ALIMENTO DIARIO

  • "Malas palabras"


  • octubre 23, 2008
  • De la abundancia del corazón habla la boca. El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón saca el bien, pero el que es malo, de su maldad saca el mal. Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado. Porque por tus palabras se te absolverá, y por tus palabras se te condenará. Mateo 12:34a-37De la abundancia del corazón habla la boca. El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón saca el bien, pero el que es malo, de su maldad saca el mal. Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado. Porque por tus palabras se te absolverá, y por tus palabras se te condenará. Mateo 12:34a-37


  • Un viejo amigo me dio una revista y me dijo: «Creo que deberías leer este artículo». Y así lo hice. Se trataba de una revista sobre comunicaciones. El artículo daba instrucciones a los ejecutivos sobre cómo hacer para que sus reuniones fueran significativas.

    La primer regla era: «Quienes son jefes deben presentarse». La segunda: «Elija un voluntario de la audiencia que se encargue de las reglas parlamentarias. La tercera, que amigo había subrayado para mí, decía: «Diga algunas malas palabras suaves». Y seguía diciendo: «No se imagina el efecto que hará en la audiencia».

    Cuanto más pensaba en esa sugerencia, más me enfadaba.

    Sé que es imposible prender el televisor o ir a ver una película sin estar expuesto a escuchar malas palabras. Sé que los adolescentes de hoy día creen que utilizar malas palabras los hace más hombres, y que algunas mujeres se jactan de usar cierto vocabulario, con tal de ser iguales a los hombres.

    Pero aún así, eso no es lo que el Señor espera de sus seguidores. El Señor que dio su vida para que nosotros tengamos vida y que habló con toda autoridad, no necesitó adornar su poderoso mensaje con palabras profanas.

    Una cosa más… El discurso más impactante que escuché en mi vida fue dicho sin palabras. Una vez, cuando le fallé a mi padre, él no dijo absolutamente nada. Solo me miró… me miró con esa mirada que todavía hoy recuerdo… una mirada que decía: «Ken, me has decepcionado».

    A partir de ese momento, esa mirada de un hombre respetado y honorable, y no malas palabras, ha definido para mí lo que un verdadero hombre puede decir.

    ORACIÓN: Querido Señor Jesús, tus palabras han sido y siguen siendo únicas. En ellas escuchamos el amor del Padre y la fuerza que tú nos das. Que el Espíritu Santo llene nuestros corazones para que las palabras que digamos glorifiquen siempre tu nombre. Amén.