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ALIMENTO DIARIO
Juan se presentó en el desierto, y bautizaba y proclamaba el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados… Al predicar, Juan decía: «Después de mí viene uno más poderoso que yo. ¡Yo no soy digno de inclinarme ante él para desatarle la correa de su calzado! A ustedes yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.» Por esos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto Jesús salió del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma. Y desde los cielos se oyó una voz que decía: «Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco» (Marcos 1:4,7-11).
Cuando [los sabios de Oriente] entraron en la casa, vieron al niño con su madre María y, postrándose ante él, lo adoraron. Luego, abrieron sus tesoros y le ofrecieron oro, incienso y mirra. Pero como en sueños se les advirtió que no volvieran a donde estaba Herodes, regresaron a su tierra por otro camino (Mateo 2:11-12).
A ustedes, los que me escuchan, les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, y oren por quienes los calumnian… Traten a los demás como ustedes quieran ser tratados (Lucas 6:27-28, 31).
Ahora escuchen con cuidado, ustedes los que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, y estaremos allá un año, y haremos negocios, y ganaremos dinero.» ¡Si ni siquiera saben cómo será el día de mañana! ¿Y qué es la vida de ustedes? Es como la neblina, que en un momento aparece, y luego se evapora. Lo que deben decir es: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello (Santiago 4:13-15).
¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no vienen de sus pasiones, las cuales luchan dentro de ustedes mismos?… Por lo tanto, sométanse a Dios; opongan resistencia al diablo, y él huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Límpiense las manos, pecadores!… ¡Humíllense ante el Señor, y él los exaltará! (Santiago 4:1, 7-8a, 10).
La sabiduría que viene de lo alto es, ante todo, pura, y además pacífica, amable, benigna, llena de compasión y de buenos frutos, ecuánime y genuina (Santiago 3:17).
Cuando los ángeles volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «Vayamos a Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha dado a conocer.» Así que fueron de prisa, y hallaron a María y a José, y el niño estaba acostado en el pesebre. Al ver al niño, contaron lo que se les había dicho acerca de él (Lucas 2:15-17).
José y la madre del niño estaban asombrados de todo lo que de él se decía. Simeón los bendijo, y a María, la madre del niño, le dijo: «Tu hijo ha venido para que muchos en Israel caigan o se levanten. Será una señal que muchos rechazarán y que pondrá de manifiesto el pensamiento de muchos corazones, aunque a ti te traspasará el alma como una espada» (Lucas 2:33-35).
¡Que alaben al Señor todos sus fieles! ¡Que lo alabe Israel, su pueblo cercano! ¡El Señor ha dado poder a su pueblo! (Salmo 148:14).
¡Alabado sea el nombre del Señor! El Señor dio una orden, y todo fue creado. Todo quedó para siempre en su lugar; el Señor dio una orden que no se debe alterar (Salmo 148:5-6).