PARA EL CAMINO

  • Nada

  • octubre 14, 2012
  • 10
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Romanos 8:37-39

  • Vivimos en un mundo donde nada es absoluto. Pero, aún en los momentos en que el futuro es incierto podemos confiar en que Dios está a nuestro lado y nos protege con el mismo amor que lo motivó a enviar a su Hijo a sacrificar su vida por ti y por mí.

  • No hace muchos años, el mundo parecía ser un lugar más estable y mejor de lo que parece ser hoy. Lo que quiero decir es que había cosas en las cuales uno podía creer, cosas de las cuales uno estaba seguro y en las que podía confiar sí o sí. Pero con el correr de los años mucho ha cambiado, y hoy en día ya nada es absoluto. Lo voy a ilustrar con algunos ejemplos.

    Cuando uno miraba el pronóstico del tiempo en la televisión, el meteorólogo se paraba frente al mapa y decía algo así como: «Mañana va a llover», o «El fin de semana va a estar soleado». Entonces, basándonos en su pronóstico, nos llevábamos el paraguas cuando salíamos para la oficina, o planeábamos un picnic en el parque para el fin de semana. Pero hoy en día los informes que nos dan son diferentes: nos dicen que hay un 50% de probabilidades de lluvia para mañana, y que quizás el fin de semana salga el sol. En otras palabras, no saben por seguro qué va a hacer el tiempo, por lo que somos nosotros los que tenemos que decidir cómo vestirnos o qué actividades hacer.

    Otro ejemplo. ¿Cuándo fue la última vez que escuchaste a un Presidente decir, como dijo el Presidente Harry Truman: «La responsabilidad final es mía»? O, ¿alguna vez escuchaste a algún líder o político decir: «Yo tengo la culpa de que esto haya sucedido»?

    El otro día estaba conversando con mi nieto de once años. Cuando le pregunté cómo le iba en la escuela, me dijo que acababa de tener una prueba, pero que había sido muy fácil. Asumiendo que le había resultado fácil porque había estudiado mucho, lo felicité. Pero en seguida me contestó que, para sacar buenas notas en las pruebas con esa maestra, no era necesario estudiar. Así que le pregunté cómo era eso posible, y me dijo lo siguiente: «Es fácil, lo único que hay que hacer es leer bien las preguntas. Esta maestra pregunta cosas como: ‘Los peregrinos siempre fueron buenos con los indios’, o ‘Este país siempre fue el mayor fabricante de automóviles’.» Yo seguía sin entender, por lo que me explicó: «Abuelo, ¿no sabes que cuando la maestra utiliza la palabra ‘siempre’ en una prueba, la respuesta es ‘falsa’? Porque no hay nada que sea ‘siempre’ verdadero.» Me sorprendió, a la vez que me entristeció, que mi nieto, que apenas está en la escuela primaria, ya piense así.

    A partir de esa conversación he tratado de pensar en excepciones a esa regla que dice que «nada es siempre verdadero», y hasta les he pedido a mis amigos que también lo hagan, pero es difícil. Si digo, por ejemplo, que ‘los Estados Unidos es el mejor país del mundo’, alguien puede compararlo con Suiza, donde la tasa de homicidios es mucho más baja, los niños sacan un puntaje más alto en los exámenes, y las personas dicen ser más felices. En otras palabras, siempre va a haber alguien que va a tener razones para no estar de acuerdo con lo que uno cree o dice. Y eso, mis amigos, se debe a que vivimos en un mundo donde nada es absoluto, sino que todo depende de la interpretación que cada uno le da.

    Quizás sea por eso que me gusta tanto lo que el apóstol Pablo escribió al final del capítulo ocho en Romanos, donde dice: «Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor.» ¿Escuchaste bien? Él dice que ‘nada’ puede, ni podrá, separarnos del amor de Dios. O sea que, aún en medio de las peores circunstancias, aún en medio de las crisis y problemas de la vida, aún cuando tus amigos te abandonen o te traicionen, aún cuando te sientas solo y perdido, aún en esos momentos en que sientes como que no tienes futuro, Dios sigue estando contigo sosteniéndote y amándote con el mismo amor que lo motivó a enviar a su Hijo a sacrificar su vida por ti.

    Hay algunas palabras que, ya sea por su significado o contexto, son tristes. Una de ellas es la palabra ‘casi’. Por ejemplo: casi aprobé el examen, casi me ascendieron en el trabajo, casi me salvo de chocar, etc. Otra palabra que a menudo es triste es la palabra ‘nada’. Por ejemplo: cuando el cajero del banco te dice que no te queda nada de dinero en la caja de ahorros, o cuando el médico dice que no puede hacer nada por tu ser querido.

    Sin embargo, cuando leemos que ‘nada puede separarnos del amor de Dios’, la palabra ‘nada’ adquiere un significado positivo porque en ella se encierra la promesa absoluta e inalterable de Dios de que estaremos siempre bajo su cuidado, compasión y salvación. Dios nos ha dado su palabra y, a pesar de lo que la sociedad actual diga y enseñe a los jóvenes, eso es un absoluto. ¿O acaso no te enseñaron desde niño que desconfiaras de todo lo que parece ser demasiado bueno para ser real? Por ejemplo, sabemos que por más que usemos el dentífrico correcto, no vamos a encontrar al amor de nuestra vida, o que ningún detergente va a dejar la ropa más blanca que el blanco. Los mismos fabricantes lo dicen en letra bien pequeña en la etiqueta del envase: ‘Ningún producto es capaz de quitar todas las manchas en toda circunstancia.’

    Todos hemos aprendido a ‘tomar con pinzas’ las afirmaciones que contienen una cláusula de escape. Pero el apóstol Pablo no tiene ninguna duda ni reserva con respecto a lo que sucede cuando un alma pecadora es lavada en la sangre de Jesús. Él sabía, por experiencia propia, que en nuestras almas no existe ningún pecado tan horrible que no pueda ser limpiado por la sangre de Jesús. Es por ello que, con absoluta confianza, orgullo y firmeza, Pablo dice: ‘la sangre de Jesús es el limpiador universal que quita cada una de las manchas de nuestras almas.’

    ¿Te parece demasiado bueno para ser cierto? ¿Te suena a imposible? Puede que sea así para el escepticismo de la sociedad moderna. Y si eso es lo que tú estás pensando, lo comprendo. Más importante todavía, Dios lo comprende. Es por ello que él inspiró a Pablo a ser bien explícito en lo que escribió. No creo que le haya costado mucho convencerlo ya que Pablo era abogado, por lo que estaba acostumbrado a escuchar promesas que incluían excusas y cláusulas de escape, y a leer contratos que no valían siquiera el papel en el que estaban escritos. Es por ello que se tomó el tiempo de enumerar muchas de las cosas que pueden tratar de separarnos del amor de Dios.

    La lista comienza con la muerte, que es la experiencia más común y que es compartida por todos los seres humanos. La muerte nunca anda sola. Casi siempre trae consigo destrucción, disturbios, desorden, tristeza, dolor, pérdida, y soledad. A pesar de ello, Pablo dice que ‘ni la muerte puede separarnos del amor de Dios.’ Y es cierto. Porque a quienes han conocido y han sido perdonados por Cristo, la muerte los lleva ante la presencia de su Señor.

    Entonces, si la muerte no tiene poder, ¿qué podemos decir de la vida? Para algunas personas, la vida es una cruz terriblemente difícil y pesada de cargar. Una señora tenía tantos problemas físicos, que vivía quejándose y lamentándose. Un día, en medio de su desesperación, le dijo a una amiga: «¡Cuánto quisiera que el Señor nunca me hubiera hecho!» Fue un pensamiento que su amiga no pudo dejar pasar sin decir algo al respecto, por lo que la consoló, diciéndole: «Querida amiga, Dios te bendiga. El Señor todavía no te ha hecho. En realidad, te está haciendo en estos momentos, y lo único que tú haces es quejarte sobre la forma en que lo hace.» Si te identificas más con la mujer que sufría que con la amiga que quería bendecirla, quiero que sepas que tu Señor te ha prometido que nada, ni siquiera lo peor que la vida te tenga preparado, puede separarte del amor que él te tiene en Jesús.

    Pablo sabía que en la creación de Dios hay muchas más cosas que las que podemos ver a simple vista o percibir con nuestros sentidos. Hasta el hombre de hoy día, a pesar de todo el conocimiento que tiene y todos los avances de la ciencia, la tecnología y las comunicaciones, se maravilla ante las fuerzas sobrenaturales que le rodean. Cuando éramos niños creíamos que debajo de nuestra cama había monstruos, y que en la oscuridad de la noche se resguardaban personajes malos que nos daban miedo. Ahora que somos adultos seguimos sintiendo una cierta atracción por lo desconocido, y seguimos asustándonos por lo que la oscuridad puede ocultar. ¿Qué dice Pablo de todas estas cosas? Que no nos preocupemos más. Porque ni siquiera el mismo Satanás, con todos sus secuaces, va a poder dañar el lazo que existe entre el Creador y sus hijos redimidos.

    Pero todavía hay más. La lista que Pablo hace de nuestros enemigos aún no está completa. ¿Es posible que hayas cometido algún pecado hace mucho tiempo que todavía te persigue? Si es así, quiero que sepas que Dios perdona todos nuestros pecados, incluyendo los que cometimos en el pasado. ¿Es posible que estés tan pendiente del reloj y del almanaque que ellos se han convertido en tus enemigos? Si es así, a quienes le somos fieles Dios nos promete un lugar con él en el cielo donde el reloj y el almanaque ya no serán necesarios. ¿Tienes miedo de lo que el futuro pueda depararte? ¿Te preguntas qué pasará con tu trabajo, con tu salud, con tu familia? Si esas cosas ocupan tu mente, debes saber que no hay ninguna circunstancia real o imaginaria de la cual Dios no pueda ser parte, ya sea rescatando, restaurando, aliviando o refrescando tu cuerpo, tu alma, y tu mente. Dios va a estar contigo siempre, siendo parte de tu vida en medio de todas las situaciones que en estos momentos para ti son desconocidas. Por lo tanto, no le temas al futuro ni te preocupes porque tus días sean largos o tus años sean pocos. Porque nada, absolutamente nada, podrá separarte del amor de Dios en Jesús. Por más que subas hasta la cumbre de la montaña más alta, o que vayas en un submarino hasta lo más profundo del mar, el amor de Dios va a estar contigo siempre.

    A esta altura uno podría pensar que a Pablo se le terminó la lista de posibilidades. Pero no es así. Todavía tiene algo más que decir… algo que cubre todo lo otro que pudo haber quedado afuera de la lista hasta ahora. Lo dice así: «… ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor.» En otras palabras, el apóstol estaba diciendo: ‘en caso que me haya olvidado de nombrar algo, quiero que les quede en claro que nada, absolutamente nada nos puede separar del amor que Dios nos tiene a través de Jesucristo.’

    En esas palabras podemos confiar con los ojos cerrados, porque Pablo no estaba hablando de cosas que no sabía. Su ministerio no había sido fácil. Al contrario. Pablo había sido perseguido, y hasta se había encontrado cara a cara con la muerte. Sus amigos de antes se habían convertido en sus enemigos, al punto que querían matarlo y, por más que su fe era firme, la idea de la muerte y de lo que podría sufrir antes de morir le era intimidante. Son muy pocas las personas que realmente quieren morir, y mucho menos las que quieren ser odiadas. Pero Pablo era un cristiano que vivía bajo la protección y el perdón de Dios. Y esa cercanía con el Señor fue lo que le permitió estar conforme en cualquier situación que le tocara vivir. En realidad, más que conforme, estaba seguro y victorioso gracias al amor de Dios que era suyo a través de Jesucristo.

    Contigo también puede ser así. Tú también puedes vivir de esa forma. La radio y el Internet son medios de comunicación maravillosos, pero no me permiten ver los problemas, las crisis, los sufrimientos o las penas que te envuelven en este momento. Estoy seguro que el diablo está buscando cómo aprovechar esas circunstancias para encontrar tu punto débil y tratar de hacerte caer, apartándote del camino del Señor. Quizás esté instigando tu deseo de odiar a alguien, o quizás esté aumentando tus celos hacia otra persona. Quizás te esté haciendo creer que no está mal arriesgar en el juego un poco del dinero que cobras, porque bien te vendría ganar un poco más. O quizás te haga pensar que si tomas una copa no te va a pasar nada, haciéndote creer que eres capaz de controlar tu adicción. Pablo quiere que sepas que, por más armas y artimañas que el diablo utilice para tratar de hacerte caer, nada podrá separarte del amor con que Dios te ama a través de su Hijo Jesucristo.

    Hace ya más de cien años vivió un hombre quien, durante su adolescencia y juventud, había hecho lo que se le había dado la gana. Por la gracia de Dios, eventualmente llegó a conocer al Salvador, algo que a sus viejos amigos no les hizo ninguna gracia. Cada vez que se encontraba con uno de sus compañeros de juerga, con quien solía salir a emborracharse, este lo criticaba e insultaba por haber cambiado de estilo de vida. Durante mucho tiempo la historia se repitió. Pero este hombre siguió esperando con paciencia hasta que llegó el momento en que pudo decirle: «Mira, tú sabes que ahora soy el farolero de la ciudad. Cuando voy por las calles apagando las luces de los faroles y miro hacia atrás, a los caminos por los que he estado, todo es oscuro y lúgubre, igual que como era mi pasado. Pero cuando me doy vuelta y miro hacia adelante, me guía la hilera titilante de luces a gas. Gracias a Jesús, así es mi futuro ahora.» «Pero», le respondió el amigo, «¿qué va a pasar cuando apagues el último farol?» «Cuando se apague el último farol ya será el amanecer. Para entonces ya no se necesitará la luz de los faroles, porque el sol iluminará al mundo.»

    Querido oyente, es mi oración que, cualquiera sea la situación por la que estés pasando hoy, Dios te llene con su paz. Jesucristo, el Señor de la vida y de la muerte, está contigo. Él puede, y quiere, iluminar cada paso del camino que tienes por delante. Él puede, y quiere, iluminar las calles por las cuales debes transitar en esta vida. Recuerda que tienes la promesa infalible de Dios de que él va a disipar la oscuridad y las sombras de este mundo, para que puedas andar por él con confianza hasta que llegue el amanecer de la nueva vida en el cielo. Esa es la promesa irrevocable de Dios, y su inquebrantable garantía. Porque no hay nada, absolutamente nada en este mundo que pueda separarte del amor con que Dios te ama a través de Jesús.

    Si tu alma desea la salvación y la presencia del Salvador; si quieres que esta promesa de Dios sea una realidad en tu vida; o si necesitas que alguien te guíe en este nuevo camino de fe, comunícate con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.