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PARA EL CAMINO
La pregunta de los fariseos sobre el divorcio en Marcos 10 proporciona a Jesús una oportunidad para remontar la discusión acerca del diseño divino del matrimonio. Aunque la ley de Moisés permitió el divorcio debido a la dureza del corazón humano, esto no era parte del plan original de Dios. Se destaca la importancia de recibir el reino de Dios con la humildad y confianza de un niño al recibir y depender de la gracia Divina.
A lo largo de los capítulos ocho y nueve del evangelio de Marcos, vemos a Jesús enseñándole a sus discípulos lo que significa seguirlo. Les ha hablado del morir a uno mismo y tomar la cruz. También el tratar seriamente el tema del pecado en sus vidas. Luego pasamos a este capítulo de hoy, Marcos 10, donde se nos presenta un encuentro entre Jesús y los fariseos, quienes se acercaron con el fin de tenderle una trampa, como de costumbre, a través de preguntas muy difíciles y donde pudieran encontrar alguna falla condenatoria en las respuestas de Jesús. En esta ocasión la pregunta era sobre el divorcio.
Y esta es una pregunta que miles de personas se siguen haciendo en la actualidad: ¿es permitido o aceptable ante los ojos Dios el divorcio? Es realmente alarmante el creciente número de matrimonios que terminan en divorcio en el día de hoy. Las estadísticas hablan de un 50% o más de familias casadas que terminan divorciándose. No podemos negar que esta situación causa un impacto significativo en la sociedad. Los efectos del divorcio no solo afectan a las personas directamente involucradas, sino que se extiende a todas las áreas de la sociedad. Los estragos causados son incontables, el número de familias desintegradas, niños creciendo en hogares fragmentados, problemas económicos, impacto en la salud física y mental de los involucrados y muchos más, son realidades altamente preocupantes. Es muy difícil hoy en día encontrar a alguien que no haya sido afectado por un divorcio, quizás ustedes mismos, sus padres, hijos, amigos o algún familiar y quizás tengan muchas preguntas al respecto.
Este es un tema muy sensible pero muy relevante. Y no es un tema o una situación nueva. Desde el Antiguo Testamento vemos a Moisés lidiando con este problema. Y fue ahí donde Jesús se dirigió. En la pregunta que le hacen a Jesús sobre el divorcio, Él no la responde directamente, pero como era su costumbre, les responde con otra pregunta, les dijo: «¿Qué les mandó Moisés?» Refiriéndose al pasaje en Deuteronomio 24:1 donde dice: «Cuando alguien tome una mujer y se case con ella, si después no le agrada por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá una carta de divorcio, se la entregará personalmente, y la despedirá de su casa.»
Con esta acción, Jesús demuestra una vez más su compromiso en defender la autoridad de las Escrituras, demostrando que la Palabra de Dios es verdadera y correcta sobre todo lo que aborda, lo cual los judíos o fariseos no podían contradecir. De igual manera nosotros como iglesia hoy, sometemos todas nuestras creencias, nuestros sentimientos y nuestro comportamiento a la autoridad de la Palabra de Dios.
Cuando los fariseos respondieron a la pregunta de Jesús, afirmando que: «Moisés permitió el divorciarse de la esposa mediante un certificado de divorcio», le da la oportunidad a Jesús de profundizar en su enseñanza y llegar a la raíz del problema. Y la raíz del problema es el corazón del hombre que está contaminado por el pecado, endurecido por la maldad e incapaz de cumplir el propósito y voluntad de Dios para su vida. Por causa de la dureza del corazón y por los abusos que se estaban dando de hombres abandonando a sus esposas por casi cualquier excusa, Moisés tuvo que escribir en la ley, que el hombre diera un certificado de divorcio a la mujer para prevenir y limitar el daño que estaban causando. Es cierto que la ley de Moisés permitió el divorcio bajo ciertas circunstancias, aunque claramente, nunca lo promueve, lo favorece y mucho menos celebra, más bien estipula la causa por la cual el divorcio podía darse.
Pero Jesús dice, que ese nunca fue el propósito ni el diseño original de Dios. En el principio Dios estableció el matrimonio como un pacto perpetuo entre un hombre y una mujer, ese fue el orden y el plan original de Dios, un matrimonio unido y bendecido por Dios y que nadie debía separar. Era una unión basada en el amor y en la perfecta voluntad de Dios. No era un contrato creado por el hombre para una conveniencia temporal o una unión social más que podría disolverse por cualquier motivo. Según su institución, el matrimonio es de origen divino y según su duración es permanente, hasta que la muerte los separe. Y este concepto de unión inseparable, está basado en la autoridad de Dios.
Pero queda claro una vez más que como seres humanos quebrantados por el pecado, nos quedamos cortos a los planes y propósitos de Dios. No podemos por nuestros propios medios cumplir la Ley de Dios, no podemos amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos, como Él nos ha encomendado. La ley perfecta de Dios y la realidad humana nos recuerdan constantemente que somos imperfectos y que necesitamos de la gracia y la misericordia de Dios.
Este mensaje no va dirigido únicamente a las personas involucradas en un divorcio, no, este mensaje es para todos los seres humanos. Nuestros corazones contaminados por el pecado son la raíz del problema, no solo del divorcio, sino también de los homicidios, los robos, celos, avaricia, inmoralidades, pleitos, malos deseos, las mentiras y todas aquellas cosas que salen del corazón del hombre como nos habla Jesús en Mateo 15:19 y de las cuales todos somos culpables.
El pecado nos produce culpa y vergüenza, pero, es por medio de la Gracia de nuestro Señor Jesucristo que somos liberados de esa culpa. En la cruz de Cristo fueron llevados todos nuestros pecados. Por su sacrificio en la cruz ya no tenemos que cargar con la identidad de pecadores impenitentes. Ahora, por medio del perdón, su gracia y su misericordia, somos hijos de Dios. Somos aceptados y perdonados no porque hayamos podido cumplir la ley de Dios, sino por medio del sacrificio perfecto de Jesús en la cruz. Por medio de su gracia, recibimos el regalo de la salvación. Esto es muy impactante, porque sabemos que el pecado nos separa de Dios, hubo una especie de divorcio en el huerto del Edén con la caída de Adán y Eva, y a partir de ahí, el corazón del hombre siempre tiende a pecar y separarse de Dios. Sin embargo, su amor para con nosotros es inquebrantable, y el acta que nos separaba de Dios fue anulada para siempre en la cruz del Calvario. En Cristo hemos sido reconciliados con Dios, existe ahora una nueva relación, y la iglesia es ahora la novia del Cordero, que es purificada cada día por el Espíritu Santo y nos prepara para ese gran día. Ya no tenemos que escondernos de Dios, podemos venir confiadamente a sus brazos por medio de Jesucristo.
Es interesante ver que en este mismo pasaje sobre el divorcio se presenta el momento cuando se le traían niños a Jesús para que los tocara y diera su bendición, pero sus discípulos se lo impedían. Es el único momento en el evangelio de Marcos que se menciona que Jesús se indignó. Porque no debe haber nada que impida que los niños vengan a Jesús y les dice a sus discípulos y a nosotros hoy: «De cierto les digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.» Entonces Jesús tomó a los niños en sus brazos, puso sus manos sobre ellos, y los bendijo.» El Señor nos pide que seamos como niños.
Recuerdo cuando mis dos hijos varones estaban pequeños, tenían como unos cuatro o cinco años, yo les hacía algo que le llamamos «La Campana», lo cual a mi esposa no le gustaba mucho pero que ellos amaban. Y era que yo los ponía de pie frente a mí, también de pie, dándome la espalda, luego se inclinaban y pasaban sus manos a través de sus piernas y yo las tomaba por debajo de ellos y los elevaba dando una vuelta en el aire hacia el frente y haciendo que sus pies se engancharan en mis brazos, quedaban con la cabeza hacia abajo, colgando de pies y manos y columpiándose entre mis piernas como una campana. Ahora quizás entiendan por qué a mi esposa no le gustaba, por lo riesgoso del juego. Pero ellos se reían y lo disfrutaban tanto y volvían para hacerlo de nuevo, porque tenían la plena seguridad de que su papá no los iba a dejar caer. Los niños confían plenamente, ellos creen lo que se les dice, tienen corazones sencillos y son auténticos.
El Señor te dice hoy en su Palabra, ven a mis brazos, ven como un niño pequeño. Confía en la gracia salvadora de Jesús, confía en su amor por ti y en su perdón. Su sangre fue derramada en la cruz por ti, para perdonar tus pecados. No dejes que tus sentimientos de culpa o vergüenza te impidan venir a los brazos de Jesús, Él te bendice con su amor. Deja atrás todos tus esfuerzos de tratar de auto justificarte ante Dios. No escuches a la sociedad que trata de ofrecerte paz minimizando el pecado. No trates de comparar pecados con otras personas, esto era lo que hacían los fariseos. Mas bien escucha las palabras de Jesús que te dice: Tus pecados te son perdonados.
Si estas casado, casada, invita al Espíritu Santo a tu relación matrimonial. Tu esposo o tu esposa, es un regalo de Dios para tu vida. Ámense en el amor con que Cristo los ha amado, perdonándose unos a otros en amor. Reconociendo que no son perfectos y que los problemas en el matrimonio son inevitables, pero confiando que Quien diseñó el matrimonio está con ustedes. Si tienen hijos, preséntenlos diariamente al Señor en oración, a Dios le importa mucho tu matrimonio y tu familia y así como él nos acerca a Él por medio de su amor y su perdón, también nos acerca entre nosotros. Si estas por casarte, recuerda que estás por entrar al plan maravilloso y perfecto de Dios para la humanidad pero que dependes y confías de Él como un niño depende y confía de sus padres. Si has sido afectado recientemente por una separación o divorcio y estás pasando por un momento de dolor, descansa en la esperanza de la promesa del Señor de estar con nosotros en todos los momentos de nuestras vidas, recordando que la única persona que puede realmente consolar tu corazón, llenarte de su paz y brindarte sus brazos de amor es Cristo Jesús.
Estimado oyente, si de alguna manera te podemos ayudar a ver que Jesús tiene la autoridad de perdonar tus pecados y de resucitarte al fin de los tiempos para estar con Él y con toda la multitud de creyentes, a continuación, te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.