PARA EL CAMINO

  • Jesús tiene compasión de ti

  • agosto 6, 2023
  • Rev. Germán Novelli Oliveros
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Mateo 14:13-21
    Mateo 14, Sermons: 3

  • El gran amor de Dios por nosotros lo llevó a hacerse hombre, padecer las penurias de este mundo y sacrificarse a sí mismo en la cruz para pagar el alto precio de nuestros pecados. Nada en la tierra o en los cielos se compara con la compasión que Dios tiene por sus hijos y que demuestra proveyendo para todas nuestras necesidades.

  • Hace un par de años, mi esposa y yo finalmente pudimos comprar nuestra primera casa. Se nos había hecho cuesta arriba poder alcanzar este sueño que ambos teníamos, pero con paciencia, esfuerzo y mucha oración pudimos ver la bondad de Dios y sus planes para nosotros, y con su ayuda lo logramos. Cuando la obtuvimos, la casa tenía tres habitaciones: una para nosotros, otra para los huéspedes y una más que usamos como espacio de trabajo. Luego llegaron los niños y las cosas cambiaron un poco. Pero seguimos teniendo lugar para hospedar a amigos y familiares. Aunque a veces desearíamos que fuera más grande, la verdad es que ambos coincidimos en que es más de lo que necesitamos. Estamos bien, estamos cómodos, y a veces podemos bendecir a otros para que se queden con nosotros cuando lo necesitan.

    Para mí la casa tiene un gran valor sentimental. Porque a pesar de ser algo material, y no deja de ser importante por eso, cuando miro hacia atrás recuerdo que muchas veces me faltó un sitio donde vivir. A veces me tocó quedarme en casa de amigos, familiares o gente de la iglesia que me hospedaron temporalmente, porque la verdad es que en ocasiones no tenía dónde quedarme. Cuando recuerdo esto, pienso que Dios fue bueno y siempre proveyó. ¡Él siempre lo hace! El texto del evangelio de esta semana es un ejemplo de eso. Él nos muestra lo inmenso que son el amor, la provisión y la fidelidad del Señor.

    La fama de Jesús se había extendido por todo Israel. Miles en Galilea, Samaria, Capernaúm, Judea, Jerusalén y más allá, conocían de sus enseñanzas, de sus milagros, de la autoridad con la que hablaba y echaba fuera demonios. Tras la muerte de Juan el Bautista, Jesús pasó a ser el centro de atención de la predicación del Reino de Dios y el perdón de pecados.

    Y es en este contexto en el que llegamos a uno de los eventos más conocidos: la alimentación de los cinco mil, sin contar mujeres y niños. Este hecho es tan importante, que los cuatro evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), inspirados por Dios, relatan muy bien lo que allí ocurrió: Jesús fue capaz de alimentar a todas estas personas con tan solo cinco panes y un par de pescados.

    Al principio de esta lección, Mateo nos deja una palabra que considero clave para entender el amor de Dios y la motivación de Jesús para hacer esta obra prodigiosa. Dice el texto en el verso 14 que: «Cuando Jesús salió de la barca y vio a tanta gente, tuvo compasión de ellos y sanó a los que estaban enfermos».

    Compasión es la palabra clave para nosotros en este día. Compasión es comprender y sentir empatía por el sufrimiento del otro. Es simpatizar con la tristeza por lo que el otro está padeciendo. En otras palabras, es sentir en nuestra propia piel, en nuestra vida, lo que al otro le duele o lo que el otro necesita. Es por eso que cuando ve toda la gente que le seguía y que necesitaba de Él, Jesús se sintió triste y comenzó a ayudarles, primero sanando a los que estaban enfermos y luego alimentándolos para que no regresaran a casa hambrientos.

    Aquí debemos tener cuidado de no confundir compasión con lástima. Lástima es cuando ves el sufrimiento de alguien, y dices: «Pobrecita esa persona», pero no pasa de allí. Es un sentimiento pasivo. Te da pena por el otro, pero no haces nada (independientemente de que puedas o no hacer algo). La compasión, en cambio, es sentir, es padecer con esa persona, al punto de hacer lo que esté al alcance de tus posibilidades para ayudar.

    Esa compasión motivó a Jesús a sanar enfermos. Esa compasión motivó a Jesús a decirle a sus discípulos: Que no se vaya nadie de aquí sin comer ¡Vamos a alimentarles! Esa compasión fue la que llevó a Dios a salvar a quienes no podían hacer nada para salvarse, enviando a su único Hijo para que todo aquél que en Él crea no se pierda, sino que tenga vida eterna.

    Hoy nos cuesta tanto a nosotros tener la misma compasión con nuestros prójimos, ¿no es cierto? Si hablamos de pobreza mundial, las cifras son alarmantes. Casi 800 millones de personas en el mundo sobreviven en necesidad. Más de esa cantidad se irá a dormir esta noche sin nada que comer. Y, sin embargo, las naciones más ricas desperdician toneladas y toneladas de comida cada año. Pero no nos vayamos tan lejos. Pensemos en las personas que nos rodean. ¡Cuántas veces somos incapaces de ayudar a quienes nos necesitan! Y no estoy hablando de dinero o cosas materiales. Cuántos de nuestros amigos y familiares necesitan un abrazo, una palabra de aliento, una oración. ¿Estamos sintiendo el dolor de los demás, o estamos pensando solo en nosotros mismos, en primero yo, después yo, y luego tal vez los demás?

    También puede suceder que seas tú quien estás necesitando algo. ¿Cuáles son tus necesidades? ¿Qué es eso que tanta falta pudiera hacerte por estos días? Cuando hago esta pregunta en mis círculos, muchos mencionan la salud, que es quizás una de las mayores riquezas que pudiéramos tener en estos tiempos de tanta enfermedad. Otros me hablan de dinero o cosas materiales, porque vivimos en un mundo donde necesitamos tener para poder lograr las cosas que queremos. Y hay algunos un poco más románticos que me dicen que necesitan amor, alguien que les ame o alguien a quien amar. Pudiéramos resumir estas necesidades humanas en la famosa frase: salud, dinero y amor.

    Hay otros que buscan un poquito más allá y sienten que necesitan ser perdonados o que necesitan perdonar. Hay gente que no puede dormir porque las preocupaciones, el estrés, la ansiedad o la depresión les está robando el sueño y la oportunidad de vivir plenamente. Y a menudo me encuentro con personas que sienten la necesidad de arreglar cuentas con Dios, que están enfadados con Él o que sienten que Dios está enojado con ellos.

    Lo cierto es que es muchísimo lo que necesitamos para vivir. No solo pan. Cuando rezamos el Padre Nuestro, pedimos: «Danos hoy nuestro pan de cada día.» Y es fantástico lo que dice Martín Lutero en sus catecismos sobre esta petición, donde explica que no es solamente comida lo que estamos pidiendo aquí, sino todo lo que necesitamos para vivir. Y cuando digo todo, es todo.

    Dice el Catecismo Menor de Lutero que este pan diario es: «Todo aquello que se necesita como alimento y para satisfacción de las necesidades de esta vida, como: comida, bebida, vestido, calzado, casa, hogar, tierras, ganado, dinero, bienes; piadoso cónyuge, hijos piadosos, piadosos criados, autoridades piadosas y fieles; buen gobierno, buen tiempo; paz, salud, buen orden, buena reputación, buenos amigos, vecinos fieles, y cosas semejantes a éstas.»

    Lutero también dice, esta vez en el Catecismo Mayor, que al enseñarnos esta oración: «Dios quiere indicarnos que se preocupa de todas nuestras necesidades y nos provee también fielmente de nuestro alimento diario. Si bien lo da abundantemente y lo conserva también a los impíos y malvados, quiere, no obstante, que lo pidamos para que reconozcamos que lo recibimos de su mano y en ello notemos su bondad paternal frente a nosotros.»

    Como vemos, Dios nos da más que pan porque sabe que sus hijos necesitan más que pan para vivir. Todos necesitamos de Dios, de su amor, de su compasión y de los regalos que Él gratuitamente tiene para nosotros. Pero a veces nos cuesta ser agradecidos con Dios, y a menudo nos cuesta ver las necesidades del otro porque estamos enfrascados en ver solo las nuestras. Ojalá nunca olvides que toda bondad radica y viene del amor de Dios.

    Mi querido amigo: desconozco cuáles son tus necesidades y qué cosas quisieras tener en tu día a día. Tal vez estás buscando sanación de una enfermedad o dinero para comprar una casa más grande o quizás llevas rato esperando por el verdadero amor. Quizás tu necesidad no es tan trivial sino más bien espiritual, y sufres porque quisieras el perdón de Dios o que el Espíritu transforme tu vida o que te ayude con su compañía.

    Aunque no sé mucho de ti, ni de lo que necesitas y quieres, hoy quiero mostrarte a un Dios que tiene compasión de ti. No es lástima, sino un amor tan grande que siente en su propia piel lo que tú estás sintiendo. Una compasión que lo llevó a hacerse hombre y padecer las penurias de este mundo, y más aún, que lo llevó al sacrificio para pagar en una cruz el alto precio de tus pecados y los míos. Nada en la tierra ni en los cielos se compara con la compasión de Dios por sus hijos, y es por eso que te alimenta con el pan de vida de su Palabra, que no se agota y permanece para siempre; es por eso que te da vida y bendición en el alimento espiritual del Sacramento del Altar, donde comemos allí su cuerpo y bebemos su sangre; te alimenta con la promesa de que un día estarás en su mesa compartiendo en el banquete de su reino celestial, donde no habrá más llanto ni dolor. Él ha tenido compasión de nosotros, y aunque somos pecadores, Él nos perdona, tiene misericordia, y nos provee en cada necesidad. Ojalá podamos vivir todos con este mismo sentir de Cristo, y queramos ver a los demás con más compasión y menos lástima.

    Al final del día, Jesús —lleno de compasión y amor por la multitud— los alimentó a todos. Dice la Escritura en el versículo 20 que: «Todos comieron y todos se fueron a casa satisfechos, y de lo que sobró recogieron doce cestas llenas.»

    Que esas cestas llenas te recuerden y te lleven a dar testimonio del Jesús que tiene amor para todos y para ti; que siente compasión por todos los que se arrepienten y le siguen, incluyéndote a ti; y que tiene también palabras de vida eterna para todos los que le escuchan… y también para ti.

    Es Jesús el pan de vida que nos alimenta. Es Jesús el Salvador enviado por Dios para perdonar nuestros pecados y saciar nuestras necesidades. Es Jesús el que vino por ti para dar su vida por tu salvación, que viene hoy a ti y te provee con todo lo que requieres para vivir, y que ha prometido volver para darte a ti, y a todos los que en Él creen, el cielo y la vida eterna en su reino.

    Si quieres conocer más de Jesús y de lo que hace, ha hecho y hará en nuestras vidas, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.