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PARA EL CAMINO
Dios nunca nos deja solos. A través de su Espíritu Santo nos da el entendimiento para comprender el mensaje de Cristo, para creerlo, para vivirlo y para compartirlo con los demás.
El otro día me encontré con un viejo papel en mis archivos que tenía mis calificaciones de la escuela secundaria. De inmediato mi mente se llenó de recuerdos muy emocionantes, vivencias con mis amigos, recuerdos de grandes maestros que tuve en aquellos días, inclusive de memorias no tan gratas. Pero lo que más me sorprendió al tropezarme con aquel documento fueron mis malas calificaciones en matemáticas. Siempre fui bueno para la historia, la geografía, las artes, o el castellano… pero pésimo para las matemáticas y los números.
Recuerdo que a menudo mis padres tenían que pagar profesores privados para que me enseñaran clases especiales antes de los exámenes, y en cada tiempo de vacaciones me enviaban a casa de mi tío Carlos, un viejo profesor de matemáticas que gastaba largas horas tratando de enseñarme sobre la ciencia de los números. Pero yo era un caso perdido.
El evangelio de este día nos muestra a personas que también eran un caso perdido. No para las matemáticas, no para la historia, no para la geografía o las artes… eran un caso perdido para Jesús y sus enseñanzas. Y no creas que nosotros somos muy diferentes a ellos. A muchas personas todavía nos cuesta entender a Dios y su Palabra. Hoy día, y más a menudo de lo que te imaginas, nos cuesta comprender el mensaje de Jesucristo, su misión, sus enseñanzas y sus propósitos para nuestras vidas.
La buena noticia es que Dios no nos deja solos nunca y ha prometido enviar a su Espíritu Santo, quien nos dará el entendimiento para comprender el mensaje de Cristo, para creerlo, para vivirlo y para compartirlo con los demás. Así que descubramos juntos lo importante que es, para tu vida y la mía, entender a nuestro Señor Jesucristo.
Dice el texto a partir del versículo 33: Con muchas parábolas como éstas Jesús les hablaba de la palabra, hasta donde podían entender, y sin parábolas no les hablaba, aunque a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Para comprender un poco mejor nuestro evangelio, debemos situarnos en el contexto.
La fama de Jesús se había extendido por toda Galilea. Sus enseñanzas, su autoridad para echar fuera demonios y para sanar a los enfermos, habían hecho de Jesucristo la gran estrella del momento. Y Marcos, en el capítulo cuatro de su Evangelio, comienza diciendo que era tanta la gente que había ido a escuchar a Jesús aquel día a las orillas del lago, que el Señor tuvo que predicar desde una barca mientras la multitud escuchaba desde la orilla.
¡Imaginen la cantidad de gente! ¡E imaginen la emoción de los discípulos del Señor al ver todas esas personas que habían ido a escuchar a su Maestro! Seguro sentían que eran parte de algo grande, de algo nunca visto. Pero Jesús sabía que no todos los que estaban allí creerían su Palabra. Jesús sabía que no todos entenderían su mensaje. Jesús sabía que entre esa gente habían algunos que lo querían y otros que lo odiaban; algunos que lo seguían con compromiso, otros que lo hacían por interés, y quizás muchos solo por curiosidad.
Es por eso que decide predicarles usando historias que ilustran o hablan de una verdad espiritual, lo que conocemos como parábolas. Aquel día contó varias parábolas sobre la siembra y la actividad agrícola, buscando que la gente comprendiera mejor sus enseñanzas sobre el reino de Dios. Comenzó con la parábola del sembrador, aquella que cuenta que la semilla cayó en diferentes tipos de terreno y tuvo diferentes resultados. Y también contó las parábolas del crecimiento de la semilla y de la semilla de mostaza que leímos hace un momento y que explicaremos más adelante.
Todas estas ilustraciones, o enseñanzas, tuvieron en aquella ocasión un resultado común: muchos, incluyendo sus discípulos más cercanos, no entendieron lo que el Señor trataba de enseñarles. Ahora bien, esto no fue sorpresa para Jesús, y volvió a pasar muchas veces en otros episodios narrados en los evangelios. El Nuevo Testamento tiene más de 50 parábolas contadas por Jesús, ya que eran una forma de que la gente pudiera comprender mejor su mensaje sobre el reino de Dios, la vida cristiana, y el fin del mundo. Pero no siempre pasaba que todos entendían.
Hoy día, y a lo largo de toda la historia, a muchos les cuesta y les ha costado entender a Jesucristo. Esto ha ocasionado muchos desastres dentro de la cristiandad. Por entender mal el mensaje de Cristo, muchos han comenzado denominaciones y religiones que se llaman cristianas, aun cuando están lejos de serlo. Por entender mal el mensaje de Cristo, algunos han fabricado un Jesús que nada tiene que ver con el verdadero. Por entender mal el mensaje de Cristo, muchos han dejado de creer y se han apartado de Él, o con sus acciones han hecho que muchos dejen de seguir al Señor.
A veces a nosotros también nos pasa en nuestra vida espiritual cotidiana que no entendemos a Dios. No sé a ti, pero a mí me ha pasado que no comprendo muchas cosas que pasan en mi vida personal, en la iglesia, en el mundo y entre las personas que quiero. Más de una vez he dicho: ‘Jesús, ¡no te entiendo! ¡No sé qué me quieres enseñar con todo esto!’
Todavía hoy Jesús sigue siendo muy incomprendido y muy mal entendido por muchos. Nos cuesta entender su Palabra, su mensaje, la razón de su sacrificio, su manera de vivir y muchas de sus enseñanzas. Y es que sin la ayuda de Dios, sin la presencia del Espíritu Santo, es imposible comprender al Maestro.
Entonces ¿qué puedo hacer para entender mejor a Dios? Veamos las dos parábolas que encontramos en el evangelio de hoy.
Jesús dijo también: «El reino de Dios es como cuando un hombre arroja semilla sobre la tierra: ya sea que él duerma o esté despierto, de día y de noche la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. Y es que la tierra da fruto por sí misma: primero sale una hierba, luego la espiga, y después el grano se llena en la espiga; y cuando el grano madura, enseguida se mete la hoz, porque ya es tiempo de cosechar.»
También dijo: «¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola nos sirve de comparación? Puede compararse con el grano de mostaza, que al sembrarlo en la tierra es la más pequeña de todas las semillas, pero que después de sembrada crece hasta convertirse en la más grande de todas las plantas, y echa ramas tan grandes que aun las aves pueden poner su nido bajo su sombra.»
Como ves, Jesús habla de semillas, siembra y crecimiento. Es fácil darse cuenta de que ambas parábolas tienen elementos en común muy concretos. Para los oyentes de Jesús esto tiene mucho sentido, porque probablemente muchos de ellos trabajaban la tierra. ¿Pero qué tiene esto que ver con el reino de Dios y con verdades espirituales?
Esta quizás era la pregunta que muchos se hacían, inclusive los discípulos de Jesucristo que esperaban estar a solas con Él para preguntarle, porque tampoco entendían. Ellos aún no habían recibido el Espíritu Santo, aún no habían comprendido el significado de Jesucristo en la historia de la humanidad. Quizás para ti, que estás escuchando este mensaje, todo esto no tiene mucho sentido. Pues permite que te explique un poco más.
En la Biblia, la semilla es un símbolo de la Palabra de Dios. Cuando Jesús habla de semilla se refiere a la Palabra, la cual siendo sembrada en los corazones de aquellos que la escuchan, crece, echa raíces y da fruto: el fruto de la fe, solo por la acción y la voluntad de Dios. «…la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10:17). La fe es la cosecha de esa Palabra sembrada en el corazón de las personas. Es predicada por hombres, iglesias y mensajes o clases de Biblia, pero solo la acción de Dios puede hacer que las semillas logren germinar y dar fruto.
Eso es lo que Jesús quería enseñar, eso es básicamente el significado de estas parábolas en Marcos capítulo cuatro. Pero para muchas personas del tiempo de Jesucristo, y también para muchas aun en nuestros días, estas palabras, estas metáforas y alegorías, estas parábolas, no tienen ningún significado. Es por eso que ante la pregunta sobre qué podemos hacer hoy día para entender a Jesús, comprender su mensaje, vivirlo y ser transformados por Él, lo único que podemos hacer es pedirle a Dios que nos dé entendimiento. Solo con el poder del Espíritu Santo podrás comprender a tu Señor, y es por eso que no quiero que te canses nunca de decirle a Dios: Envía tu Espíritu Santo a mi vida y a mi corazón, para que yo pueda amarte, creerte, seguirte, y —en especial— entenderte, Señor.
En el capítulo 2, versículos 12 a 14 de su primera carta a los Corintios, San Pablo dice: Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que entendamos lo que Dios nos ha dado, de lo cual también hablamos, pero no con palabras aprendidas de la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, que explican las cosas espirituales con términos espirituales.Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son una locura; y tampoco las puede entender, porque tienen que discernirse espiritualmente.
Cuando Jesús les decía a sus apóstoles que tenía que sufrir y morir en una cruz, ellos no entendían, inclusive trataban de detenerlo. Pero hoy sabemos que la cruz y la muerte del Señor eran necesarias para nuestra salvación, para que tú y yo podamos tener vida en abundancia.
Cuando Jesús resucitó de la muerte al tercer día, muchos no creyeron ni entendieron que eso pudiera ser posible. Pero hoy sabemos que la tumba vacía es muestra de que porque Cristo vive, nosotros también viviremos.
Cuando Jesús instituyó los sacramentos, el Bautismo y la Santa Cena, muchos no entendían, ni entienden todavía, que pasen tantas cosas en estos misterios tan extraordinarios. Es difícil creer que en ellos hay perdón, vida eterna, salvación. Esto no tiene sentido para la razón o inteligencia humana. Pero hoy sabemos que allí, en esos sacramentos, Dios obra para nosotros el perdón, la misericordia, la salvación y el amor.
Yo sé que todavía pudieran haber preguntas en tu corazón, dudas, o quizás hayamos malentendido a Jesús muchas veces. Pero no te afanes. Dios te perdona, Dios te ama, y solo Él puede darte la sabiduría y el entendimiento que necesitas. A lo mejor eres, al igual que yo, un caso perdido para las matemáticas. Pero no eres un caso perdido para nuestro Padre celestial que te ha escogido, que te ha hecho su hijo o hija.
El entendimiento para comprender a Jesucristo, su Palabra y sus enseñanzas, solo proviene de nuestro Dios. Él enviará a su Espíritu Santo para que le creas, le confieses, le sigas, y le entiendas. Ora todo el tiempo, para que la semilla de la Palabra plante en tu corazón el fruto de la fe. Dice la Biblia: Clama a mí y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no sabes (Jeremías 33:3).
A Jesucristo sea toda la gloria, la honra y el honor, por siempre. Amén.
Si de alguna forma podemos ayudarte a conocer más acerca de Jesús, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones.