ALIMENTO DIARIO

  • "¿Guardar un secreto?"


  • febrero 19, 2009
  • Pero Pedro y Juan replicaron: "¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes en vez de obedecerlo a él? ¡Júzguenlo ustedes mismos! Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído. Hechos 4:19-20Pero Pedro y Juan replicaron: "¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes en vez de obedecerlo a él? ¡Júzguenlo ustedes mismos! Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído. Hechos 4:19-20


  • La semana pasada me olvidé que era la celebración del 200 cumpleaños de Abraham Lincoln, así que en esta devoción voy a hablar de él, pero no de su nacimiento, sino de su muerte, o, mejor dicho, de lo que sucedió después de su muerte.

    ¿Sabía que un gángster de Chicago de apellido Kennally trató de robar y pedir un rescate por el cuerpo de Lincoln? Kennally pensaba que el Gobernador del Estado aceptaría liberar de la cárcel a uno de sus socios a cambio del cadáver del Presidente. Pero la estrategia no dio resultado, por lo que él y sus cómplices terminaron en la cárcel.

    Después de lo ocurrido, los seis guardias que fueron puestos a cargo de cuidar el cuerpo de Lincoln quisieron asegurarse que nadie tratara de robarlo otra vez, por lo que enterraron el cajón del Presidente, y durante diez años no le dijeron a nadie dónde lo habían puesto.

    Es interesante notar las similitudes que hay entre la muerte de Lincoln y la Jesús: tanto Jesús como Lincoln murieron en Viernes Santo, y en los dos casos las autoridades hicieron todo lo que tenían a su alcance por miedo a que robaran sus cuerpos.

    Y también es interesante notar las diferencias. La primera es que Lincoln permaneció muerto, pero Jesús no. ¿La otra? Los guardias de Lincoln juraron no decir a nadie dónde habían puesto su cuerpo, pero los discípulos pasaron el resto de sus vidas diciéndole al mundo que Jesús está vivo.

    Con entusiasmo y alegría, los discípulos contaron a todos los que estuvieran interesados en escuchar, que en Jesús hay perdón, esperanza, y vida eterna. En nombre de todos los redimidos del Señor, Pedro y Juan confesaron: «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído».

    Sigamos su ejemplo, y hablemos nosotros también de nuestro Señor resucitado.

    ORACIÓN: Querido Señor Jesús, con tu vida, muerte y resurrección me has dado una nueva y maravillosa vida. Ayúdame a compartir con los demás que, porque tú vives, yo también viviré. En tu nombre. Amén.