PARA EL CAMINO

  • Hay un solo Dios, y no soy yo

  • octubre 22, 2023
  • Rev. Dr. Hector Hoppe
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Isaías 45:1-7
    Isaías 45, Sermons: 1

  • Solo Dios tiene el control de las situaciones, cualesquiera sean ellas; pero a veces, y a veces hasta a menudo, creemos que somos nosotros quienes tenemos el control de las situaciones y de los demás. ¡Nos encanta controlar! Pero en realidad, solo tenemos la ilusión del control, porque tenemos que reconocer que «Hay un solo un Dios, y ese no somos nosotros».

  • Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

    El rey persa Ciro ocupa un lugar destacado en la historia universal. Piensa en los cientos de grandes personajes en la historia del mundo que de alguna manera decidieron el rumbo que tomaron los acontecimientos y que nos condujeron hasta el día de hoy. De esos muchos cientos de reyes y emperadores, solo algunos entraron en la historia que se estudia en las escuelas. Solo algunos fueron llamados «grandes» y solo algunos fueron utilizados por Dios sin que ellos lo supieran para llevar adelante los planes de la salvación de la humanidad.

    Ciro el Grande fue un astuto gobernante quien, con ayuda de un traidor, conquistó grandes imperios en la antigüedad y los unió en el Imperio Medo-Persa. Bajo su dirección cayó la gran Babilonia, que unos cien años antes había llevado cautiva a su reino a la nobleza israelita y a una parte del pueblo de Dios para que sirvieran como sus súbditos. Al tiempo del cautiverio de los reinos de Israel y de Judá, Dios levanta un profeta quien, con extraordinaria precisión, anuncia que Dios escogerá y ungirá a un rey pagano que será el pastor que traerá de regreso a su pueblo a la Tierra Prometida. Esto es lo que estudiamos hoy: un paso cósmico más de Dios hacia la liberación de toda la humanidad del imperio del pecado.

    Las cosas que nos sorprenden en este pasaje de Isaías es que Dios elige un rey pagano para dar el paso gigante de restablecer la identidad de su pueblo en su propia tierra. ¡Qué se imaginaría Ciro de estas cosas de Dios! Pero un día Ciro vio lo que sus súbditos le mostraron del libro de Isaías, ¡que había sido escrito unos cien años antes! Su nombre estaba allí, y el mismo Dios de los hebreos le estaba hablando a él. Entonces Ciro se reconoció el escogido y ungido de Dios, se portó como un caballero con los Israelitas y firmó un decreto que los dejaba en libertad. Y no solo eso, sino que también los ayudó para que hicieran un buen viaje de regreso y costeó con los dineros de su corte la reconstrucción de Jerusalén y de su templo, y hasta vio cumplido lo que Dios le había dejado por escrito un siglo antes, cuando dijo: «Te entregaré tesoros escondidos y te daré a conocer recónditos secretos, para que sepas que yo soy el Señor, el Dios de Israel.» ¿A qué se refería Dios? A los vasos sagrados que los babilonios habían robado del templo de Jerusalén, los cuales Ciro encontró y devolvió a los israelitas.

    La profecía de Isaías fue escrita con precisión y su cumplimiento, un año más tarde, fue ejecutado con la misma precisión bajo la cuidadosa mirada del Dios de Israel. ¿Por qué hizo Dios todo eso de esa manera? El versículo 4 nos da la respuesta: «por amor a Jacob, por amor a Israel». Dios lo hizo por amor y para cumplir la promesa que le había hecho a los patriarcas. Dios permitió que los babilonios se llevaran cautivo a su pueblo para corregir su insolente desobediencia. Por siglos Dios les insistía que él era el único Dios. El Primer Mandamiento se los dejaba bien en claro: «No tendrás otros dioses además de mí». A pesar del mandamiento, no fue hasta el exilio que Israel aprendió la lección de que Dios no toleraba otros dioses. Fue en el exilio que reconocieron que Dios es uno y no hay otro. Ahora, Dios los trae de regreso mediante un rey que no tenía ningún parentesco con la cultura hebrea, que nunca había sido parte del pueblo ni de las promesas de Dios a su pueblo. Pero esa es la maravilla de Dios: él obra como quiere para cumplir con su plan perfecto de hacer conocer a toda la humanidad que Él es el salvador del mundo entero.

    Ciro el Grande cumplió al pie de la letra lo que Dios le había pedido. ¡Ciro creyó en la palabra escrita por el profeta Isaías! Ciertamente, Ciro no adoptó al Dios de los hebreos como a su único Dios, porque siguió permitiendo que los otros pueblos que él tenía bajo su dominio adoraran a sus propios dioses. Pero Dios usó la tolerancia religiosa de Ciro para recuperar a su pueblo en exilio. Hasta ese punto va Dios en su plan de salvar a la humanidad.

    ¿Has notado, estimado oyente, que aquí no hay palabras del profeta Isaías sino que es Dios mismo el que habla? Dios mismo anuncia y produce el advenimiento del rey más poderoso de su tiempo sobre la tierra. Dios usó el poder de Ciro para rescatar a su pueblo. El remanente de Israel había aprendido la lección: Dios es uno, y no hay ninguno además de él. Este gran paso de Dios en la historia universal llevó a otro paso similar unos cinco siglos después, cuando otro emperador decretó que todo el mundo fuera a empadronarse cada uno a su ciudad, y así, por edicto de Cesar Augusto, José y María salieron de Nazaret para ir a Belén, donde nacería el redentor de Israel. En Cristo, el mismo Hijo de Dios, el mundo entero sabría que no hay más que un solo Dios, quien que fue capaz de crear la luz y producir las adversidades como consecuencia del pecado de Adán y Eva. Para que no quede duda alguna: Dios es quien mueve los hilos de la historia universal y de nuestra historia eterna.

    Con esos pasos gigantes que Dios da a través de los siglos llegamos hasta el día de hoy y podemos afirmar que Dios no ha cambiado su mensaje. Por respeto a las promesas que le hizo a su pueblo en la antigüedad, Dios cumple su Palabra en nosotros hoy. Cristo vino hace veinte siglos, pero sigue viniendo también hoy para liberar a una humanidad cautiva en su pecado, aterrorizada por las enfermedades y la muerte. Cristo es el Hijo de Dios, quien por su obediencia perfecta a la ley de su Padre se dejó azotar y llevar a la cruz, donde pagó el precio de nuestra libertad y nos dio los títulos de perdonados, libres, absueltos. Su muerte pagó por nuestra libertad y su resurrección nos garantiza su triunfo sobre aquel que tiene el imperio del mal: el diablo. Jesucristo conquistó y destruyó para siempre al imperio del mal con las armas más humildes y más costosas: su propia sangre. Aun en un mundo cautivo del pecado, los hijos de Dios somos libres en Cristo, y caminamos con la frente en alto como hijos del mismo Padre que engendró a Jesús. Tenemos libertad y tenemos esperanza. El miedo ya no nos esclaviza porque Cristo ha vencido al diablo, al pecado y a la muerte.

    Cristo dejó muy en claro el concepto del Primer Mandamiento: Solo hay un Dios, y Dios no tolera que nos hagamos algún otro dios por las dudas … porque uno nunca sabe, tal vez necesitemos un día ir a consultar a un adivino, o a que nos lean las manos, o tal vez juntar más dinero por si las cosas no mejoran en este mundo, y así vamos haciendo un dios de cada cosa en la que ponemos excesivamente nuestra confianza. Pero solo Dios controla el mundo. La historia, la ciencia y la geografía de nuestro universo solo obedecen a sus mandatos. Es posible que estés de acuerdo conmigo con que solo Dios tiene el control de las situaciones, cualesquiera sean ellas; pero a veces, y a veces hasta a menudo, creemos que somos nosotros quienes tenemos el control de las situaciones y de los demás. ¡Nos encanta controlar! Pero en realidad, solo tenemos la ilusión del control, porque tenemos que reconocer que «Hay un solo un Dios, y ese no somos nosotros».

    A través de la historia del mundo han surgido dioses de todo calibre, todos creados por la mente humana, una mente torcida, por supuesto, que crea dioses que exigen lo que no pueden dar o que nos producen miedo. Hay un dios creado, muy vigente ahora en muchas partes del mundo, a cuyo honor sus seguidores matan sin escrúpulos a todas las personas que no siguen su religión. En este caso, el fanatismo religioso se ha convertido en una religión con un dios despiadado.

    En todas las religiones creadas por el hombre, su dios nunca habla: lo hacen hablar sus seguidores. Solo el Dios de Israel se ha revelado desde los cielos. Solo el Dios creador se ha manifestado a la humanidad por la palabra escrita durante milenios por sus personas escogidas, los profetas y los apóstoles. Solo el Dios verdadero, que ingenió y creó este universo fantástico, nos habló de la forma más clara, de persona a persona, de hombre a hombre, de ser humano a ser humano, en la persona de Cristo. Solo el Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo tiene el control de todas las cosas y puede mostrarse como el Dios bondadoso, amoroso y lleno de gracia que es. Este Dios de los cristianos no necesita que lastimemos a nadie para hacer su voluntad, ni espera que hagamos sacrificios extraordinarios para congraciarnos con él. Porque Jesucristo, Dios y hombre, pagó el rescate para que seamos personas libres.

    ¿Qué haremos con esa libertad? Dejaremos de controlar a los demás. Dejaremos de preocuparnos por las cosas de este mundo que se cae a pedazos y nos dedicaremos a servir al prójimo con amor, con dulzura, con paciencia y con esfuerzo. En esa libertad que Dios nos dio dejaremos de juzgar, porque reconocemos que hay un solo juez que sabe perfectamente lo que hay en el corazón de cada persona. En la libertad que Dios nos dio dejaremos de crearnos dioses que sustenten nuestras fantasías de felicidad y asumiremos al único Dios creador, Padre amoroso que no dudó en acompañarnos a través de toda la historia. Si Dios quiere usar hoy a un Ciro, a un César Augusto o a un Herodes para traernos y mantenernos en su verdad, lo hará sin miramientos. Mientras tanto, nos ofrece los medios que nos traen su gracia: su Santa Palabra, precisa, dinámica y poderosa, el Bautismo, ese sencillo acto que perdona nuestros pecados y nos hace ciudadanos de un nuevo reino eterno, la Santa Comunión que nos ofrece el cuerpo y la sangre de Cristo para que la comamos y bebamos para nuestro beneficio de perdón y salud espiritual y temporal. Dios no se queda quieto. Él sabe lo que es ser Dios. Yo no, y asumo que tú tampoco, estimado oyente. Dejemos, entonces que sea Él quien guíe nuestra vida en el poder del Espíritu Santo.

    Si quieres aprender más para afirmarte en la fe cristiana, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.