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PARA EL CAMINO
TEXTO: Juan 15:26-27
El mismo Jesús que hizo milagros y cautivó a multitudes fue crucificado por los gobernantes y las autoridades de su propia iglesia, quienes quedaron convencidos de que por fin se habían desecho de él para siempre. Pero, ¿acaso lo lograron?
Las cosas no siempre son como parecen. Cuenta la historia que una araña estaba tratando de convencer a una mosca para que fuera a su telaraña. Encontrando la invitación un tanto sospechosa, la mosca, que se jactaba de ser muy inteligente, le respondió: «Creo que no.
No veo que haya otras moscas, y sola no voy a ir». Casi enseguida, la mosca vio un grupo de moscas aleteando en un trozo de papel marrón que había sobre la mesa de la cocina, por lo que decidió unirse a ellas. Justo antes de que se posara sobre el papel, una abeja le gritó: «No seas tonta, no vayas allí. Es un papel para atrapar moscas.» Pero la mosca, confiada en su propia inteligencia, le contestó: «No seas ridícula, ¿acaso no ves la cantidad de moscas como yo que ya están allí? Tantas moscas no pueden estar equivocadas.» Y sin pensarlo más, se lanzó al papel, donde se encontró con el mismo destino que todas las otras moscas. La moraleja de esta historia es que, por más que sean muchos los que creen en algo, las cosas no siempre son como parecen.
Esto es cierto tanto para las moscas de la historia, como para las personas. La mayoría de nosotros tenemos la tendencia a aceptar como verdaderas las cosas que vemos. Piense en las ilusiones y realidades falsas que Hollywood nos ha hecho creer. Por ejemplo, todos hemos visto películas que se desarrollan en París. ¿Alguna vez se dio cuenta que la Torre Eiffel es visible desde cada ventana que aparece en la película? Sin embargo, cuando uno va a París, las cosas no son así. ¿Ha notado que en ninguna película los protagonistas tienen problemas para encontrar un lugar donde estacionar? ¿O que las ruedas de los autos siempre chirrían, aún cuando vayan por un camino de tierra? Sin embargo, en la vida real, las cosas no son así.
Las cosas no siempre son como parecen. En las películas, los gángsteres nunca dejan de tener secuaces, y todo soldado que muestra una foto de su novia se muere a los cinco minutos. ¿Por qué será que aceptamos todos estos absurdos? ¿Será porque somos holgazanes o ignorantes, o porque si vamos al cine es para escapar a la realidad? No lo sé, pero sí sé que las cosas no siempre son como parecen.
Lo mismo sucede con Jesús y su iglesia. Pero no se apresure a sacar sus propias conclusiones; déjeme explicarle. Después de todo, recuerde que el título de este mensaje es «Las cosas no siempre son como parecen».
Lo cierto es que ni siquiera Jesús es siempre lo que parece ser. Pregúntele a cualquier persona que le describa al Salvador. Seguramente le van a decir que era bueno, amable, tierno, compasivo, y siempre dispuesto a perdonar.
Y todo eso es cierto. No cabe ninguna duda que Jesús fue todas esas cosas, pero también fue más, mucho más que la suma de todos esos atributos. ¿Alguna vez se le ocurrió pensar que Jesús fue crucificado porque las autoridades pensaban que era muy peligroso que siguiera vivo? Muchos de los ciudadanos más ilustres que lo escucharon hablar estaban convencidos de que era un diablo, un mentiroso, y un parrandero. La mayoría de ustedes nunca pensaron así de él, ¿no es cierto?
Los líderes de su propia iglesia hicieron un complot en su contra que terminó con su crucifixión. ¿Por qué? Porque pensaron que era mejor que Jesús muriera y no que el gobierno romano se enojara con su país. Poncio Pilatos, la más alta autoridad romana en ese lugar, pensaba que Jesús era un revolucionario, por lo que creyó que era mejor sacarlo del medio.
Como ven, Jesús no es siempre lo que parece ser. No lo fue en su época, ni tampoco lo es ahora. Jesús se dejó arrestar no porque no pudiera defenderse, sino porque quería hacer la voluntad del Padre y cumplir con la tarea que él le había encomendado. Por ese mismo motivo también permitió que lo maltrataran, que le dieran latigazos, que le pusieran una corona de espinas, que le escupieran en la cara, que se burlaran de él… y que lo crucificaran. Lo que lo mantuvo en la cruz no fue cobardía, sino un coraje increíble… y todo para que usted y yo pudiéramos ser salvos. Nadie le quitó la vida… él la dio por su propia voluntad como sacrificio para que nosotros vivamos.
Jesús no siempre fue lo que los demás, tanto sus amigos como sus enemigos, pensaban que era. Fijémonos en las reacciones de quienes estuvieron con él y fueron bendecidos por él. Cuando Jesús dio de comer a una multitud de personas con sólo unos panes y unos pescados, esa multitud quiso convertirle en rey… el rey que proveería todo lo necesario para sus necesidades y bienestar físico. Pero Jesús no aceptó, porque él no había venido para darle de comer a sus cuerpos, sino para alimentar sus almas con el perdón y la vida eterna.
Fijémonos en los discípulos, que eran las personas más allegadas a él. Mientras Jesús estaba vivo, los discípulos no lograron entenderlo. Cuando la tormenta en el Mar de Galilea casi les da vuelta el bote, ellos no creyeron que el viento y las olas obedecerían sus palabras. Y cuando las madres llevaron a sus niños para que Jesús los bendijera, los discípulos pensaron que eran una molestia y trataron de alejar a las ovejas de su Pastor. Y en la última cena, aún cuando Jesús había anunciado su muerte y tratado de consolarlos, ellos seguían sin entender lo que estaba pasando, y así siguieron cuando fueron al Jardín de Getsemaní. Allí, mientras Jesús oraba y la culpa de los pecados de todo el mundo, incluidos los míos y los suyos, eran cargados sobre él, les pidió a sus discípulos que velaran y oraran junto con él.
Pero ellos no entendieron lo que estaba pasando, y se quedaron dormidos. Cuando Jesús fue arrestado, sus discípulos salieron corriendo. Cuando lo estaban juzgando, la mayoría de ellos estaban escondidos. Cuando lo crucificaron, todos menos uno se habían encerrado donde no los pudieran encontrar. Ninguno de ellos entendía que las cosas no siempre son como parecen.
Cuando Jesús fue crucificado, parecía que su muerte era el fin de su historia. Parecía que su mensaje y sus ideas habían sido silenciados para siempre, y que sus promesas habían sido enterradas junto con él. Parecía que Dios había perdido la batalla, que el mal había triunfado, y que la muerte seguiría reinando para siempre. Así es como parecía, y así es como una gran parte de la humanidad todavía cree que es.
Pero las cosas no siempre son como parecen, porque tres días después de que el cuerpo crucificado de Cristo fuera puesto en una tumba sellada y vigilada por un soldado, Jesús volvió a la vida. Ese fue el momento más espectacular de todos los tiempos… ese fue el momento que cambió para siempre la eternidad para toda la humanidad. Gracias al Cristo resucitado, todos los que creen en él como su Redentor son salvados del pecado, del diablo, y de la misma muerte.
Lo normal hubiera sido que al escuchar la noticia de su resurrección los discípulos se hubieran puesto a bailar y cantar de alegría, y hubieran salido a las calles a contarle a todo el mundo lo que había pasado. Pero no fue así. Todavía no. Cuando se enteraron que el Señor estaba vivo, no lograron entenderlo. Cuando Jesús mismo se les apareció, obligándolos a dejar de lado sus dudas, supieron que había regresado, pero no tenían ni idea de lo que su regreso significaba. Semanas más tarde, después de habérseles aparecido varias veces, Jesús se despidió de ellos y ascendió a los cielos. Pero aún en los momentos previos a que Jesús se fuera, los discípulos seguían sin entender el propósito del Salvador.
La pregunta que le hicieron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el reino a Israel?» (Hechos 1:6), demuestra claramente que seguían creyendo que el reino de Jesús era terrenal y no espiritual.
No cabe duda de que los discípulos estaban muy contentos porque Jesús estaba vivo, pero aún seguían sin comprender lo que ello significaba. Y permanecieron así hasta el día de Pentecostés, el día en que el Espíritu Santo de Dios llenó a los seguidores de Jesús, y finalmente comprendieron por qué su Señor había nacido, vivido, sufrido, muerto y resucitado; el día en que su fe fue transformada. Pentecostés, que había comenzado con los creyentes orando juntos en silencio, termina con una proclamación pública de la salvación que sólo viene a través de la fe en el Señor resucitado. Pentecostés, que había comenzado con unos pocos seguidores del Salvador escondiéndose del mundo, culmina con puertas y ventanas abiertas de par en par y un grito de redención que sale de los corazones de miles de personas… un grito al que hoy se suman cientos de millones más. Hoy recordamos el nacimiento de la Iglesia, el día del Espíritu Santo, el día en que Jesús envió inspiración, comprensión y fe a sus seguidores.
Hoy es el cumpleaños de la iglesia, pero sé que algunos de ustedes se están preguntando: ¿y con eso qué? Ninguna iglesia pone luces en sus torres, nadie envía postales de Pentecostés ni hace una torta con velitas. No hay fiestas; no hay películas especiales en la televisión acerca de Pentecostés, ni árboles, ni adornos, ni música. Nadie llama por teléfono para desear un «Feliz Pentecostés», ni decora huevos o compra conejos de chocolate.
Es cierto, el 31 de mayo de este año es Pentecostés, y Pentecostés es el día del cumpleaños de la iglesia, pero sin lugar a dudas para la mayoría de las personas, es un día como cualquier otro, sin motivo especial para celebrar.
Si usted piensa así, no lo culpo para nada, pero sí le pido que siga escuchando. Usted no es el único que piensa de esa manera. Según una encuesta realizada hace dos meses por la Universidad Trinity en Hartford, Connecticut, un porcentaje cada vez más grande de personas dice que Jesús y la iglesia son totalmente irrelevantes, que no les ofrecen nada de valor, nada que les sirva para la vida.
Es comprensible que muchos, quizás usted también, piensen así. Después de todo, muchos han sido los casos de niños abusados por sacerdotes, hombres que supuestamente debían ser honorables, compasivos, y de plena confianza. También hemos visto por los medios de comunicación a más de un predicador confesar sus pecados sexuales y de abuso de drogas. Y allí no terminan los ejemplos. También están los predicadores que le prometen que el Señor le va a dar lo que usted le pida si usted primero les da a ellos su dinero.
Sí, cuando miro a mi alrededor veo que es fácil comprender a quienes piensan que Jesús y su iglesia no tienen nada para ofrecer. Una vez un joven, me dijo: «La iglesia es una persona aburrida y monótona parada frente a otra persona también aburrida y monótona, diciéndole cómo ser más aburrida y monótona». Lo más probable es que usted conozca cristianos tan mezquinos, antipáticos, chismosos, entrometidos, tontos, e incorrectos como cualquier no creyente, y lamentablemente no lo puedo desmentir, porque esa realidad también existe. Pero lo que sí le puedo decir es que «las cosas no siempre son como parecen».
Es cierto que han habido escándalos de distintos tipos dentro de la iglesia, pero por cada sacerdote o pastor que ha avergonzado el nombre de Dios, hay otros 100 que predican fielmente la historia de salvación que viene a través del Salvador. Es cierto que hay muchos predicadores en la radio y en la televisión que prometen el cielo y la tierra a cambio de su dinero, pero en estos momentos usted está escuchando un programa que ha venido proclamando el Evangelio de Jesucristo durante más de 75 años. Nunca, nunca en todos estos años, ningún predicador de este programa trató de vender algo o de pedir dinero a cambio de algo. Durante 75 años, y confiando totalmente en el apoyo financiero de cristianos que creen en este ministerio, en cada uno de estos programas hemos predicado a Cristo crucificado y resucitado. Y cuando el dinero comenzó a escasear, nos apretamos los cinturones para poder seguir en el aire. Es cierto que tuvimos que cancelar las transmisiones en algunos lugares, pero nunca consideramos comprometer el mensaje de Dios que dice que la humanidad se salva sólo por fe en Jesucristo.
Las cosas no siempre son como parecen. Es probable que usted conozca o haya conocido a algún cristiano malo. Es más, no me sorprende para nada. Después de todo, los cristianos somos pecadores, y mientras vivamos en este mundo vamos a seguir siendo pecadores con todas las fallas y defectos que el pecado trae consigo. Sin embargo, hay muchos creyentes que tratan de dar testimonio del poder transformador del Espíritu Santo en sus vidas. Son muchas las cartas que recibo de madres, padres, abuelos, esposos y esposas que están realmente preocupados por la eternidad de aquéllos que aún no reconocen a Jesucristo como el Salvador de sus vidas. Quizás no utilicen siempre las palabras más apropiadas, o no hablen en el momento más indicado o con el tono correcto, pero le puedo asegurar que lo hacen con toda sinceridad y honestidad. Si en estos momentos hay cristianos en su vida que lo tienen cansado, sepa que todo lo que hacen lo hacen por amor, y sólo por amor.
Las cosas no siempre son como parecen. Puede que los cristianos seamos aburridos, pero le aseguro que Jesús no lo es. Uno de los mayores errores que podemos cometer es pensar que el pastor que predica, o las personas que están sentadas en la iglesia, son iguales que Cristo. Porque la verdad es que lo mejor de lo mejor de nosotros ni siquiera llega a ser un pálido reflejo de lo que es el Señor Jesús, quien vivió su vida para que usted sea perdonado y salvado.
En nuestros mejores días podemos lograr engañar a los demás, pero Jesús es real, así como el Espíritu Santo también es real. El mismo Espíritu que transformó a los discípulos de cobardes a cristianos valientes; ese mismo Espíritu que salvó sus almas del pecado y de Satanás, quiere hacer lo mismo por usted. El mismo Espíritu Santo que hizo nacer a la iglesia en este mundo en ese primer Pentecostés, quiere hacer nacer la fe en su corazón. El mismo Espíritu Santo que consuela a los creyentes en sus pérdidas; que les quita el miedo a la muerte; que da esperanza para cada día y paz para cada noche, quiere hacer lo mismo por usted. Él le invita y le llama. Si de algo puede estar seguro en este mundo es que el amor y el perdón del Señor son exactamente así como parecen ser.
Sé que usted no me conoce, pero todo lo dicho en este mensaje es verdad. Si necesita encontrar una iglesia en la cual se comparta la historia del Salvador como la ha escuchado hoy, a continuación le diremos cómo comunicarse con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.