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PARA EL CAMINO
En nuestro camino por la vida, mientras nos movemos de un lado a otro geográfica, emocional y espiritualmente, Dios es nuestro socorro y seguro protector. No necesitamos pensar que estamos solos. Cuando nos sentimos desolados por un fracaso o nos asaltan los temores escondidos en las cuevas de nuestras conciencias, podemos confiar en que Dios está con nosotros protegiéndonos y bendiciéndonos.
Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
En una de mis lecturas diarias me encontré con una frase muy interesante de Oliver Wendell Holmes, un miembro de la Corte Suprema de los Estados Unidos de principios del siglo 20. Holmes dice: «Creo que lo mejor de este mundo no es tanto dónde nos encontramos, sino en qué dirección nos estamos moviendo.» Esta no es, por supuesto, una afirmación teológica, pero tiene la fuerza de hacernos pensar y preguntarnos: ¿en qué dirección nos estamos moviendo? Porque mover, nos movemos. Siempre estamos yendo a algún lado, y mientras estamos en movimiento, Dios nos bendice. ¿Cómo? Con su presencia. Dios es como un GPS personal que sabe muy bien adónde nos lleva. El GPS de mi auto necesita actualizaciones periódicas para poder reconocer las rutas nuevas. Me maravilla esto del GPS. Generalmente es muy eficiente. Hay un satélite más allá de las nubes que me está «vigilando», que sabe dónde estoy y que me busca los mejores caminos para llegar a mi destino.
El Salmo 121 que estudiamos hoy, es un GPS divino. Lo usaban los judíos que habían vuelto de la cautividad y habían restaurado la ciudad y los campos de su patria. Al menos tres veces al año, los judíos de todo el país iban a alguna fiesta en Jerusalén. Esa ciudad, edificada sobre el monte Sion, está rodeada de otros montes de menor altura. Presumiblemente, este salmo era recitado por los peregrinos como una bendición para el camino de regreso a sus hogares. Es que los montes podían intimidar a cualquiera. Corrían de boca en boca muchas historias de fechorías en esos caminos más bien despoblados. Los creyentes miraban a los montes donde antaño se ofrecían sacrificios idolátricos. En muchos de esos montes habían cuevas que ofrecían refugio a ladrones y salteadores. Jesús mismo elabora una parábola en la que un hombre es asaltado y dejado medio muerto en el camino montañoso de Jerusalén a Jericó (Lucas 10).
Entonces, ¿qué hacen los creyentes ante estos peligros? Miran a los montes y consideran que son creación de Dios. Porque Dios también es el Dios de la geografía. Los creyentes van a necesitar socorro, ayuda para movilizarse por su territorio. ¿Quién los defenderá? Dios, el creador del cielo y de la tierra, y también de esos montes. El GPS de mi vehículo me lleva por buen camino, pero nunca me ha ofrecido ayuda ni protección.
En el salmo encontramos esta verdad: estamos en movimiento y necesitamos ayuda y protección. Sabemos muy bien cuántos peligros hay en las rutas, en las calles de algunas ciudades y en cualquier lugar por el que nos movemos. Hay peligros que superan la esfera de lo físico, hay enemigos que nos atacan sorpresivamente y nos dañan espiritualmente. El diablo no está en una cueva en alguna montaña, sino que, como dice la Escritura en 1 Pedro 5:8: «anda como un león rugiente, buscando a quién devorar». No hay tecnología ni GPS humano que nos proteja contra este gran enemigo, salteador y ladrón de nuestra inocencia y de nuestra libertad.
Jesús anduvo por esos montes, recorriendo muchos lugares de Palestina para predicar las buenas nuevas del reino de Dios, y varias veces subió a Jerusalén. Tal vez escuchó y recitó este salmo como bendición de despedida para él y para los suyos cuando volvían al camino. Cristo estuvo siempre en movimiento y buscaba los montes, esos montes de su propia creación para elevar sus oraciones a su Padre. Cristo confió en su Padre creador. Él supo y experimentó que su Padre no dejó que resbalara y se desbarrancara. En su primera visita a Nazaret, después de su bautismo, los enojados líderes del pueblo quisieron despeñarlo, pero Dios no lo permitió, y Jesús siguió su camino. Siguió en movimiento.
En nuestro camino por la vida, mientras nos movemos de un lado a otro geográfica, emocional y espiritualmente, Dios es nuestro socorro. Él es nuestro seguro protector. No necesitamos pensar que estamos solos en nuestro camino por la vida. ¡Cuántas veces nos sentimos desolados porque algún fracaso nos paró en seco! Cuántas veces nos asaltan los temores escondidos en las cuevas de nuestras emociones. Cuántas veces nos asaltan los pecados escondidos en las cuevas de nuestras conciencias. Son miedos, pecados, rencores y dolores que nos impiden avanzar con libertad por el camino de la vida cristiana. Para nosotros son estas palabras de nuestro salmo: «Toma en cuenta que nunca duerme el protector de Israel. El Señor es tu protector; el Señor es como tu sombra: ¡siempre está a tu mano derecha!»
¡Qué ocurrencia! ¿Te imaginas a Dios durmiendo? No nuestro Dios. Pero los dioses inventados sí duermen. En el libro de 1 Reyes, el profeta Elías se burla de los que adoraban a Baal y no lograban que Baal los atendiera. Elías les dice: «¡Griten más fuerte! Recuerden que es un dios. Tal vez estará meditando; o se encontrará ocupado; ¡o se habrá ido a otro lugar! ¡Tal vez esté dormido, y ustedes tengan que despertarlo!» (1 Reyes 18:27). Ese era el contexto en el que vivió el pueblo de Dios en Israel. Ese contexto no ha cambiado nada en nuestros días. Muchas personas a nuestro alrededor quieren despertar a algún dios que los ayude o que atienda a sus caprichos, pero no avanzan. Siguen por el mal camino. ¿Qué nos ha pasado a nosotros? Nosotros hemos conocido, por la gracia de Dios, a un Dios que no duerme nunca. A nuestro Dios no tenemos que gritarle para llamar su atención, porque Él escucha hasta el susurro más suave de nuestro corazón. Antes de su crucifixión, cuando Jesús estaba reunido con sus discípulos, para animarlos y afirmarlos en la fe les dijo: «‘Ustedes saben a dónde voy, y saben el camino.’ Tomás le dijo: ‘Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo podemos saber el camino?’ Jesús le dijo: ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí‘» (Juan 14:6).
Dios no duerme, ni siquiera cuando nosotros dormimos. Esa es la belleza de nuestro Dios. Él es una sombra aun cuando estamos dormidos. No se va nunca de nuestro lado. Tal vez, sintamos que Dios no siempre nos acompaña, pero eso es solo nuestro sentimiento, porque su promesa es que estará a nuestro lado siempre. Dios es también una sombra que protege. Los que han estado es Palestina saben que en el verano esa región es brutalmente calurosa. El calor aprieta por todos lados, mucho más cuando el sol está en su cenit. ¿Dónde encontrar una sombra en medio del camino? ¿Cómo hace Dios para que el sol no nos fatigue? Porque esos días de calor nos agobian y menguan nuestras fuerzas, así como el mundo nos sofoca con sus pretensiones de grandeza. Todo lo que nos rodea nos quiere iluminar, pero todo lo que hace es encandilarnos con falsas promesas de seguridad y bienestar, encegueciéndonos de tal forma que no vemos nuestra propia sombra. Pero Dios es nuestra sombra. Él está por encima de nosotros cubriéndonos y protegiéndonos para que las aflicciones de la vida no nos agobien ni nos dejen sin aire. Dios, como una sombra inamovible de nuestro lado, «¡siempre está a [nuestra] mano derecha». La palabra «siempre» es muy fuerte, es completa. Dios siempre está a nuestro lado como nuestra fuerza mayor, como una mano súper poderosa.
¿Puedes ver la protección divina? Los ojos de la fe nos ayudan a ver más allá de lo que ven nuestros ojos físicos. ¿Qué podemos ver? Lo que Dios hizo para protegernos. Dios, como es invisible y más radiante que el sol y que todas las estrellas juntas, no puede hacer sombra. No hay algo más luminoso y fuerte que él. ¿Cómo es Él, entonces, nuestra sombra protectora? Por medio de Jesús. Dios se hizo hombre para poder andar el camino de la vida junto a nosotros. Jesús es la sombra que nos acompaña a todas partes y nos previene de peligros que pueden dañar nuestra vida espiritual. Jesús nos indicó un camino sano, diferente: el camino de la cruz. En el calvario Jesús demostró su amor por nosotros, que estábamos alejados de Dios, perdidos en nuestro pecado, poniéndose en la cruz en nuestro lugar porque nosotros no teníamos ninguna capacidad de hacer algo para erradicar nuestros miedos, para responder a nuestras incertidumbres y para declararnos libres de culpa.
Por la muerte de Jesús en nuestro favor, Dios perdonó nuestro pecado y nos liberó de nuestros temores. Extendió nuestro camino más allá de la tierra, hasta tocar el cielo, y abrió sus puertas santas rompiendo los límites del tiempo para llevarnos a la eternidad. Jesús sigue siendo el camino hoy. La cruz no truncó su vida para siempre. Él resucitó vitorioso de la tumba al tercer día para encarcelar para siempre a nuestro enemigo. La resurrección de Jesús nos abrió un camino nuevo, que nos llevará derecho a los brazos de nuestro Padre celestial cuando resucitemos de la muerte.
El salmo termina con estas palabras: «El Señor te estará vigilando cuando salgas y cuando regreses, desde ahora y hasta siempre.» Porque el camino es un camino eterno, la promesa de Dios tiene un cumplimiento eterno. Dios está activo. El Espíritu Santo sigue guiando al pueblo de Dios hacia el lugar de promisión: el cielo eterno. En este camino de la vida que tú, estimado oyente, y yo transitamos, Dios nos ha dejado estaciones de descanso donde la sombra es más frondosa y Su presencia se hace más fuerte. El oasis del cristiano es la iglesia, es la reunión de adoración donde Dios nos sirve con su Palabra, nos llama al arrepentimiento, nos reafirma en su amor, nos consuela en nuestros dolores y nos confirma en la fe. Dios nos ha dejado un área de descanso donde provee pan y vino, que son el cuerpo y la sangre de su Hijo amado Jesucristo, para que recibamos nuevas fuerzas espirituales. La Santa Cena es la parada necesaria para cada cristiano para reanimarse en el perdón de los pecados y en la esperanza de la vida eterna.
Te encomiendo al GPS divino, estimado oyente, con la esperanza puesta en las promesas divinas de que por su gracia Dios te mantendrá en el camino de la vida verdadera y te seguirá como si fuera tu propia sombra.
Y si quieres aprender más sobre el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.