PARA EL CAMINO

  • El preadolescente en el templo: un Jesús más allá de la comprensión

  • enero 5, 2025
  • Rev. Laerte Tardelli Voss
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Lucas 2:40-52
    Lucas 2, Sermons: 11

  • Este sermón «El preadolescente en el templo»,» se centra en Lucas 2:40-52, donde se narra la fascinante historia de Jesús como un niño de 12 años. Jesús se encuentra en el templo, asombrando a los maestros con su sabiduría. El sermón reflexiona sobre la transición de Jesús hacia la vida adulta, su relación única con Dios como su Padre y cómo este episodio desafía la comprensión tanto de sus padres como de quienes lo rodean. Se invita a los oyentes a atesorar a Cristo, recordando su obediencia y amor constante.

  • El pasaje que acabamos de escuchar marca el final de los relatos de Lucas sobre el nacimiento de Jesús. De todos los Evangelios –Mateo, Marcos, Lucas y Juan– el lugar al que solemos acudir para conocer las historias del tiempo de Navidad es principalmente Lucas, porque Lucas escribió más sobre el nacimiento de Jesús y sobre la preparación hasta su nacimiento. Lucas es el tesoro de las historias sobre la llegada de Jesús al mundo.

    Para nuestra sorpresa, al final de estos relatos encontramos esta historia en particular, única en toda la Biblia. Es el único pasaje donde no vemos a Jesús ni como un bebé ni como un adulto, sino como un niño de doce años, en plena preadolescencia. Esta singularidad ya hace que la historia sea absolutamente fascinante, pero hay más.

    Cuando un escritor de Evangelio nos ofrece un relato sobre algo que Jesús hizo o dijo, una de las razones por las que lo hace es, por supuesto, porque realmente ocurrió. Los escritores de los Evangelios no inventaron cosas. De hecho, al principio de su libro, Lucas le asegura al lector: «Quiero que sepas que no me inventé nada de esto, sino que he recopilado relatos de testigos oculares de lo que verdaderamente sucedió». No obstante, sabemos que Mateo, Marcos, Lucas y Juan, inspirados por el Espírito Santo, no sólo eligieron este material porque los hechos ocurrieron, sino porque cada relato tiene algo muy importante para enseñarnos. ¿Qué nos enseña, pues, esta historia del preadolescente Jesús en el templo? Es lo que vamos a estudiar.

    Lucas nos cuenta de un viaje de Jesús con sus padres para celebrar la Fiesta de la Pascua. No era la primera vez que la Sagrada Familia emprendía este viaje, ya que era una costumbre hacer el peregrinaje anual a Jerusalén para este evento. Sin embargo, hay algo especial en este viaje, en este año en particular. Este fue un año especial porque Jesús, como se nos dice, tenía doce años, y en la tradición judía, esto marcaba el inicio de una transición importante: cuando un niño cumplía trece años, se esperaba que asumiera las responsabilidades de adulto. Por lo tanto, el año en que tenía doce era crucial, era cuando él entraba en una relación intensiva con su padre, un tiempo enfocado en el cual su padre lo educaba en todas las cosas para prepararlo para la vida.

    Por ejemplo, una de las cosas que José probablemente estaba enseñando a Jesús era su oficio de carpintero, para que su hijo aprendiera una profesión. Pero carpintería no era todo lo que José estaba enseñando a su hijo. José seguramente también estaba proporcionando a Jesús una instrucción religiosa más concentrada, un discipulado, una catequesis bien como Lutero muchos años más tarde recomendaría a todos los padres. Podemos imaginar a José dedicando un esfuerzo especial este año, caminando por las calles de Jerusalén: «Hijo, esto es lo que es el templo, y esta es la razón por la que vamos al templo, y esto es lo que significa el templo. Esta es la Pascua, y esto es lo que significa el cordero, y esto es lo que significa las promesas de nuestro Dios, y quiénes somos como el pueblo de Dios.» De todos los años, este es el año en el que Jesús debió haber pasado más tiempo con José, caminando con él, aprendiendo de él.

    Sigue la historia y descubrimos que este viaje no termina bien. Al regresar a casa, después de unos días en Jerusalén, María y José detectan que Jesús no está en la caravana. Hoy en día, esto puede parecer impensable, pero debemos recordar cómo se viajaba en aquella época. Los hombres tendían a caminar con los hombres, las mujeres con las mujeres y los niños con los niños. Por eso es posible para María y José suponer que Jesús estaba en otro grupo. En algún momento salen a buscar a su hijo y se dan cuenta, «No está aquí. ¿Dónde está? ¿Por qué no regresó con nosotros?» Entonces regresan a la ciudad para buscarlo. Lo encuentran en el templo, inmerso en una charla apasionada con los maestros de la Biblia, quienes estaban asombrados por la sabiduría del preadolescente Jesús. María, asustada y enojada, se acerca a él y le dice, «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando con angustia.»

    Suena típico de una madre, ¿verdad? «Tu padre y yo estamos muy molestos por lo que has hecho». A veces, las madres mencionan a «tu padre» para darle un poco más de peso a lo que dicen: «Tu padre está muy molesto contigo». Tal vez eso es lo que está pasando. O tal vez la referencia de María al padre de Jesús tiene un significado relacionado con este año especial de preparación de Jesús. «¿Cómo pudiste hacerle esto a tu padre?» «De todos los años, este es el año en el que deberías estar haciendo la voluntad de tu padre. Este es el año en el que deberías estar caminando con tu padre y escuchando a tu padre y aprendiendo de tu padre».

    La respuesta de Jesús es intrigante: «Mamá, estoy aquí con mi Padre«. Notemos que María dice «tu padre», y Jesús responde «mi Padre». Él está corrigiendo suavemente a su madre. Ella dice, «¿Cómo pudiste tratar a tu padre de esta manera?», y Jesús le responde: «Mamá, no entiendes, estoy haciendo justamente la voluntad de mi Padre, estoy aquí con Él, escuchándolo y aprendiendo y enseñando de Él». Jesús no estaba hablando de José, sino de su Padre celestial, Dios. Jesús parece estar diciendo: «este año no está siendo especial solo porque mi padre José me está enseñando muchas cosas, y ayudándome a madurar y a cumplir lo que se espera de mi en la vocación de un joven adulto en la sociedad. Este año es diferente porque Mi Padre, Dios, está haciendo lo mismo. Mamá, mi Padre Dios está haciéndome crecer y madurar, me está preparando para cumplir mi misión como su Hijo enviado a salvar la humanidad». El primero y el último versículo refuerzan este punto: Y el niño se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios lo acompañaba… Y seguía creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de la gente.

    Lucas no nos da los detalles. No tenemos idea exacta de cómo Jesús estaba creciendo en sabiduría y comprendiendo su identidad y su misión, pero es interesante que justamente el año en el que un niño comienza a entender cuál es su vocación, tenemos una historia dónde Jesús demuestra una clara conciencia sobre su Padre celestial, y sobre quién es Él, sobre lo que está aquí para hacer. Lo vemos en sus palabras: «Estoy en la casa de mi Padre. Estoy enfocado en los asuntos de mi Padre». María está decepcionada que Jesús no ha cumplido su deber de hijo, pero Jesús, en su respuesta, nos da a entender que su relación con Dios trasciende cualquier otro vínculo humano que tenía. Aunque reconoce su deber hacia su familia, su identidad como Hijo de Dios y su misión como Mesías Salvador son lo más importante. El hecho de que Jesús llamara a Dios «mi Padre» es una prueba clara de su comprensión. En la religión judía, nadie se refería a Dios de manera tan personal; lo máximo que se atrevían a decir era «nuestro Padre». Pero Jesús va más allá, con la audacia de llamarlo «mi Padre». Lo hace porque, a diferencia de cualquier otra persona, tenía todo el derecho de hacerlo, ya que esa es su verdadera relación con Dios: «mi Padre».

    Esta es la historia. ¿Y qué podemos aprender de ella? De todas las lecciones que nos ofrece, quiero destacar un punto que aparece dos veces: cómo el preadolescente Jesús es una figura desconcertante, que maravilla y confunde a la vez a quienes se encuentran con él. Primero, en el versículo cuarenta y siete, vemos cómo Jesús intriga a los maestros del templo: «lo encontraron en el templo, con los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían se asombraban de su inteligencia y de sus respuestas.» El punto es que, en primer lugar, aquellos que apenas lo están conociendo, quedan asombrados porque lo que ven en Él rompe las categorías. No es normal que un niño de doce años que se siente a discutir de igual con los eruditos de Israel. Nunca habían visto a un niño de esa edad cautivar de esa manera por su sabiduría. Aquellos que no lo conocen, que no creen en Él, están asombrados. Jesús está fuera de lo común, rompiendo sus expectativas y superando sus parámetros.

    Pero también, Jesús es igual de sorprendente para las personas que lo aman y lo conocen, como María y José. En el versículo 50, cuando sus padres se dan cuenta de que no solo se había quedado atrás, sino que no le parecía molestarle… No hacía ningún esfuerzo por regresar, estaba allí, muy feliz, sentado y debatiendo, ellos se decepcionan. Tiene doce años, Jesús; no tiene cuatro o cinco. Sabe que se han ido. Si tiene capacidad para debatir con los eruditos, ciertamente entiende lo que sus padres deben estar pensando y sintiendo. Y, aun así, no hace nada. María no puede entenderlo, así que lo reprende. Y cuando Jesús les contesta, María y José quedan más perplejos todavía. No entendieron nada.

    La enseñanza: Jesús desconcertará, confundirá y, a menudo, perturbará no solo a quienes no profesan fe en Él, sino también a quienes ya lo siguen y lo aman. Jesús es intrigante para aquellos que lo están conociendo por primera vez, como los maestros religiosos en el templo, pero también para quienes ya forman parte de su familia. Para la gente que está conociéndolo, Él desborda las expectativas, mostrando una manera distinta de ser y actuar a cualquier líder religioso, a cualquier profeta o dios que las religiones del mundo hayan inventado. Jesús es único: es Dios y hombre, es el Cordero y el León, humilde y grande a la vez. Su historia es más hermosa, su amor es incomparable, y su salvación llegó de una manera inesperada: muriendo en una Cruz. Para muchos, esto parece absurdo. ¿Por qué Dios tuvo que morir?, se preguntan. Y no solo eso, sino que también nos llama a seguir un camino de vida que desafía la lógica del mundo: los últimos serán los primeros, es mejor dar que recibir, debemos tomar nuestra Cruz, morir a nosotros mismos… Jesús desconcierta quién está conociéndolo por primera vez. Si usted se encuentra así, no tengas miedo, no se sienta mal. Eso es parte del encuentro con Él.

    Pero también, Jesús perturba, a veces, a aquellos que están más cerca de Él: su familia, sus seguidores, a nosotros que hemos caminado con Él como su iglesia. ¿Cómo es esto? Al igual que en la historia, no podemos controlar a Jesús. A veces, hace cosas que no comprendemos o no responde como esperamos. ¿Cuántas veces no nos encontramos con las preguntas de María y José: «¿Por qué, Jesús? ¿Dónde estás, Jesús, dónde estabas?» Parece que perdemos a Jesús de vista cuando atravesamos problemas o tenemos preguntas profundas, o cuando nos sentimos solos. Tal vez nunca has pasado por eso, pero probablemente llegará el momento en que, como María, mires a Jesús y digas: «¿Cómo puedes tratarme así? Te amo. Te sirvo. Te pertenezco. ¿Por qué me haces esto?» Y a menudo, Jesús no nos da una respuesta inmediata o clara, al menos no en el corto plazo. A veces, Jesús no parece hacer sentido según nuestra visión. A veces, Dios nos decepciona.

    Entonces, si Jesús a veces es tan desconcertante y no podemos controlarlo, ¿por qué deberíamos seguirlo y confiar en Él? La respuesta está en el versículo 51: «Entonces [Jesús] descendió con ellos a Nazaret y les era sujeto.» Jesucristo, incluso a los 12 años, como hemos visto, ya tenía una idea de su misión, de quién era. Sabía que era el Hijo de Dios, distinto a todos, pero, aun así, regresó a casa y obedeció a sus padres. Se sometió. Fue perfecto en obediencia, para cumplir la ley en nuestro lugar. Pablo nos recuerda en Filipenses que su obediencia fue en todo y hasta el final, hasta la muerte en la Cruz.

    No sabemos con certeza cuánto comprendía el preadolescente Jesús sobre los detalles de su misión. Tal vez, al caminar por las calles de Jerusalén, ya podía anticipar el día en que volvería a recorrer esas mismas calles, cargando una Cruz. Quizás ya vislumbraba el día en que se convertiría en el verdadero y definitivo Cordero de la Pascua, el verdadero Templo, el cumplidor de todas las promesas. Pero lo que sí sabemos, al leer el resto de Lucas, es que Jesús fue fiel. Se sometió, fue perfecto en su obediencia a la ley, y sufrió el castigo por nuestros pecados, muriendo en la Cruz. Esa es la razón por la que podemos y debemos confiar en Él. Así como María y José fueron testigos del compromiso de Jesús hacia ellos cuando regresaron a casa, aun después de desconcertarlos, así también nosotros, que hemos visto todo lo que Él ha hecho, podemos estar seguros de su completa dedicación a amarnos y servirnos, incluso cuando nos sentimos confundidos por sus caminos.
    Podemos aprender mucho de María al final de la historia. ¿Qué hizo ella? Versículo 51: «Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón». Aunque no comprendía del todo lo que estaba sucediendo, María iba recogiendo fragmentos de información, experiencias que observaba, y las atesoraba en su corazón. María atesoraba. No solo dice: «Bueno, no sé, pero supongo que tendré que seguir adelante.» A pesar de estar confundida, no entendían, dice en el versículo 50, pero ella toma lo que sabe y lo atesora.

    Eso es exactamente lo que podemos hacer. Si estás atravesando una dificultad en la vida…o cuando llegue ese momento, haz lo que hizo María. Atesora lo que Jesús ha hecho por ti en la Cruz. Atesora lo que ha hecho por ti en tu bautismo. En cada oportunidad que recibes el perdón de Dios, y la fortaleza para tu vida a través de Su Palabra y en la Santa Cena. Atesora esos momentos. Atesora cada bendición que has recibido de Dios. Guarda en tu corazón lo que conoces de él, y él crecerá a tu favor y crecerá en gracia en tu vida. Como Aslan en Narnia para Lucy, se hará mayor para ti. Él crecerá en ti. Duplicará su carácter en ti, y tú crecerás en gracia y en el conocimiento del Señor Jesucristo.

    Si tienes más preguntas sobre el Señor Jesucristo, a continuación, te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.