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ALIMENTO DIARIO
Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios (Marcos 3:13-15 RVR1960).
Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar (Marcos 2:21-22 RVR1960).
Como no podían acercarse a Jesús por causa de la multitud, quitaron parte del techo donde estaba Jesús, hicieron una abertura, y por ahí bajaron la camilla en la que estaba acostado el paralítico. Cuando Jesús vio la fe de ellos, le dijo al paralítico: «Hijo, los pecados te son perdonados» (Marcos 2:4-5).
Muy de mañana, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó y se fue a un lugar apartado para orar (Marcos 1:35).
Mientras Jesús caminaba junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés. Estaban echando la red al agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: «Síganme, y yo haré de ustedes pescadores de hombres.» Enseguida, ellos dejaron sus redes y lo siguieron (Marcos 1:16-18).
Miércoles de Ceniza Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino. Una voz clama en el desierto: «Preparen el camino del Señor; enderecen sus sendas»» (Marcos 1:2-3)
Estoy seguro, hermanos míos, de que ustedes mismos están llenos de bondad y de todo conocimiento… Pero les he escrito… para hacerles recordar, por la gracia que Dios me ha dado, para ser ministro de Jesucristo a los no judíos y ministrarles el evangelio de Dios, para que ellos sean una ofrenda agradable a Dios, santificada por el Espíritu Santo… Porque no me atrevería a contar sino lo que, de palabra y obra, Cristo ha hecho por medio de mí… Fue así como me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiera sido anunciado, para no edificar sobre fundamento ajeno, sino, como está escrito: «Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; Y los que nunca han oído de él, entenderán» (Romanos 15:14-21).
Pues les digo que Cristo Jesús vino a ser siervo de los judíos para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a nuestros antepasados, y para que los que no son judíos glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: «Por tanto, yo te confesaré entre las naciones, Y cantaré salmos a tu nombre.» Y en otra parte dice: «Alégrense, naciones, con su pueblo.» Y también dice: «Alaben al Señor todas las naciones, Y exáltenlo todos los pueblos.» Y otra vez dice Isaías: «Se alzará la raíz de Yesé; se levantará a gobernar a las naciones, las cuales pondrán en él su esperanza.» ¡Que el Dios de la esperanza los llene de todo gozo y paz en la fe, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo! (Romanos 15:8-13).
Seis días después, Jesús se llevó aparte a Pedro, Jacobo y Juan. Los llevó a un monte alto, y allí se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron resplandecientes y muy blancos, como la nieve. ¡Nadie en este mundo que los lavara podría dejarlos tan blancos! Y se les aparecieron Elías y Moisés, y hablaban con Jesús. Pedro le dijo entonces a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es para nosotros estar aquí! Vamos a hacer tres cobertizos; uno para ti, otro para Moisés, y otro para Elías.» Y es que no sabía qué decir, pues todos estaban espantados. En eso, vino una nube y les hizo sombra. Y desde la nube se oyó una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado. ¡Escúchenlo!» Miraron a su alrededor, pero no vieron a nadie; sólo Jesús estaba con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les mandó que no dijeran a nadie nada de lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre hubiera resucitado de los muertos (Marcos 9:2-9).
Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, en vez de hacer lo que nos agrada. Cada uno de nosotros debe agradar a su prójimo en lo que es bueno, con el fin de edificarlo. Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo sino que, como está escrito: «Las ofensas de los que te insultaban cayeron sobre mí.» Las cosas que se escribieron antes, se escribieron para nuestra enseñanza, a fin de que tengamos esperanza por medio de la paciencia y la consolación de las Escrituras. Que el Dios de la paciencia y de la consolación les conceda a ustedes un mismo sentir, según Cristo Jesús, para que todos juntos y a una sola voz glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, recíbanse unos a otros, como también Cristo nos recibió, para la gloria de Dios (Romanos 15:1-7).