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PARA EL CAMINO
Mateo 28:16-20
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¿Con qué autoridad llevó Jesús adelante su misión en el mundo? Con la autoridad de un Padre que amó tanto al mundo, que lo envió a salvarnos de nuestros pecados. ¿Con qué autoridad la iglesia bautiza y enseña en el nombre de Jesús? Con la autoridad de Aquél que nos amó tanto como para dar su vida en una cruz y que nos envió a proclamar su salvación a todas las naciones.
Mateo 28:1-10
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El miedo nos encierra, nos paraliza. Nos aísla de la vida. Nos borra lo aprendido, nos vuelve incrédulos a las grandes promesas de Dios. Pero el Espíritu Santo, la antorcha de Dios, nos hace ver que Dios puede iluminar con su perdón y su paz los lugares más oscuros de nuestra vida. Mediante ese Espíritu, Dios nos trae la obra de Jesús y hace que lo «increíble» de Dios sea creíble a los ojos de la fe.
Mateo 28:16-20
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Jesús espera que sus seguidores sean testigos de su amor y perdón dondequiera que se encuentren. Para ello nos envía al Espíritu Santo, quien nos sostiene en la fe y en el amor para que en todas partes y circunstancias hagamos discípulos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Mateo 28:1-10
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Los seres humanos siempre queremos dar un cierre a las situaciones que nos afectan. Pero con la muerte de Jesús Dios no estaba cerrando nada. Justo cuando todo parece acabar, Dios abre una puerta al correr la piedra del sepulcro para que el ángel pueda mostrar, fehacientemente, que Jesús no está entre los muertos. La resurrección de Jesús fue nada más y nada menos que el cumplimiento de una promesa que vino de sus propios labios.