ALIMENTO DIARIO

  • "Entendiendo nuestro dolor"


  • noviembre 17, 2022
  • Detrás de Jesús iba una gran multitud del pueblo, y mujeres que lloraban y se lamentaban por él. Pero Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí, sino por ustedes mismas y por sus hijos. Porque vienen días en que se dirá: "Dichosas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no amamantaron" (Lucas 23:27-29).Detrás de Jesús iba una gran multitud del pueblo, y mujeres que lloraban y se lamentaban por él. Pero Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí, sino por ustedes mismas y por sus hijos. Porque vienen días en que se dirá: "Dichosas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no amamantaron" (Lucas 23:27-29).


  • Las palabras de Jesús son notablemente gráficas: «Dichosas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no amamantaron». Pasé años sin poder tener hijos, y este no es el tipo de lenguaje que estoy acostumbrada a escuchar en público; de hecho, la mayoría de la gente no menciona el tema en absoluto. Si es necesario, generalmente lo suavizan diciendo algo como «personas que no tuvieron la suerte de tener hijos». Entonces, ¿por qué encontré tan reconfortante la franqueza de Jesús?

    Creo que es porque entendió muy claramente el dolor y estaba dispuesto a hablar del tema: mi dolor, el dolor de cualquiera que esté pasando por este dolor en particular, o cualquier dolor, en realidad. Jesús habla directo.

    Piensa en tus propias pérdidas. ¿Has notado cómo la gente deja de mencionar el nombre del familiar que perdiste? ¿Cómo censuran su conversación sobre tu enfermedad grave, la pérdida del trabajo o el divorcio? Quieren ahorrarte dolor: «No quiero recordárselo», dicen. Pero no lo has olvidado ni por un momento. Incluso puedes estar desesperado por tener la oportunidad de hablar sobre el dolor que nunca abandona tu mente, para dejar de llevar esa carga solo, en silencio.

    Me consuela saber que Dios entiende todas mis penas tan clara e íntimamente, y ver que está dispuesto a hablar de ellas. Él nunca me dirá ni a mí ni a ti: «Deja de estar tan obsesionado con eso». Él te invita a venir a Él, a apoyarte en Él, a hablarle tanto como quieras sobre tus cargas y dolores, con la frecuencia que quieras y de la manera más gráfica. Incluso si nadie más estará ahí para ti, Jesús sí. Él no se desanima por tu sufrimiento. ¿Cómo podría, cuando la Biblia misma lo llama «el hombre más sufrido, el más experimentado en el sufrimiento»? (Isaías 53:3b)

    Jesús entró en nuestro dolor cuando se hizo hombre por nosotros, para sufrir, morir y resucitar. Él no es un dios distante en la cima de una montaña en algún lugar: está aquí mismo, en las trincheras con nosotros. Y si Él está con nosotros ahora, también estaremos con Él cuando llegue el último día y Dios sane toda la creación y todos los dolores, cuando «Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor; porque las primeras cosas habrán dejado de existir» (Apocalipsis 21:4).

    ORACIÓN: Amado Señor, gracias por compartir nuestro dolor. Ayúdame mientras lo soporto, hasta que llegue el día en que me lo quites para siempre. Amén.

    Para reflexionar:

    * ¿En qué ocasiones has estado desesperado por hablar con alguien sobre tu dolor?
    * ¿De qué formas te ha ayudado el cuidado y la atención de Dios en un momento difícil?

    Dra. Kari Vo


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