PARA EL CAMINO

  • Cristo es tu poder

  • julio 12, 2020
  • Rev. Dr. Andrés Meléndez
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Filipenses 4:10-13
    Filipenses 4, Sermons: 2

  • Cristo ejerce su poder en la vida de todo creyente.

  • Rev. Dr. Andrés Meléndez, Orador de La Hora Luterana, 1940-1970

    Estimados oyentes, en cierta ocasión una madre fue a visitar a su hijo que hallaba estudiando en un colegio de cierto país. Cuando la madre entró en la habitación de su hijo, no pudo menos que observar los muchos cuadros obscenos que su hijo había colgado en la pared de su habitación. Sintió hondo dolor en su corazón, pero no dijo ni una sola palabra.

    Pocos días más tarde, el cartero entregó un paquete a aquel joven: era un regalo de su madre. Un hermoso cuadro de la cabeza de Cristo pintado por Salman. Muy contento y orgulloso de tan singular regalo, el joven colgó el cuadro en la pared frente a su escritorio.

    Aquella noche, antes de acostarse, quitó uno de los cuadros obscenos más próximo al cuadro del Salvador. El día siguiente, otro cuadro fue consignado al canasto de la basura. Día tras día los cuadros obscenos fueron desapareciendo de la pared hasta que quedó uno solo: el hermoso cuadro del Salvador.

    Nadie había dicho nada al muchacho. Nadie le había dicho que quitara aquellos cuadros obscenos. El poder de la contemplación de Cristo fue el único instrumento que lo había impulsado a deshacerse de todos aquellos cuadros obscenos. Tal es el poder de Cristo: su poder tiene penetración divina. Una vez que el hombre haya hallado su salvación en la sangre de Cristo, encontrará el poder de Cristo expulsando el mal de su corazón e impulsándolo a hacer cosas que reflejen el amor y la virtud del cristiano.

    El poder de luchar contra el pecado y el poder de hacer lo justo y lo bueno son dones que Cristo concede a todos los creyentes; pero tenemos que pertenecer a Cristo antes de poder contar con tal poder.

    Cristo dice: «Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo si no estuviera en la vid, así tampoco vosotros, si no estuvierais en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos. Él que está en mí y yo en él, este lleva mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer«.

    Solo aquél que se adhiere a Cristo mediante una fe viva obtendrá el poder de resistir el pecado, vencer la tentación y llevar una vida de bondad cristiana. Fuera de la vid, alejado de única fuente que da vida espiritual, no existe ningún poder espiritual: «sin mí nada podéis hacer«, dice Cristo.

    El apóstol Pablo, que fue transformado de un alfeñique espiritual a uno de los gigantes espirituales más grande del mundo, no guardó en secreto la fuente de donde obtuvo su poder. Dice él en nuestro texto, «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece«. En otro lugar de la escritura escribe: «Vivo no ya yo, más Cristo vive en mí. Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí«.

    ¿De dónde recibió Pablo el poder para detener sus malos pasos para dar fin a una indigna carrera de iniquidad, para después llevar una vida bondadosa y decente, para soportar el insulto y la oposición de sus paisanos, sufrir azotes, apedreos y persecuciones, cantar himnos de alabanza en sus prisiones y por fin dar su vida como pago de su fe? ¿Dónde halló aquel poder para padecer y vencer? Él mismo contesta en nuestro texto: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalice«.

    Añade en otro lugar que él no es el que vive, sino que Cristo vive en él. No hay duda que si alguien hubiese preguntado a Pablo qué significaba Cristo en su vida, Pablo habría contestado: «Entre las muchas cosas que Cristo significa para mí, él quiere decir poder, poder para vencer el mal, poder para padecer, poder para obtener por fin la victoria final».

    Tú también puedes hallar en Cristo tu fuente inagotable de poder espiritual y moral. En el momento de la tentación, en el momento de la tribulación, en el momento de la duda y la desesperación acude a Cristo, tu cariñoso salvador, y dile: «Cúbreme Señor Jesús de las olas del turbión, hasta el puerto de salud guía tú mi embarcación».

    Sin faltar recibirás su poder, poder para sostenerte firme en medio de la tempestad, poder para vencer las olas rugientes, poder para soportar el peso de la cruz, poder para resistir los furiosos ataques del pecado. O si has caído, para ponerte en pie y tomar el camino del hijo pródigo y regresar a la casa del Padre Celestial y recibir el perdón que pides en arrepentimiento y fe.

    Tú solo no puedes en modo alguno conseguir estas victorias. Si dependiese de tu anémico poder y débil resistencia, sucumbirías muy fácilmente. Por esta razón dice San Pablo: «No que seamos suficientes de nosotros mismos, sino que nuestra suficiencia es de Dios. Por la gracia de Dios soy lo que soy«. Estas confesiones del penitente apóstol deben ser también las confesiones tuyas.

    Para recibir poder de Cristo tienes, naturalmente, que creer en él. Tienes que ver en él al hijo eterno de Dios, a tu salvador, a tu amigo inseparable. Moisés fue humano: ya murió y no te puede ayudar. Pedro, Santiago y Juan fueron humanos: ya murieron y no te pueden ayudar.

    Cristo es el hijo eterno de Dios, el todopoderoso creador y sostenedor del universo quien, mediante su resurrección de entre los muertos, demostró ser el hijo unigénito de Dios que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo, siempre un solo Dios por todos los siglos.

    Nos dice San Pablo: «Cristo fue declarado hijo de Dios con potencia por la resurrección de entre los Muertos«. En otro lugar nos dicen las escrituras acerca de Cristo: «Él sustenta todas las cosas con la palabra de su potencia». Con él todas las cosas son posibles. Él mismo dijo: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra«. Y ahora tú tienes el privilegio de participar de esa potestad, de ese poder.

    ¿Cómo te aplicas la participación de ese poder? ¿Cómo se derrama ese poder en tu flaqueza? ¿Cómo te pones en contacto con ese poder? Ese poder lo recibes de Cristo mediante la fe; confiando en él recibes su socorro. Él te ha prometido perdón para tu pecado, para tu alma, fortalecimiento en las dificultades, valor en la lucha y poder en el momento de la tentación. Recibes este poder confiando simplemente en que él cumplirá su promesa.

    Todos los días puedes recibir la seguridad de ese poder mediante la oración, cuando la carga te parezca muy pesada, cuando tus hombros parezcan doblarse por el inmenso peso, invócalo y hallarás que él o te aliviará la carga para equilibrar tu poder, o te aumentará tu poder para equilibrar la carga, y en su poder prevalecerás.

    Quizás la mejor ilustración del poder de Cristo en aquellos que creen en él se nos da en la vida de sus discípulos. Si hubo alguna vez un grupo de hombres derrotados, desilusionados y aterrorizados, ese grupo fue el de aquellos discípulos cuando vieron que su maestro había muerto. Como ovejas asustadas se refugiaron en un aposento en una de las casas de Jerusalén, débiles, tímidos, temblando y asustados de su propia sombra. Pero qué diferencia cuando estuvieron seguros de que su Señor había resucitado.

    «Cristo vive, Cristo vive, no está muerto, él está con nosotros según nos lo prometió«. El conocimiento de que su mejor amigo se hallaba vivo los transformó en poderosos testigos, sabían que por donde quiera que iban el Señor estaba con ellos. En la vida de aquellos hombres había penetrado un poder tremendo: el poder de Cristo, Y en ese poder salieron a conquistar el mundo para Cristo.

    Pedro, el que en un momento de flaqueza había negado a su Salvador cuando el Salvador humanamente hablando más lo necesitaba, vino a hacer un valiente predicador de la Palabra. Esteban se mantiene intrépido ante el furor de sus enemigos. Juan predica sin temor en el templo. Más tarde Saulo de Tarso sale en su marcha, triunfando por el mundo llevando como estandarte la Palabra de Dios. Cristo les había dicho que recibirían poder, y ese poder lo habían recibido. A través de los siglos, las páginas de la historia se encuentran llenas con los nombres de hombres y mujeres que han vencido el mundo con el poder de Cristo.

    Cree en el Señor Jesucristo y ese poder es tuyo para siempre jamás. Amén.