabra» es más que una palabra sabia, una reflexión filosófica, o una tradición religiosa. Esta ‘sabiduría-Palabra’ es el camino, la verdad, y la vida que literalmente creó, redimió y sostiene al mundo y todo lo que hay en él. En realidad, la Biblia dice que esta ‘sabiduría-Palabra’ tiene un nombre-su nombre es Jesús, el Mesías, Dios hecho carne.

    El mensaje principal de la Biblia es la historia de la salvación del mundo a través de la vida, muerte, y resurrección de Jesucristo, a través de la cual Dios transforma y revitaliza todas nuestras relaciones. Su sabiduría es pura, es pacífica y está llena de amor, de misericordia, y de vida abundante ahora, y para siempre. Por lo tanto, lo que necesitamos para poder mantener buenas relaciones con los demás es, primero que nada, tener una buena relación con Aquél que nos creó, nos redimió, y nos sustenta cada día con su amor, su perdón, su sabiduría, y su paz. Y eso, mi amigo, es lo que Dios te ofrece hoy, en estos momentos, a través de Jesucristo.

    La Biblia resume la esencia de la sabiduría divina en la palabra ‘amor’, tal como está expresada en Juan 3:16: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.» Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo al mundo. Y ese Hijo, la sabiduría, la Palabra, el camino, la verdad y la vida, bajó del cielo para que tú y yo podamos tener su sabiduría divina en nuestras relaciones personales.

    Una vez que hemos sido reconciliados y restaurados en nuestra relación con Dios, se nos desafía a que amemos a los demás así como Dios nos ama a nosotros. O, como dice en Santiago 3:18: «Los que procuran la paz sembrarán semillas de paz y recogerán una cosecha de justicia.» Entonces, no te dejes llevar por tus emociones o los deseos de tu cuerpo, ni utilices tu boca para maldecir. Al contrario, habla sólo palabras positivas y de aliento, y aférrate al poder que Dios te da para vivir en forma diferente a como vive la mayoría de las personas.

    Si Dios puede abrir y cerrar rosas cada día para que las abejas puedan alimentarse de su néctar y nosotros podamos disfrutar de su fragancia y belleza, ¿no te parece que puede hacer lo mismo con tu corazón? Yo creo que sí. Creo que Dios puede cambiar tu corazón de tal manera que seas capaz de resolver tus conflictos en forma diferente. Y creo que puede hacerlo sin destruirte, sin abandonarte, y sin dejarte vulnerable. ¿Por qué? Porque él es Dios, él es quien te creó, quien te ama, y quien está dispuesto a darte toda la sabiduría que necesitas para establecer y mantener buenas relaciones con quienes te rodean.

    Si estás dispuesto a dejarte guiar por nuestro bondadoso Dios y así mejorar tus relaciones personales, presta atención una vez más a lo que dice el Apóstol Santiago en el capítulo 3, versículos 17 y 18: «… la sabiduría que proviene del cielo es, ante todo, pura y también ama la paz; siempre es amable y dispuesta a ceder ante los demás. Está llena de compasión y de buenas acciones. No muestra favoritismo y siempre es sincera. Y los que procuran la paz sembrarán semillas de paz y recogerán una cosecha de justicia.»

    Este último año aprendí mucho sobre el pueblo de Dios. He visto a muchos cristianos en acción, tanto en este país como en otras partes del mundo, demostrando en obras la fe que profesan no porque ‘deben’ hacerlo, sino porque tienen la posibilidad y el privilegio de hacerlo en el nombre de Jesús. Es maravilloso ver lo que Dios puede hacer con nuestras obras, por más insignificantes que nos parezcan. Son muchas las oportunidades que tenemos para reflejar a Cristo a los demás, ya sea en la forma en que nos comportamos, en las cosas que decimos, o en las decisiones que tomamos. Es que Dios nos llama a vivir como hijos suyos por gracia, a sembrar semillas de paz, de gracia y de amor para los demás, así como él es cada día el Dios de gracia, amor y paz para nosotros.

    El poder de su amor en acción es suficiente para transformar vidas. El poder del perdón inmerecido recibido y compartido, es suficiente para marcar una gran diferencia en el mundo.

    Se cuenta la historia de un pastor quien, luego de dieciocho meses en el ministerio, fue al archivo y sacó la carpeta titulada «Amor», donde supuestamente se debían poner las historias, artículos, testimonios, etc. relacionados con el amor. Grande fue su sorpresa cuando descubrió que esa carpeta estaba vacía. ‘¡Imposible!’, pensó. Seguramente había sido un error, y los papeles se habían archivado en una carpeta equivocada. Así que se puso a buscar en la carpeta titulada «Fe», en otra titulada «Ayuno», y también en las correspondientes a «Cielo» y a «Oraciones». Como allí no encontró nada, siguió buscando en las carpetas destinadas a «Cristología» y a «Educación Cristiana». Después de todo, ambas estaban relacionadas con el amor. Pero no, allí tampoco había nada. Luego de reflexionar por un tiempo sobre semejante misterio, el Espíritu Santo le dio la respuesta: los papeles correspondientes al «Amor» no estaban mal archivados, sino desparramados. Algunos estaban archivados bajo los títulos ‘Paciencia, Bondad, Humildad, Confianza, Esperanza, Lealtad, y Perseverancia’. Pero el pastor encontró la mayoría de ellos archivados en la carpeta que decía ‘Perdón’.

    Vivimos en un mundo quebrantado y sufrido, donde abundan personas que necesitan la gracia de Dios. Tú y yo ya somos hijos del Príncipe de Paz. Por lo tanto, Santiago nos recuerda que debemos procurar sembrar la paz en las vidas de los demás, haciéndolo con paciencia, amabilidad y sinceridad, y sin favoritismos. Tú y yo podemos marcar una diferencia en la vida de quienes tanto necesitan ayuda, porque nuestro Dios es capaz de hacer cosas milagrosas a través del servicio simple de sus siervos. Entonces, te invito a que seas un pacificador en nombre de tu Señor. Te prometo que te va a costar creer lo que Dios es capaz de hacer con tus manos, tu mente, y tu corazón.

    Así es como Taylor se debe haber sentido. Muchas veces Taylor se había beneficiado de la buena voluntad y generosidad de los demás. Por ejemplo, cuando estaba haciendo sus estudios de posgrado en una universidad en Tennessee se le rompió el auto. Luego de pagar por el arreglo, el dinero no le alcanzaba para pagar la renta del mes. Fue entonces que, al enterarse de lo que le sucedía, su jefe decidió pagarle el alquiler completo de ese mes-y no lo hizo en forma de préstamo, sino como un regalo que no esperaba devolución.

    Una noche, en el año 2002, Taylor se puso pensar en ese acto de generosidad de su jefe y en todas las otras veces que alguien le había ayudado a través de los años, y en cómo todo eso había contribuido a la felicidad y estabilidad que él disfrutaba. Así que, como buen cristiano que era, decidió que un día iba a dedicar su vida a ayudar a los demás. Para lograrlo, se propuso que, cuando fuera rico, iba a fundar una organización de ayuda a personas necesitadas.

    En eso estaba pensando cuando de pronto se dio cuenta que, en realidad, ninguna de las personas que lo habían ayudado a él era rica… simplemente eran generosas y compasivas. En ese momento Taylor cambió sus pensamientos de grandeza en simples actos de misericordia, y comenzó a hacer el bien respondiendo a las necesidades que se le presentaban, y no sólo cuando tenía los medios para hacerlo.

    Al principio se propuso tratar de ayudar a una persona por mes a superar alguna crisis económica. Para tal fin, apartó un diez por ciento de sus ingresos mensuales, y también creó un sitio bien simple en Internet donde invitaba a quienes requirieran asistencia a que hicieran su solicitud. El problema fue que, cuando su sitio fue promocionado en un blog muy popular, en un solo día recibió 1,100 correos. La mayoría era de personas que solicitaban ayuda, pero había un número sorprendente de personas que querían ayudar. Así fue como comenzó «Modest Needs», una organización sin fines de lucro que en todos estos años ha ayudado a miles y miles de personas en necesidad.

    La misión de esta organización es «prevenir que familias auto-suficientes caigan en la pobreza, cuando es algo que se puede evitar con una pequeña ayuda en el momento justo». Así como en tiempos pasados las necesidades extremas de las personas eran suplidas por los integrantes de sus propias comunidades, esta organización está transformando circunstancias de lucha, en oportunidades de esperanza.

    Un dato muy interesante y gratificante es que casi el setenta por ciento de las personas que recibe dinero de esta organización, en algún momento de sus vidas hace una donación a la organización. En otras palabras, la bondad produce más bondad, y la generosidad produce más generosidad. ¿No es esta una excelente manera de amar a nuestro prójimo? Taylor dice que cada día se produce un milagro que supera su imaginación. Utilizando las palabras de Santiago, podríamos decir que eso es cosechar.

    Si te estás preguntando qué puede hacer Dios con tus simples, aunque sinceros, actos de amor por tu prójimo en su nombre, permíteme que te conteste. Yo sé lo que Dios puede hacer con ellos, porque lo he visto con mis propios ojos. Lo vi en una pequeña ciudad del estado de Iowa, cuando participé en el servicio en el cual el Dr. Lo y su familia fue enviado como misionero a Cambodia, su país natal. Lo vi en otra pequeña ciudad de Iowa donde, al festejar los cien años de una iglesia luterana, conocí personas que no sólo apoyan con sus recursos a misioneros en otras partes del mundo, sino que también, cada verano, comparten sus recursos y sus obras de amor, sirviendo en las iglesias de la ciudad de Los Ángeles, iglesias en el sur de California en las que yo serví como pastor. Sí, sé muy bien lo que Dios puede hacer con nuestras obras de amor y nuestras manos dispuestas a ayudar. Lo sé porque por todo el país he encontrado personas cuyos corazones arden por el Señor, personas que lo que más quieren es que los demás sepan cuánto les ama Jesús. Con el poder del amor de Dios, aquéllos cuyas vidas han sido transformadas siempre encuentran la manera de ayudar a quienes necesitan ayuda.

    Entonces, si hay una lección para aprender hoy, es que Dios quiere que hagamos algo con las personas que él pone en nuestro camino. Manos prontas y corazones sinceros dispuestos a sembrar la paz, la paz de Dios, en la vida de los demás con bondad, interés y amor, transformando vidas, van a bendecir a muchos en el poder del amor transformador de Dios.

    Y eso es lo que Dios quiere darnos hoy a ti y a mí, mi amigo: relaciones transformadas y revitalizadas por su poder, y en su nombre. Entonces, no dejes que pase otro día sin confiar en su poder y su sabiduría para transformar vidas.

    Si podemos ayudarte a renovar tu fe en el amor transformador de Dios, comunícate con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.