PARA EL CAMINO

  • Una esperanza imposible

  • noviembre 22, 2020
  • Rev. Carlos Velazquez
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: 1 Corintios 15:19-20

  • En Cristo, Dios hizo lo que era mejor para nosotros. Jesús vino al mundo dispuesto a morir en la cruz, para poder ofrecer su vida de resurrección e ir delante de ti como «el resucitado», como la garantía de Dios de que, por fe en él, tendrás vida eterna. Pues porque él vive, tú también vivirás, ahora y siempre.

  • ¿Te has enterado de las buenas noticias? Según parece, la crisis de vivienda en los Estados Unidos ha terminado. Y, a pesar de toda la incredulidad, son muchas las personas que esperan que sea cierto. Sin embargo, y por más ganas que muchos tengan de soñar con tener o volver a tener su vivienda propia, hay algo que parece detenerles: la entrega o el enganche inicial. Comprar una vivienda es algo serio, por lo que los bancos exigen un mínimo del 20 por ciento del valor total como entrega o enganche inicial. Después de todo, la persona que va a comprar debe demostrar interés en su inversión, ¿no es cierto? Cuanto más alta sea esa entrega inicial, más seguridad hay de que pagará el préstamo. En otras palabras, con la entrega o enganche inicial una persona garantiza la seriedad del contrato, y esto le habilita a mudarse a la vivienda como si ya fuera suya.

    Cuando San Pablo dice que Jesús resucitó de entre los muertos como primicias de los que murieron, nos está recordando no sólo que Dios tiene interés en este juego de la vida, sino que también es fiel en todas las cosas. Hablar de las primicias es hablar de la cosecha, de la fidelidad de Dios en darnos todo lo que necesitamos a través de nuestra relación con él. El pueblo de Israel le devolvía al Señor la décima parte de los primeros frutos del campo. ¿Por qué? Por dos cosas: primero, porque así demostraba su dependencia de la bondad de Dios. Segundo, porque así celebraba la fidelidad eterna de Dios quien, por haber invertido desde el comienzo en la vida de la humanidad, había cumplido y cumpliría siempre sus promesas.

    Eso es lo que vemos en nuestro texto para hoy: porque Jesús ha resucitado, todos los que confían en él también van a resucitar a la vida eterna, así como él lo prometió. Porque lo que le sucede a este Jesús también puede sucederte a ti. Si él vive, tú también puedes vivir. ¿Por qué? Porque su resurrección es la garantía de las primicias de Dios, la entrega o enganche inicial. Un pago total y público del préstamo para tu vida eterna con él, para que todos lo vean en la resurrección de su Hijo por ti. La fe en este Jesús es fe en un contrato en el cual Dios nos da todo. ¡Es algo que Dios Padre establece, pone en práctica y ofrece, para que podamos vivir en su presencia para siempre! Eso fue lo que hizo cuando envió a su Hijo para vivir, morir y resucitar por ti y por mí. Su resurrección, entonces, significa que su vida también puede ser tuya y mía.

    El apóstol Pablo dice que esto no es una metáfora, ni una esperanza en contra de los pronósticos, sino una promesa de vida para todos. Leemos nuevamente el texto para hoy: «Si nuestra esperanza en Cristo fuera únicamente para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los hombres pero el hecho es que Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que murieron«.

    Pero tenemos problemas, ¿no? Incluso con tan buenas noticias. En primer lugar, muchos creen que esas cosas no pueden ser ciertas en el mundo moderno. Peor aún, aunque fuera verdad, a los seres humanos no nos gusta la esperanza eterna, especialmente cuando viene como regalo de Dios, en sus términos. Porque el pecado de Adán y Eva también es nuestro. La rebelión del Jardín del Edén vive en todo corazón humano. Debido al pecado que vive en nosotros somos cortos de vista, a veces incluso ciegos, a la causa de nuestra propia mortalidad. No nos gustan los dones puros de Dios porque creemos que podemos manejar las cosas por nosotros mismos.

    Pablo dice que la muerte vino por medio de un solo hombre pero que, así como Adán, todos mueren. Sin embargo, y a pesar de ello, desestimamos nuestra necesidad de vida, desestimamos el mensaje de esperanza de la resurrección que Dios nos da, y seguimos buscando esperanza sólo en nuestros propios términos. En otras palabras, tratamos de encontrar lo que yo llamo «una esperanza imposible». ¡La mayoría de nosotros busca el significado, propósito y poder de la vida en cualquier parte, menos en la cruz y la tumba vacía de Jesús! Aquéllos que hoy creen en algo parecido a la «resurrección», piensan que es una especie de poder mágico que poseen, o una obra que pueden hacer. Si no, no creen en absoluto.

    «Una esperanza imposible». Despertamos nuestras esperanzas. Hacemos grandes planes. Diseñamos ingeniosos proyectos. Pero nuestros proyectos no llegan a nada. Cuanto más lo necesitamos, más insuficiente es nuestro conocimiento. Nuestras esperanzas terminan hechas trizas.

    La tentación moderna es creer que la tecnología nos va a salvar. Primero fue la radio la que nos habría de acercar el conocimiento y unir nuestras comunidades, aún más allá de los océanos. Luego fue el teléfono, que nos dio la posibilidad de sentir como que «casi estábamos allí». Después fue la televisión la que pensamos que nos volvería sabios, sin importar nuestra edad. Y últimamente ha sido el Internet que nos ha dado acceso instantáneo al mundo. Sin embargo, los problemas que tenemos hoy son muchísimo peores que los de antes. En medio de todo esto, el amor, el perdón y las promesas de Cristo siguen siendo una constante invariable. Pero, las personas siguen sin buscarlo. Es que la búsqueda de una «esperanza imposible» sigue tentando y atrayendo a muchos.

    ¿Has escuchado hablar de la «Iniciativa X» de Google? Según parece, Google planea resolver los problemas radicales del mundo con soluciones radicales que empleen tecnología radical. Me parece bien si se trata de encontrar soluciones para problemas que puedan ser solucionados con tecnología. Pero si se trata de solucionar el tema del pecado y sus consecuencias, como las relaciones destruidas, la violencia, la pobreza, las adicciones, el sufrimiento, etc., es hora que dejemos de lado esa esperanza imposible, y reconozcamos que ya existe una solución radical. Es la solución que Dios mismo nos proveyó, al rebajarse al punto de hacerse hombre para salvar a la humanidad de sí misma, dando su vida por los pecados de cada uno de nosotros… y al construir un nuevo mundo con siervos que confían en la promesa de su resurrección a la vida eterna y sirven a otros como Dios, en Cristo, te sirve a ti y me sirve a mí. Esa, para mí, es una «Iniciativa X cristiana» mucho más radical aún.

    Así es como Dios actúa en el mundo. Así es como Dios intercepta los más profundos problemas y necesidades de la humanidad, y así es como los pecadores perdonados también interceptan para bien, en su nombre, la vida de quienes les rodean.

    Pablo dice que «si Cristo no resucitó, la fe de ustedes no tiene sentido, y ustedes todavía están en sus pecados». Pero nosotros no tenemos razón para vivir como quienes viven en busca de una esperanza imposible. No tenemos que vivir esperando que, a pesar de todo, la vida tenga un propósito eterno y valga la pena ser vivida.

    ¿Por qué? Porque Dios, hecho carne en la persona de Jesucristo, está obrando en el mundo por cada uno de nosotros. La muerte de Jesús pagó la deuda de justicia que la humanidad debía, y su resurrección nos da la garantía de Dios de la vida eterna junto a él. Porque Jesús vive, tú también vivirás… eternamente, para siempre. Porque él vive, tu vida tiene significado y propósito… porque el Resucitado es tu Señor y Salvador.

    En un día como hoy reconocemos que Dios, en Cristo, hizo lo mejor para nosotros. Jesús dijo: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia«. Hoy vemos el cumplimiento de esa promesa. Jesucristo se jugó la vida, por decirlo de alguna manera, para darte vida y salvación. Él estuvo dispuesto a morir en la cruz, para poder ofrecer su vida de resurrección y literalmente ir delante de ti como «el resucitado», como la garantía de Dios de que, por fe en él, tendrás vida eterna. Pues porque él vive, tú también vivirás, ahora y siempre.

    Cuando aprendemos esto, cuando nos damos cuenta que ya estamos viviendo en la eternidad que él logró para nosotros con su vida, muerte y resurrección, recién entonces y sólo entonces, esta vida temporal se convierte en la aventura de fe que debe ser.

    Cuando tenía 33 años de edad, al jugador profesional de golf Paul Azinger le diagnosticaron cáncer. Si bien ya había ganado diez torneos, y acababa de ganar un campeonato, de pronto nada de eso tenía importancia. La vida no sólo parecía temporal, sino incluso finita. En esos momentos, escribió: «Me sobrevino un sentimiento auténtico de miedo. Me di cuenta que podía morir de cáncer. Pero, entonces, otra realidad me golpeó aún más fuerte: en algún momento voy a morir de todas maneras, sea de cáncer o de cualquier otra cosa. La pregunta es cuándo. A partir de allí, todo lo que había logrado en el golf se volvió insignificante. Lo único que quería era vivir».

    Fue en esa época en que recordó lo que en algún momento había escuchado a alguien decir en un estudio bíblico. Fue lo siguiente: «No estamos yendo de la tierra de los vivos a la tierra de los muertos, sino que estamos en la tierra de los muertos, tratando de llegar a la tierra de los vivos».

    La resurrección pública de Jesús garantiza que vale la pena vivir la vida, ¡porque la vida que tenemos en él nunca se acaba! En Cristo, las promesas de Dios son seguras. El apóstol Pablo dice en 2 Corintios 1:20: «Porque todas las promesas de Dios en él son «Sí». Por eso, por medio de él también nosotros decimos «Amén», para la gloria de Dios».

    En un mundo que se mueve de forma rápida e inestable, necesitamos algo seguro en donde poder poner nuestras esperanzas. Debemos renunciar a poner nuestra confianza en la esperanza imposible, y confiar en cambio en lo que Dios mismo ha puesto en su lugar: ¡una esperanza segura que da vida en Cristo!

    La verdadera esperanza está basada en la cruz y la resurrección de Jesucristo. La resurrección de Jesús es la garantía de Dios Padre de que la vida abundante y eterna es tuya y mía por fe en este Jesús. ¡No la dejes pasar y no la pierdas! Al igual que el golfista Paul Azinger, hoy es el momento de darnos cuenta que vivimos en la gracia de Dios en Cristo y en el poder de su resurrección.

    La esperanza es alentadora porque le dice al corazón humano que vale la pena vivir el mañana. Todo el mundo necesita alguna garantía de que la vida tiene propósito hoy, mañana, e incluso en los días por venir. Pablo grita que la cruz y la resurrección son la garantía pública de Dios de que la vida y la salvación son seguras para todos los que creen en él. Él es la primicia, el ejemplo público, de lo que vendrá. Ni los sanguinarios líderes religiosos, ni la cruz, ni las muchedumbres, ni los soldados romanos pudieron detener a Dios. Ni siquiera Satanás mismo lo pudo detener. Jesucristo resucitó. Él está vivo, y ya está forjando un futuro para todo el que ponga su fe en él. Mira esa tumba vacía. ¡Esa es la garantía de Dios de que también vale la pena vivir esta vida!

    Dios Padre ofrece vida eterna pero también la encarna por ti en la resurrección de su Hijo. Su garantía de resurrección no es solo para el mañana, es también para vivir el hoy. Teniendo en cuenta el significado de la Pascua, ¡tú y yo podemos vivir todos los días sabiendo que nuestra vida está en manos de Cristo! Incluso, si eso significa que hoy empiezas de cero, igualmente tu futuro está seguro en él. Porque su resurrección es tu destino, su bendición es tu promesa. La fe de la Pascua se arrepiente de la esperanza imposible. La fe de Pascua puede comenzar una nueva vida hoy, y ¡la fe de la Pascua recibe con gozo las promesas del Señor!

    De eso se trata la fe en la resurrección: de descubrir tu valor en Cristo; de descubrir lo que debes ser en él, lo que puedes ser en él y por él, y para los demás. No puedes saber quién eres hasta que no conozcas al que te creó y te redimió. Él literalmente murió y resucitó para que tú pudieras saber cuán precioso eres para él. Y ya que él vive por ti y tú vives en él, vive con la esperanza de un mañana bendito y eterno.

    El 13 de agosto de 1961, la Alemania Oriental Comunista decidió construir un muro entre Berlín Occidental y Oriental. Al lado de ese muro vivía una dulce ancianita llamada Frau Schultz. Mientras iban levantando el muro, que lo construían con ladrillos y lo cubrían con alambre de púas, muchas personas aprovecharon a escapar saltándolo antes que fuera demasiado tarde, llevando consigo las pocas pertenencias que podían. Frau Schultz estaba nerviosa y preocupada. Su familia estaba al otro lado del muro. Ella tenía que escapar, ¡pero tenía mucho miedo de intentarlo!

    Un mes después, con el muro ya terminado, el gobierno la trasladó a un apartamento en un segundo piso, junto al muro. La trasladaron allí porque, siendo una anciana de 75 años, estaban seguros que no iba a tratar de escapar. Así que allí estaba ella: sola, sin esperanza, en un apartamento extraño, cuando la libertad, la vida y la esperanza eran todo para ella. Sin pensarlo, ¡agarró a su gato y salió por la ventana!

    La aparición de una anciana de 75 años en la cornisa captó la atención de los soldados de Alemania Occidental, quienes enviaron un escuadrón de bomberos con una red para amortiguar el salto de 6 metros. Los alemanes orientales también la vieron, por lo que fueron a su apartamento y derribaron la puerta, tratando de agarrarla en la ventana para hacerla retroceder. La anciana se encontraba entre la desesperanza de su pasado, y la esperanza de una vida nueva en su futuro, con personas tirándola para ambos lados. ¿Qué hacer? Primero lanzó su gato a la red, y luego se soltó del guardia de Alemania Oriental y saltó a la libertad. Con ese riesgoso salto, la vida de esperanza de una anciana de 75 años había empezado de nuevo.

    Hoy tú y yo estamos invitados a poner nuestra fe en Dios. Estamos invitados al gozo de la vida de resurrección, a arrepentirnos de nuestra confianza en la esperanza imposible de la fanfarronería de la humanidad, y a confiar en la esperanza de la resurrección de Cristo, no sólo a saltar, sino a caer en sus manos por fe, las manos del que vivió, murió y resucitó por nosotros.

    Yo no sé si la crisis de vivienda terminó, ni si los bancos van a bajar los intereses sobre los créditos y nos van a ayudar a recuperar nuestra tranquilidad económica. Ni siquiera estoy seguro que las actuales soluciones políticas vayan a ayudarnos. Pero sí sé que la vida no la encontramos en cuentas bancarias o en hipotecas, y que no fluctúa con la prosperidad ni con la adversidad. La vida se encuentra en Jesucristo y en su resurrección. Ese es el poder para vivir la vida, ahora y siempre. Fuimos creados para la eternidad, y fuimos redimidos para empezar a vivir hoy en alegre expectativa, sacando el mejor provecho de los días y anhelando vivirlos todos en Cristo.

    El fallecido Keith Green, un maravilloso autor cristiano, escribió una canción en inglés titulada «No puedo esperar para llegar al cielo», en la cual describe su expectativa de encontrarse con Jesús. La letra dice así: «Pensamientos del cielo parecen llenar mi mente, pero no puedo siquiera imaginar lo que voy a encontrar. No puedo esperar para llegar al cielo, donde tú borrarás todos mis temores. En seis días creaste todo, pero has trabajado en el cielo dos mil años. Bosques verdes, montañas que llegan casi al cielo, praderas y desiertos, tu creación llena mis ojos. Gracias, gracias Jesús, aunque esta belleza es sólo una muestra de toda tu gloria, la cual veré cuando pase por esas puertas celestiales». ¡Green ya conoce todo eso!

    Cristo ha resucitado, él ha resucitado, sin duda. ¡Aleluya! Y porque él vive, tú, también vivirás ahora y para siempre porque crees en él.

    Si podemos ayudarte a encontrar la esperanza verdadera, comunícate con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.