+1 800 972-5442 (en español)
+1 800 876-9880 (en inglés)
ALIMENTO DIARIO
María, la madre de Jesús, estaba comprometida con José, pero antes de unirse como esposos se encontró que ella había concebido del Espíritu Santo. (Mateo 1:18b)
Lleno del Espíritu Santo, Zacarías, su padre, profetizó: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha venido a redimir a su pueblo… Y a ti, niño, te llamarán «Profeta del Altísimo», porque irás precediendo al Señor para preparar sus caminos. Darás a conocer a su pueblo la salvación y el perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios. La aurora nos visitó desde lo alto, para alumbrar a los que viven en tinieblas y en medio de sombras de muerte; para encaminarnos por la senda de la paz (Lucas 1:67-68 y 76-79).
Luego le preguntaron a su padre, por señas, qué nombre quería ponerle. Zacarías pidió una tablilla y escribió: «Su nombre es Juan.» Y todos se quedaron asombrados. En ese mismo instante, a Zacarías se le destrabó la lengua y comenzó a hablar y a bendecir a Dios (Lucas 1:62-64).
Cuando se cumplió el tiempo, Elisabet dio a luz un hijo (Lucas 1:57).
«Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador» (Lucas 1:46b-47).
¡Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá lo que el Señor te ha anunciado! (Lucas 1:45).
Por esos mismos días, María fue de prisa a una ciudad de Judá que estaba en las montañas. Al entrar en la casa de Zacarías, saludó a Elisabet (Lucas 1:39-40).
Pero María le dijo al ángel: «¿Y esto cómo va a suceder? ¡Nunca he estado con un hombre!» … ¡Para Dios no hay nada imposible!» María dijo entonces: «Yo soy la sierva del Señor. ¡Cúmplase en mí lo que has dicho!» Y el ángel se fue de su presencia (Lucas 1:34,37-38).
El ángel le dijo: «María, no temas. Dios te ha concedido su gracia. Vas a quedar encinta, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre JESÚS. «Él será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David, y reinará sobre Israel para siempre; su reinado no tendrá fin» (Lucas 1:30-33).
Seis meses después, Dios envió al ángel Gabriel a la ciudad galilea de Nazaret para ver a María, una virgen que estaba comprometida con José, un hombre que era descendiente de David. El ángel entró en donde ella estaba y le dijo: «¡Salve, muy favorecida! El Señor está contigo.» Cuando ella escuchó estas palabras, se sorprendió y se preguntaba qué clase de saludo era ése (Lucas 1:26-29).