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PARA EL CAMINO
Jesús volverá en el día final a juzgar a los vivos y a los muertos. Aunque muchos han jugado a adivinar, los creyentes no sabemos ni el día ni la hora de este regreso de Cristo. Tampoco nos compete a nosotros saberlo. Lo importante es que escuchemos a Jesús invitarnos a estar despiertos y preparados. Cuando nuestra fe se duerme a causa del pecado, nuestra relación con Dios se ve afectada y también nuestra preparación para nuestro encuentro con Él. Vivir despiertos es caminar confiados en las promesas de Jesús y encontrarlo en la vigorosa Palabra de Dios y en los Sacramentos.
La noche del primero de junio de 2009 ocurrió una de las tragedias aéreas más lamentables en la historia de la aviación. El vuelo 447 de Air France que volaba de Río de Janeiro a París se estrelló en medio del océano, y allí fallecieron las 228 personas que iban a bordo.
Las investigaciones arrojaron que, en el momento de más urgencia en el vuelo, dos de los tres pilotos estaban durmiendo, mientras el tercero, el más joven de ellos y con menos experiencia, afrontó una emergencia ocasionada por una tormenta tropical mientras estaba totalmente solo en la cabina. Los especialistas encargados de analizar todo lo concerniente a este terrible incidente dijeron que, si los pilotos más experimentados hubieran estado despiertos y al mando del avión, este accidente jamás hubiera ocurrido.
Fíjense todo lo que se hubiera evitado si hubieran estado despiertos, y fíjense también cuán complicado se vuelve el panorama cuando estamos dormidos.
Jesús nos dice en el texto del evangelio de hoy, no una vez sino un par de veces: ¡Manténganse despiertos!
Y aunque el Señor lo decía hablando del tema de su próxima venida al mundo, o el final de todos los tiempos, o la hora de su regreso, sus palabras y su invitación deberían tener mucho sentido para nosotros hoy día. Mis queridos amigos: Tenemos que estar alertas y despiertos en esta vida. ¡No te quedes dormido en tu vida espiritual!
Esta semana llegamos al final del año eclesiástico y estamos a las puertas de la temporada de Adviento. Por esa razón, estas últimas semanas se habla mucho en la Iglesia de los últimos días, el regreso de Jesús, o el tiempo del Juicio Final.
En la cristiandad el final no es un misterio. No es como en las películas que vemos en la tele y nos quedamos esperando el final y así saber qué pasará con los protagonistas. Tampoco es como en la copa del mundo –o cualquier otro evento deportivo– cuando esperamos ansiosos saber quiénes serán los campeones, los ganadores de la Gran Final. En la cristiandad el único misterio es el cuándo, pues como el propio Jesús lo dijo muchas veces: Nadie sabe el día ni la hora. Dice el texto:
» En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo. Sólo el Padre lo sabe.
Uno de mis libros favoritos de la Biblia es el Apocalipsis. Durante mis años como pastor me he dado cuenta de que, es el libro al que muchos le tienen miedo, y muy pocos comprenden. Creo que en parte es porque tiene mucha simbología, y también porque vemos muchas películas de ficción.
Pero el Apocalipsis no es un libro de terror ni de miedo. Al contrario, es la Palabra de Dios que nos da esperanza, certeza de la salvación a todos los que creen en Jesús, y la confianza de que al final de todas las cosas, Cristo vendrá para restaurar todo lo que el pecado ha roto. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni dolor, sino el gozo de la vida eterna junto al Señor.
Sobre el día del Juicio Final, hay dos cosas que sabemos. Lo primero es que ciertamente pasará, y que este día llegará. Los acontecimientos del mundo nos recuerdan que este momento está muy cerca, y que es algo que pudiera ocurrir en cualquier momento. Y lo segundo, también importante, es que debemos estar alertas, despiertos, atentos, y confiados en el Señor.
Dice Jesús:
Es como cuando alguien deja su casa y se va lejos, y delega autoridad en sus siervos y deja a cada uno una tarea, y ordena al portero mantenerse despierto. Así que ustedes deben mantenerse despiertos, porque no saben cuándo vendrá el señor de la casa, si al caer la tarde, o a la medianoche, o cuando cante el gallo, o al amanecer; 36 no sea que venga cuando menos lo esperen, y los encuentre dormidos.
Saben qué cosa da mucho sueño espiritual: El pecado.
El pecado pone nuestra fe a dormir. Es mejor que cualquier té relajante o la melatonina para poner a dormir nuestra relación con Dios.
Estamos dormidos por el pecado cuando somos indiferentes y vivimos la vida como si el final de los tiempos fuera una fábula o un cuento, y no una realidad.
Estamos dormidos en el pecado cuando no hay arrepentimiento verdadero por nuestras faltas, cuando no enmendamos nuestra relación con Dios y con los demás. Vivimos soñolientos cuando no amamos al Señor, ni creemos en Él, sino que lo ignoramos o lo sacamos de nuestras vidas y nuestros corazones.
Y créeme que el mal, el mundo, y a menudo tu propia naturaleza pecaminosa, te quieren ver dormidos, cansado, con mucho sueño, y cayendo al vacío en un avión en problemas. Esta realidad solo nos lleva a la muerte y muy lejos de Dios.
Lo interesante es que mientras nosotros dormimos, hay un Dios que no duerme y que está siempre atento a lo que pasa en tu vida.
Dice el Salmo 121:
3 El Señor no dejará que resbales; el que te cuida jamás duerme. 4 Toma en cuenta que nunca duerme el protector de Israel.
La Palabra de Dios resuena como una trompeta que a todo volumen nos alerta de la venida de Cristo, y no permite que nos durmamos en la vida espiritual. Dice Jesús, que todo en la tierra pasará, menos Su Palabra (Marcos 13:31).
Esta Palabra que hoy escuchas o lees en este mensaje que con amor hemos preparado para ti, o la Palabra que se predica en las iglesias de todas partes del mundo, o la Palabra que Dios te revela cada vez que abres una Biblia, es la alarma encendida y ruidosa que nos mantiene despiertos.
Pero no es el único medio que usa el Señor para que estés atento.
Cada vez que nos acercamos a los Sacramentos, el Bautismo o la Santa Cena de la Eucaristía, allí Dios mismo nos da energía para estar alertas, activos, despiertos, y con los ojos bien abiertos.
Cuando el cristiano, ése que cree en Jesús en su corazón y lo confiesa con sus labios, vive en la presencia de Dios –y Su Palabra y Sus Sacramentos– puede arrepentirse de sus pecados y confiar en la vida eterna que Dios ha preparado por medio de Jesús.
Jesús vino a este mundo a despertar a los escogidos de Dios. Por eso el final de todos los tiempos no causa miedo en nosotros, sino esperanza. Por eso el fin del mundo no es juicio de condena, sino de libertad para todos los que en Cristo hemos creído. El Juicio Final no es para juzgar tu pecado, porque esa condena que tú y yo merecíamos recayó sobre Jesús cuando murió por nosotros en la cruz.
La venida de Cristo es para que vayamos directo al futuro glorioso que nos espera, para que seamos declarados inocentes por gracia y misericordia de Dios, y podamos vivir en un cielo y una tierra nueva que el mismo Señor ha dispuesto para nosotros.
Dice el texto hoy que Dios «enviará a sus ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, desde los extremos de la tierra hasta los extremos del cielo.» (v.27)
Gente de todas las naciones, pueblos de todas partes que hoy han encontrado este mensaje, quiero invitarlos a que no tengan miedo, a confiar en que Cristo viene, quizás esta tarde, quizás otro día, o cuando Él así lo disponga… pero nosotros no pensamos con ansiedad en el cuándo, sino que esperamos con fe, y bien despiertos, el qué… aquel momento maravilloso en el que Dios nos hará parte de ese reino de vida eterna, de esperanza, de gozo, y que no tendrá fin.
¿ORAMOS JUNTOS?
Amado Jesús, permite que mi fe no se duerma nunca, y haz que pueda estar bien despierto, atento y consciente de Tu venida, pues allí tus promesas de salvación y vida eterna se harán una realidad. Amén.
Mantente despierto… que todo en la vida pasa, y muy pronto –cuando menos te lo esperes– ¡Cristo vendrá! Amén.
Si quieres saber más sobre Jesús, este Jesús que nunca duerme y que nos mantiene despiertos, a continuación, te diremos cómo comunicarte con nosotros en CRISTO PARA TODAS LAS NACIONES.