PARA EL CAMINO

  • Aflicción, paz y gozo

  • mayo 5, 2024
  • Rev. Carlos Velazquez
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Juan 16:23-33
    Juan 16, Sermons: 5

  • ¿De qué forma puede Dios transformar nuestra tristeza? ¿Cómo podemos ser conscientes del amor de Dios en medio de la de tristeza o soledad? El Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo, habita en nosotros para darnos consuelo en toda aflicción y también nos prepara para que demos consuelo a los que sufren.

  • Hoy es cinco de mayo, y en los Estados Unidos este día contará con eventos en todo el país para celebrar la cultura, la comida y la música mexicana. Cinco de mayo es también un día importante para los restaurantes, pues tan solo la venta de cerveza en estos establecimientos, se pone a la par de ocasiones tan importantes como el día de San Patricio o el domingo del Super Bowl. Para los mexicanos en el estado de Puebla, el 5 de mayo conmemora la victoria del ejército mexicano liderado por general Ignacio Zaragoza al ejército francés en 1862.

    Pero para su servidor, el cinco de mayo es una fecha aún más importante. Para mi esposa y para mí es nuestro aniversario de bodas. Cómo olvidar ese lejano sábado del año 2007, cuando dos jovencitos (mi esposa y yo) nos unimos bajo la bendición de Dios. Qué lindos recuerdos conservamos de la ceremonia, de la fiesta, de los amigos y de la tremenda lluvia que cayó ese día en la Ciudad de México. «Es de buena suerte», decían algunos.

    Y a diecisiete años, me pregunto, ¿es el matrimonio un asunto de buena suerte? ¿Es una relación sencilla donde juegas a la ruleta rusa esperando haber elegido a la mejor compañera? Por supuesto que no. Al matrimonio yo lo compararía con una de las etapas del embarazo. Sí, con un embarazo. Sabemos que en el embarazo un hombre y una mujer se unen con el objetivo común de ser padres. Hablamos del estado biológico más significativo para el ser humano, donde el desarrollo y el cuidado de un nuevo ser están de por medio. El embarazo presenta muchos momentos incómodos. Existen cambios físicos y hormonales en la mujer en los que el hombre debe involucrarse. Ambos cuentan con un periodo de 40 semanas para prepararse para dar la bienvenida al nuevo miembro de la familia.

    Nuestro matrimonio fue bendecido con 3 hermosos hijos. Sin embargo, si alguien piensa que el embarazo es la etapa difícil, les recomiendo que esperen a ser padres. Es durante la paternidad cuando menos duermes, cuando trabajas más tiempo para proveer a tu familia en sus necesidades, cuando terminas los días más cansado y recibes mínima recompensa de parte de tus hijos, quienes diariamente ponen a prueba tu paciencia con berrinches y espontánea desobediencia. Aun así, mi esposa y yo pensamos que el matrimonio, el embarazo y los hijos, es lo más hermoso que nos ha pasado en la vida. Sin embargo, no podemos ignorar que aun en las relaciones familiares pueden producir sufrimiento y aflicción.

    La vida misma nos expone al sufrimiento. Hay aflicción en el trabajo, en la calle, en la escuela. Pienso por ejemplo en los padres que han perdido un hijo en un crimen, pienso en los hijos que han quedado huérfanos en la guerra. Pienso en las familias que han sido víctimas de un desastre natural. Pienso en los que han sido defraudados o estafados. Pienso en todos aquellos que han sido marginados o rechazados por su condición económica. No cabe duda de que la aflicción que experimentamos es la consecuencia del pecado que habita en el hombre. Esta grave enfermedad de maldad parece aumentar de manera gradual.

    En la Escritura se nos advierte que: «En los últimos días habrá hombres amantes de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos, que amarán los deleites más que a Dios» (1 Timoteo 3).

    La pregunta que surge es qué piensa Dios acerca de estas circunstancias. ¿De qué forma puede Dios transformar nuestra tristeza? ¿Cómo podemos ser conscientes del amor de Dios en medio de la de tristeza o soledad? ¿Podemos ser guiados y mantenernos con firmeza y carácter durante las pruebas que la vida nos ofrece?

    En nuestra lectura de hoy observamos que los primeros discípulos tampoco escaparon a los efectos de un mundo roto por la maldad. El capítulo 16 de Juan contiene las advertencias de Jesús para sus seguidores: «Ustedes serán expulsados de las sinagogas, y llegará el momento en que cualquiera que los mate, pensará que rinde un servicio a Dios» (Mateo 16:2). «Ustedes llorarán y lamentarán, mientras que el mundo se alegrará…». «Ustedes serán esparcidos, cada uno por su lado; y me dejarán solo» (Mateo 16:31-33).

    Vaya panorama tan desolador. Cualquiera en su sano juicio diría, pero ¿acaso Jesús no afirmó que era el hijo de Dios? ¿Por qué permite entonces el sufrimiento de los suyos? Dios nos enseña primero que para entrar al reino de Dios es necesario que pasemos por muchas tribulaciones. Las tribulaciones no son un examen para entrar al reino, sino algo que sucede pues el pecado nos acecha en todas partes.

    Así que, considerando el sufrimiento y la aflicción en el mundo a la luz de lo que las Escrituras nos enseñan el día de hoy, podemos descansar en que si hemos sido rechazados, Dios nos comprende a cabalidad pues:

    1. Jesús mismo experimentó rechazo: «Si el mundo los aborrece, sepan que a mí me ha aborrecido antes que a ustedes» (Juan 15:18). Seguir a Jesús representa un costo de discipulado en donde en ocasiones el mundo nos rechazará o perseguirá, como el mismo Señor fue rechazado o perseguido por sus ideas y estilo de vida. Podemos confiar en el hecho magnífico que el Padre mismo nos ama, porque nosotros hemos amado a Jesús y hemos creído que Jesús proviene de Dios y es Dios.

    2. Jesús mismo experimentó abandono pues advirtió a sus seguidores: «La hora viene, y ya ha llegado, en que ustedes serán esparcidos, cada uno por su lado; y me dejarán solo» (Juan 16:32a). Sabemos que este abandono por parte de sus amigos ocurrió en la cruz. Sin embargo, el Señor sabía que su sacrificio por nuestros pecados nos abriría las puertas para llegar al Padre. El Señor afirmó: «Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz» (Juan 16:32b).

    3. Hay situaciones de sufrimiento y aflicción en el mundo que no entendemos ahora y que no terminaremos de entender aquí. Como creyentes nos atacará la pregunta ¿dónde está Dios en medio de todo esto? ¿Acaso se esconde? Observe que ni los mismos discípulos tenían claros sus pensamientos al considerar las palabras del maestro que tenían en persona delante de ellos. «¿Qué es esto que nos dice?: «Todavía un poco y no me verán; y de nuevo un poco, y me verán» (Juan 16:16). Jesús nos responde hoy con la serenidad que el único y sabio Dios puede comunicar a su creación: «De cierto, de cierto les digo, que ustedes llorarán y lamentarán, mientras que el mundo se alegrará; pero aunque ustedes estén tristes, su tristeza se convertirá en gozo» (Juan 16:20).

    Esa es su palabra fiel y verdadera y digna de ser guardada en el corazón. Esa es su promesa. De manera temporal sufriremos en este mundo, pero el día llegará en el que estemos con él para siempre y entonces sí nuestra tristeza se convertirá en gozo. El Apóstol Pablo nos afirma: «Porque estos sufrimientos insignificantes y momentáneos producen en nosotros una gloria cada vez más excelsa y eterna» (2 Corintios 4:17).

    Y mientras tanto, ¿quién nos dará consuelo? En mi vida doy gracias a Dios por mi esposa, pues en estos diecisiete años, su compañía ha sido una fuente de amor, ánimo y fortaleza. Sin embargo, debo reconocer que tanto ella como yo no somos perfectos y no podemos estar en todas partes. Pero Dios nos promete alguien que nos consuela. A sus apóstoles les prometió: «Les conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes; pero si me voy, yo se los enviaré» (Juan 16:7). El Espíritu Santo, El Espíritu de Cristo habita en nosotros para darnos consuelo en toda aflicción y también nos prepara para que demos consuelo a los que sufren: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están sufriendo, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque así como abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así también por el mismo Cristo abunda nuestra consolación» (2 Corintios 1:3-4).

    Ahora entiendo mejor el ejemplo que Jesús nos da cuando dice: «Cuando la mujer da a luz, siente dolor porque ha llegado su hora; pero después de que ha dado a luz al niño, ni se acuerda de la angustia, por la alegría de que haya nacido un hombre en el mundo» (Juan 16:21).

    Recuerdo que mientras esperamos el embarazo de cada uno de nuestros hijos hubo momentos de dolor, incomodidad, cambios, incertidumbre y hasta miedo. Pero al final tener a nuestros hijos en los brazos después de ese sufrimiento nos enseñó que todo valió la pena. Como está escrito: «Las cosas que ningún ojo vio, ni ningún oído escuchó, ni han penetrado en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman» (1 Corintios 2:9).

    Por ahora, escuchemos con atención las dulces palabras de nuestro Salvador, quien nos dice: «Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz.» En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo.»

    Estimado oyente, no conozco tu situación, pero quiero decirte que Dios sí la conoce y oramos en este momento por ti para que Dios, en el nombre de Jesús, te imparta su paz, su fortaleza y su consuelo, y para que en el día postrero tu tristeza se convierta en gozo, para la gloria de Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo. Amén.

    Y si de alguna manera podemos servirte de apoyo, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones.