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ALIMENTO DIARIO
Viernes Santo
Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde hubo tinieblas sobre toda la tierra. El sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. En ese momento Jesús clamó a gran voz, y dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.» Y después de haber dicho esto, expiró (Lucas 23:44-46).
Jesús sabía a quién dirigirse en los momentos cruciales de su vida. A punto de perder la vida, Cristo le ofrece al Padre su Espíritu. El Padre sabrá muy bien qué hacer con él. A Jesús no se le nubló la vista espiritual en esos momentos de suprema aflicción. No hay perturbación en sus palabras. No hay queja de lo injusto de la situación. Hay dolor. Hay oscuridad en medio de la tarde. Y hay una conciencia muy clara de que el Padre lo volverá a traer a la vida.
La escena de Jesús en la cruz mientras el cielo se oscurece nos envía un mensaje a todos nosotros. La oscuridad es lo opuesto a Dios que es luz. La oscuridad tapa, nos impide ver, es peligrosa y nos da miedo. El pecado que nos enceguece no nos permite ver que detrás de las tinieblas hay un Padre amoroso que quiere limpiar nuestro espíritu.
Un detalle de importancia en esta hora es que el velo del templo se rasgó en dos. El sumo sacerdote corría ese velo una vez al año para entrar al lugar santísimo donde moraba la presencia misma de Dios y ofrecía sacrificios por sus pecados. El velo desgarrado significa que Dios abrió la puerta para dar acceso a todos los pecadores a recibir perdón mediante la muerte y resurrección de Jesús.
La muerte de Jesús nos cambió la vida. Dios disipó las tinieblas espirituales en la que habíamos nacido y nos abrió la puerta a su presencia mediante la intervención de Cristo. Aprendemos de Jesús a encomendar nuestro espíritu a su cuidado.
Gracias, Padre, porque cuando en el Gólgota todo parecía perdido, tú estabas recibiendo el Espíritu de tu Hijo para poder recibir también el de nosotros. Amén.
Para reflexionar:
* ¿A quién te encomiendas cuando estás en aprietos?
* ¿Cómo afecta tu vida diaria saber que Jesús te abrió el camino al Padre celestial?
Rev. Héctor Hoppe
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