PARA EL CAMINO

  • Poco a poco, Jesús venció

  • abril 21, 2024
  • Rev. Dr. Hector Hoppe
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Juan 16:16-22
    Juan 16, Sermons: 5

  • En dos breves espacios de tiempo ocurrieron los acontecimientos más grandes del mundo. Dios bajó a la tierra, se hizo carne y se sometió a las autoridades divinas y humanas para dejarse llevar a la cruz, pagar por nuestra salvación y resucitar proclamando la victoria total y absoluta sobre la muerte y el infierno, el pecado y el diablo, cambiando así la humanidad para siempre.

  • Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

    Vamos a empezar observando que el evangelista Juan usa siete veces la palabra poco en este breve pasaje bíblico. Para entender el significado y la importancia de lo que Dios nos quiere transmitir con el tema del poco, les cuento algo de mi experiencia.

    En mi cultura latinoamericana, la expresión poco a poco se usaba muy a menudo. Creo que la aprendí cuando era niño, cuando estaba tomando lecciones de piano, y me decían: practica, poco a poco verás que podrás tocar bien. Con aprender otro idioma fue lo mismo, primero algo de vocabulario, luego algo de gramática, y después practicar con infinidad de errores y mucho nerviosismo, pero poco a poco, pude llegar a manejar suficientemente el otro idioma como para que me diera la satisfacción de enseñar y predicar en un idioma que no era el mío.

    El poco a poco lo seguí escuchando cuando visitaba a una familia que tenía su casa en constante evolución. Me refiero a la casa física, a las paredes y el techo. En muchos países no es posible conseguir un crédito para edificarse una casa y terminarla completamente antes de habitarla. A eso me refiero: era poco a poco que la gente iba edificando. Compraba ladrillos una vez, otros materiales después, y poco a poco la casa iba tomando forma.

    Cuando Jesús les anuncia a los discípulos «Todavía un poco, y no me verán; y de nuevo un poco, y me verán», no está jugando a las escondidas, está edificando una casa, su casa, la iglesia. Pero ese poco de Jesús no es necesariamente algo lento. Al contrario, los dos pocos de Jesús se desarrollaron con una vorágine impresionante. Solo dos pocos le resultaron suficientes a Dios para hacer su obra magnífica de salvar a la humanidad.

    ¿Por qué Jesús les dice esto a los discípulos? Porque lo que él va a hacer en ese poco tiempo será algo que los discípulos nunca vieron y que los va a afectar profundamente. El primer poco comienza cuando, al momento de ser arrestado y llevado a juicio, Jesús anuncia a sus discípulos que su hora ha llegado. Este acontecimiento fue como una bomba para los discípulos. Ciertamente fueron afectados como nunca antes. Los dejó tan descolocados, que uno sacó una espada e hirió a un soldado, otro fue y se ahorcó, Pedro lo negó hasta con maldiciones y casi todos huyeron despavoridos. Lo más que atinaron a hacer fue observar desde lejos cómo colgaban a Jesús en una cruz.

    ‘Van a llorar, van a sentir dolor, van a estar tristes’, les dijo Jesús. Jesús mismo estuvo triste cuando fue a orar al Getsemaní momentos antes de su arresto. En Mateo 26:38 leemos que, desde la profundidad de su ser, Jesús dijo: «Siento en el alma una tristeza de muerte«. Cristo sabía de la enorme tristeza que su partida le causaría a los discípulos, por eso el primer consuelo que les otorga es que será un dolor breve. Por un poco de tiempo los discípulos se confundieron, se enredaron en sus pensamientos y se preguntaban entre ellos, ¿qué es esto que dice, y por qué dice que se va al Padre? Cuatro veces les dijo Jesús en esta breve hora: «Me voy al Padre y no me verán más» (Juan 16:10). Algo les quedaba claro a los discípulos: Jesús se iba. Y se fue, y no lo vieron, porque quedó en una tumba.

    En realidad, en ese primer momento Jesús se fue del todo, no de la presencia física entre sus discípulos, sino que Jesús se fue de la vida, se murió, se fue a la tumba. Ahí solo había los restos de Jesús, por un poco de tiempo. Ese era el tiempo del dolor y del lamento, de la tristeza y de la falta de esperanza porque, en nuestra mente humana, una vez muerto, se está muerto para siempre y uno ya no existe más. No hay más nada que hacer. Pero en la mente de Dios la muerte no significa eso, no es el final para su Hijo, el Cristo. La cruz y la tumba fueron la muerte necesaria para pagar por nuestros pecados, para liberar a la humanidad encadenada al pecado y al diablo y a la muerte.

    Es con absoluta seriedad y solemnidad que Jesús dice: «De cierto, de cierto les digo, que ustedes llorarán y lamentarán, mientras que el mundo se alegrará; pero aunque ustedes estén tristes, su tristeza se convertirá en gozo«. Las Biblias antiguas traducen estas palabras de Jesús así: «Amén, amén, les digo». Cada vez que Jesús decía ‘Amén, amén’ en sus predicaciones y enseñanzas, significaba que sus oyentes tenían que poner toda su atención en estas palabras y tomárselas muy en serio. En realidad, Dios siempre habla en serio. Y si era en serio el anuncio del sufrimiento, también era en serio el anuncio de que la tristeza de los discípulos se convertiría en gozo. La luz al final del túnel. Y Jesús es la luz, tal cual lo anunció en algún momento de sus enseñanzas (Juan 8:12).

    El primer poco de Jesús solo duró unas horas: del jueves a la noche hasta el domingo a la mañana. Tal vez para los discípulos eso fue una eternidad, porque así nos pasa: cuando sufrimos, el tiempo se nos hace eternidad. Y eso es exactamente lo que el sufrimiento intenta hacer: que pensemos que no hay salida, que no hay luz al final del túnel o que el túnel es demasiado largo. En nuestra mente, los días de dolor son más largos que los días de alegría, pero lo cierto es que cada día tiene siempre veinticuatro horas. Los tiempos de Dios sí son diferentes, porque están mezclados con la eternidad, ya que así es como Dios mide el tiempo. Observa, estimado oyente, cómo el segundo poco de Jesús es bastante más largo. Se cuenta desde la resurrección de Jesús hasta su ascensión, cuando Jesús visiblemente vuelve al Padre. Ese poco duró cuarenta días. Y los discípulos lo volvieron a ver y se llenaron de alegría. El gozo fue la marca distintiva de la primera iglesia cristiana. Cuando leemos el libro de los Hechos de los Apóstoles, vemos cómo se enfatiza una y otra vez que los creyentes estaban llenos del Espíritu Santo y de gozo.

    Cuando un estudioso de la Biblia analiza este pasaje que estamos viendo hoy, dice que el sufrimiento y el gozo parecen ser la marca de toda experiencia espiritual. Creo que podemos concordar con esta afirmación. La experiencia espiritual, esto es, el crecimiento en la fe, no se da cuando todo nos va bien, porque Dios sabe que «cuando todo nos va muy bien», corremos el riesgo de pensar que no necesitamos a nuestro Salvador y Señor. El crecimiento en la fe del apóstol Pablo se produjo en sus momentos de mayor dolor y sufrimiento. Fue cuando estaba en tribulación -el apóstol lo llamaba: una espina en la carne- que Dios le dijo: «‘Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.’ Por eso, con mucho gusto habré de jactarme en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose en mí» (2 Corintios 12:9).

    Lo que ha pasado con estos dos pocos de Jesús, es que en esos breves espacios de tiempo ocurrieron los acontecimientos más grandes del mundo. Dios bajó a la tierra, se hizo carne y se sometió a las autoridades divinas y humanas para dejarse llevar a la cruz, pagar por nuestra salvación y resucitar proclamando la victoria total y absoluta sobre la muerte y el infierno, el pecado y el diablo. Esa historia cambió la humanidad para siempre. Desde la llegada de Dios en Jesús el mundo, incluyendo el mundo secular, no fue nunca más el mismo. Eso lo podemos palpar todavía hoy. Todavía hoy los cristianos nos reunimos el primer día de la semana para celebrar la resurrección de Jesús. Con eso celebramos nuestra liberación. Celebramos el haber sido comprados por la sangre de Jesús. Celebramos que en esta vida estamos viviendo el poco de la tristeza, de las tribulaciones y del luto. Pero lo hacemos en la esperanza del otro poco, el eterno, en el que el gozo será completo.

    Jesús dice: «Yo los volveré a ver, y su corazón se alegrará, y nadie les arrebatará su alegría.» Nuestro gozo comienza con el perdón de nuestros pecados y se extenderá por toda la eternidad.

    Muy estimado oyente, tal vez te han pasado cosas, o te pasan en este momento, en que no sabes muy bien qué es lo que Dios quiere de ti o lo que Dios quiere para ti. Tanto tú, como yo, como todos los seres humanos, pasamos por situaciones cortas de dolor y luto. Muchos nos preguntamos qué hacer en esas situaciones, y cuando las situaciones de dolor se prolongan, hasta podemos preguntarnos qué es lo que Dios quiere de mí. Si esa es tu pregunta, me atrevo a darte una respuesta: Dios quiere que lo veas. La promesa de Jesús: «De nuevo un poco, y me verán», sigue vigente hoy. Dios quiere que lo veamos, por eso siempre se hace visible en su Palabra, en el Bautismo, en la Santa Cena. Dios se está haciendo visible en este mismo momento mediante la predicación, para traernos el gozo de la reconciliación y la esperanza de la vida eterna.

    Lo que Jesús les dijo a sus discípulos esa noche, antes de ser entregado a las autoridades para ser sacrificado, produjo una tormenta de ideas entre ellos. Horas más tarde se producía el gran desbande. Tanto tiempo habían estado siempre juntos e inseparables de Jesús, pero ahora se iba a producir una disrupción que nunca habían experimentado antes. Pero fue por poco tiempo. El otro poco de Dios se manifestó a los discípulos con Jesús victorioso. Jesús nos dice hoy que él ha salido victorioso sobre el pecado y la muerte. Jesús se aproxima a nosotros para hablarnos con toda seriedad y solemnidad: Amén, amén, de cierto, de cierto les digo: «En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).

    Anímate, estimado oyente. No importa qué situación te trae desánimo o desesperanza o inquietudes. El poco de Dios es en verdad un mucho de perdón, de alivio, de paz y eternidad junto a él.

    Si tienes interés en aprender más sobre el Salvador y Señor Jesús, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.