PARA EL CAMINO

  • La semilla de la concordia

  • febrero 12, 2023
  • Rev. Dr. Hector Hoppe
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: 1 Corintios 3:1-9
    1 Corintios 3, Sermons: 2

  • La semilla del Evangelio nos pone en paz con Dios mediante la obra de Cristo, haciendo que la discordia que existía entre nosotros y Dios a causa del pecado, sea cambiada en concordia a través de la reconciliación que Jesús logró en la cruz.

  • Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

    Cuántas, cuántas veces habré dicho: «¡No, no me entendiste, no es eso lo que quise decir!» ¿Te ha pasado a ti estimado oyente? Tal vez alguien habló contigo y tú no entendiste lo que te quería decir, o lo malentendiste, o entendiste lo que querías entender. Es bastante común entre nosotros que escuchamos lo que queremos escuchar en lugar de escuchar lo que la otra persona realmente está diciendo. Y es triste que a veces modificamos el mensaje para escuchar solo lo que queremos oír y nos perdemos de escuchar el verdadero contenido de lo que se nos está diciendo.

    ¿No te parece increíble que los seres humanos seamos los únicos que tenemos un lenguaje sofisticado para comunicarnos, que decimos que nuestro idioma es riquísimo, pero que cuando hablamos no siempre nos expresamos bien y cuando escuchamos somos selectivos y escuchamos solo lo que queremos oír? ¡Hasta los animales se entienden mejor hablando sin palabras!

    ¿Será esto lo que pasó en la iglesia de Corinto? En la época en que se formó la iglesia en esa región, se plantó una congregación cristiana de habla griega. El idioma griego fue el idioma de los grandes filósofos, y también el idioma que sirvió de base a tantos otros idiomas en el mundo. El idioma castellano es un ejemplo. ¿No es lindo tener un idioma que nos ayude a expresar lo que sentimos, lo que sabemos y lo que queremos comunicar?

    En el caso de Pablo y los corintios, el idioma griego no parece haber sido el problema, sino que había otra cosa que interfería en la buena comunicación: el mensaje de Dios les llegaba en profundidad, pero ellos lo tomaban livianamente. Los creyentes de Corinto le pedían al apóstol Pablo que les hablara de las cosas profundas de Dios, pero todavía no tenían oídos para escuchar esas cosas. San Pablo dice que él tuvo que hablarles como a niños en Cristo, en forma sencilla, sin transmitir las profundidades de la sabiduría divina.

    ¿Cómo se dio cuenta Pablo que los corintios no habían entendido las profundidades del mensaje de Dios? Porque él, personalmente, había sembrado entre ellos la semilla del Evangelio que nos pone en paz con Dios mediante la obra de Cristo, haciendo que la discordia que existía entre los seres humanos y Dios a causa del pecado, fuera cambiada en concordia. Esa concordia entre Dios y sus criaturas se produjo por la reconciliación que Jesús logró en la cruz. Esa concordia se extiende a la vida congregacional, se vuelve básica para las relaciones entre cristianos. En la congregación de Corinto había divisiones, celos, peleas, en otras palabras, estos cristianos se empujaban el uno al otro. No se trataban con el debido respeto, no tenían un corazón común, no tenían concordia.

    También es verdad que, de cierto modo, la semilla del Evangelio produce discordia por la arrogancia que los seres humanos muchas veces tenemos y que nos impide escuchar a Dios. Hubo discordia entre Jesús y los líderes religiosos de su tiempo. Hoy nos pasa lo mismo. Hay quienes están en desacuerdo —o en discordia— con nosotros los cristianos porque el Evangelio los incomoda. A muchos les resulta incomprensible la sabiduría de Dios y se quedan con su propia sabiduría que los empuja a las contradicciones, a las peleas y a las divisiones. Los corintios estaban como nosotros estábamos en la escuela primaria, cuando decíamos: «Yo sé más que tú, a mí me enseñó el maestro tal que es el mejor de la escuela», o «yo voy a una escuela privada que es mejor que la tuya.» Somos expertos en crear discordia.

    Entonces, ¿cómo hace el apóstol Pablo para animar a los corintios a no solo dejar de lado la discordia, sino también a convertirla en concordia? Él quiere darles alimento espiritual sólido, pero si no administra bien lo que les dice, ¡los puede atragantar! Por un tiempo solo les pudo dar leche. ¿Qué significa eso? Que los corintios aprendieron lo esencial del Evangelio, o sea, que Cristo murió por ellos y que con su muerte en la cruz pagó el precio por todas sus culpas, errores y pecados. Los corintios son ahora hijos redimidos de Dios y, como tales, tienen el cielo asegurado. Pero se quedaron con eso solamente. Y ese mensaje de la cruz les parecía demasiado sencillo, no tenía la profundidad de su sabiduría griega. Así, se convirtieron en cristianos, pero caminaban por la vida agarrados de la falda de algunos líderes, como los niños pequeños se agarran de la falda de su mamá. ¿Cómo iban a entender, entonces, si Pablo les daba la comida sólida?

    A lo largo de sus cartas a esa congregación, Pablo les explica que la comida sólida cristiana es profunda y sabrosa, y muy diferente a lo que nuestra naturaleza humana quiere. La comida divina sólida es toda la voluntad de Dios narrada en las Sagradas Escrituras. Esa comida, esa voluntad divina, nos llama a confiar en Cristo y en su obra sobre todas las cosas; nos llama a cargar nuestra cruz; a aceptar a que nos traten mal por ser cristianos y a no quejarnos por eso. La comida sólida de Dios nos moviliza para aceptar los dolores y el sufrimiento sin lamentarnos, y entender que es la voluntad divina que pasemos por situaciones que no nos gustan, situaciones que, si de nosotros dependiera, no elegiríamos. Es aprender a ver que aun a través de nuestros sufrimientos Dios nos hace crecer en la fe, porque si no crecemos en la fe, si confiamos más en nosotros que en Dios, ¿cómo vamos a hacer frente a los ataques del diablo, o cómo vamos a encontrar consuelo en los momentos en que estamos casi desesperados por pérdidas que no podemos reparar? La comida sólida cristiana es recibir todo el consejo de Dios que nos mueve a amar sin ser correspondidos, amar sin esperar nada a cambio, amar al prójimo como a nosotros mismos y amar aun a nuestros enemigos.

    Los corintios estaban básicamente en la escuela bíblica para niños, pero pensaban ¡que ya estaban listos para predicar! Si Pablo les hablaba de que los sufrimientos, la opresión y la muerte eran parte natural de esta vida a causa del pecado y que ellos se tenían que aguantar que solo la locura de la cruz les podía traer paz y concordia, se atragantaban.

    ¿No te pasa, estimado amigo, que a veces estás atragantado espiritualmente, que tienes un nudo en la garganta que no te deja hablar, que aunque confías en Dios, quien te ha redimido, te cuesta digerir lo que te está pasando y te preguntas: «¿Por qué me pasa esto a mí»? Te respondo: te pasa todo lo que te pasa porque estás viviendo en un mundo caído en pecado, porque tú mismo eres pecador y, aunque perdonado, todavía sufrirás las consecuencias del pecado mientras vivas en esta tierra. Eso es comida sólida. Eso es lo que tanto nos cuesta aceptar y lo que en alguna medida nos hace reaccionar en forma infantil ante Dios y quienes nos rodean.

    El apóstol Pablo quiere llevar a los corintios a un nivel de madurez que les permita disfrutar la sabiduría de Dios y puedan, con solidez, ser útiles en su comunidad, ser agentes de cambio entre quienes les rodean para mostrar el amor de Dios a sus vecinos y prójimos.

    La semilla de Evangelio, estimado oyente, es el milagro de Dios en este mundo que brota, crece y produce frutos. Los hombres no producimos semillas, las podremos modificar genéticamente, pero no podemos hacer que brote, porque la fuerza de germinar la puso Dios desde los días en que creó al mundo. Algunos de nosotros sembramos la semilla, como hizo Pablo, otros de nosotros la regamos, como hizo Apolos, pero el crecimiento siempre y solo lo da Dios. Una cosa que vemos en este texto que estudiamos hoy es que Pablo no se metió en la obra de regar, ni criticó a Apolos porque tal vez él no regaba lo suficiente. Apolos tampoco se metió a sembrar, ni criticó a Pablo porque tal vez no sembró bien. Cada uno ocupó su lugar sin estorbar o criticar al otro. Entre ellos no se produjo discordia. La discordia en la congregación la produjeron quienes querían crecer en la sabiduría humana, en el conocimiento filosófico y racional. Pero así no iba a ser posible fortalecer una congregación cristiana.

    Los corintios fueron el campo donde se sembró la semilla de la concordia, la semilla del Evangelio que paga por el pecado y trae nueva vida con muchos frutos. San Pablo explica que la congregación es un edificio de Dios. Y los niños no construyen edificios. Un edificio debe ser construido con el mejor arquitecto, alguien que tiene conocimiento, sabiduría y experiencia en diseñar un edificio que no se nos caerá encima. Los cristianos encontramos en ese edificio de Dios, construido por Dios mismo, la concordia que necesitamos para vivir en paz y el ánimo para seguir adelante enfrentando las batallas de la vida. En ese edificio —no construido de piedra, sino con los dones de Dios— los creyentes encontramos inspiración y fuerzas, y hacemos lugar para dar la bienvenida a otros. En la congregación cristiana Dios nos sigue regando y alimentando con leche y con comida sólida.

    Mediante el alimento espiritual de su Palabra, el Bautismo y la Santa Cena, aprendemos de la sabiduría de Dios, la locura de la cruz, donde Jesús ocupó nuestro lugar a la hora del castigo. Aprendemos de la resurrección de Jesús que garantiza nuestra resurrección. En el edificio de Dios somos animados a curar las heridas de nuestro prójimo, a ayudar a caminar al débil, a afirmar en la fe a aquellos que dudan, a consolar a los que sufren pérdidas. La comida sólida que recibimos de Dios nos impulsa a practicar la compasión, la comprensión y la paciencia con los más débiles.

    Dios sigue usando obreros hoy para sembrar y regar el Evangelio. Es porque Dios hizo eso, y lo sigue haciendo todavía hoy, que tú estás escuchando este mensaje hoy. Es mi oración que la locura del Evangelio te traiga paz mediante el perdón de tus pecados y te anime a vivir en concordia con tu prójimo.

    Si podemos servirte de alguna otra forma, o si podemos ayudarte a encontrar una congregación cristiana en tu área, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.