PARA EL CAMINO

  • Jesús siembra generosamente

  • julio 16, 2023
  • Rev. Dr. Hector Hoppe
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Mateo 13:18-23
    Mateo 13, Sermons: 3

  • La voluntad de Dios es que todas las personas lleguen al arrepentimiento. Por eso Jesús sembró en todas partes por donde iba, aun cuando muchos no lo aceptaron. Al igual que él, nosotros estamos llamados a proclamar la voluntad divina a todas las personas en el mundo.

  • Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

    Una de mis actividades favoritas es la jardinería, pero como vivo en una zona donde el clima no me permite hacer nada afuera durante una buena parte del año, cuando llega la primavera me propongo renovar todas las cosas que el inverno mató o dañó de forma considerable. Durante mucho tiempo hice eso cada año, y cada año mi frustración iba aumentando al ver que todas las rosas y azaleas que había comprado, al año siguiente se morían, y no por el frío. Así fue hasta que un día, cavando el terreno con gran esfuerzo, descubrí que debajo de la superficie se habían metido raíces de una hiedra rastrera que ahogaba todo lo que yo plantaba. Era como que debajo de la superficie había una trama impenetrable de raíces finas, algo así como telas de araña debajo de la tierra, y por más que cambiaba y abonaba la tierra que las cubría, las raíces de hiedra perversa (como se me dio en llamarlas) seguían haciendo estragos. Así, todo lo que plantaba se ahogaba y moría al poco tiempo.

    Cuando leo la parábola del sembrador y la explicación de Jesús del significado de esa parábola, observo que a él le pasó lo mismo que a mí, pero no con azaleas sino con personas. Jesús vino a este mundo a sembrar generosamente sus palabras de paz, perdón y amor. Jesús predicó en todas partes por donde iba las buenas noticias de que Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo mediante su Hijo amado. Pero no todos lo siguieron. No todos aceptaron su invitación de confiar en la misericordia de Dios, no todos obedecieron su palabra. En esta parábola Jesús explica qué es lo que sucede cuando Dios siembra su palabra de esperanza en una sociedad desesperanzada.

    Lo que me pasa a mí cada primavera es lo que le sucedió a Jesús en su tarea de sembrador y a los discípulos cuando sembraron la semilla de Dios. Es también lo que nos pasa a nosotros hoy en día: que todo lo que sembramos en nombre de Dios cae en diferentes terrenos y no todos producen frutos.

    Es cierto que, en lo que se refiere a sembrar, hoy en día somos más cuidadosos que en tiempos antiguos. Hoy las máquinas agrícolas llevan la semilla a campos que están fertilizados, donde no hay piedras ni espinos y donde no hay caminos donde la semilla no tiene ninguna chance de crecer. Pero todavía hay gusanos, hay maleza, hay granizo y sequía e inundaciones que no podemos controlar, y al final cosechamos mucho menos de lo que esperábamos.

    Esta es la primera gran verdad que nos enseña Jesús: Él no elige a su público, sino que siembra pródigamente en todas partes. Jesús aceptó a todos los que venían a él a escucharlo, y a todos los tomó en serio y les dio las mismas enseñanzas que a sus seguidores. Él sabe que todos somos pecadores; no hay ninguna persona a la cual él no quiera salvar. Esta parábola nos enseña también que no hay gente mejor que otra. Para Dios no hay terreno malo o bueno. Todo el mundo está contaminado. ¿Qué nos quiere enseñar, entonces Jesús con esta parábola de los terrenos y el sembrador? Jesús simplemente nos está exponiendo la realidad de la vida. No todos se convertirán, no todos llegarán al arrepentimiento. ¿Por qué? No lo sabemos. Ni siquiera lo vemos como justo que esto así sea.

    ¿Qué aprendemos de esta explicación de Jesús? Que hay muchas cosas que tratan de impedir que el mensaje de Dios produzca frutos. Los que reciben la palabra como la semilla que cae en el camino la pierden al poco tiempo porque están a la merced de cualquiera que pasa y la pisotea; al no tener humedad ni protección ni profundidad, son presa fácil del maligno. Los que reciben la palabra como la semilla que cae entre las piedras se alegran, pero solo por el momento, porque cuando llegan los problemas o cuando los problemas no se solucionan, se cuestionan ¿para qué me hice cristiano? Ese es un problema muy común que encontramos en nuestra sociedad, donde muchos piensan que la fe cristiana les resolverá la vida en esta tierra. Sabemos que no hay ninguna promesa de Dios de que él nos evitará los males y nos allanará el camino y de que podremos vivir sin tribulaciones. La vida sin lágrimas, traiciones o desilusiones, sin enfermedad y muerte, esa vida está del otro lado de la muerte, en el cielo adonde entraremos todos los que fuimos lavados por la sangre de Jesús. Si el cristianismo curara todos los males terrenales ¡todos serían cristianos!

    Los que reciben la palabra como la semilla que cae entre los espinos, corren el riesgo de que las raíces de esas plantas espinosas los ahoguen y lastimen, haciéndoles perder la fe. Muchas personas no quieren soltar sus privilegios. Jesús advierte sobre los engaños de las riquezas y de los placeres mundanos.

    Los que reciben la palabra como la semilla que cae en buena tierra son los que la entienden y como resultado producen fruto. Aquí hay algo muy interesante sobre lo que tenemos que profundizar. ¿Qué quiere decir Jesús con «los que entienden la palabra»? ¿Qué es lo que hay que entender? Tenemos que entender que Dios siembra generosamente en todo tipo de terreno, y todos somos algún tipo de terreno que compartimos algo en común. Estamos afectados por la caída en pecado, en algún momento todos somos el camino, las piedras, los espinos y la buena tierra. Lo que tenemos que entender es que no somos nosotros los que elegimos creer o desechar. Solo Dios nos puede hacer creer, dándonos la fe mediante el Espíritu Santo. Aquí tenemos que entender lo principal en la parábola: No todos creerán en el cielo y en el infierno y en la buena voluntad de Dios de querer salvar a todos.

    No debemos crearnos expectativas fantásticas pero falsas, de que todo el mundo se salvará y de que la palabra que nosotros sembramos dará un cien por cien de frutos aunque haya caído en cualquier tipo de terreno. Jesús nos llama a entender nuestra incapacidad de vencer las piedras, los caminos áridos y los espinos. Tenemos que entender que el problema no está en el sembrador que es generoso y que entregó su vida para la salvación de todos, no importa en qué tipo de terreno se encuentran. El problema tampoco está en la semilla, porque si Dios la siembra, la semilla del evangelio germina. El profeta Isaías nos recuerda lo que Dios dice: «Así como la lluvia y la nieve caen de los cielos, y no vuelven allá, sino que riegan la tierra y la hacen germinar y producir, con lo que dan semilla para el que siembra y pan para el que come, así también mi palabra, cuando sale de mi boca, no vuelve a mí vacía, sino que hace todo lo que yo quiero, y tiene éxito en todo aquello para lo cual la envié» (Isaías 55:10-11).

    El poeta Joaquín de Palma escribió un himno al respecto. En la cuarta estrofa, dice:

    «Siembra, no temas, en la peña dura,
    deja en la roca estéril caer el grano,
    que suele hallar la gracia una hendidura
    en el granito del orgullo humano.»

    Tenemos que entender que es la voluntad de Dios que todos lleguen al arrepentimiento, por eso Jesús y los discípulos y nosotros no elegimos nuestro auditorio, no decidimos con quién compartir la buena noticia del reino de Dios, sino que estamos llamados a proclamar la voluntad divina a todas las personas en el mundo.
    Tenemos que entender que no tendremos el éxito que tanto se pregona hoy en nuestra sociedad, porque la semilla que trae vida eterna caerá en cualquier tipo de terreno.

    Tenemos que entender que a quienes Dios les concede el don de la fe y en quienes la palabra de Dios germina producirán frutos, a su manera y en la cantidad que Dios mismo disponga. No nos toca a nosotros esperar que todos den el cien por cien de frutos porque no todos recibimos la misma medida de fe. ¿Por qué es importante que entendamos esto? Para que no nos frustremos inútilmente y para no convertirnos en legalistas. Notemos que Jesús no trajo a nadie a la fuerza a su reino, no arrastró a nadie. Al contrario, él invitó respetuosamente a ver las bondades de Dios para con esta creación caída.

    Finalmente, es importante que entendamos que la salvación es solo por la gracia de Dios. No hay mérito ninguno en el terreno, porque todo terreno humano es pecador. Lamentablemente, algunos rechazan la gracia de lleno, otros la rechazan al enfrentar dificultades, otros son engañados por el diablo y algunos otros producen los frutos de la gracia de Dios, cada cual en la medida de fe que ha recibido.

    Siempre proclamamos que nuestra salvación es por gracia solamente, en otras palabras, solo porque Dios ha sembrado su palabra en nosotros y nos ha dado el privilegio de hacernos entender que por la muerte de Jesús en la cruz, que pagó el rescate por todas las personas del mundo, somos perdonados y admitidos en el cielo después de nuestra resurrección. Aunque Jesús no utiliza la palabra gracia en esta parábola, a los discípulos se las explica, porque a ellos «se les concede entender el misterio del reino de los cielos» (Mateo 13:11).

    Y es por gracia también que Dios nos dejó a nosotros sus misterios, para que nos aferremos a sus promesas. A través del Bautismo, la Santa Cena y la predicación de su Palabra, Dios nos da el alimento necesario para resistir los enviones del maligno, las espinas que lastiman la fe y las raíces que ahogan la planta de amor y perdón que Dios puso en nosotros. Mediante estos medios de gracia, Dios mejora el terreno donde siembra su palabra.

    ¿Qué tipo de frutos da esta semilla? El fruto de amar al prójimo, ayudarlo, pensar bien de él y asistirlo en todo lo que le ayude a ver la misericordia de Dios. El fruto de poder consolar a otros que tienen el corazón quebrantado. El fruto de visitar a la persona que se alejó enojada vaya a saber por qué de nuestro círculo cristiano. El fruto de la paciencia para el que aún no reacciona al llamado al arrepentimiento.

    Estimado oyente, Jesús sigue sembrando hoy la mejor semilla del mundo. Es mi oración que la recibas con alegría y te alimentes en la Palabra santa para regarla y rendir frutos a su tiempo. Y si de alguna manera podemos serte de más ayuda, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.