PARA EL CAMINO

  • El fin del mundo a la vuelta de la esquina

  • noviembre 27, 2022
  • Rev. Dr. Hector Hoppe
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Mateo 24:36-44
    Mateo 24, Sermons: 2

  • Jesús anuncia que habrá un día de juicio. Pero más que eso, a Jesús le interesa que nosotros, sus discípulos, no bajemos la guardia ni nos dejemos contagiar por la sociedad que no teme a Dios, sino que nos mantengamos firmes hasta el final.

  • Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

    Según la agencia europea de noticias BBC, «una de cada siete personas cree que el fin del mundo está cerca». Por su parte, la renombrada universidad de Harvard, de los Estados Unidos, basada en análisis científicos, dice que el fin del mundo ocurrirá como empezó: con una gran explosión. El sol sigue gastando energía y en algún momento entrarán en combustión los gases pesados que producirán una explosión enorme que nos reducirá a todos a cenizas. Aunque estos sean análisis científicos basados en estudios del cosmos, por ahora no son más que una teoría. Las cosas en este mundo andan tan mal, que algunos vaticinan que si seguimos descuidando nuestro planeta nos vamos a liquidar a nosotros mismos, y ni que hablar de la auto destrucción masiva que impone un anuncio de bombardeos nucleares.

    Por otro lado, los historiadores afirman que prácticamente todas las tribus de todos los tiempos tuvieron y tienen una idea de que el fin del mundo ocurrirá. Y la gran mayoría de las personas, al menos en nuestras culturas conocidas, cree en algo después de la muerte. Así, nuestra conciencia humana parece transmitir eso de que esta vida terrenal no lo es todo. Hay esa cosa en nosotros que nos llama a aferrarnos a la vida. Después de todo, ¿quién quiere morir? ¿Y si llega el fin del mundo antes de que me muera? Todo es posible. La cuestión es que la noción de que hay un fin del mundo es palpable en nuestra cultura, y a algunos les gusta especular y otros prefieren no pensar en eso. Como cristianos, ¿qué hacemos?, ¿dónde estamos con este tema?

    Observemos a Jesús y su anuncio del fin del mundo. Ese fin no está conectado con la explosión del sol ni la decadencia de nuestro planeta, sino con su regreso. Esto es lo que fascina de Jesús: aun cuando todavía no había completado su obra de salvación a través de su muerte y resurrección ni había ascendido a los cielos de regreso a su Padre, ya anuncia su segunda venida. Recordamos que su primera venida fue humilde, muy simple. Dios en Cristo llegó al mundo como un bebé, naciendo en un pueblito pequeño en una época casi primitiva y viviendo una vida sencilla enseñando, curando enfermos y llamando al arrepentimiento y a la conversión. Ya hacia el final de su ministerio terrenal, Jesús se sometió a la justicia injusta de los líderes religiosos hebreos y de los romanos y se dejó matar, pero resucitó al tercer día listo para comenzar para nosotros la aventura eterna, el nuevo mundo, los lugares celestiales que está preparando desde su ascensión en la casa del Padre Dios para todos sus hijos redimidos.

    Cuando faltaban pocas semanas para que Jesús dejara esta tierra, en un acto de misericordia les habla a sus discípulos para advertirles que los últimos tiempos serán terribles para la vida humana, ya que habrá muchas tentaciones para dejar de lado la fe, para bajar los brazos y olvidarnos de un Dios que parece habernos olvidado. Pero como Dios no olvida a los suyos, Él vendrá nuevamente, ya no en humildad ni para someterse a la pecaminosa justicia humana, sino a traer la justicia divina que en toda su gloria y poder llamará a los escogidos a ser parte de la nueva creación y condenará para siempre a los que hayan despreciado su gracia.

    Al hablar acerca de su segunda venida Jesús usó el ejemplo de Noé, del Antiguo Testamento. En el tiempo en que vivió Noé, la maldad sobre la tierra se había adueñado de todo y de todos. Cada uno hacía las cosas que rutinariamente su sociedad hacía: se casaba, formaba familia, comía y bebía. Todas estas cosas eran en sí buenas. Pero al no considerar a Dios, al descartarlo de sus vidas, al ser indiferentes a la soberanía divina, recibieron como castigo la muerte. Pero mientras hay vida, la gracia de Dios busca una oportunidad de salvar al pecador. Dios llamó a Noé, un hombre recto, y a su familia, para que construyera un arca en el medio de las piedras y las montañas donde no había ríos ni mares cerca. Durante ciento veinte años Noé hizo obedientemente lo que Dios le había pedido. Así demostró su fe ante sus contemporáneos. Los preparativos de Noé fueron una predicación de advertencia a las personas que vivían como si Dios no existiera y como si no tuvieran que rendir cuentas a nadie de la calamitosa maldad en la que vivían. Llegado el momento, vino el juicio. En las palabras de Jesús, los contemporáneos de Noé «no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos», menos a Noé y su familia.

    Así va a ser el fin del mundo. Jesús regresará en gloria, soberanamente, para juzgar a los vivos y a los muertos. Y nosotros estaremos trabajando o jugando o durmiendo o casándonos o comiendo. Quienes tenemos en cuenta a Dios y vivimos fieles a su llamado, seremos puestos en el arca de la salvación y transportados a las seguras moradas eternas. Los que rechazaron el llamado al arrepentimiento y siguieron en su pecado, serán separados y llevados al lugar de la condenación eterna. Así, en forma muy simple, Jesús anuncia que habrá un día de juicio. Pero más que eso, a Jesús le interesa que sus discípulos, nosotros hoy, no bajemos la guardia, que no nos dejemos contagiar por la moda de la sociedad que no teme a Dios, que busca su propia felicidad pasajera, narcisista, que, por no ver la soberanía divina, no considera su pecado ni la ira de Dios. Nuestra sociedad apartada de la fe cristiana simplemente vive como puede, pero no va a ninguna parte, excepto al mismo lugar donde fueron aquellos que en los tiempos de Noé «no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos».

    Y nosotros, ¿entendemos? ¿Vemos y comprendemos las señales de la gracia de Dios, su llamado al arrepentimiento? ¿Seguimos recordando que somos pecadores? ¿O usamos la excusa de vivir como podemos total, si todo el mundo lo hace, por qué nosotros no? En este discurso, Jesús nos llama a tomar muy en serio este tiempo que tenemos entre hoy y nuestra muerte, o entre hoy y el fin del mundo. Este es un tiempo de gracia, es un tiempo en que la advertencia de Dios todavía está vigente. Una vez que morimos o una vez que Jesús regrese, el tiempo de la gracia termina y comienza el tiempo del juicio.

    El énfasis de Jesús es en lo espontáneo de este último acontecimiento. Será sorpresa para todos. Por estas palabras de Jesús no podemos dejar para mañana lo que tenemos que hacer hoy. El fin del mundo está a la vuelta de la esquina. No sabemos de qué esquina ni en qué momento del día. Pero llegará.

    Es curioso que muchos han pronosticado el día del fin del mundo. ¡Qué soberbia! Jesús dice que ni los ángeles del cielo saben cuándo será esto y que ni él mismo lo sabe. Corresponde recordar las palabras de Jesús antes de su ascensión, cuando los discípulos le preguntaron cuándo iba a devolverle el reino a Israel. Las palabras de Jesús registradas en Hechos 1:7, fueron similares a las de nuestro texto. «No les toca a ustedes saber el tiempo ni el momento, que son del dominio del Padre». El cuándo y el cómo corresponden a la esfera divina. El estar preparados para ese momento corresponde a nuestra esfera. Escuchemos las advertencias, reconozcamos nuestro pecado, oremos en el Espíritu Santo, escuchemos su Palabra, alimentémonos en su Santa Cena, hagamos bien a todos. Así permaneceremos fieles a su llamado y seremos llevados con él a la eternidad en su nueva creación.

    ¿Quién espera a un ladrón? Es nuestra experiencia que los ladrones cometen sus fechorías al momento del descuido de sus víctimas. ¡Siempre nos toman por sorpresa! Aunque Jesús no es ladrón, sino Salvador y Señor, el ejemplo es válido. Él volverá repentinamente, cuando menos lo esperamos.

    ¿Por qué suena tan fuerte esta advertencia de Jesús? ¿Por qué prácticamente nos implora que nos mantengamos firmes en la fe? Porque una vez que él regrese, se habrá terminado el tiempo de gracia. El diluvio de la justicia divina caerá con todas sus fuerzas sobre todos los que no permanecieron fieles. No hay vuelta atrás, no hay más oportunidades de recibir el perdón de los pecados. Jesús se toma esto muy en serio porque para lograr nuestro perdón el cargó nuestros pecados en la cruz y quiere que todas las personas tengan acceso a su gracia. Fue muy caro el precio que él pagó, ¡su propia vida! Cuánto amor nos muestra Dios a través de esta advertencia. Cuán grande es su anhelo de que permanezcamos firmes en la fe.

    Hay dos exhortaciones del apóstol Pablo que sirven para animarnos mientras esperamos el regreso del Señor. A los hermanos de la congregación de Corinto les escribe: «Nosotros, como colaboradores de Dios, les rogamos a ustedes que no reciban su gracia en vano. Porque él dice: ‘En el momento oportuno te escuché; en el día de salvación te ayudé.’ Y éste es el momento oportuno; éste es el día de salvación» (2 Corintios 6:1-2).

    Luego le escribe a Tito, que era pastor de una congregación cristiana, diciéndole: «Ésta es palabra fiel, y en esto quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en las buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.» No nos distraigamos entonces de las advertencias de Dios y no desoigamos el llamado al arrepentimiento, a la fe, y a las buenas obras ante el inminente regreso en gloria del Señor Jesucristo.

    Te animo, estimado oyente, a congregarte con regularidad, a participar de la Santa Comunión y a practicar todas las buenas obras que Dios te preparó de antemano. Y, si de alguna manera podemos orar por ti o ayudarte a encontrar una iglesia donde puedas escuchar su Palabra, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.