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ALIMENTO DIARIO
Busquen, como los niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por medio de ella crezcan y sean salvos, si es que han probado ya la bondad del Señor (1 Pedro 2:2-3)
En aquellos días el número de los discípulos iba en aumento, pero también comenzaron las murmuraciones de los griegos en contra de los hebreos, pues se quejaban de que en la distribución diaria de ayuda las viudas de los griegos no eran bien atendidas. Entonces los doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la palabra de Dios por atender a las mesas. Así que, hermanos, busquen entre todos ustedes a siete varones de buen testimonio, que estén llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para que se encarguen de este trabajo. Así nosotros podremos continuar orando y proclamando la palabra.» Esta propuesta fue del agrado de todos los creyentes, y eligieron a Esteban, que era un varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, un prosélito de Antioquía. Luego los llevaron ante los apóstoles, y oraron por ellos y les impusieron las manos (Hechos 6:1-6).
Llegaron a Jericó, y al salir de la ciudad Jesús iba seguido de sus discípulos y de una gran multitud. Junto al camino estaba sentado un mendigo llamado Bartimeo hijo de Timeo, que era ciego. Cuando éste supo que quien venía era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar y a decir: «Jesús, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!» Muchos lo reprendían para que callara, pero él gritaba con más fuerza: «Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!» … y Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le respondió: «Maestro, quiero recobrar la vista.» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y enseguida el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús en el camino (Marcos 10:46-48, 51-52).
Pero entonces, si algunos de ellos no fueron fieles, ¿su falta de fe anulará la fidelidad de Dios? ¡De ninguna manera! Dios es siempre veraz aunque todo hombre sea mentiroso (Romanos 3:3-4a).
«De cierto, de cierto les digo: El ladrón y el salteador es el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que trepa por otra parte. Pero el que entra por la puerta, es el pastor de las ovejas. A éste el portero le abre, y las ovejas oyen su voz; y él llama a las ovejas por su nombre, y las saca. Y una vez que ha sacado a todas sus ovejas, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo siguen, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de gente extraña.» … El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Juan 10:1-5, 10).
El soportar sufrimientos injustos es digno de elogio, si quien los soporta lo hace por motivos de conciencia delante de Dios…. Cristo no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su boca. Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando sufría, no amenazaba, sino que remitía su causa al que juzga con justicia. Él mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados al madero, para que nosotros, muertos ya al pecado, vivamos para la justicia. Por sus heridas fueron ustedes sanados. Porque ustedes eran como ovejas descarriadas, pero ahora se han vuelto al Pastor que cuida de sus vidas (1 Pedro 2:19, 22-25)
Al ver las muchas maravillas y señales que los apóstoles hacían, todos se llenaban de temor, y todos los que habían creído se mantenían unidos y lo compartían todo; vendían sus propiedades y posesiones, y todo lo compartían entre todos, según las necesidades de cada uno. Todos los días se reunían en el templo, y partían el pan en las casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón, mientras alababan a Dios y brindaban ayuda a todo el pueblo. Y cada día el Señor añadía a la iglesia a los que habían de ser salvos (Hechos 2:43-47).
Pero ustedes, hermanos, tengan paciencia hasta la venida del Señor. Fíjense en el labrador, cómo espera el preciado fruto de la tierra, y cómo aguarda con paciencia a que lleguen las lluvias tempranas y tardías. También ustedes, tengan paciencia y manténganse firmes, que ya está cerca la venida del Señor… Hermanos míos, tomen como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas que hablaron en el nombre del Señor (Santiago 5:7-8 y 10).
Por lo tanto, si el que no está circuncidado obedece lo que la ley ordena, ¿no se lo considerará como si estuviera circuncidado? Y el que no está físicamente circuncidado pero obedece a la ley te condenará a ti, que desobedeces a la ley a pesar de que tienes la ley y estás circuncidado. Porque lo exterior no hace judío a nadie, y estar circuncidado no es una señal externa solamente. El verdadero judío lo es en su interior, y la circuncisión no es la literal sino la espiritual, la del corazón. El que es judío de esta manera es aprobado, no por los hombres, sino por Dios (Romanos 2:26-29).
Ese mismo día, dos de ellos iban de camino a una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén sesenta estadios. … y mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó y los iba acompañando. Pero ellos no lo reconocieron, y es que parecían tener vendados los ojos. Se veían tan tristes que Jesús les preguntó: «¿De qué tanto hablan ustedes?» Uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha sucedido en estos días?» «¿Y qué ha sucedido?», preguntó Jesús. Y ellos le respondieron: «Lo de Jesús de Nazaret, que ante Dios y ante todo el pueblo era un profeta poderoso en hechos y en palabra. Pero los principales sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. … Aunque también nos han dejado asombrados algunas mujeres de entre nosotros, que fueron al sepulcro antes de que amaneciera. Como no hallaron el cuerpo, han venido a decirnos que tuvieron una visión, en la que unos ángeles les dijeron que él vive. … Entonces Jesús les dijo: «¡Ay, insensatos! ¡Cómo es lento su corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, antes de entrar en su gloria?» … Cuando llegaron a la aldea adonde iban, Jesús hizo como que iba a seguir adelante, pero ellos lo obligaron a quedarse. Le dijeron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde, y es casi de noche.» Y Jesús entró y se quedó con ellos. Mientras estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y les dio a ellos. En ese momento se les abrieron los ojos, y lo reconocieron; pero él desapareció de su vista (Lucas 24:13, 15-20, 22-23, 25-26, 28-31).