PARA EL CAMINO

  • El Maestro que todos necesitamos

  • octubre 2, 2022
  • Rev. Carlos Velazquez
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: 2 Timoteo 1:1-14
    2 Timoteo 1, Sermons: 1

  • ¿Quién ejerce influencia en tu vida? Dios nos llama a estar alertas: es muy fácil ser engañados y errar. Podemos caer en las manos de maestros que tratarán de desanimarnos y manipularnos a su conveniencia. Gracias damos a Dios por los maestros que Él pone en nuestro camino para acompañarnos durante la jornada y cuyos consejos nos apuntan a Jesús, el único Maestro que todos necesitamos.

  • Todos hemos tenido cerca personas que han sido educadores modelos de enseñanza a lo largo de nuestra vida. A estos estimados personajes, les hemos llamado profesores o maestros. Es cierto que a muchos de ellos los conocimos en los salones de clase, las escuelas o el colegio, explicándonos matemáticas y geografía. Pero también han existido personas que han fungido como mentores y guías a lo largo de nuestro desarrollo. Se trata de personas que nos aventajan en años y en experiencia profesional y que no escatiman en darnos un buen consejo. Quiero reconocer también que nuestros padres han sido y serán nuestros primeros maestros que nos formaron y nos educaron con mucho esfuerzo y dedicación. Y esta tarea continúa y se transmite de generación en generación. De hecho es muy probable que ahora mismo tenga la misma encomienda de guiar y enseñar a alguien más. ¿Qué responsabilidad tan grande, no crees?

    Sobre todo por el tiempo en el que hoy nos toca vivir. Todos los días escuchamos de nuevas plataformas digitales de información de acceso ágil inmediato. Hay demasiado ruido digital y comercial impulsado por las redes sociales que fácilmente cautivan a las personas. Todos los días escuchamos acerca de nuevos coaches y gurús digitales, al tiempo que proliferan cursos de superación personal, nuevas filosofías, escuelas de pensamiento y meditación. Ante tanta variedad de doctrinas, la gente confundida se conforma con decir que ningún conocimiento es absolutamente bueno ni absolutamente malo, sino relativamente bueno y relativamente malo.

    Que confuso debe ser para los educadores y padres educar hoy a las nuevas generaciones de jóvenes en las escuelas ante tal cantidad de información. Sobre todo porque en medio de esa vorágine de información le hemos dado la espalda a Dios en nuestras decisiones, hemos sido rebeldes y hemos ignorado el contenido de su santa Palabra sobre la forma en la que hemos de cuidar su creación. Para mucha gente hoy el objetivo último y egoísta al momento de forjar el carácter de las personas es que las personas simplemente sean felices y exitosas.

    Tristemente, los valores y las virtudes de cada persona hoy se ajustan a la conveniencia y a los intereses de un grupo social o al partido político en turno. La categorización de las conductas entre buenas y malas hoy se encuentra en constante cambio. ¿Dónde quedaron los valores y principios eternos de conducta que Dios anotó en el corazón de las personas desde el principio de los tiempos y sobre los cuales muchas naciones fueron fundadas?

    Si bien hoy vivimos en una sociedad avanzada tecnológicamente, debemos reconocer que vivimos una etapa de mucha confusión ideológica en donde todos se asumen expertos, donde la arrogancia, el orgullo y la intolerancia es el común denominador entre los distintos agentes de la sociedad, en la cual terminamos aislados unos de otros. Las figuras con autoridad moral para guiar a otros hoy son escasas. Jesús enseñó alguna vez: «¿Acaso un ciego puede guiar a otro ciego? ¿Acaso no se caerán los dos en algún hoyo? La Escritura dice «tienen el entendimiento entenebrecido; por causa de la ignorancia que hay en ellos, y por la dureza de su corazón, viven ajenos de la vida que proviene de Dios» (Efesios 4:18 NBLA).

    ¿Quién, sino solamente nuestro Creador, puede salvarnos de las tinieblas del pensamiento humano? Solo Dios puede iluminar la oscuridad y la profundidad del abismo de nuestro pecado. Solamente Dios nos muestra nuestro estado de pobreza y miseria espiritual en la que nos encontramos. ¿Quién, más que su Hijo amado a través de su muerte y resurrección, nos puede perdonar y reconciliar con él mismo para poder ser instruidos por un maestro paciente y amoroso hacia la nueva vida a la que nos ha llamado desde el día de nuestro bautismo? ¿Quién, sino el Espíritu Santo, nos convence de pecado y de juicio y nos limpia y nos santifica por medio de su Palabra y Sacramento para permanecer fieles en la jornada?

    Debo decir que en la jornada de fe de mi familia no todo ha sido fácil. Hemos conocido personas nocivas que ostentándose como maestros, gurús o líderes espirituales han sido tóxicos y peligrosos. Personas que intentaron hacernos tropezar o que procuraron burlarse de nosotros desviándonos de la fe. La Biblia nos advierte sobre ellos cuando afirma:

    «En los últimos días, habrá tiempos muy difíciles. Pues la gente solo tendrá amor por sí misma y por su dinero. Serán fanfarrones y orgullosos, se burlarán de Dios, serán desobedientes a sus padres y malagradecidos. No considerarán nada sagrado. No amarán ni perdonarán; calumniarán a otros y no tendrán control propio. Serán crueles y odiarán lo que es bueno. Traicionarán a sus amigos, serán imprudentes, se llenarán de soberbia y amarán el placer en lugar de amar a Dios. Actuarán como religiosos pero rechazarán el único poder capaz de hacerlos obedientes a Dios. ¡Aléjate de esa clase de individuos!» (2 Timoteo 3:1-2 NTV)

    Gracias sean dadas a Dios quien nos encuentra en el lugar donde estemos, nos llama y nos perdona si hemos pecado. Él sabe que es fácil ser engañados y errar. De ahí, amigo que nos escuchas, la importancia de que puedas encontrar una comunidad de fe en la iglesia Luterana. Ahí Dios ha establecido maestros y mentores de fe como Pablo para acompañarte durante la jornada y cuyos consejos siempre te apuntan a Jesús, quien es el único camino, la verdad y la vida.

    Pero te estarás preguntando cómo escuchar la voz del Maestro de maestros Jesús a través de sus servidores. Pues observemos con atención nuestro texto de hoy:

    «Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios y según la promesa de la vida que es en Cristo Jesús, a Timoteo, amado hijo: Que tengas gracia, misericordia y paz, de Dios el Padre y de Jesucristo nuestro Señor.» Aquí debemos mirar con atención que el apóstol Pablo no se presenta a título personal, sino a título del Maestro de maestros, JESÚS. Pablo fue uno de los testigos directos de su gloria y poder, comisionado para ser su mensajero. Recordemos que Pablo, originalmente conocido como Saulo, había sido un perseguidor y asesino intelectual de los primeros cristianos.

    Pero un día todo cambió para él cuando iba camino a Damasco y tuvo un encuentro personal con JESÚS quien, con voz de autoridad, le dio instrucciones sobre qué hacer. El Espíritu Santo lo convirtió en un hombre de fe y maestro de muchos. Pablo fue un apóstol que activamente sirvió al Señor hasta su muerte en la encomienda de hacer nuevos discípulos. Pablo obedeció la voz de su maestro que dice: «Así como el Padre me envió, también yo los envío a ustedes» (Juan 20:21b).

    Hacia la recta final de su vida, Pablo es arrestado ahora por predicar al Cristo resucitado y es llevado a Roma para comparecer a juicio delante del emperador romano. Mientras espera la fecha de su audiencia, transcurre sus últimos meses encerrado y aislado en una celda oscura. Para Pablo eso fue motivo de gozo pues para él vivir era seguir y obedecer a Cristo, y morir constituía una ganancia.

    Desde esa convicción Pablo se dirige a Timoteo diciéndole: «Doy gracias a Dios, a quien, como mis antepasados, sirvo con limpia conciencia, de que siempre, día y noche, me acuerdo de ti (Timoteo) en mis oraciones. Al acordarme de tus lágrimas siento deseos de verte, para llenarme de gozo; pues me viene a la memoria la fe sincera que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro de que habita en ti también.»

    El apóstol había conocido al joven Timoteo en uno de sus viajes misioneros a Listra. El capítulo dieciséis del libro de Hechos nos dice que: «Después [Pablo] llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego; y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio. Quiso Pablo que este fuese con él» (Hechos 16:1-3a RVR1960)

    A pesar de su juventud, Timoteo se convirtió en un colaborador fiel para Pablo. Varias de sus cartas mencionan su nombre como un hermano leal que acompañó al apóstol durante sus viajes misioneros. Luego de ir juntos a diferentes ciudades durante varios años, las necesidades del ministerio hacen que se separen. A petición del apóstol, Timoteo se quedó en Éfeso y Pablo continuó su viaje. Sin embargo, y a pesar de la distancia, Pablo se mantuvo en contacto con su joven discípulo y con su iglesia.

    Así como a Timoteo, en este momento Dios te habla como maestro y salvador del mundo para que escuches su voz en medio de una era de mucha confusión ideológica. La voz de su Palabra es confiable y evidente. La Biblia nos enseña a reconocer el lugar de donde hemos caído y la forma en la que nos hemos enemistado con Dios practicando el pecado, ajenos a su dirección y guía. Dios nos muestra a través de las Escrituras la forma en la que esta conducta obstinada nos expone al juicio divino, a la ira de Dios y la clara necesidad de nuestro arrepentimiento. Además de ser profeta y maestro, Jesús se constituyó como ofrenda para el perdón de pecados, y sacerdote mediador para ser reconciliados con Dios. Él nos guía con autoridad en el camino correcto: «Jesús le dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6 LBLA).

    Quizás te estés preguntando: y ahora que la fe en Jesús ha venido a mi vida, ¿qué hago? Escucha la instrucción que Pablo le da a Timoteo en su segunda carta (1:6-13) y que es también una instrucción para los discípulos de Jesús del siglo XXI:

    Primero: Aviva el fuego del don de Dios que te ha sido dado. En otras palabras, descubre y utiliza el don que Dios te ha dado. A todos se nos ha dado una medida de fe y se nos ha repartido dones y talentos. Capacidades diferentes y especiales que puedes ejercer para la gloria de Dios. Te animamos a que los descubras con la ayuda de tu pastor y los uses para la mutua edificación de su iglesia.

    Segundo: No te avergüences de dar testimonio de tu Señor. Lo cual quiere decir que Dios te invita a que compartas tu historia de fe. Esto es importante porque la fe en Jesús es apostólica, es decir al igual que Pablo fue enviado a las naciones, Dios nos envía a nosotros ahora a compartir las buenas noticias a toda criatura, comenzando con los de tu casa, en tu vecindario, en tu escuela o en tu trabajo. Si no sabes cómo hacerlo, contáctanos y pondremos a tu alcance recursos que pueden ayudarte.

    Tercero: Encuentra dicha en participar de las aflicciones por el evangelio. Seguir y obedecer la voz del Maestro de maestros no siempre será fácil. En ocasiones serás cuestionado, juzgado o criticado, pero no pierdas el enfoque: Jesús también fue juzgado por hacer la voluntad del Padre. Recuerda sus palabras: «Bienaventurados serán ustedes cuando por mi causa los insulten y persigan, y mientan y digan contra ustedes toda clase de mal. Gócense y alégrense, porque en los cielos ya tienen ustedes un gran galardón» (Mateo 5:11-12)

    Finalmente, retén las sanas palabras que has oído, en la fe y en el amor que es en Cristo Jesús. Timoteo fue un entusiasta estudiante de las Sagradas Escrituras. Llegado el momento, se le pidió que enseñara y capacitara a otros cristianos. La petición de Pablo fue que persistiera en lo que había aprendido de él y mantuviera la enseñanza de una sana doctrina, la misma enseñanza que el mismo Pablo había recibido de Jesús. En 1 Timoteo 4:16, le pide que tenga cuidado de sí mismo y de la doctrina que eventualmente enseñaría a otros.

    Como podemos ver, una y otra vez Pablo con humildad apuntó a sus discípulos a Jesús. Eso es lo que requerimos hoy en pleno siglo XXI: apuntar a nuestra familia, a nuestros alumnos y discípulos a la persona del Hijo de Dios recordándoles que:

    JESÚS es quien dio su vida en la cruz y te llama al arrepentimiento de tus pecados.
    JESÚS es quien salva tu vida de la maldición del pecado y de la muerte.
    JESUS es quien resucitó al tercer día y va a venir otra vez y quien, mientras tanto, te instruye a que le sirvas compartiendo el mensaje de su evangelio.

    Si de alguna manera podemos ayudarte en tu camino de fe, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones.

    Para la gloria de Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo Amén.