+1 800 972-5442 (en español)
+1 800 876-9880 (en inglés)
PARA EL CAMINO
Después de la boda viene el matrimonio. Por lo general, nos preparamos mucho para la boda, pero no tanto para los años de matrimonio. Algo así sucede con nuestra relación con Jesús: invertimos mucho tiempo en cosas sin importancia y a menudo fallamos en cuidar la fe y la relación con el Señor.
¡Las bodas me encantan! Uno de los privilegios más lindos que tengo en mi trabajo pastoral es la oportunidad de poder compartir con los novios la planificación de ese momento tan especial en sus vidas.
Disfruto mucho poder conversar con ellos antes de la boda acerca de la ceremonia, el amor y los retos de la vida matrimonial. Me encanta también poder visitar luego sus casas y ver las fotos de la boda, en las que casi siempre aparezco allí, en medio de ellos dándoles la bendición, y siendo de alguna manera un instrumento de Dios en medio de su amor, de sus sueños y de sus esperanzas.
Me duele muchísimo ver las estadísticas mundiales sobre la tasa de divorcios que aumenta cada año, y me rompe el corazón darme cuenta que el «vivieron felices para siempre» que veíamos en los libros y en las películas, hoy es tan difícil de lograr. ¡Casi una misión imposible! Muchas parejas se casan y no tienen una preparación adecuada para enfrentar los problemas y la realidad de la vida en pareja.
Me casé con mi esposa después de un noviazgo muy corto. Por varias razones tuvimos tres ceremonias nupciales, y es por eso que me gusta decir que me he casado tres veces con la misma mujer. Pero después de la boda, vino el matrimonio. Muchos tienden a confundir estos dos términos (boda y matrimonio), no sabiendo que son totalmente diferentes.
Los primeros años de nuestro matrimonio fueron un torbellino de emociones y una montaña rusa de situaciones que más de una vez nos robaron la paz y el sueño. Al igual que muchas parejas jóvenes, tuvimos que aprender mucho, perdonar mucho y madurar mucho. Dios fue bueno con nosotros y nos ha mantenido unidos entre tantas pruebas y momentos difíciles, pero hoy —cuando volteo hacia atrás— me pregunto si estábamos lo suficientemente preparados para el matrimonio. Pasamos mucho tiempo preparándonos para la boda, y usamos muy poco tiempo preparándonos para lo que de verdad importaba.
Siento que lo mismo ocurre con nuestra vida cristiana, nuestra fe, y en especial con nuestra relación con Jesús. El tiempo y el esfuerzo se nos van en cosas sin importancia, y muy a menudo fallamos en cuidar la fe y la relación con el Señor.
La Biblia describe la relación de nosotros (los creyentes, la Iglesia) y Jesús (nuestro Dios y Salvador), como la relación que existe entre la esposa y el esposo. De hecho, en el libro de Apocalipsis la iglesia es llamada «la nueva Jerusalén», la novia que se encuentra con su esposo. Apocalipsis 21:2 dice: «Vi también que la ciudad santa, la nueva Jerusalén, descendía del cielo, de Dios, ataviada como una novia que se adorna para su esposo«. Y en la carta a los Efesios, capítulo 5 versículo 25, San Pablo nos dice: «Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella«.
En este matrimonio entre nosotros y Cristo cabe preguntarnos si estamos realmente preparados o no para recibir a nuestro Señor, al esposo de la Iglesia. A veces siento que fallamos mucho en dicha preparación, y puedo notar que frecuentemente descuidamos nuestra fe. No prepararnos pudiera ser la diferencia entre recibir la salvación, la vida eterna, y las promesas de Dios, o perdernos en el camino.
Vale la pena preguntarnos una vez más: ¿Estamos preparados?
Jesús estaba en sus últimas horas antes de comenzar el doloroso camino de su arresto, sufrimiento, crucifixión y muerte para pagar por nuestros pecados. En ese tiempo final de su vida y ministerio, Él aprovecha para hablar con sus discípulos sobre el final de los tiempos, diciéndoles:
En aquel tiempo, el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomaron sus lámparas, y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas tomaron sus lámparas, pero no llevaron aceite; en cambio las prudentes llevaron sus lámparas y también vasijas con aceite. Como el esposo se demoró, todas cabecearon y se durmieron.
Jesús usaba mucho ilustraciones y parábolas para que la gente pudiera entender su mensaje y sus enseñanzas. Algunas parábolas fueron más fáciles que otras de comprender. En este caso utiliza la ilustración de una boda para enseñar sobre el final de los tiempos.
Las bodas en la tradición judía eran —y todavía son— todo un acontecimiento. Esta parábola se refiere a la tradición en la que el novio buscaba a su amada en su casa y, junto a sus amigos, hacían una procesión hasta la casa del novio donde luego hacían la fiesta que duraba por varios días. Es por esta razón que encontramos en la parábola a diez vírgenes que participarían en esta procesión, y que esperarían por la llegada del novio.
Jesús nos dice que en este grupo de doncellas había cinco a las que llama «prudentes,» y cinco que a la que llama «insensatas». Las prudentes fueron aquellas que se prepararon y que tuvieron la audacia de tomar sus lámparas y vasijas de aceite, en caso de cualquier imprevisto. Las otras cinco, las insensatas, no tomaron precauciones, y solo tomaron las lámparas.
En aquellos tiempos, las calles no tenían alumbrado público como ahora, es por eso que en las noches las personas debían tener antorchas para poder hacer cualquier recorrido. Era muy peligroso caminar sin lámparas en la oscuridad de la noche. Jesús continúa diciendo:
A la medianoche se oyó gritar: «¡Aquí viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!» Todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Entonces las insensatas dijeron a las prudentes: «Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando.» Pero las prudentes les respondieron: «A fin de que no nos falte a nosotras ni a ustedes, vayan a los que venden y compren para ustedes mismas.» Pero mientras ellas fueron a comprar llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta.
¿Por qué unas se prepararon y otras no?
Quisiera compartir las dos respuestas que tengo ante esta pregunta, pero que son mis opiniones muy personales después de leer el texto.
Creo, por un lado, que en el mundo, dentro y fuera de las iglesias, hay todo tipo de personas. Hay gente que toma previsiones, gente que es más precavida que otras, y gente que no. El texto es reflejo de eso. Hay personas que son más sensatas que otras y por lo tanto andan con más precaución.
La otra respuesta está cargada de empatía, y me lleva a ponerme en los zapatos de las vírgenes insensatas. Llevar vasijas de aceite adicionales, es cargar con un peso más cuando vamos a una boda. En otras palabras, quién quiere ir a una boda cargando el peso de unos recipientes de aceite. La precaución aquí entonces significaba perder la comodidad y salir de la zona de confort. Estas mujeres tal vez prefirieron no perder su comodidad, sin saber que haciendo esto perdieron su oportunidad de estar en la fiesta.
Y esta es precisamente la advertencia que hace Jesús en este texto. Todos hemos sido invitados a participar en el reino de Dios. Jesús obtuvo esta invitación universal para todos nosotros tomando la cruz y pagando el alto precio de nuestros pecados, y en Su Palabra, los Sacramentos, y en la predicación de la Iglesia nos llama a todos a recibir el regalo de la salvación por fe. Pero las personas no se preparan, se niegan a dejar sus comodidades y salir de sus zonas de confort y al final de sus vidas, tras descuidar la fe y la relación con Dios, se pierden la oportunidad de recibir la entrada al reino de los cielos.
Jesús nos invita a estar preparados, porque nadie sabe el día y la hora de su regreso, de hecho no sabemos cómo ni cuándo será el final de nuestras propias vidas, y por lo tanto tenemos que estar preparados siempre, en el aquí y en el ahora.
Él termina esta parábola, diciéndonos: Estén atentos, porque ustedes no saben el día ni la hora en que el Hijo del Hombre vendrá.
Todos hemos sido invitados a esta gran boda, pero debemos ser audaces y prudentes como las cinco vírgenes que se prepararon y tener cuidado de no caer en el error que cometieron las cinco vírgenes insensatas.
¡Cuántas veces no hemos sido insensatos y poco prudentes en nuestras decisiones! …sobre todo aquellas que tienen que ver con nuestra vida espiritual. Muchos conocen las Escrituras y saben que el regreso glorioso de Cristo puede ocurrir en cualquier momento… pero tienen poca preparación para este gran evento.
Sin embargo, Jesús no nos deja solos con la advertencia de que, como el novio de la Iglesia, muy pronto vendrá por ella… sino que también se encarga de traer aceite para nuestras lámparas.
El Salmo 119:105 dice que la Palabra de Dios es una «lámpara a nuestros pies«. Pero esta lámpara, este aceite que Jesús trae para nuestras antorchas, a menudo es despreciado por las personas. En nuestras casas hay Biblias, pero casi nunca las leemos. Cada semana podemos ir a la iglesia y escuchar el mensaje de Dios, pero preferimos los deportes, el descanso, o cualquier otra cosa, menos venir a los pies del Salvador.
Igual pasa con el aceite del perdón de Dios. El Señor nos invita a confesar nuestros pecados y recibir Su perdón, y nos llama también a perdonar los pecados de aquellos que nos hieren, pero este es otro aceite que a veces rechazamos. Dios nos invita a su mesa a recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, alimento espiritual para prepararnos para recibir a Dios… pero preferimos vivir con nuestras lámparas apagadas.
Jesús, en su infinita misericordia y gran amor, tiene para ti aceite que no se acaba… no tienes que ir a comprarlo, sino que lo trae y te lo da gratis… para que estés preparado o preparada para su regreso glorioso en el que vendrá por ti y abrirá las puertas de Su Reino para ti, y para todos los que en Él creen.
Yo no puedo saber si tú estás preparado para el encuentro con el Señor y para la experiencia de la fe. Solo Dios puede ver tu corazón y lo que en verdad pasa en tu vida. Sin embargo, hoy quiero que sepas que —a través de Su Palabra— Dios te prepara para la boda y para el matrimonio… y Él no se cansa jamás de traer a tu vida las buenas noticias del evangelio, Su perdón, Sus Sacramentos, y Su amor por ti… estos regalos son el aceite del Espíritu Santo con el que Dios hace que tu luz no se apague jamás.
Las cinco vírgenes insensatas llegaron tarde y, lamentablemente, la puerta se cerró para ellas. Pero hoy tú tienes la oportunidad de recibir el aceite que Jesús te ofrece. Él te dice hoy que las puertas de su Reino están abiertas para ti y para todos los que en Él confían.
Alégrate… el Señor te ayuda en tu preparación espiritual, aunque a menudo prepararse signifique tomar decisiones difíciles que te saquen de la zona de confort… vive confiado y seguro, con la certeza de saber que tu Señor te ha salvado.
Si deseas saber más acerca de este Salvador, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.