PARA EL CAMINO

  • Donde sea que estés

  • febrero 6, 2022
  • Pastor Lincon Guerra
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Lucas 5:1-11
    Lucas 5, Sermons: 2

  • Dios viene a nuestro encuentro en las actividades cotidianas de la vida. El Señor fue a buscar a sus discípulos en el lugar donde estaban realizando sus actividades cotidianas y los llamó, los salvó y los hizo parte de su reino. ¿Dónde te encuentras tú? Donde sea que estés, el Señor viene a ti y te dice: no temas, sígueme.

  • Me gustaría iniciar este sermón pidiéndote que recuerdes algún momento exitoso en tu vida, ya sea en el área personal, laboral, ministerial o social. ¿Recuerdas cómo te sentiste al experimentar el éxito? Quizás estabas teniendo un conflicto con algún miembro de la familia y después de mucho esfuerzo lograron la reconciliación y la relación fue restaurada. Quizás por tu dedicación y esmero lograste alcanzar el puesto que tanto deseabas en tu trabajo, o la graduación de tus estudios o quizás el inicio de un negocio. Como pastor, muchas veces he reflexionado en aquellos hermosos momentos en el ministerio donde pude ver la mano de Dios haciendo cosas especiales en la vida de muchas personas. También recuerdo que hace algunos años atrás, mientras pasábamos unos momentos difíciles económicamente, mi esposa y yo decidimos iniciar un pequeño negocio de pintura. Como todo, al principio fue difícil: pocos clientes, pocos contratos, más gastos que ingresos. Hasta que finalmente logramos obtener un buen contrato de casas nuevas y, aunque fue algo temporal, pudimos disfrutar de los beneficios y el éxito de ese proyecto familiar y recuperarnos en las finanzas, pagar algunas deudas y sacar la familia adelante. Estoy seguro de que todos hemos experimentado esos momentos en la vida. Momentos que nos llenan de alegría y satisfacción. Y creo que podemos estar seguros de que Pedro y sus acompañantes también tuvieron muchos grandes momentos en su negocio de pesca. Podemos imaginar que tuvieron noches muy exitosas, de abundante pesca. Pero ahora tuvieron «esta noche»: una noche donde habían trabajado duro, habían tratado por todos los medios posibles y todas las técnicas conocidas por ellos como pescadores profesionales y…. nada. No habían pescado absolutamente nada.

    Los versos 3 y 4 nos dicen que, inmediatamente después de terminar su mensaje a las multitudes desde la barca de Pedro, Jesús le pide a Pedro que lleve la barca a una parte más profunda y que vuelva a echar las redes para pescar. ¡Qué tremenda y extraña petición! Siendo pescadores de experiencia y habiendo intentado toda la noche, es muy probable que estuvieran cansados y frustrados, las redes quizás ya lavadas y dobladas, ansiosos por ir a descansar. Muy fácilmente Pedro se hubiera podido negar a semejante petición. Sin embargo, podemos ver que la reacción de Pedro fue de total obediencia y confianza a las palabras de Jesús. No sabemos cuál fue la enseñanza o el mensaje que Jesús dio a las multitudes, no sabemos qué mensaje escuchó Pedro y sus amigos, no se menciona en el pasaje, pero lo que sí sabemos es que era la Palabra de Dios (v. 1) y que la Palabra de Dios crea, sustenta y fortalece nuestra fe. La fe viene a nosotros por la palabra de Dios según romanos capítulo 10 versículo 17. Cada vez que recibimos la Palabra de Dios y los Sacramentos, el Espíritu Santo está llenando nuestros corazones de fe.

    Porque vendrán «noches» como estas en nuestro caminar cristiano, donde nada de lo hagamos parecerá funcionar, donde los recursos se verán agotados, donde nuestros esfuerzos serán en vano y donde tendremos que reconocer que no son nuestras habilidades o nuestro conocimiento o nuestras fuerzas, sino la Palabra de Dios, la que nos sustenta y nos hace avanzar en la fe, confiando en las promesas de Señor. Como bien lo dijo Pedro, lo hemos intentado toda la noche, hemos trabajado duro todo este tiempo y no hemos logrado nada, «mas en tu palabra echaré la red» (RVA 1960). Una linda combinación de fe sencilla y obediencia completa, como la fe de un niño, tal cual el Señor espera de sus seguidores. Que poderosa obra del Espíritu Santo por medio de la Palabra, que hizo que Pedro creyera, obedeciera y se humillara de esta manera ante el Señor.

    La Biblia dice que la cantidad de peces era tan grande que las redes se rompían, por lo que tuvieron que llamar a sus compañeros de pesca para que les ayudasen (vs. 6-7). Llama la atención la reacción de Pedro ante lo sucedido. Pedro cae de rodillas ante Jesús y hace esta declaración: «Señor, ¡apártate de mí, porque soy un pecador!». Esta declaración consta de dos confesiones. Una, Pedro confiesa que Jesús es el Señor. Anteriormente lo había llamado «Maestro» (del griego epitástes) que significa «supervisor», jefe, una persona de autoridad. En esta segunda vez se postra y lo llama «Señor». Y si, ahí estaba el Dios encarnado presente, frente a Pedro, frente a la multitud, siempre estuvo ahí, presente, en medio del aparente fracaso de los pescadores, en medio de la frustración y el dolor, en medio de las adversidades, el Señor está presente, aunque el hombre lo reconozca o no. Muchas veces el pecado nos ciega y no nos deja reconocer su presencia, ni reconocer nuestra condición, hasta que la luz de Cristo alumbra nuestras vidas y podemos reconocerle tal como es. Pedro lo reconoce como el Mesías enviado de Jehová. Esto se entiende aún más por la segunda confesión: «apártate de mí, porque soy un pecador».

    De la misma manera que el profeta Isaías confiesa su condición pecaminosa en Isaías capítulo 6 versículo 5, cuando en una visión veía a Jehová de los ejércitos sentado en su trono, en esta ocasión también Pedro está experimentando una epifanía, una revelación del Dios encarnado. ¿Cómo podía ser posible que ese Dios santo y puro pudiera venir al encuentro de un pobre pecador? Pedro lo reconoce y pide que se aparte de él. La revelación del Señor trajo luz a la vida de Pedro. La luz de Cristo y su revelación a nuestras vidas, nos lleva a confesarlo como Señor. De igual manera nos revela que somos pecadores. No podemos escondernos tras los argumentos de la buena moral y del pensamiento de que somos buenos porque no le hacemos nada malo a nadie. Pedro no estaba haciendo nada malo, estaba trabajando. Y es más, estaba obedeciendo a Jesús. Aun así, confiesa lo que todo hombre debe confesar por su condición y su naturaleza pecaminosa: «soy un pecador». Y sí lo somos, aunque reconozcamos o no. Estamos todos contaminados por causa del pecado según Romanos capítulo 3 versos 10 y 23, y por lo tal condenados a la muerte eterna. Es por eso que las Palabras de Cristo a continuación son un bálsamo de esperanza tanto para Pedro como para todos nosotros.

    Jesús no negó las confesiones de Pedro. Aceptó el título de Señor, aceptó que Pedro se postrara y aceptó que Pedro dijera que es un pecador. Pero en lugar de condenarlo, sus palabras trajeron paz: «No temas». Hermosas palabras de consuelo que también son para ti hoy. No temas. El Señor no ha venido a tu encuentro para condenarte. El Señor vino para perdonarte y ofrecerte la vida eterna por medio de la fe en su Nombre. Por medio de su muerte y resurrección nos ha librado de la condenación eterna. Esta es la esencia del Evangelio: que Cristo dejo todo para venir a nuestro encuentro, buscarnos en cualquiera que sea el lugar y la condición que estemos y llamarnos a formar parte de su reino.

    El Señor confirma su ofrecimiento del perdón con este llamamiento: «desde ahora serás pescador de hombres». El Señor le dice a Pedro que ya no va a estar más en el negocio de la pesca, sino que pasará a ser parte de su negocio. El negocio del Señor es la salvación, es «buscar y salvar» a los perdidos. Al igual que en Isaías 6, la revelación del Señor termina con un llamado y el envío a una misión. Este llamado viene del más grande de todos los misioneros, el Señor Jesús. Y con el llamado también viene su palabra: no temas, no temas por tu condición de pecador porque el Señor te ha perdonado, y no temas por la tarea que viene por delante porque el Señor va contigo. La pesca milagrosa era solo una muestra de lo que sucedería con la misión de pescar hombres. Pedro pudo experimentar esto durante el ministerio de Jesús en la tierra, pero sobre todo a partir de la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés, en Hechos capítulo 2, cuando miles de personas fueron alcanzadas por la proclamación del Evangelio.

    Nosotros hoy también recibimos el mismo llamado a ser testigos de ese Cristo Redentor que se nos ha revelado por medio de su Palabra. El Señor nos llama hoy a recibir su gracia y su perdón y nos envía a ser pescadores de hombres. Todo llamado implica una respuesta. En el verso 11, el pasaje nos dice que: Llevaron entonces las barcas a tierra, y lo dejaron todo para seguir a Jesús. Lo dejaron TODO, atrás quedaron sus barcas, su negocio pesquero, su éxito que habían logrado, sus amigos, su hogar. Algo había sucedido en la vida de Pedro, un cambio radical: él creyó en Jesús y fue transformado. Y es que cuando el Espíritu Santo llega a nosotros por medio de la Palabra, nuestras vidas son transformadas. Esta es la esencia del discipulado: somos transformados por el Espíritu de Dios, dejamos atrás nuestra pasada manera de vivir y seguimos en obediencia los pasos del Maestro. Somos llamados a vivir una vida diferente basada en la fe y no en la vista, basada en la Palabra de Dios y no en las circunstancias que nos rodean.

    El llamado de Pedro y los discípulos nos recuerda que Dios viene a nuestro encuentro en las actividades cotidianas de la vida. Los discípulos estaban limpiando sus redes. Moisés se encontró con Dios en un arbusto en llamas mientras pastoreaba las ovejas de su suegro. El apóstol Pablo tuvo su encuentro con Dios durante un viaje a Damasco mientras perseguía a los cristianos. El reformador Martín Lutero se encontró con Dios viajando en una noche lluviosa y de tormenta. El Señor vino a ellos en el lugar donde estaban y los llamó, los salvó y los hizo parte de su reino. ¿Dónde te encuentras ahora mismo? ¿Dónde te encuentras en este preciso momento? Donde sea que te encuentres, el Señor viene a ti y te dice: no temas, sígueme.

    Estimado oyente, si de alguna manera te podemos ayudar a ver que Jesús tiene la autoridad de perdonar tus pecados y de resucitarte al fin de los tiempos para estar con él y con toda la multitud de creyentes, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.