PARA EL CAMINO

  • Jesús te llama

  • junio 11, 2023
  • Rev. Dr. Hector Hoppe
  • Sermon Notes
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Mateo 9:9-13
    Mateo 9, Sermons: 2

  • Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

    Cada vez que leo y releo este pasaje de la Biblia, y miro a lo que sucedió un día antes en esa región de Palestina, puedo ver cuánto fue criticado Jesús. Un poco antes del llamamiento de Mateo, Jesús fue a la tierra de los gerasenos, al otro lado del Jordán. Allí curó a un endemoniado, y la gente de la región se asustó tanto por lo que pasó con los dos mil cerdos que estaban cuidando, que le pidieron a Jesús que se fuera de allí. Rechazado, Jesús no hizo más milagros en esa región. Luego, cuando llega de regreso a su ciudad, cura a un paralítico y los dirigentes religiosos presentes lo critican y acusan de blasfemo.

    Ahora llama a Mateo para que sea uno de sus discípulos y Mateo, a pesar de tener un negocio muy lucrativo, renuncia a todo y le ofrece a Jesús una comida donde otros cobradores de impuestos se reúnen con ellos y los discípulos. Y ahí están los criticones –los tóxicos de siempre– los que no dejan pasar una, los que tienen alerta todos sus sentidos para cargar contra Jesús. No importa lo que Jesús hiciera; no importa si predicaba o enseñaba o si hacía un milagro para ayudar a alguien: siempre tenía quienes lo criticaban. Si el Señor Jesucristo hubiera tenido mi personalidad, habría abandonado su ministerio hace mucho.

    Pero a pesar de todo, Jesús sigue. Y cuando va caminando por su ciudad y se encuentra con Mateo, lo llama. Mateo será ahora un discípulo atento a la voluntad de Dios. Años más tarde escribirá el evangelio que lleva su nombre y animará a la iglesia primitiva a entregarse de lleno al ministerio del reino de los cielos. Es importante que recordemos que, antes de ser llamado, Mateo está con otros cobradores de impuestos colectando dinero para los romanos, los opresores del pueblo hebreo. Esa profesión era una invitación abierta a la corrupción: los romanos tenían una tasa fija de impuestos a recaudar, pero los cobradores que trabajaban para ellos no. Así que, si les fallaba la honestidad, podían exprimir a sus compatriotas a su propio gusto. Por ese motivo, los cobradores de impuestos no eran recibidos en las sinagogas ni en la mayoría de los círculos sociales de los hebreos. Los líderes religiosos los consideraban pecadores, esto es, pecadores sin arrepentimiento.

    Entonces, ¿cómo es que Jesús, que vino a cumplir las promesas del Antiguo Testamento e inaugurar el reino de los cielos comenzando con un grupo de seguidores, elige no a líderes que se sabían las Escrituras de memoria, sino a uno que fue excomulgado, a un atrevido vendepatria a quien le interesaba más el dinero que la liberación de Israel? ¿Qué podría ofrecer Mateo? Todo lo que Jesús le enseñaría y haría por él. No importaba su pasado. El llamado de Jesús lo había cambiado todo.

    Sin titubear, sorprendido y feliz, Mateo invita a Jesús a su casa, a comer junto con sus compañeros cobradores de impuestos. La camaradería estaba en su apogeo. Pero, ¿cómo es posible? Los judíos que se toman en serio y son respetuosos de las ceremonias religiosas no se juntan con pecadores, mucho menos comen con ellos. Así que los criticones levantan la voz. Pero no van a Jesús, tal vez no se animan, así que les preguntan a los discípulos de Jesús por qué su Maestro está comiendo con pecadores. Y Jesús aprovecha para predicar la Palabra: Yo he venido a buscar a pecadores, a esos que ustedes rechazan y critican. Lo dice con estas palabras: «No son los sanos los que necesitan de un médico, sino los enfermos». Mateo estaba enfermo espiritualmente y fue rescatado por Jesús. Los líderes religiosos también están enfermos, porque aunque conocen la verdad del Antiguo Testamento no la entienden ni la practican. Por eso, Jesús les predica la ley con estas palabras: «Vayan y aprendan lo que significa ‘Misericordia quiero, y no sacrificio'». Esta es una cita del profeta Oseas (6:6). No es la primera vez que los religiosos del pueblo de Dios necesitan ser reenfocados. A muchos les gustaban más las ceremonias que ayudar a las personas, aceptar a los pecadores y aprender a conversar con ellos para mostrarles el amor de Dios.

    No mucho ha cambiado. Los tóxicos de siempre están entre nosotros, y a veces nos contagian y nos volvemos como ellos. Nos gusta criticar a otros porque creemos que así nosotros somos mejores. Aun cuando tal vez sepamos mucho de la Biblia, no ejercitamos la misericordia que Dios espera que sus hijos practiquemos con los que más necesitan de su amor. Tal vez vemos a alguien como Mateo, del cual sospechamos que puede ser deshonesto en lo que dice y hace, e inmediatamente lo descartamos porque «nosotros sabemos mejor o somos mejores». Y ahí está, nos sentimos superiores aun cuando no hemos aprendido a ejercitar la misericordia. Todos somos Mateo y líderes criticones y tóxicos. Sin ninguna duda son muy alentadoras las palabras de Jesús: «No he venido a llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores». Menos mal que Jesús vino por los pecadores, porque así sabemos que estamos incluidos en las personas que él vino a buscar.

    En realidad, no hay ninguno que sea justo a la manera de Dios. Ni los escribas ni los fariseos ni nadie. Solo Jesús fue justo en sus acciones, en su conducta, en su vida de entrega a Dios y al prójimo. Y porque fue justo pudo cumplir la ley y la voluntad de Dios, quien prefiere la misericordia a los sacrificios. Solo hubo un sacrificio que Dios aprobó totalmente: el que hizo Jesús en la cruz para morir por todos los pecadores de mundo.
    No debemos perder de vista el hecho de que no fue un ser humano común y corriente quien hizo el sacrificio para mostrarnos misericordia, sino el mismo Dios, que en la persona de Jesucristo derramó su propia sangre para perdonar nuestros pecados. Mateo necesitaba ser perdonado, y lo fue. Los escribas y fariseos necesitaban ser perdonados, y los que se arrepintieron y siguieron a Jesús, lo fueron.

    Nada ha cambiado en este mundo con relación al pecado, a la maldad, a la desesperanza, a las peleas, a las críticas y a la muerte. Y nada va a cambiar en este mundo hasta el día del juicio final, cuando Dios descargue su ira sobre los que lo rechazaron y abrace con misericordia a quienes fueron llamados y recibieron el don de la fe. Dios tampoco ha cambiado y jamás cambiará. Su voluntad tampoco ha cambiado y no cambiará ni en una sola letra, porque así él lo estableció. Y porque Dios no ha cambiado, Jesús sigue entre nosotros, está caminando por esta vida siendo rechazado y criticado por muchos, pero él sigue adelante, llamando a las personas a seguirle.

    Estimado oyente, no sé si eres un Mateo o un líder criticón, pero sé que Jesús pasa por tu vida para llamarte de donde sea que estés en este momento, si combatiendo alguna enfermedad grave o luchando con culpas que no te dejan dormir, o tal vez apesadumbrado por las críticas que recibes de aquellos que te desprecian y aun de los que dicen ser tus amigos. Tal vez te consideres indigno de que Cristo te mire a los ojos y te llame por tu nombre a seguirle. No importa el pecado ni la situación en la que te encuentres, Jesús viene a tu vida en cualquier lugar en que estés, te llama como sigue llamando a muchos hoy, como me ha llamado a mí y me sigue llamando para que relea las Escrituras y vuelva a considerar las promesas y la voluntad de Dios, para renovar mi entendimiento de lo que dice el profeta Oseas y que Jesús repite a los fariseos con esta indicación: «Vayan y aprendan lo que significa ‘Misericordia quiero, y no sacrificio'».

    ¿Sabes lo que significa tener misericordia? ¿Conoces a alguien que practicó la misericordia contigo? ¿Alguien que te tuvo paciencia, que caminó contigo en los momentos difíciles, que como buen amigo o cónyuge o padre o madre te acompañó en las buenas y en las malas, que te abrió los ojos al peligro latente y caminó a tu lado cuando decidiste tratarte por alguna adicción o romper algunos hábitos destructivos? La misericordia no se trata de palabras, sino de la acción maravillosa de abrazar a quien necesita de sostén en la vida. No hace falta mirar demasiado lejos. Si nos proponemos verlas, las necesidades de quienes están a nuestro alrededor son palpables.

    El mejor ejemplo de misericordia es provisto por Dios mismo. Porque Jesús quiso practicar la misericordia fue que cruzó el Jordán y fue a un territorio impuro y desagradable para encontrarse con un hombre endemoniado, sucio y desnudo que no podía ayudarse a sí mismo y que la sociedad había desahuciado para siempre. Por su misericordia liberó al endemoniado y lo envió a hablar de las misericordias de Dios a su familia. Fue por compasión que cuando Jesús volvió del otro lado del Jordán a su ciudad, sanó al paralítico que algunos amigos bajaron por el techo de la casa para ponerlo frente a Jesús. Fue por compasión que Jesús pasó por la mesa de los impuestos para rescatar a Mateo de una vida vacía y enseñarle el significado de una nueva vida al servicio del reino de Dios.

    Y es por misericordia que Dios nos sigue llamando hoy, una y otra vez. Tal vez para algunos este día sea la primera vez que oyen la voz de Jesús llamándole por su nombre y diciéndole: sígueme. Tal vez algunos de nosotros escuchamos el llamado de Jesús cada semana o cada día, cuando se nos presenta la oportunidad de ejercitar la misericordia que hemos recibido del Hijo de Dios.

    No me cabe duda de que las palabras de Jesús: «Vayan y aprendan lo que significa ‘Misericordia quiero, y no sacrificio'», tienen que animarnos a leer y a estudiar las Escrituras y a compartir los dones que hemos recibido de lo alto con quienes están a nuestro alrededor, y tal vez también con aquellos que están lejos y que necesitan el consuelo, el perdón y la paz que Dios, en Cristo, ofrece. Porque precisamente de eso se trata el reino de los cielos.

    Estimado oyente, si este tema ha despertado inquietudes en ti y quieres recibir más información sobre la obra de Jesús por toda la humanidad, y cómo todavía hoy Dios practica la misericordia, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.