+1 800 972-5442 (en español)
+1 800 876-9880 (en inglés)
PARA EL CAMINO
La estación de Adviento nos prepara para la gloriosa celebración de la Navidad, cuando cielo y tierra se besaron en la encarnación del Hijo de Dios. El Mesías, Cristo el Señor, será tanto el retoño como la raíz de Isaí y dará frutos abundantes de vida y paz para las personas de todo el mundo, para toda la creación y para usted que escucha este mensaje hoy.
¡Paz y gracia sean con ustedes en el precioso nombre de Jesús, amén!
La estación de Adviento nos prepara para la gloriosa celebración de la Navidad, cuando cielo y tierra se besaron en la encarnación del Hijo de Dios, nuestro amado Salvador Jesucristo.
Nuestro texto es una profecía acerca de Cristo, revelada por Dios al profeta Isaías, quien vivió 700 años antes de Cristo. Isaías nos está diciendo que el Mesías, Cristo el Señor, será tanto el retoño como la raíz de Isaí y que dará frutos abundantes. Y este fruto será un reino de vida y paz para las personas de todo el mundo, para toda la creación y para usted que escucha este mensaje hoy.
Comienza hablando de un vástago, un retoño procedente del tronco de Isaí. Algunos se preguntarán ¿quién es Isaí? ¿Qué relación tiene con Cristo? Aunque no se menciona mucho en la Biblia, Isaí tiene un lugar importante en el plan salvífico de Dios porque él es el padre del gran rey David, y todos los reyes descendientes de David provienen de su linaje.
Esa línea de reyes, incluyendo al sabio Salomón, duró unos 400 años, y luego fue interrumpida, al menos en lo que respecta a los reyes que gobernaban activamente en Jerusalén, cuando Babilonia derrotó a Judá y se llevó al rey al exilio. La línea de descendientes continuó, pero sin acceso al trono, dado que otras potencias gobernaron a los judíos: primero Babilonia, luego Persia y más tarde Grecia y Roma. Y así fue cortada la descendencia real del rey David. Fue como un árbol que había sido cortado. Lo que quedó parecía solo un tocón muerto. ¿Cómo podría salir otro rey de ese tocón muerto? Eso es lo que dice nuestro texto al referirse al «tronco de Isaí». Está mirando hacia un momento en que la línea real se cortaría, sin perspectivas de ser reactivado.
¿Alguna vez ha tenido que cortar un árbol en su jardín? Quizás haya sido un árbol hermoso, pero contrajo una enfermedad y sus ramas murieron y tuvieron que ser cortadas, quedando solo un tocón. Ahora, se sorprendería si, varios años después, ese tocón muerto pudiera producir un retoño vivo que brotara y creciera nuevamente frondoso, aún más grande y glorioso que el anterior. Sin duda que algo así sería asombroso. Pero eso es exactamente lo que Isaías está profetizando aquí sobre el tronco de Isaí. Escuchemos nuevamente lo que nos dice: «Una vara saldrá del tronco de Isaí; un vástago retoñará de sus raíces». Un brote nuevo y vivo saldrá de lo que parece un tocón muerto. Pequeño al principio, aparentemente insignificante, pero crecerá y se convertirá en un árbol fructífero.
Esta es una imagen de la venida de Cristo. Después de casi 600 años sin que ningún rey davídico gobernará activamente; después de 600 años de dominación extranjera y de que el linaje real se redujera a un montón de don nadies; después de todo ese tiempo de aparente muerte, vendría un pequeño brote en forma de un bebé llamado Jesús, dando cumplimiento así a esta profecía de Isaías.
Este rey vendrá completamente equipado, ungido con el Espíritu de Dios en su máxima medida, como leemos en el versículo 2: «Sobre él reposará el espíritu del Señor; el espíritu de sabiduría y de inteligencia; el espíritu de consejo y de poder, el espíritu de conocimiento y de temor del Señor. Su deleite será temer al Señor.» La sabiduría y la justicia reposarán sobre él en abundancia. Su gobierno y su reinado serán fieles. Este rey davídico siempre hará lo correcto. El Cristo, el Mesías, viene. El vástago del tocón de Isaí llega cuando parece que toda esperanza está perdida.
Es que así obra Dios: sacando vida de la muerte, trayendo nuevas esperanzas. De hecho, ese patrón marcará el reinado de este rey eterno: la vida brota de la muerte cuando parece que no hay esperanza. Jesús de Nazaret, el rey de los judíos, será clavado en el madero de la cruz, madero de muerte. Su muerte aparentaba ser la muerte de la esperanza para sus discípulos descorazonados que tristemente pensaron que todo había terminado. Pero fue todo lo contrario: Jesús resucitó de entre los muertos derrotando al poder de la muerte, pagando el precio de nuestros pecados, abriéndonos las puertas de los cielos y a la vida eterna. Como nos recuerda el apóstol Juan: «La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado». La muerte de Cristo abrió el camino a la vida eterna porque es la muerte de la muerte y el comienzo de la esperanza de gloria, donde la vida tiene ya la última palabra.
Y así, Jesucristo es el retoño que brota del tronco de Isaí, la restauración y el avivamiento del linaje real de David que estuvo inactivo durante mucho tiempo. Pero no sólo eso, no sólo es el renuevo, también es la raíz de Isaí. ¿Qué significa que Jesucristo no es sólo el renuevo sino también la raíz de Isaí? Significa que Él es el origen de todo el linaje davídico, de hecho, del mismo Isaí. Porque tanto Isaí, David y Salomón, como todos los demás, tienen su fuente y su razón de ser en Cristo. Este es el misterio de la persona de Cristo como verdadero Dios y verdadero hombre. Es descendiente de David pero también Señor de David, ambos a la vez. Hijo de David e Hijo de Dios. El hombre que murió en la cruz como rey de los judíos es el mismo Hijo de Dios que estaba con el Padre en el principio. El retoño del tocón es, al mismo tiempo, la raíz del árbol. Esta es la singularidad de la persona de Cristo.
Es interesante que la profecía dice el retoño y la raíz de «Isaí». Podría haber dicho «David», pero en cambio, va un paso más allá: de David a Isaí. Esto quiere decir que el nuevo rey no será un descendiente más de David. Está diciendo que será un nuevo David, un rey nuevo y eterno, incluso mejor que David. Un «reinicio» divino, por así decirlo. Muchos de los reyes davídicos no fueron completamente fieles al llamado divino, incluso el mismo David. Pero este rey es diferente, porque es santo y eterno al igual que su reinado.
Es también el Rey justo que defiende los derechos de los pobres y dicta sentencias justas en favor de los humildes; el Rey que no hace acepción de personas, sino que nos ama a todos por igual. El Rey que trae el buen fruto de la justicia verdadera, y por eso es la Fuente de la verdadera esperanza para que usted que ha sido lastimado, victimizado o maltratado, encuentre en Cristo, el Rey eterno, a su verdadera justicia y defensa: buen fruto, dulce fruto, proveniente de esta rama justa, quien encarna la justicia y la fidelidad.
Además del fruto de justicia y equidad, Jesús nos ofrece la esperanza de su reino eterno marcado por la paz que todos anhelamos. Sigue diciendo nuestro texto: «El lobo convivirá con el cordero; el leopardo se acostará junto al cabrito; el becerro, el león y el animal engordado andarán juntos, y un chiquillo los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león comerá paja como buey. El niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la cueva de la víbora. Nadie hará mal ni daño alguno en ninguna parte de mi santo monte, porque la tierra estará saturada del conocimiento del Señor, así como las aguas cubren el mar.» No más lastimar o dañar, no más violencia o muerte. Hombre y bestia habitando en armonía. Este reino de paz es el fruto que traerá el retoño de Isaí. La creación totalmente restaurada, el ser humano en completa paz con Dios, con sus semejantes y el mundo que le rodea.
Y tú, estimado oyente, ¿esperas eso? ¡El reino pacífico de Cristo incluirá a pecadores perdonados como tú y yo! No más naturaleza pecaminosa para desviarnos. No más poderes de Satanás para oprimirnos. No más violencia o persecución, no más conflicto o terror, no más enfermedad o desorden o muerte. Sólo la vida, la paz y el conocimiento de Dios lo llenará todo. Su Reino incluirá no solo a Israel sino a creyentes de cada tribu, nación, lengua y pueblo. «Cuando llegue ese día, sucederá que los pueblos irán en busca de la raíz de Isaí, la cual se plantará como estandarte de las naciones; y su habitación será gloriosa.» Y en Romanos, San Pablo cita este mismo pasaje de Isaías para señalar que el Rey venidero también viene para los gentiles: «La raíz de Isaí vendrá, el que se levantará para gobernar a los gentiles; en él esperarán los gentiles.» ¡Eso significa todos nosotros! ¡Amigos, nosotros somos aquellos gentiles cuya esperanza se encuentra en la raíz de Isaí! Y Cristo vendrá de nuevo para hacer que esta esperanza latente en sus promesas se cumpla definitivamente.
Hoy Isaías nos señala a Jesucristo como el cumplimiento de su profecía y la respuesta a nuestras necesidades y anhelos. Cristo es a la vez retoño y raíz. Jesús es el retoño del tronco de Isaí que brotó de lo que parecía ser el tronco muerto del linaje davídico. Jesús es quien saca vida de la muerte. De la cruz y de la tumba, nuestro Señor y Salvador se levantó para darnos perdón de pecados, salvación y vida eterna.
Recuerda: este retoño del tronco de Isaí es también su raíz. Cristo, el Hijo de Dios, es el origen y la fuente de la línea de reyes que conduce a Él. Un David nuevo y más poderoso que trae un reino aún más grande: el reino pacífico del paraíso restaurado. Un reino que se extiende hasta nosotros los gentiles. Un reino eterno que incluirá a todos los que en fe esperan en Cristo, su Salvador. Sí, este es el fruto que viene del que es tanto el retoño como la raíz de Isaí.
Estimado oyente, estas promesas cumplidas en Cristo son también para usted. La muerte y resurrección de Cristo son la garantía de la seguridad del perdón de nuestros pecados y la certeza de la vida eterna, que viviremos de forma plena cuando Cristo el Señor venga en gloria, rodeado por sus ángeles, tal y como la Palabra de Dios promete. El mensaje de Adviento apunta hacia ese día glorioso cuando Cristo venga a buscar a sus redimidos para comenzar a vivir así, eternamente con Él. Dios, a través de este mensaje, le invita a que ponga su fe única y exclusivamente en la persona y obra de nuestro glorioso Señor Jesucristo. Él ya no está ni en la cruz ni en la tumba, y a través de su Espíritu le invita a que lo siga como lo que él es: el Salvador y Señor de la humanidad.
Si de alguna manera podemos ayudarle a ver y conocer más acerca del amor de Jesús por usted, a continuación le diremos cómo comunicarse con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén