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ALIMENTO DIARIO
Que haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:5-8).
¿Alguna vez te has preguntado por qué durante su vida terrenal Jesús no siempre exhibió su divina majestad? Como hombre, Jesús no siempre usó ni manifestó los poderes ni la majestad que le fueron transmitidos a su naturaleza humana. A eso lo llamamos su «estado de humillación». Comenzó en su encarnación, continuó con su nacimiento y vida y terminó con su muerte y sepultura.
Piensa conmigo en el huerto de Getsemaní, donde Jesús enfrentó la disyuntiva entre su deseo de vivir y la voluntad de Dios. Su agonía refleja el profundo amor y la entrega que caracterizan su sacrificio por nosotros. El estado de humillación de Jesús nos muestra que él compartió completamente nuestras experiencias humanas. Nació en un humilde pesebre, enfrentó tentaciones y disyuntivas, experimentó tristeza y pérdida, y finalmente sufrió la agonía de la muerte y el infierno.
En cada paso de su vida, Jesús demostró un amor incondicional y una compasión incomparable hacia nosotros, sus hermanos en la humanidad. Su humildad nos invita a reflexionar sobre nuestro propio servicio y amor hacia los demás. Él experimentó cada sufrimiento humano imaginable, lo que significa que puede compadecerse de nosotros en nuestras propias luchas y tribulaciones, y que puede celebrar con nosotros en cada alegría y triunfo.
Que este recordatorio de la humildad y el sacrificio de Jesús nos inspire a seguir su ejemplo, sirviendo con amor y compasión a aquellos que nos rodean. Recordemos siempre que Jesús no solo es nuestro Salvador divino, sino también nuestro hermano humano que entiende nuestras luchas y celebra nuestras alegrías, quien nos acompaña en cada paso del camino.
Padre nuestro, gracias por el don incomparable de tu Hijo Jesucristo quien, por amor, se despojó de su gloria para caminar entre nosotros. Que su ejemplo de humildad y sacrificio nos inspire a servir con amor y compasión a quienes nos rodean. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Qué aspecto de la humildad de Jesús te impacta más y por qué?
* ¿Cómo puedes reflejar la compasión y entrega de Jesús en tu vida diaria?
Diaconisa Noemí Guerra
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