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PARA EL CAMINO
¿Hay algo más después de la muerte? La Biblia dice que, después de la muerte, hay vida eterna en el cielo y agonía eterna en el infierno. Pero entonces, ¿cómo se hace para llegar al cielo? Veamos lo que Jesús le contestó al hombre que le hizo esta misma pregunta.
El gran detective Sherlock Holmes no es más que un personaje ficticio. A pesar de estar basado en el Dr. Joseph Bell, una persona que realmente existió, Sherlock surgió de la imaginación de Sir Arthur Conan Doyle. Pero el hecho que Sherlock sea un personaje ficticio no significa que todos los demás personajes que aparecen en las novelas también lo sean.
En realidad, no lo son. Por ejemplo, en «La aventura del cliente ilustre», aparece el nombre del criminal Charles Peace. En su época, a fines del siglo 19, Charles Peace era un ladrón y asesino relativamente conocido. A pesar de ser inventor y violinista bastante talentoso, los mayores logros de Peace fueron como ladrón. Vale aclarar que él no era un ratero común y corriente, sino un ladrón fino, un ladrón «de guante blanco», aun cuando asesinó a varias personas, incluyendo a un policía que estaba a punto de arrestarlo.
Durante más de un cuarto de siglo, Peace se las ingenió para vivir cómodamente de lo que robaba de las casas de los ricos y famosos que vivían en los barrios caros de Londres y sus alrededores. Eventualmente, Peace fue entregado a la policía por su novia. En el primer lugar donde fue juzgado recibió una sentencia de cadena perpetua, y en el segundo lugar el jurado decidió en diez minutos que debía ser ejecutado.
El día de su ejecución, en el grupo que lo llevaba a la horca iba también el capellán de la prisión, un hombre que parecía estar tremendamente aburrido, y totalmente desinteresado del trabajo que había recaído sobre él. Con voz monótona, el capellán le leyó algunos textos de la Biblia que creyó apropiados para un hombre que estaba a punto de ser ahorcado. Cuando hubo terminado, Peace le tocó el brazo, y le preguntó: «Señor, ¿qué me leyó?». El capellán le contestó: «Los consuelos de la religión».
Peace no podía creer el desinterés con que el clérigo hacía su trabajo, así que le preguntó: «¿Cómo puede hablarme del horror del infierno que me esté esperando, sin mostrar siquiera un dejo de emoción? ¿Cómo es posible que usted crea en un fuego eterno que hace sufrir-pero nunca consume del todo- a sus víctimas, y sea capaz de hablar de ello sin que siquiera la voz le tiemble? ¿Qué clase de ser humano es usted que me puede decir, sin que se le llenen los ojos de lágrimas, que voy a estar muriéndome eternamente sin experimentar jamás el alivio que trae la muerte?» Para entonces Peace estaba tan exaltado, que no podía dejar de predicarle al predicador, por lo que continuó, diciéndole: «Si yo creyera lo que usted y la iglesia de Dios dicen que creen, aun cuando toda Inglaterra estuviera cubierta de costa a costa con trozos de vidrios, la caminaría de punta a punta si con ello lograra salvar aunque más no fuera un alma del infierno eterno que usted me acaba de describir». Peace hizo muchas cosas malas durante su vida, pero el discurso que dijo antes de ser ahorcado no fue una de ellas.
En realidad, tenía toda la razón del mundo, porque la verdad es que el infierno es un lugar terrible. Tan terrible que, como cristianos, deberíamos estar moviendo cielo y tierra para darle a conocer a usted, y a todas las personas del mundo, al Salvador que dio su vida para que usted no tenga que terminar allí. Jesucristo, el Hijo sin pecado de Dios, ha hecho todo lo que era necesario para que podamos ser salvos, pero nos encargó a nosotros, sus seguidores, la tarea de decirles a todas las personas que el infierno no tiene por qué ser su destino final. De veras, si realmente creemos que la condenación eterna es tan mala como decimos que es, tan terrible como las Escrituras nos dicen que es, más vale que no perdamos ni un minuto, ni dejemos de decir ni una vez, ni de elevar una oración, para hacerle saber al mundo entero que Jesús ha cargado con sus pecados, ha recibido el castigo por ellos, y ha muerto la muerte que nos correspondía a nosotros, para que podamos ser rescatados. Gracias a lo que hizo Jesús, y con la fe que nos da el Espíritu Santo en el Señor crucificado y resucitado, usted también puede salvarse del infierno.
Volvamos a la pregunta básica… ¿hay algo más después de la muerte? Sí que lo hay. Como cristiano que soy, le creo a la Biblia cuando dice que, después de la muerte, hay vida eterna en el cielo y agonía eterna en el infierno. Pero si usted no es cristiano, seguramente no le interesan para nada las referencias que le pueda dar de la Biblia. Así es que le voy a dar otra referencia totalmente diferente: esa referencia es usted mismo. Muy dentro suyo usted sabe, aunque no lo quiera reconocer ni decir, que la muerte no es el fin de todo, que cuando usted se muera no se va a evaporar como si nunca hubiera existido. ¿No es cierto? Es que todas las culturas, todas las razas, todas las generaciones en todos los países y de todos los tiempos, han sabido que sus almas han de ser juzgadas por Dios. ¿Que cómo es posible? Por la conciencia que Dios les dio. Dentro de cada uno de nosotros hay una voz que nos dice que hemos hecho el mal, y que por ello debemos ser castigados. Podemos hacer muchas cosas para tratar de acallar esa voz, pero igual va a seguir estando allí, recordándonos que no estamos limpios y que merecemos ser castigados… y el castigo que Dios tiene preparado no es para nada lindo.
Todo esto fue lo que llevó a un abogado a ver a Jesús hace casi 20 siglos, para preguntarle: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?». En otras palabras, lo que le estaba preguntando a Jesús era: ‘¿qué tengo que hacer para evitar la condenación eterna?’. Esa es la pregunta que todos los incrédulos y escépticos DEBERÍAN estar haciendo. ¿Por qué? Porque si es cierto que va a haber un juicio, y vida o condenación eternas, más vale que estén preparados. Porque ellos van a ser juzgados, y sin fe en Jesús como Salvador, van a recibir un veredicto que no les va a gustar.
‘¿Qué tengo que hacer para recibir la vida eterna y evitar la condenación eterna?’, preguntó el abogado, y antes que terminara la conversación, tanto él como el Salvador Jesús llegaron a un acuerdo sobre lo que debía hacer. ¿Quiere escuchar a qué acuerdo llegaron? Jesús le dijo que, para tener vida eterna y evitar la condenación eterna, todo lo que tenía que hacer era amar al Señor su Dios con todo su corazón, con todo su ser, con toda su fuerza, y con toda su mente, y amar a su prójimo como a sí mismo. Esa respuesta dejó tranquilo al abogado; si eso era todo lo que tenía que hacer, no iba a tener problemas. Se me ocurre que la mayoría de las personas opinaría lo mismo.
Es claro que hay excepciones. Hombres como Hitler, Mao, y Stalin, y algunos de los actuales dictadores del mundo, probablemente tengan problemas para entrar al cielo, pero la mayoría de las personas comunes y corrientes piensan que van a poder aprobar el examen en el Día del Juicio Final sin problemas. También están los asesinos, los traficantes de drogas, los ladrones… todos ellos no van a tener suerte, pero nosotros no somos como ellos. Nosotros no somos terroristas que matamos a mujeres y niños inocentes, ni usureros que nos hacemos ricos a costa de los demás, ni políticos que mienten a diestra y siniestra para llegar al poder y llenarse los bolsillos de dinero. No, nosotros no somos como ellos.
¿Se ha dado cuenta que la lista de personas ‘buenas’ se va achicando cada vez más? Menos mal que todavía somos lo suficientemente buenos como para estar en esa lista de personas que van a entrar al cielo, ¿no? ¿Lo somos? ¿Somos TAN buenos? ¿Qué tal si le pregunto a sus amigos, a su familia, a su mamá, a su cónyuge, si usted es tan bueno? Si ellos son honestos en sus respuestas, seguramente me van a decir algunas cosas que usted probablemente no quiera escuchar, cosas malas que usted ha hecho, y que ellos han dejado pasar porque le aman. Pero la verdad es que, si son honestos, me van a decir que usted no ha amado a Dios; y en cuanto a amar a su prójimo… ya sabemos cuál es la respuesta a eso, ¿no?
Pero la cosa no termina ahí; al contrario, se pone peor. Porque esas personas sólo pueden ver y juzgar lo que usted dice y hace, pero no pueden leerle sus pensamientos, ni ver en lo profundo de su corazón lo que usted realmente siente. Ellos no saben nada de las veces que usted ha odiado, que ha sido cruel, que ha criticado y ha sido despiadado en sus pensamientos, como tampoco saben nada acerca de todas las lujurias, envidias y celos que alberga en su corazón. ¿Qué dirían de usted si se enteraran de todas ellas? ¿Le parece que le dejarían entrar en el cielo? Yo no sé qué es lo que sus amigos y seres queridos dirían, pero sí sé lo que Dios dice, y es que ni usted ni nadie es suficientemente bueno como para entrar al cielo.
Así que ahora, como Dios dice que nadie es suficientemente bueno como para entrar al cielo, quizás usted se esté preguntando: ‘¿cómo voy a hacer, entonces, para entrar al cielo, y evitar el infierno?’ Son muchas las personas que se hacen esa misma pregunta, y también son muchas las soluciones que proponen. Por ejemplo: algunas deciden hacer de cuenta que el juicio no va a existir, lo cual es un gran error, pues Dios deja bien en claro que todos vamos a ser juzgados. Por más que lo ignoremos, nos va a llegar a todos. Otras personas se consuelan pensando que quizás Dios nos va a juzgar comparando nuestro comportamiento con el de los demás, y asumen que, como no somos tan malos como otros, vamos a ser aprobados. Otra vez un gran error. Nosotros podemos esperar lo que sea, pero Dios no va a cambiar sus exigencias para que la mayoría de los pecadores entren al cielo. No.
Si usted ha amado y ama a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente, y con todas sus fuerzas; y si usted ha amado y ama a su prójimo como a usted mismo, entonces va a entrar en el cielo. Pero si usted no ha amado ni ama de esa manera, ha fallado, y perdido el cielo. Dios lo dice con mucha claridad a través de las palabras del apóstol Pablo en Romanos 6:23: «La paga del pecado es muerte».
Si usted es una de las muchas personas que cree que todas las religiones son iguales, hasta aquí al menos puede estar contento, pues la mayoría de las religiones están de acuerdo en que todos somos pecadores y en que Dios no se complace con nuestros pecados. Pero aquí es donde el camino se divide. Aquí es donde el cristianismo toma una dirección diferente de todas las demás religiones del mundo. Un cristiano chino, hombre que ha sufrido y sobrevivido persecución por causa de su fe, explicó de la siguiente manera las diferencias entre el cristianismo y las demás religiones. Él dijo: «Imagine que me caigo en las arenas movedizas del pecado, y que me estoy hundiendo. Si se apareciera Buda y me viera en esa situación, me diría algo así como: ‘mi amigo, no te preocupes demasiado con la situación en que te encuentras; si eres sabio aprenderás de ella y crecerás, y la próxima vez que vuelvas a nacer sabrás cómo evitarla’, y luego se iría y dejaría que me hundiera en la arena movediza». Luego continuó diciendo: «Ahora imaginemos lo que sucedería si el profeta Mahoma me viera en esa situación. ¿Qué haría; qué diría? Probablemente algo así como: ‘me entristece mucho verte en una situación tan lamentable, pero es evidente que esta es la voluntad de Alá. Si así lo deseas, tengo cinco pilares que quizás puedan ayudarte, pero en definitiva tu destino es tu destino’. Y luego de decirme esto, Mahoma seguiría de largo y me dejaría abandonado a mi fatídica suerte.»
«Y entonces vino Jesús. Jesús vio la situación en que me encontraba, y se compadeció de mí. Pero no sólo se compadeció y me dio consejos… no. Al ver la situación desesperada en que me encontraba, Jesús se zambulló en las arenas movedizas, y mientras se iba acercando, me decía: «No tengas miedo». Enseguida me di cuenta por qué me decía eso: tan pronto como llegó a donde yo estaba, me levantó en sus brazos, me rescató de las garras del pecado y el barro, y me devolvió la libertad y la vida. Entonces pensé para mis adentros: ‘qué maravilloso lo que Jesús está haciendo por mí’. Y de pronto me di cuenta que, con cada centímetro que Jesús me empujaba hacia arriba, él se iba hundiendo cada vez más hacia abajo… me estaba salvando a mí, a costa de su propia vida. ¡Increíble!»
Y es realmente increíble. Es increíble que Dios ame tanto a pecadores como usted y como yo. Es increíble que el Padre celestial enviara a su propio Hijo al mundo para que fuera como uno de nosotros. Es increíble que Jesús viviera una vida perfecta, sin pecado, que resistiera todas y cada una de las tentaciones del diablo, y que cargara la cruz con todos y cada uno de los pecados que nosotros cometemos. Es increíble que Jesús no se defendiera ante sus acusadores, que no se vengara de quienes lo atormentaron, que no se sublevara contra el Procurador romano que dio la orden de que lo crucificaran.
¿Dije que todo esto era algo increíble? Es mucho más… es la pura gracia de Dios. Es la gracia maravillosa que Dios ofrece a los pecadores como nosotros, gracia que ni merecemos ni hemos ganado. La gracia de Dios es la que hace que el Señor Jesús venga a invitarnos a arrepentirnos, a creer, y a ser salvos. «¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Arrepiéntase, crea, y será salvo. Ese es el mensaje que este programa le trae hoy para su vida: crea en el Señor Jesucristo y será salvo.
La maestra de escuela dominical estaba enseñando a sus niños más o menos lo mismo que lo que hemos hablado hoy aquí. Hacia el final de la clase, y en forma de repaso, la maestra preguntó: ‘Si vendo mi casa y mi auto, y todo el dinero que saco lo dono a la iglesia, ¿voy a ir al cielo por eso?’ Seguros de la respuesta, los niños gritaron: ‘NO’. La maestra continuó: ‘Y si lavo las ventanas, y limpio los pisos y los baños de la iglesia, ¿voy a ir al cielo por eso?’ Una vez más, todo el grupo gritó al unísono: ‘NO’. Conforme con las respuestas, la maestra dijo: ‘Tienen razón; ninguna de esas cosas me va a llevar al cielo. ¿Qué debe suceder para que pueda ir al cielo?’ Sin dar tiempo a nadie más a decir nada, un chiquito dijo: ‘Para que pueda ir al cielo, ¡primero se tiene que morir!’ Y en parte tenía razón. Pero espero que usted sepa el resto de la respuesta. Espero que usted sepa que, para ir al cielo y no al infierno, debe creer en Jesucristo.
Si quiere saber más acerca de esa gracia maravillosa que Dios nos regala, comuníquese con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.