PARA EL CAMINO

  • El mensaje cristiano: ¿fábula o historia eterna?

  • febrero 19, 2023
  • Rev. Dr. Hector Hoppe
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: 2 Pedro 1:16-21
    2 Pedro 1, Sermons: 2

  • La gloria de Dios se manifestó en que su propio Hijo amado cumplió la condena de la ley por ti y por mí. La gloria del rey Jesús se ve en la cruz, que fue el campo de batalla donde él triunfó sobre el pecado, el diablo y la muerte. Esto no es una fábula, sino ¡algo fabuloso!

  • Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

    ¿Sabías que mucho tiempo antes del nacimiento de Cristo los antiguos griegos leían libros de cuentos? Y no solo historias para niños sino también para adultos, ¡especialmente para adultos! Esopo, el más conocido autor de los cuentos llamados fábulas, vivió seis siglos antes de Cristo. Esopo escribió muchas fábulas, historias generalmente cortas que contenían una moraleja o enseñanza para la vida. Cuando yo estaba en la escuela primaria aprendimos algunas de ellas, y todavía recuerdo la de «la zorra y las uvas». Dice así: «Una zorra hambrienta, como viera unos racimos colgar de una parra, quiso apoderarse de ellos y no pudo. Marchándose, dijo para sí: ‘Están verdes’.» Y a continuación el autor nos deja también la enseñanza o moraleja de esta fábula: «Así», dice Esopo, «algunos hombres inhábiles por su incapacidad para lograr lo que quieren, echan la culpa a las circunstancias.»

    Tan orgullosos y acostumbrados estaban los griegos a sus fábulas que los primeros cristianos en las regiones de Grecia, ansiosos de que Cristo regresara, acusaron a Pedro de que el regreso de Cristo en gloria a juzgar a los vivos y a los muertos era una fábula que los apóstoles habían inventado. En el capítulo 3 de esta carta, el apóstol les enseña que «El Señor no se tarda para cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que nos tiene paciencia y no quiere que ninguno se pierda, sino que todos se vuelvan a él» (1 Pedro 3:9). Que Jesús no vuelva cuando a nosotros nos parece que tiene que hacerlo, no quiere decir que esta promesa divina sea una fábula. En el mensaje cristiano no hay ni un vestigio de fábulas con moralejas. El Evangelio no es un cuento para ayudar a las personas a ser mejores sino que es una historia real, con un principio y un fin, donde el protagonista es Dios mismo, creador del mundo y de todo lo que somos y vemos, y los beneficiarios de la obra de Dios somos sus criaturas, los seres humanos.

    El regreso de Cristo en gloria a juzgar a los vivos y a los muertos puede asustar a las personas que no conocen el amor perdonador de Dios. Muchos eligen no creer que hay algo más allá de la muerte. Es algo así como vivir en negación. «Si no lo vemos no lo creemos», dicen. Pedro, entonces, pasa a fundamentar su mensaje de la segunda venida de Jesús en la experiencia que él mismo, junto con Santiago y Juan, experimentaron la noche en que, estando en la cima de un monte, Jesús se transfiguró delante de ellos. Aunque asustados, estos tres discípulos registraron en sus retinas, en sus mentes y en sus corazones, cómo el rostro de Jesús resplandeció como el sol y sus vestidos se hicieron blancos como la luz, según leemos en Mateo 17:2. Me supongo que quedaron encandilados por tanta luz. Luego escucharon las mismas palabras que el Padre en los cielos dijo después del Bautismo de Jesús: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.»

    De esta experiencia les habla Pedro a los cristianos a quienes les dirige esta carta. Pedro, Santiago, y Juan fueron testigos oculares y vivientes de cuando Dios anunció que su Hijo es el rey escatológico, el rey de los últimos tiempos. La transfiguración de Jesús, que, según Pedro ocurrió en el «monte santo», es la profecía de que Jesús volverá a juzgar al mundo. Esta segunda venida de Jesús no será como la primera, en humildad suprema y en sencillez absoluta, casi imperceptible para el mundo, sino que será «con todo su poder», como dice el versículo 16 de nuestro texto. En el capítulo 1 del libro de Apocalipsis, el apóstol Juan afirma estas palabras de Pedro diciendo: «¡Miren! ¡Ya viene en las nubes! Y todos lo verán, aun los que lo traspasaron; y todas las naciones de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.» (v 7). O sea, sí señor, ciertamente Jesucristo vendrá en gloria y poder.

    El regreso de Jesús en gloria y poder no es ninguna fábula, no es una historia inventada para asustarnos un poco y movilizarnos a comportarnos bien en esta vida, no vaya a ser que si hay algo en el más allá recibamos algún castigo. La enseñanza del regreso triunfal de Cristo rey fue anunciada en forma vivencial en la experiencia de la transfiguración. De ello tenemos tres testigos fieles que dieron su vida por esa verdad. Y como si eso fuera poco testimonio, en el versículo 19 de nuestro texto el apóstol Pedro nos apunta a «la muy confiable palabra profética». Estimados oyentes y lectores, los animo a que lean el Salmo 2 como un texto ejemplar de cómo Dios predijo —aun antes de que Esopo escribiera sus fábulas— el ungimiento de su Hijo Jesús como rey glorioso sobre el universo. Y cuando este universo llegue a su fin, estará el otro universo, el eterno, en el cual Jesús, nuestro mismísimo rey, está preparándonos un lugar. El Salmo 2 termina con estas palabras: «Bienaventurados son los que en él confían.»

    La Palabra de Dios, tanto las historias y profecías del Antiguo Testamento como las historias y los mensajes del Nuevo Testamento son testigos del amor de Dios por la raza humana. El apóstol nos anima a confiar en ellas porque son la antorcha que alumbra en la oscuridad. Es la Palabra de Dios la que nos guía en este mundo de penumbras, males, sufrimientos, desencantos y torturas, mientras esperamos hasta que el sol de Dios, Cristo, traiga el nuevo día eterno.

    Vivimos, como ya sabes, en una sociedad que en su mayor parte está sumida en oscuridad. Muchas cosas malas ocurren a nuestro alrededor que primero nos escandalizan, luego nos entristecen y quizás hasta nos producen miedo. El diablo y sus ángeles demoníacos no dejan de empujarnos hacia nuestra autodestrucción. Los que aún no han visto la luz del mundo, el Señor Jesucristo, los que aún no han sido iluminados por el Espíritu Santo ni han recibido el don de la fe, solo pueden confiar en su propio discernimiento y conocimiento. Las fábulas les ayudan a mejorar su conducta y tal vez les muestran un camino a seguir que puede producirles algo de satisfacción personal. Pero, al final, la negación, los miedos y las ansiedades prevalecen.

    Me animo a pensar que si estás leyendo o escuchando este mensaje es porque el Espíritu Santo te ha traído a la Palabra de Dios para bendecirte con este mensaje de esperanza que nos trae el apóstol Pedro. Hoy es el tiempo justo en que tenemos que prestar atención a la palabra profética. Por medio de su Palabra Dios nos llama a darnos cuenta de cuán terrible es nuestra situación en este mundo. Más aún, cuán terrible es nuestra situación delante de Dios. La «muy confiable palabra profética» nos muestra nuestro pecado, nuestra naturaleza torcida, enferma, mortal. Dios no encubre nuestra situación, pero tampoco encubre su gloria resplandeciente, como la mostró un poquitito en la transfiguración de Jesús. Dios no vive en negación. Dios no piensa: «El hombre, mi propia criatura a la que yo creé con mis propias manos me ha despreciado y me sigue despreciando, y bueno, qué le vamos a hacer, dejaré que él encuentre un camino mejor para la vida; tal vez si se esfuerza, puede. Tal vez le voy a enviar algunas fábulas para que intente mejorar su situación humana.» Dios sabe mucho mejor que eso y ama mucho más a sus criaturas de lo que nosotros nos imaginamos. Es por eso que Dios tomó acción y envió a su propio Hijo amado —anunciado tan claramente en el Salmo 2— quien se hizo hombre, naciendo y viviendo en humildad suprema en medio de un mundo hostil que terminó matándolo, ejerciendo su injusta justicia. El Hijo de Dios, apuntado como rey temporal y eterno, fue llevado a la cruz, clavado, traspasado y rodeado de burlones que agregaban a su sufrimiento.

    En forma extraña para nosotros Dios estaba mostrando que su gloria en la muerte de Jesús en la cruz fue por nosotros, los pecadores. La muerte de Jesús en la cruz fue su entrega para saldar el precio que la ley de Dios demanda, de que todo aquel que comete pecado debe morir, temporal y eternamente. La gloria de Dios se manifestó en que su propio Hijo amado cumplió esa condena de la ley por ti y por mí. La gloria del rey Jesús se ve en la cruz, que fue el campo de batalla donde él triunfó sobre el pecado, el diablo y la muerte. Esto no es una fábula, sino ¡algo fabuloso!

    Para la gloria de Dios, el Espíritu Santo es enviado a venir a nosotros y regalarnos la fe. Ese don maravilloso de Dios, que recibimos al escuchar su Palabra y al participar de la Santa Comunión, es el lucero de la mañana, Cristo mismo, quien está en nosotros, quien nos anuncia el amanecer de un nuevo día, quien pronto vendrá pero ya no en humildad, sino en poder y gloria para reinar con nosotros para siempre. La gloria plena de Dios se mostrará en el día final, cuando él produzca nuestra resurrección y Jesús, como rey supremo, dictará sentencia sobre los que lo rechazaron y prefirieron seguir en sus pecados y pronunciará la absolución final sobre los que confiamos en él.

    De eso se trata este pasaje de Pedro: de que tengamos en cuenta el regreso en poder y gloria de Jesucristo. No hay fábula humana que pueda superar esta historia de amor de Dios por nosotros. Confía, estimado oyente, en que Cristo murió por tus pecados y resucitó para ser tu rey. Dios te buscará, a ti y a mí junto con todos los creyentes de todos los tiempos para juzgarnos según lo que él ha hecho y no según nuestros logros humanos. Porque lo que Dios ha hecho por medio de Jesús es perfecto y tiene consecuencias eternas.

    Te animo como nos anima el apóstol Pedro en el versículo 19, en el cual nos llama a descansar en Dios: «Contamos con la muy confiable palabra profética, a la cual ustedes hacen bien en atender, que es como una antorcha que alumbra en la oscuridad.»

    Alumbrados por la Palabra de Dios y el Espíritu Santo, caminamos por esta vida guiados por Dios hacia la gloria eterna. Y mientras lo hacemos, llamamos a otros a que vean al Jesús transfigurado y a que escuchen la Palabra del Padre: «Este es mi Hijo amado.» Dios va con nosotros y bendice nuestro caminar.

    Es mi plegaria que Dios fortalezca tu fe y te anime al testimonio. Y si podemos servirte de alguna otra forma, o si podemos ayudarte a encontrar una congregación cristiana en tu área, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.