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ALIMENTO DIARIO
...Dios mío, ten misericordia de mí, porque soy un pecador (Lucas 18:13b).
Esta es la hermosa oración de lo profundo del corazón de un publicano o recaudador de impuestos que se acerca a Dios en humildad y arrepentimiento. Nos da una gran lección. A diferencia de los fariseos que se consideraban justos y autosuficientes, él reconoce su pecaminosidad y su necesidad de la misericordia de Dios. La actitud de este publicano es de humildad y confesión sincera de sus faltas, mientras que los fariseos estaban llenos de orgullo y se comparaban con los demás, sintiéndose justos por sus propias acciones.
En la quinta petición del Padrenuestro oramos: «y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores». Pero ¿por qué necesitamos pedir el perdón de Dios?
Primero, porque todos los días pecamos y merecemos el castigo de Dios. Proverbios 28:13 dice «El que encubre sus pecados no prospera; el que los confiesa y se aparta de ellos alcanza la misericordia divina».
Segundo, necesitamos el perdón de Dios porque sin él, no podemos pedirle nada y esperar que nos escuche y que nos responda con misericordia. Isaías 59:2 dice «Son las iniquidades de ustedes las que han creado una división entre ustedes y su Dios. Son sus pecados los que le han llevado a volverles la espalda para no escucharlos».
Y tercero, el perdón nos brinda paz con Dios. Salmo 32:1-5 dice «Dichoso aquél cuyo pecado es perdonado, y cuya maldad queda absuelta. Dichoso aquél a quien el Señor ya no acusa de impiedad, y en el que no hay engaño. Mientras callé, mis huesos envejecieron, pues todo el día me quejaba. De día y de noche me hiciste padecer; mi lozanía se volvió aridez de verano. Te confesé mi pecado; no oculté mi maldad. Me dije: «Confesaré al Señor mi rebeldía», y tú perdonaste la maldad de mi pecado».
Todos somos pecadores y necesitamos perdón. Y Cristo nos ofrece su gracia y amor. Al pedir perdón, encontramos paz y alegría porque Cristo, con su sacrificio en la Cruz, nos ha dado la oportunidad de estar reconciliados con Dios. Celebramos a Cristo por su gran amor que nos perdona y nos enseña a perdonar a los demás.
Dios mío, ten misericordia de mí, porque soy un pecador. Amén.
Para reflexionar:
* ¿En qué aspectos de tu vida puedes practicar la humildad y el arrepentimiento que Cristo nos enseña?
* ¿De qué forma el perdón de Cristo te permite experimentar paz y alegría en tu relación con Dios y con los demás?
Diaconisa Noemí Guerra
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