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PARA EL CAMINO
TEXTO: 1 Corintios 1:1-9
1 Corintios 1, Sermons: 9
Nuestra salvación eterna no depende de lo bien que vivimos en la gracia de Dios. Nuestra salvación depende totalmente del perdón que Jesús logró para nosotros cuando murió en una cruz y resucitó victorioso de la muerte. Es solo porque Dios ha hecho y sigue haciendo todo, que el día en que Jesús regrese en gloria a juzgar a los vivos y a los muertos, seremos encontrados irreprensibles.
Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
Tal vez has escuchado, estimado oyente, la historia del Patriarca Job del Antiguo Testamento. El libro de Job relata lo que le sucedió a este hombre en un momento de la vida en que lo tenía todo. Era estimado entre los vecinos, tenía una familia numerosa y trabajadora y poseía muchos bienes, tanto en campos como en ganado. Pero un día lo perdió todo, o casi todo. Las malas noticias no dejaban de llegar a su casa. Perdió sus hijos, todos sus animales e incluso su salud. Tantas fueron las desgracias, que hasta su esposa se le puso en contra. Nadie sabía bien qué hacer en esa situación, ni siquiera sus amigos más cercanos.
Es que ¿acaso alguien sabe qué hacer o qué decir ante las desgracias, en tiempos tan difíciles? Los amigos de Job lo escuchaban lamentarse pero nunca quejarse de Dios, y eso para ellos era cosa de otro mundo. Uno de sus amigos se atrevió a decirle: «Según tú, Dios no se enoja ni castiga, ni se fija en la conducta del hombre; pero eso que dices, Job, no tiene sentido; hablas mucho pero no sabes lo que dices» (Job 35:5-6).
¿Has escuchado alguna vez la frase: «Hablas mucho pero no sabes lo que dices»? Yo la he escuchado más de una vez, hasta creo haberla usado algunas veces, o al menos la he pensado al escuchar a algún charlatán que se llena la boca con un discurso que quiere convencer a la gente que lo que dice es algo profundo y que vale la pena, cuando en realidad no lo es. Hay muchas personas a las que les gusta hablar por hablar. A otros tal vez les guste tener una buena conversación, pero algunas supuestas buenas conversaciones no tienen sustancia.
La ciudad de Corinto, ubicada como un puerto estratégico en Grecia, tenía unos noventa mil habitantes cuando el apóstol Pablo llegó durante uno de sus viajes misioneros para compartir las buenas noticias de Jesucristo. Los habitantes de esa ciudad, entre muchas otras cosas, tenían la virtud de hablar por hablar. Filosofar para ellos era el pan de cada día y el entretenimiento de cada hora. Herederos del pensamiento de los grandes filósofos griegos de la antigüedad, sentían un orgullo vanidoso del conocimiento que habían adquirido en sus escuelas y desafiaban a cualquiera a competir con ellos.
A ese ambiente llegó entonces el apóstol Pablo y compartió con ellos la sabiduría que viene de lo alto, esa sabiduría simple pero profunda que solamente puede ser revelada por Dios mismo, la sabiduría que dice que todos los hombres vivimos separados de Dios y que, por más que sepamos filosofar, no hay uno solo que sea bueno y pueda entrar por sí mismo a la gloria eterna de Dios.
La sabiduría del evangelio es simple y activa. Esto lo testifica el movimiento de Dios que envió a su único Hijo para tomar sobre sí mismo nuestro castigo y cumplir así la ley que nosotros no podemos cumplir, declarándonos a nosotros, los pecadores, libres de culpa. Esa es la buena noticia: que por la obra misericordiosa de Jesucristo, Dios nos perdona nuestros pecados, nos da el don de la fe y nos cambia la vida para siempre. Jesús nos dio lo que ninguna palabrería ni filosofía humana puede darnos, por más convincente que parezca.
Resultó ser que, después de un tiempo no muy largo, los cristianos de Corinto comenzaron a disputarse los lugares de honor en la iglesia, ¡como si hubiera lugares de honor entre el pueblo de Dios! Se peleaban por quién tenía más dones y cuánto más podían hacer que otros, decían cosas sin sentido y hasta hacían cosas que no correspondían al evangelio de Jesucristo. El apóstol Pablo les escribe pues, una carta dura, y luego otra, para llamarlos a reenfocarse en la única sabiduría que puede darles perdón, paz, y esperanza.
Lo primero que hace Pablo es presentarse como apóstol de Jesucristo, dejando en claro que él no había elegido ser quien era sino que, si era misionero, era por obra de Dios. Dios mismo fue quien le reveló la sabiduría que viene de lo alto, la única verdad que cambia la vida de las personas. Dios mismo fue quien lo envió a Corinto y a todos los otros lugares donde plantó iglesias. Y Dios mismo fue quien le dio a los corintios la fe y los dones para el trabajo en el reino de Dios.
Observa, estimado oyente, que en estos primeros nueve versículos de la carta Pablo menciona a Jesucristo nueve veces, porque es Jesucristo quien conjuga aquí los verbos. Pablo no hace mención de ninguna obra de los corintios de las que ellos puedan sentirse orgullosos. Todo lo que son y que serán se lo deben enteramente a Jesucristo. Fue él el que los santificó cuando los corintios escucharon el mensaje del perdón y fueron bautizados. Así fueron hechos hijos del Altísimo y apartados para la obra del reino de Dios. Los corintios fueron llamados a ser santos, a apartarse de los caminos corrompidos de este mundo para consagrarse a vivir en el nuevo camino, que es Cristo. Y los corintios no fueron ni son los únicos santificados por Jesucristo. En el versículo 2, Pablo dice: «saludamos a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre del Señor Jesucristo, Señor suyo y nuestro». El apóstol Pablo te saluda también a ti, querido amigo. Con estas palabras nos saluda y nos trae el mensaje de Jesucristo a nosotros, quienes estamos en otros tiempos y en otras partes del mundo invocando el nombre de Dios.
Pablo no tenía muchos motivos para alagar a los corintios, tal vez ninguno. Por eso es que pone énfasis en lo que Dios hace por ellos. Eso le permite darle gracias a Dios por ellos. Que la congregación no esté funcionando como Dios espera no es motivo para no agradecerle por ella, ni para olvidar todo lo que Dios hizo por ella. Dios les dio lo más querido de sí mismo: les dio su gracia en Cristo. En Cristo fueron enriquecidos en todas las cosas, ¡sin excepciones! «tanto en palabra como en conocimiento». Esto es importante aquí. Los miembros de la iglesia ahora no necesitan ni deben hablar por hablar, no tienen necesidad de hablar sabiduría humana. Más adelante, en la misma carta, Pablo les dice: «A uno el Espíritu le da palabra de sabiduría [o de conocimiento]; a otro el mismo espíritu le da palabra de ciencia» (1 Corintios 12:8). Lo que sea que los cristianos tenían que hablar, les era dado por Dios, y era bueno en gran manera, para la edificación del cuerpo de Cristo.
Pablo puede ver, y les muestra esto a sus oyentes, que se confirmó en ellos que el evangelio, la obra de Jesús, es verdadero, porque a través de su mensaje Dios los convirtió y les dio la fe.
Dios vino a los corintios cuando ellos estaban navegando en la nebulosa de su sabiduría, en su filosofía histórica de la cual se sentían tan orgullosos. Y Dios sigue viniendo hoy a los que estamos viviendo en una sociedad que no sabe lo que es la verdad, que dice muchas cosas sin sentido y que habla por hablar, porque no conduce a ninguna parte buena. También nosotros estamos navegando en una nebulosa que atropella nuestros derechos y quiere despojarnos de la verdad del evangelio. Pero no estamos solos. Nos acompañan los santificados de la iglesia de Corinto, los llamados por Jesucristo de todas partes del mundo y de cualquier época histórica. Todos ellos son testimonio fehaciente de que el evangelio de Jesucristo es la verdad. No estamos solos porque Dios no nos abandona, a pesar de que no hemos vivido como él pretende que hagamos. No voy a hacer aquí una lista de nuestra mala conducta y de todos los pecados que, queriendo y sin querer, cometemos todos los días. No hace fata. La misma palabra que se dirige a los corintios está dirigida también a nosotros.
Veamos, por lo tanto, que Dios vino en Cristo y nos bautizó para limpiarnos del pecado y para darnos su Espíritu Santo, y sigue viniendo para darnos todos los dones que hacen falta para que llevemos una vida apartada de la corriente mundana. Estimado amigo, no importa en qué situación te encuentres, la gracia de Dios sigue viniendo. Dios sigue conjugando los verbos. Él es quien te ama, él es quien te llama al arrepentimiento, quien te perdona por la obra de Cristo y quien te confirma en la fe mediante su Palabra. Es también mediante la Santa Cena que permanecemos en comunión con Jesucristo y con todos los cristianos de todas partes y de todos los tiempos. Fíjate que no estamos solos, y a todo ese pueblo enorme, Dios sigue dándole dones, de acuerdo a su gracia, lo que cada uno puede manejar mejor para la expansión de su reino.
Los corintios habían recibido todos los dones necesarios para ser una iglesia obediente a la voluntad de Dios, ¡pero muchos no sabían usarlos! A lo largo de esta carta, Pablo les mostrará cómo hacer uso de esos dones.
También nosotros fallamos en la forma en que usamos los dones de gracia, pero para eso están estas palabras de Pablo: Jesucristo nos confirmará hasta el fin, a pesar de nuestras faltas, porque nuestra salvación eterna no depende de nosotros, de lo bien que usamos los dones o de lo bien que vivimos en la gracia de Dios. Nuestra salvación depende totalmente del perdón que Jesús logró para nosotros cuando murió en una cruz y resucitó victorioso de la muerte. Es solo porque Dios ha hecho y sigue haciendo todo, que el día en que Jesús regrese en gloria a juzgar a los vivos y a los muertos, seremos encontrados irreprensibles. ¿Te das cuenta? No habrá ningún reproche de parte de Dios para todos los que recibimos el don de la fe y permanecemos en comunión con el Señor Jesucristo. Este es también un motivo por el cual Pablo da gracias a Dios.
Estimado oyente, Dios sigue estando activo hoy y obrando por y para nosotros. Esa es la verdad divina que nadie nos podrá quitar. Confía en la palabra de Dios, celebra la comunión con el Señor Jesucristo. Él te confirmará para vida eterna. Y si desde aquí podemos servirte de alguna otra forma, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.