PARA EL CAMINO

  • El corredor de la vida

  • agosto 14, 2022
  • Rev. Dr. Hector Hoppe
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Lucas 12:49-53
    Lucas 12, Sermons: 6

  • A causa de su desobediencia, la raza humana se puso a Dios en contra y le declaró la guerra. Pero Dios no es nuestro enemigo, y porque nos ama envió a Jesús a dar su vida en la cruz, para que el pecado y la muerte ya no tengan más poder sobre nosotros.

  • Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

    ¿Has tenido alguna vez la ilusión de vivir en un mundo sin guerras? O tal vez todavía la tengas. En algún momento de mi vida yo tuve esa ilusión, hasta que después de mirar hacia atrás mi ilusión por un presente y un futuro sin guerras se esfumó. Es que era simplemente eso, una ilusión que no tenía ningún fundamento histórico. Tanto yo como muchos otros, incluido tú, estimado oyente, tenemos las ganas, la esperanza de un día llegar a vivir en paz. Sin embargo, no encontré ningún libro de historia que no escriba sobre las guerras. Desde tiempos remotos la sociedad humana ha sido afectada por el horror de las guerras monstruosas. Y cada vez los seres humanos nos hemos hecho más sofisticados en la fabricación de armamento para tener más y ser mejores que el otro.

    No estoy reflexionando sobre esto para desanimarnos, sino para comprender la realidad a la cual Jesús vino y de la cual nos quiere salvar. Es el mismo Jesús quien nos plantea una situación que muchas veces intentamos ignorar por el simple hecho de que es muy dolorosa. En el texto para hoy, Jesús comienza diciendo: «Yo he venido a lanzar fuego sobre la tierra.» Pienso que los discípulos se quedaron de una pieza. Ellos bien sabían lo que pasaba cuando Dios enviaba fuego sobre la tierra. La historia de la destrucción de Sodoma y Gomorra les era bien conocida. ¿Sería que Jesús iba a preparar una bomba casera, un coctel de gasolina en una botella para arrojársela a los enemigos? Pero ¿cuáles enemigos? ¿Tanta rabia tenía Jesús encima? ¿De quién se quería defender? ¿A quién quiere ver destruido como para decir: «¡Cómo quisiera que [la tierra] ya estuviera en llamas?»

    Jesús no tiene rabia ni quiere preparar bombas ni defenderse de nadie. Lo que Jesús está diciendo es que él traerá juicio al mundo. Jesús viene a hacer justicia, y la hará a la manera de Dios, no a la manera humana.

    Pero entonces nos preguntamos: ¿en qué anda el mundo? ¿Qué justicia necesita? Yo vivo en un país donde se practica la pena de muerte. Me da escalofríos cuando escucho que alguien ha sido condenado a la pena capital. Por lo general, los condenados esperan años antes de ser ejecutados. Entonces decimos que están en ‘el corredor de la muerte’. ¡Qué corredor tan espantoso! Las palabras de Jesús nos anuncian que el mundo está en el corredor de la muerte. A causa de su desobediencia, la raza humana se puso a Dios en contra y le declaró la guerra con bombas caseras, como si con eso pudiera destruirlo.

    ¡Qué contraste con la verdad divina! Dios no es nuestro enemigo. Al contrario: nosotros fuimos o somos los enemigos de él. San Pablo lo describe muy claramente en su Carta a los Romanos, capítulo 5 versículo 10, donde dice que nosotros «éramos enemigos de Dios». En otras palabras, todos estábamos en el corredor de la muerte. Fuimos declarados culpables de desobediencia al santísimo Creador y condenados a la muerte, y a la muerte eterna, porque la cadena perpetua se convierte en eterna. El corredor de la muerte de la humanidad terminará en la condenación final, en la separación perpetua de Dios.

    Pero gracias a Dios, hay otro corredor: el corredor de la vida que lleva a los salvados a la libertad eterna. Jesús nos explica esto en la lectura para hoy cuando dice: «Hay un bautismo que debo recibir, ¡y cómo me angustio esperando que se cumpla!» Jesús ya había sido bautizado por Juan el Bautista, así como muchos otros que pasaron por las aguas del Jordán. Pero aquí él se refiere a un bautismo que le duele, que le produce angustia, un bautismo en el que él derrama sangre. Es el bautismo de la cruz.

    El apóstol Pablo desarrolla su teología cristiana de la salvación en base a ese bautismo sangriento de Jesús y lo conecta con nuestro propio bautismo. En Romanos 6, versículos 3 y 4, el apóstol dice: «¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Porque por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que así como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.» Por la muerte de Jesús, en nuestro bautismo Dios nos sacó del corredor de la muerte y nos puso en el corredor de la vida.

    ¿Cómo fue esto posible? ¿Quién fue el abogado que logró que el juez nos conmutara la pena de muerte eterna y nos diera la vida eterna? Hebreos 7:25 nos dice que Jesús vive ahora para siempre para interceder por nosotros. Jesús lo hizo todo, absolutamente todo para que tú y yo, estimado oyente, disfrutemos de la libertad plena que produce el perdón de nuestros pecados. Y bueno, podemos pensar, Cristo pudo hacerlo porque él es Dios. Por un lado esto es cierto, ya que ningún otro podría haber cumplido la ley de Dios a la perfección como él lo hizo. Pero eso no quiere decir que su obra de salvación fuera sin dolor. Jesús tenía que recibir un bautismo: su crucifixión. Con sentidas palabras le confiesa a sus discípulos: «Hay un bautismo que debo recibir, ¡y cómo me angustio esperando que se cumpla!» En la noche en que Jesús fue entregado, mientras oraba en Getsemaní, les dice a algunos de sus discípulos: «Siento en el alma una tristeza de muerte» (Mateo 26:38). ¡Cuánto dolor! Pero esto no sucedió solo durante lo que hoy conocemos como la semana santa. Jesús estuvo en el corredor de la muerte desde su concepción. A lo largo de su ministerio varias veces les dijo a sus discípulos que era necesario que el fuera crucificado y que resucitaría al tercer día. Jesús preanunció su bautismo de sangre.

    Jesús sabía que había sido sentenciado mucho antes de escuchar las palabras de Pilato. Aun así, en ningún momento vemos en el Nuevo Testamento que Jesús se quejó de su misión. No cumplió a desgano y como quien no tiene más remedio la voluntad de su Padre. Al contrario, con buena disposición Jesús ocupó nuestro lugar en el corredor de la muerte y nos dio lugar en el camino de la vida. La angustia de Jesús anuncia el costo de nuestra justificación. Así es como Dios hace justicia.

    Mientras Jesús les explica esto a los discípulos, estos no vuelven de su sorpresa. Si esto hubiera ocurrido en nuestro tiempo, mientras acompañaban a Jesús los discípulos estarían haciendo de paso algunas bombas caseras. ¿Por qué? Porque había que prepararse para la liberación de Israel que ellos lograrían bajo el mando del Mesías. Pero ahora el Mesías les dice: «¿Creen ustedes que he venido a la tierra a traer paz? Pues les digo que no, sino más bien división.» Entonces a los discípulos se les mueve el piso. ¿Cómo es posible que el príncipe de paz traiga división? ¿Acaso los ángeles no les dijeron a los pastores que el Mesías que había nacido traería paz a la tierra? Ciertamente. Jesús es el príncipe de paz, pero no de la paz que se consigue con guerras y bombas caseras, sino de la paz profunda que viene de una íntima comunión con Dios y que sobrepasa todo entendimiento. Mediante el perdón de los pecados Jesús nos pone en paz con Dios y entonces dejamos de considerar a Dios nuestro enemigo para amarlo como Padre amoroso.

    Lamentablemente, hay muchos que no quieren recibir la paz de Dios. Prefieren vivir en su zona cómoda de pecado donde pueden hacer lo que quieren sin que nadie les esté diciendo lo que está mal o está bien. ¡Qué pena! El corredor de la vida está liberado para todo aquel que se arrepiente de sus pecados. El bautismo de sangre de Jesús está disponible para todas las criaturas.

    Estimado oyente, tengo la esperanza de que al leer o escuchar este mensaje te puedas afirmar en el corredor de la vida y animar a otros a acercarse a Jesús y a escuchar sus palabras de absolución. «No hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús» dice el apóstol Pablo en Romanos 8:1b.

    Jesús comienza este pasaje que estudiamos hoy con palabras incendiarias, y lo termina con palabras que anuncian división y aun quebranto en la familia. Los discípulos tienen que estar preparados para que, cuando después de la resurrección y ascensión de Jesús el evangelio comience a correr como fuego salvaje empujado por el viento del Espíritu Santo, ellos entiendan que no todos aceptarán la buena noticia del amor de Dios. Jesús no quiere que los discípulos ni nosotros nos hagamos falsas ilusiones de que todo el mundo será convertido. Algunas personas, incluso personas en nuestras propias familias, grupos de amigos o allegados, seguirán en el corredor de la muerte. Y no hay fuerza humana que los pueda sacar de allí. Eso es lo que causa división. Observa que no hay un tercer corredor para los indiferentes. Estamos los salvados, los que fuimos rociados por la sangre de Jesús y los que no.

    Definitivamente Jesús no nos ilusiona con falsas expectativas de un mundo de paz terrenal. Pero Jesús tampoco nos desilusiona. Lo que él hizo por nosotros no es una ficción. Es una realidad viviente. Las promesas de Jesús se cumplirán al pie de la letra, así como se cumplió a la perfección el bautismo de Jesús que le cambió la vida y la eternidad a toda la humanidad. Ese mundo de paz espiritual y eterna es el que podemos disfrutar desde ahora.

    Me atrevo a pensar, estimado oyente, que estás necesitado de la paz de Jesús. Yo lo estoy, constantemente, y me alivia saber dónde encontrarla cada vez que hay situaciones que me perturban e intentan declararme la guerra. La paz de Jesús se encuentra en su Palabra y en la Santa Cena. Lee su Palabra, escúchala, compártela. Acércate a la Santa Cena y comulga con otros para afirmarte en el camino de la fe que te mantiene en el corredor de la vida. Y si tienes inquietudes acerca de la justicia que Cristo trae, o si podemos ayudarte a encontrar una iglesia donde puedes escuchar la palabra de Cristo, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.