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ALIMENTO DIARIO
Yo soy la vid y ustedes los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí ustedes nada pueden hacer (Juan 15:5).
El etíope le respondió: «¿Y cómo voy a entender, si nadie me enseña?» Y le rogó a Felipe que subiera al carro y se sentara con él… Entonces Felipe le empezó a explicar a partir de la escritura que leía, y le habló también de las buenas noticias de Jesús (Hechos 8:31, 35).
Nada que venga de afuera puede contaminar a nadie. Lo que contamina a la persona es lo que sale de ella… Porque de adentro del corazón humano salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, las avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la calumnia, la soberbia y la insensatez. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona (Marcos 7:15,21-23).
El amigo ama en todo momento; en tiempos de angustia es como un hermano (Proverbios 17:17).
Las cuales se mantenían fieles a las enseñanzas de los apóstoles y en el mutuo compañerismo, en el partimiento del pan y en las oraciones (Hechos 2:42).
[El Padre] … también nos ha librado del poder de la oscuridad y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados (Colosenses 1:13-14).
Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno de ustedes es un miembro con una función particular. (1 Corintios 12:27).
Porque ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, y se aferran a la tradición de los hombres» …También les dijo: «¡Qué bien invalidan ustedes el mandamiento de Dios, para mantener su propia tradición! (Marcos 7:8a-9).
El que perdona el pecado, busca afecto; el que lo divulga, aleja al amigo (Proverbios 17:9).
Como está escrito: «Las cosas que ningún ojo vio, ni ningún oído escuchó, ni han penetrado en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman.» Pero Dios nos las reveló a nosotros por medio del Espíritu, porque el Espíritu lo examina todo, aun las profundidades de Dios. Porque ¿quién de entre los hombres puede saber las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así mismo, nadie conoce las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios (1 Corintios 2:9-11).