ALIMENTO DIARIO

  • "La absolución: el soplo de paz"


  • abril 5, 2024
  • La noche de ese mismo día, el primero de la semana, los discípulos estaban reunidos a puerta cerrada en un lugar, por miedo a los judíos. En eso llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «La paz sea con ustedes»... Entonces Jesús les dijo una vez más: «La paz sea con ustedes. Así como el Padre me envió, también yo los envío a ustedes.» Y habiendo dicho esto, sopló y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les serán perdonados; y a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados»... Ocho días después, sus discípulos estaban otra vez a puerta cerrada, y Tomás estaba con ellos. Estando las puertas cerradas, Jesús llegó, se puso en medio de ellos y les dijo: «La paz sea con ustedes» (Juan 20:19-26).La noche de ese mismo día, el primero de la semana, los discípulos estaban reunidos a puerta cerrada en un lugar, por miedo a los judíos. En eso llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «La paz sea con ustedes»... Entonces Jesús les dijo una vez más: «La paz sea con ustedes. Así como el Padre me envió, también yo los envío a ustedes.» Y habiendo dicho esto, sopló y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les serán perdonados; y a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados»... Ocho días después, sus discípulos estaban otra vez a puerta cerrada, y Tomás estaba con ellos. Estando las puertas cerradas, Jesús llegó, se puso en medio de ellos y les dijo: «La paz sea con ustedes» (Juan 20:19-26).


  • Este domingo celebramos el segundo domingo de Pascua, cuando recordamos que el Cristo resucitado sopla sobre nosotros su paz transformadora y única en la absolución. La paz que trae consigo la absolución no tiene comparación. Para mí es tan reconfortante escuchar las palabras del pastor cada domingo diciéndome que mis pecados me son perdonados. ¡Qué maravilloso regalo! No hay pecado que sea más grande o poderoso que la gracia que Jesús ganó para mí en la cruz. La deuda de mi pecado y el tuyo está paga para siempre.

    Visualicemos la escena de nuestro texto: en medio del temor que tenían los discípulos de ser arrestados o incluso asesinados por haber apoyado la supuesta conspiración de Jesús contra el imperio romano, se aparece Jesús mostrando las marcas de su sacrificio en la cruz y les proclama su paz, la paz que fluye de la reconciliación con Dios ganada con ese sacrificio.

    Y así los envía como mensajeros del Evangelio, portadores de la buena nueva de esa paz divina, y les da la capacidad de perdonar pecados en su nombre. Y los apóstoles, testigos de la vida divina manifestada en la carne de Cristo, nos transmiten esa misma absolución a nosotros, para que tengamos comunión con el Cristo resucitado, con los apóstoles y entre nosotros.

    Hemos sido bendecidos con el tesoro más valioso en la tierra: el evangelio del perdón en la absolución. Sin embargo, en ocasiones nos callamos y no lo compartimos con los demás. Pero ese mismo Dios que resucitó a Jesús, el supremo Pastor, nos provee todo lo necesario para cumplir su voluntad y, cuando fallamos, nos perdona y absuelve. El soplo de la paz.

    Celebremos entonces al Cristo resucitado, recibamos su paz, y compartamos en comunión con la certeza de que en su nombre tenemos perdón y vida.

    Padre, te agradecemos por el perdón y la paz transformadora que nos ofreces a través de la absolución, y te pedimos que nos des valor para compartirlos con otros. Amén.

    Para reflexionar:

    * ¿Cómo experimentas la paz transformadora de la absolución en tu vida diaria?
    * ¿Qué significa para ti saber que el perdón de Dios siempre es más grande que tus pecados?
    Diaconisa Noemí Guerra


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